Votos de Amor: Los Hechos Reales que Inspiraron la Película

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Overview

La vida que Kim y Krickitt Carpenter tenían juntos se deshizo al punto de lo irreconocible el 24 de noviembre de 1993. Dos meses después de su boda, un catastrófico accidente de automóvil dejó a Krickitt con una lesión masiva en la cabeza y en coma por semanas. Cuando ella finalmente recuperó el conocimiento, no tenía idea de quién era Kim, su esposo. No podía recordar su relación y sufría de los trastornos de la personalidad característicos de quienes experimentan lesiones en la cabeza. Así fue que Kim reconoció que la mujer con quien se había casado esencialmente murió en el accidente. Sin embargo, aunque todo les jugaba en contra, la fe que ambos tenían en Cristo los sostuvo, de modo que Kim y Krickitt volvieron a enamorarse. Aunque Kim apoyó a Krickitt durante toda la travesía más oscura que un esposo jamás podría imaginar, afirma “No soy ningún héroe. Hice un voto de amor.”   Votos de Amores la verdadera historia que inspiró la destacada película del mismo título y protagonizada por Rachel McAdams (El diario de Noa), Channing Tatum (Querido John), Sam Neill (Parque Jurásico) y Jessica Lange, ganadora del premio de la Academia Cinematográfica.

Product Details

ISBN-13: 9781433678974
Publisher: B&H Publishing Group
Publication date: 06/01/2012
Sold by: Barnes & Noble
Format: eBook
Pages: 208
File size: 9 MB
Age Range: 3 Months to 18 Years
Language: Spanish

About the Author

Kim Carpenter has two children and live in Farmington, New Mexico, where Kim is deputy CEO for San Juan County.


Krickitt Carpenter has two children and lives in Farmington, New Mexico, where Krickitt works as a substitute schoolteacher.

Read an Excerpt

CHAPTER 1

TODA HISTORIA TIENE UN COMIENZO

«Buenos días, y gracias por llamar a la tienda de deportes Jammin. Habla Krickitt».

Cuando llamé a Jammin esa mañana otoñal de 1992, esperaba que me atendiera un representante con voz de aburrido, alguien que preferiría pasar la mañana haciendo cualquier cosa menos atender el teléfono. Por eso, mi sorpresa. Cuando Krickitt dijo: «Buenos días», me pareció que era en serio. Hasta sonaba como un grillito,tan alegre y llena de vida.

«Hola, Krickitt», le respondí. «Soy el entrenador Kim Carpenter, de la universidad New Mexico Highlands. Llamo por las chaquetas para entrenadores de béisbol de su catálogo».

Siempre me gusto el béisbol, desde que era niño. Quería ser como mi papá, así que, cuando conseguí mi primer trabajo como entrenador de los Highlands Cowboys en Las Vegas, Nuevo México, para mí fue un sueño hecho realidad. Pero incluso los sueños tienen sus momentos prosaicos; así que, allí estaba, encargando chaquetas para mis asistentes y para mí.

Esa primera conversación con Krickitt no tuvo nada de sensacional, pero mientras hablábamos de precios y colores, me interesó cada vez más esta vendedora telefónica con un nombre tan particular. Fue tan agradable su actitud amistosa y servicial, que no pude evitar sentir que mi día había mejorado al hablar con ella.

Nuestra conversación terminó, pero no podía dejar de pensar en esa chica llamada Krickitt. Su voz y su personalidad tenían algo especial que no podía terminar de explicar. Me di cuenta de que no se trataba de un trabajo para ella, sino más bien, una mission ... como si hubiese decidido ser la persona más amigable y atenta con que sus clientes hablaran todos los días. Si así era el caso, para mí, había tenido un éxito total.

Unos días después, decidí volver a llamar para preguntar por el pedido. «Buenos días, y gracias por llamar a la tienda de deportes Jammin. Habla Keri». Mmm ... Keri. No era la voz que quería escuchar. Rápidamente, tuve que aceptar que estaba llamando por una razón ajena a las chaquetas. Keri parecía ser una mujer agradable, pero yo quería hablar con Krickitt. Tenía que lograrlo, así que, pensé con rapidez.

