The Escape Book 2: Can you escape this book?

The Escape Book 2: Can you escape this book?

by Ivan Tapia
The Escape Book 2: Can you escape this book?

The Escape Book 2: Can you escape this book?

by Ivan Tapia

Paperback(Translatio)

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Overview

Will you get to the Orwellians before the Wanstein Club get to you? The clock is ticking…

Based on the global phenomenon of Escape Rooms, and following on from the international bestseller The Escape Book by Ivan Tapia, this book puts your ingenuity, wit and perseverance to the test with even more fiendish challenges, puzzles, and enigmas that you must solve to thwart the sinister Wanstein Club.

Investigative journalist Candela Fuertes is at rock bottom: her fight against Castian Warnes, the head of the powerful and sinister Wanstein Club, has undermined her credibility as a journalist, and meanwhile she suspects Warnes is behind the car accident that put her boss in hospital. Corroded by the thirst for revenge, she decides to turn to the only people who can help her in a cause that seems already lost: the Orwellians, a group of hackers hell bent on revealing the secrets of the rich and famous. In order to get to the Orwellians, you and Candela must follow their trail all over London.

The chapters of the book are jumbled up, and to know where to continue reading, you must solve the puzzles, optical illusions, conundrums and anagrams that you find. Each time you solve a puzzle, the number you arrive at will indicate the page from which you can continue the story.


Product Details

ISBN-13: 9781781319529
Publisher: White Lion Publishing
Publication date: 10/01/2019
Series: Escape Book Series , #2
Edition description: Translatio
Pages: 176
Sales rank: 924,976
Product dimensions: 5.90(w) x 8.20(h) x 0.60(d)

About the Author

Ivan Tapia is the founder and designer of enigmas for Cocolisto, an intelligent leisure business that works for companies such as Danone, Sanofi, Everis, Banco Santander, Torres and ESADE. He is the director, scriptwriter and dramaturge of Escape Show, an enigma-based performance at the Teatro Poliorama in Barcelona.

Read an Excerpt

CHAPTER 1

EL PRINCIPIO

EL MAPA

Hace una semana Candela recibió un mapa. En el dorso, aparecía lo siguiente:

[ILLUSTRATION OMITTED]

Valoró la oferta. Se lo pensó varias horas y finalmente decidió no aceptarla. Entonces guardó el mapa en un cajón. Hasta hoy. Basta un instante para que todo cambie. Basta un instante para que lo que hace una semana era impensable hoy sea la única opción.

Ahora sí, ahora aceptará su ayuda.

Pero antes deberá encontrarlos.

TIC ... TAC ... TIC ... TAC ... TIC ... TAC ... TIC ... TAC ...

En esta página, el enigma sigue sin estar resuelto. Descubre la clave para saber por dónde continuar.

Si lo necesitas, puedes consultar las pistas de la página 162.

Escribe aquí la clave para recordarla más adelante.

RESUELTO EL ENIGMA DEL PRIMER PASO

Viene de la página 139.

LA DECISIÓN

— Sí, sí, ¡sí! Esa es la clave, Candela, seguro.

Janina aplaude. Candela hace un esfuerzo para no decirle que se calle; sabe que Janina no tiene la culpa. La culpa es suya: Candela reconoce que ya apenas tiene paciencia para encajar la energía desmedida de las personas que la rodean. Había otra Candela antes del Dédalo, pero esa Candela ya no existe.

— ¿Por qué no introduces la clave ya?

«Porque, si lo hago, romperé la promesa que me hice de no meterme nunca en algo parecido», piensa Candela, pero, como no puede decírselo a Janina, guarda silencio.

Sabe que, en el momento en que introduzca la clave y le dé al botón, el tiempo empezará a correr y ya no habrá vuelta atrás. Lo pone muy claro en la web de los Orwellianos. 1.984 minutos. Unas 33 horas. Pero han intentado matar al Jefe y eso ella no lo va a dejar pasar. «No será peor que el Dédalo — piensa —. Si salgo de esta, habrá valido la pena. ¿O no?»

Mira a Janina. No puede confesarle que tiene miedo porque no sabe el precio que les harán pagar ... No, no puede decirle eso. Ahora que Janina está convencida, no es momento de echarse atrás. «¿O sí? ¿Acaso tengo derecho a meter a Janina en este lío?»

Cierra los ojos y ve la cara de Anastás Vecla, el líder del Club Wanstein, el hombre que casi la mata en el Dédalo.

Le da un lápiz y una libreta a Janina.

— Apunta, Janina: móvil de muy amplia cobertura, cargadores, manta térmica, tenazas ... También agua, barritas energéticas, un par de guantes, una linterna...

— Candela, ¿me estás dictando tu lista de la compra?

— ¿Quieres hacerlo, Janina? ¿Sí? Pues, entonces, hagámoslo bien. No voy a dejar que te metas en esto sin las cosas más básicas.

— Pero ¿por qué no ...?