— Hola Keri, quisiera hablar con Krickitt por un pedido que hice.

— Un momento. — El corazón me latía con fuerza mientras esperaba.

— Hola, habla Krickitt. ¿En qué puedo ayudarlo?

— Hola, Krickitt. Habla el entrenador Carpenter, de la universidad Highlands. Hace unos días, llamé por unas chaquetas.

Mientras Krickitt buscaba mi información, tuve unos segundos para pensar. ¿Qué tenía esta chica que me hacía sentir como si fuera un adolescente nervioso y enfermo de amor? Era simplemente una representante de ventas que hacía su trabajo; y estaba en California, no en Nuevo México, donde yo me encontraba. Dejé de lado esos pensamientos mientras le pedía unas muestras de color antes de terminar la conversación.

Cuando llegaron las muestras, las distribuí sobre la mesa. Mis pensamientos comenzaron a tomar rumbos inesperados. ¿Habrá elegido estos colores personalmente? ¿Habrá tenido estas muestras en sus manos? ¡Un momento! ¡Calma! No comprendía qué me estaba sucediendo, ni por qué. ¡Después de todo, era un hombre adulto!

Ahuyenté esos pensamientos, pero cuando volví a llamar para encargar una chaqueta violeta y gris, estaba ansioso por hablar con cierta representante de ventas. «Buenos días, y gracias por llamar a la tienda de deportes Jammin. Habla Krickitt». ¡Grandioso!

— Hola, Krickitt, habla el entrenador Carpenter. Yo ...

— ¡Entrenador Carpenter! — interrumpió con un tono entusiasmado que me sorprendió, ya que sabía que solo le iba a encargar la increíble suma de una sola chaqueta —. ¡Qué bueno que haya llamado!

Me pregunté por qué le parecería tan «bueno». ¿Sería por la posibilidad de otra venta o porque era yo? Intenté determinar si percibía algo más que una cordialidad profesional en esa voz que no podía quitarme de la cabeza.

Como cabía esperar, encargué la chaqueta. Luego, pedí otra de un estilo diferente. Cuando llegó, al personal le gustó tanto que todos los entrenadores del equipo quisieron una; así que, encargué más.

Habían transcurrido unos meses desde la primera conversación con mi vendedora favorita, y ahora pasábamos mucho más tiempo charlando que haciendo negocios. Una vez, antes de despedirse, Krickitt mencionó que no trabajaría el día que yo planeaba llamar para verificar el pedido, así que, me dio el número de teléfono de su casa.

A partir de entonces, comencé a llamar a Krickitt a su departamento. Pronto dejamos de fingir que nuestras conversaciones giraban en torno a la indumentaria deportiva y comenzamos a conocernos más. A menudo, hablábamos más de una hora. Sin importar cuánto conversáramos, nunca queríamos colgar, incluso cuando mi cuenta telefónica subió vertiginosamente hasta llegar a 500 dólares mensuales. Era la época previa al correo electrónico y los mensajes de texto, y pocos tenían teléfonos celulares. Krickitt y yo estábamos atados a los teléfonos fijos, pero no me importaba ni la inconveniencia ni el gasto. Ella lo valía.

* * *

Por fin, descubrí la historia detrás del nombre singular de esta muchacha. Su nombre de pila era Krisxan (que se pronuncia «Kris-Ann»), lo que reflejaba su ascendencia griega. El sobrenombre Krickitt surgió cuando su tía abuela declaró que la pequeña Krisxan, de dos años de edad, no podía quedarse quieta y saltaba constantemente como un grillito.

A nadie le sorprendía que fuera activa y atlética. Su papá solía entrenar un equipo de básquet y otro de béisbol en una escuela secundaria. Su madre era profesora de gimnasia deportiva, y a Krickitt le encantaba esa actividad desde que había tenido edad suficiente para recorrer una barra de equilibrio. Es más, aprendió a hacer un salto mortal hacia atrás antes de saber escribir su nombre.

Pensé que yo era fanático de los deportes, pero Krickitt me superaba ampliamente. Desde el jardín de infantes, practicaba gimnasia todos los días luego de la escuela, en el gimnasio de su mamá, y en verano, le dedicaba cinco horas al día. A los 16 años, se lesionó el manguito rotador del hombro derecho, pero el cirujano ortopédico afirmó que una operación probablemente arruinaría sus posibilidades de obtener una beca universitaria. Así que, se aguantó el dolor, siguió adelante y descolló en los ejercicios de suelo y en la barra de equilibrio. No dejó que un poco de dolor la detuviera.

Como era de esperar, varias universidades con renombrados programas de gimnasia le ofrecieron becas. Al final, escogió la Universidad Estatal de California en Fullerton, que le había ofrecido una beca completa. Ganó diversos premios antes de dejar de competir cuando se lesionó el ligamento cruzado anterior (LCA) durante el último año en la escuela.

Aunque al principio casi siempre hablábamos de deportes, Krickitt no perdió tiempo en llegar a la parte espiritual de nuestra relación. A los pocos meses de nuestra amistad, me escribió: «Me dijiste que puedo preguntarte cualquier cosa, así que, debo ser sincera, Kimmer. Ya sabes que soy cristiana. Ser cristiano significa tener una relación íntima y constante con Jesucristo. Admito que todo este tiempo me he preguntado si también eres creyente ... si tomaste la decisión de recibir a Cristo en tu vida por haber pagado el precio de tu pecado y para que te diera la vida eterna que nos prometió».

Su fe era su vida, y sin importar lo que pensara de mí, ella necesitaba tener paz sobre mis convicciones espirituales antes de aventurarse a cualquier clase de relación conmigo. Al hablar de esta parte de nuestras vidas, descubrimos que los dos habíamos conocido a Cristo a la misma edad, pero que, de allí en más, nuestras travesías espirituales habían tomado rumbos diferentes.

A los catorce años, escuché sobre Jesús en la casa de un amigo. Alguien compartió que Cristo había muerto para perdonar mis pecados, y para mí, fue la mejor de las noticias. Estaba tan entusiasmado que no veía la hora de ir a mi casa a contarles a mis padres. Pero cuando comencé a hacerlo, no les gustó nada.

Mis padres eran cristianos nominales, pero creo que jamás habían experimentado lo que yo sentía entonces. Habitualmente, nunca íbamos a misa, aunque la abuela Helen nosllevaba cuando podía. Como familia, no hablábamos de religión. Pero el mensaje de Cristo me tocó. No fue un proceso rápido, pero con el tiempo, llegué a confiar por completo en Jesús y a aceptarlo como Salvador.

Krickitt descubrió a Jesús al leer un librito llamado Las cuatro leyes espirituales. Su mensaje la llenó de entusiasmo y curiosidad, y decidió allí mismo que seguiría a Cristo para siempre. Sin embargo, nadie se enteró de que había tomado esa decisión transformadora. En ese momento, ni siquiera sabía lo que implicaría para su vida y para la eternidad. "Ella no le contó a nadie sobre su decisión ni comenzó a participar de una iglesia. En la universidad, empezó a asistir a la Iglesia Evangélica Libre en Fullerton. Allí, las enseñanzas de los pastores Charles Swindoll y Steve McCracken transformaron su vida espiritual.

Durante el verano de 1991, Steve organizó un viaje misionero a Hungría. Como Krickitt acababa de lesionarse la rodilla, tenía tiempo luego de años de entrenar diariamente. Cuando se enteró del viaje, lo consideró una oportunidad que Dios le daba para dedicar todo el tiempo y la energía que siempre le había dado a la gimnasia. Así que, junto con su amiga (y más adelante compañera de habitación) Megan Almquist, aceptó el desafío de ser misionera durante nueve semanas ese verano. Tuvieron la oportunidad increíble de pasar tiempo con personas hambrientas del mensaje de esperanza de Jesús, luego de generaciones de opresión religiosa.

Pensé que yo era bastante fiel, pero cuando vi cómo vivía Krickitt, quedé asombrado. Había incorporado la fe a cada parte de su vida. No era una mera cristiana de domingos; seguir a Cristo era parte de su misma esencia. Eso me fascinó.

* * *

Mis conversaciones con Krickitt eran cada vez más largas y profundas. Además, comenzamos a escribirnos cartas. Sucedió lo mismo que con las llamadas telefónicas: al principio, nos enviábamos tarjetas cortas, pero poco después, Krickitt escribía de a diez páginas a la vez. Me imagino la cantidad y la longitud de los correos electrónicos que habríamos intercambiado si hubiésemos tenido la opción.

Como en cualquier relación incipiente, llegó el inevitable momento de intercambiar fotografías de nosotros, y al principio de la primavera de 1993, decidimos dar ese paso. En esa época, no podíamos enviar una foto de manera inmediata y cibernética, sino que había un proceso largo y exasperante de aguardar el correo todos los días. Le envié a Krickitt un folleto de los Highlands Cowboys con mi fotografía. Luego, esperé impaciente una foto que le pusiera un rostro a la chica increíble que había llegado a conocer tan bien en los últimos meses. Intenté convencerme de que solo me interesaba su corazón y su espíritu; pero al mismo tiempo, sabía que no estaría mal que fuera hermosa.

Cuando llegó un sobre de Krickitt unos días más tarde, lo abrí con ansiedad y vi por primera vez a una mujer con cabello oscuro, brillantes ojos azules y una fantástica sonrisa. Me pareció bellísima.

Sin embargo, era evidente que había otra persona en la foto, ya que podía ver un brazo alrededor del hombro de Krickitt. ¿A quién había recortado de la foto? ¿Sería su novio? ¿Otro «amigo especial» como yo? Sentí que el corazón se me desplomaba al considerar esa opción. Calma, hombre, me reproché. Estás adelantándote demasiado.

Me moría de ganas de llamarla para ver si también había recibido mi fotografía, pero estaba nervioso por su respuesta. Esa noche, la llamé. «¡La recibí!», me respondió. No quería preguntarle lo que pensaba, así que, esperé. Continuó diciendo: «¿Y sabes? Pensé: Este chico hasta es lindo». Nos reímos. Había temido que la conversación fuera tensa e incómoda, pero gracias a Dios, no lo fue.

Mencioné que había notado una persona recortada de la foto. «Sí», respondió. Una vez más esperé, medio aterrorizado de lo que podría escuchar. «¡Siempre recorto a mis amigas porque son hermosas!»

Ambos sabíamos cuál sería el próximo paso: conocernos en persona. Sería vital para nuestra relación. Después de todo, ¿cómo sabes si hay una verdadera conexión con alguien si no han compartido juntos un tiempo? Así que, en febrero de 1993, Krickitt y yo comenzamos a hablar de la posibilidad de encontrarnos, por más breve que fuera el viaje debido a nuestros horarios de trabajo. Para entonces, hablábamos más de cinco horas a la semana, y supuse que un boleto de avión no costaría mucho más que mis cuentas telefónicas. Así que, le pregunté a Krickitt si le gustaría venir a Las Vegas a ver jugar a mi equipo. Me contestó que no sabía. Antes de decidir, tendría que pensar y orar al respecto.

Y así lo hizo. Años más tarde, cuando Krickitt me permitió leer lo que había escrito en su diario, lo comprobé. Decía: «Señor, necesito que tu sabiduría y tu Espíritu me guíen con Kimmer ... Parte de mí quiere conocerlo; creo que sería divertido. Otra parte no, porque no quiero comenzar a sentir algo por él si no está en tus planes. Te pido que me muestres tu voluntad. Necesito que me guíes. Tenemos muchas cosas en común, pero quiero que tú seas el centro».

Con el tiempo, Krickitt me expresó sus inquietudes en una larga carta. En resumidas cuentas, quería asegurarse de que no tuviéramos expectativas irreales sobre la visita. Me dejó en claro que solo éramos amigos en ese momento. Su otra preocupación era que no quería comprometer mi reputación. Como entrenador y modelo a seguir, tenía mucho para perder si los demás creían que éramos más que amigos.

Después de hablar del tema dos meses, Krickitt decidió visitarme en Nuevo México y vernos cara a cara. Le reservé una habitación en un hotel cerca de mi departamento. Respetaba que se estuviera guardando para su esposo. Comprendí que como yo no lo había hecho, tendría que ser sincero sobre mi pasado, sabiendo que la desilusionaría. Además, sabía lo importante que era este paso y quería asegurarme de que cualquiera que mirara comprendiera que no pasábamos la noche juntos.

Hice el viaje de dos horas hasta Albuquerque para buscarla en el aeropuerto. En esos años previos al atentado a las torres gemelas, no había restricciones sobre quién podía pasar los puntos de control en los aeropuertos, así que, la recibí en la puerta de desembarque. La divisé apenas salió de la pasarela de acceso. Había visto su fotografía, y por eso, sabía qué buscar, pero creo que podría haberla distinguido entre la multitud aun sin conocer su apariencia. Ya sentía que teníamos mucho en común y una amistad maravillosa. Aunque sabía que era sumamente atractiva, cuando por fin la vi en persona, casi no podía creer lo hermosa que era. Luego de todas esas horas al teléfono, por fin estaba frente a la dueña de esa maravillosa voz.

Libres de la preocupación por las astronómicas cuentas de teléfono, hablamos casi sin parar todo el fin de semana. Esa primera noche, conversamos sobre todo: nuestras infancias, familias, trabajos, el amor al deporte, nuestros amigos y nuestra increíble amistad a larga distancia. Pero más que nada, hablamos de nuestra fe. Sabía que era mucho más madura en su fe que yo, pero pronto descubrí que no se sentía superior. Más bien, me alentó a conocer mejor a Dios y a seguirlo por completo. Conocía bien a Cristo y estaba segura de su identidad como cristiana.

Luego de muchas horas, nos detuvimos para recuperar el aliento. En medio del silencio, Krickitt miró por la ventana. Observé que señalaba algo afuera, con asombro. Miré y descubrí que el sol ya había salido. Habíamos hablado toda la noche sin darnos cuenta.

Al día siguiente, Krickitt asistió a dos juegos consecutivos de los Cowboys, y en ambos juegos, perdimos por una carrera. Esa noche, volvimos a hablar. No me sentía demasiado animado después del resultado de los partidos del día, y para sumar a mi estado depresivo, le conté a Krickitt que mi madre padecía una enfermedad grave. Sin embargo, por alguna razón, me abrí con ella como nunca antes lo había hecho con nadie. Me sorprendió que me comprendiera y me consolara como nadie lo había hecho jamás. Supe entonces que lo nuestro era algo especial. Ella quería saber sobre mis temores y desafíos, y yo quería descubrir los suyos.

Para mi sorpresa, me dio un regalo. Abrí la caja y descubrí una hermosa Biblia nueva con mi nombre grabado en letras doradas. Me quedé sin palabras. No había terminado de darle las gracias, cuando Krickitt abrió la Biblia en el libro de Job.

«La vida no es justa ... es la vida», susurró con seguridad. «Todos tenemos momentos en que sentimos que Dios no está. Pero siempre está, te acerca a Él, incluso cuando tu madre está enferma y tu equipo no juega bien».

Luego, comenzó a leer: «En la región de Uz había un hombre recto e intachable, que temía a Dios y vivía apartado del mal. Este hombre se llamaba Job ...». Al rato, dejó de leer y hablamos sobre las situaciones terribles que Job tuvo que enfrentar. Hicimos las clásicas preguntas sobre el hombre que perdió todo. ¿Cómo pudo Dios permitir que le sucediera algo tan horrible a un hombre tan bueno? Y quizás lo más importante desde un punto de vista humano: ¿por qué Job no arrojó la toalla ni le dio la espalda a Dios?

(Continues…)


Excerpted from "Votos de Amor"
by .
Copyright © 2012 Kim y Krickitt Carpenter.
Excerpted by permission of B&H Publishing Group.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.

Table of Contents

Prólogo,
1: Toda historia tiene un comienzo,
2: En un abrir y cerrar de ojos,
3: Un milagro moderno,
4: Una lección sobre el dolor,
5: Avances,
6: Una nueva realidad,
7: Segundas oportunidades,
8: Impacto global,
9: Una familia de esperanza,
Reconocimientos,

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