— No voy a dejar que discutas conmigo, Janina. Mando yo. Lo siento, pero las cosas son así. Tú serás mis ojos, mi cuerpo, pero la que decide y la que piensa soy yo. O lo tomas o lo dejas. No pasa nada. Si no lo tienes claro, ahora es el momento de decirlo.

Candela contiene la respiración. Quiere hacerlo, pero una parte de ella desea que Janina lo deje, que no se meta en este camino sin retorno, que se salve ahora que todavía está a tiempo.

Janina la mira desconcertada. No sabe qué ha hecho para que Candela le hable así.

— ¿Cómo quieres que lo deje? Mírate, tú sola no puedes hacerlo.

Eso le ha dolido, pero Janina tiene razón. «Sola no puedo hacerlo.» A Candela no le hace falta mirarse. Sabe lo que hay. Lo supo el día en que abrió el cubo de la basura y tiró todos sus zapatos de tacón. Ya no podía andar con ellos, bastante tenía que esforzarse para caminar con zapatillas deportivas. Lo supo el día en que abrió el armario donde guardaba la ropa para salir de fiesta y la empaquetó para dejarla en un contenedor naranja. Solo conservó la falda verde y la blusa hecha jirones que llevaba cuando salió del Dédalo. Las clavó con chinchetas en la pared del salón para recordar que su guerra no acabaría hasta que destruyera a Anastás Vecla, el mayor hijo de puta que hay sobre la faz de la Tierra.

— Lo sé, Janina. Sé que no puedo hacerlo. Pero eso no cambia nada. Yo voy a ser la máxima responsable de lo que hagamos. Yo tomaré las decisiones y tú deberás acatarlas. Es la única manera que tengo de protegerte. Y si crees que no vas a ser capaz de hacerlo así, debes decírmelo ahora, porque, cuando empieces, no podrás volver atrás. Así que te lo vuelvo a preguntar: ¿seguro que quieres hacerlo?

— Se lo debo.

Ese es un argumento que ella entiende perfectamente. Candela también se lo debe. Él siempre ha estado ahí, guardándole las espaldas. Aunque se pregunta si él no será únicamente una excusa para hacer lo que va a hacer. «Espero que me perdones», piensa Candela.

— De acuerdo, entonces. Continúa apuntando ...

Cuando Candela acaba, Janina tiene en la mano una lista de más de una página. Coge la tarjeta de crédito que le da Candela y pregunta:

— ¿Cuándo vas a introducir la clave?

— Cuando estés en Londres. Compra todo lo que te he dicho, descansa y mañana a primera hora te llevaré al aeropuerto.

1984

Londres. La ciudad donde transcurre la trama de la novela de Orwell, también la ciudad a la que corresponde el mapa que enviaron a Candela hace una semana. Así que, siguiendo su instinto, ha enviado a Janina allí antes de introducir la clave. Una vez que empiece a correr el reloj, nada lo detendrá, y ellas no se pueden permitir desperdiciar ni un segundo.

La ha dejado en el aeropuerto justo cuando amanecía. Después se ha ido al hospital, se ha instalado en la habitación donde está el Jefe y ha intentado dormir un poco. Necesita tener la mente clara durante las próximas horas.

Levanta la tapa del ordenador. La página de los Orwellianos abierta y el teléfono cargado. Todo a punto para cuando llame Janina.

El timbre del móvil la sobresalta. JANINA. Deja que suene cuatro veces. Todavía está a tiempo de detener esta locura. ¿O no? A lo mejor hace mucho que dejó de estar cuerda. Mira al Jefe. «Lo siento», le dice con el pensamiento. Y aprieta el botón verde para descolgar.

— Candela, ya he llegado. ¿Adónde voy?

— Un momento, Janina, e introduzco la clave.

Teclea. Clic. Correcta.

Un segundo. Dos segundos. La página se carga y todo empieza.

El cronómetro se pone en marcha y Candela lo sincroniza con el de su reloj.

— ¿Janina? Te leo lo que pone.

Tendrás 1.984 minutos para llegar a Goldstein. Y, para hacerlo, deberás superar los engaños del Gran Hermano:

el Ministerio de la Verdad,

el Ministerio de la Abundancia,

el Ministerio de la Paz,

el Ministerio del Amor

y

la Habitación 101.

Solo si consigues llegar y escapar de la Habitación 101 conseguirás ver la verdad.

Candela ha leído el libro y sabe perfectamente el horror que se esconde detrás de cada ministerio, por no hablar de la tortura que se inflige en la Habitación 101, donde se hacen realidad las peores pesadillas. Sin embargo, ahora ya es imposible volver atrás.

— Candela, ¿segues ahí?

— Sí, Janina, estoy intentando descifrar el enigma que nos conducirá al primer reto, al Ministerio de la Verdad.

Candela observa los caracteres que aparecen en la pantalla del ordenador.

TIC ... TAC ... TIC ... TAC ... TIC ... TAC ... TIC ... TAC ...

En esta página, el enigma sigue sin estar resuelto.

Descubre la clave para saber por dónde continuar.

Si lo necesitas, puedes consultar las pistas de la página 162.

Escribe aquí la clave para recordarla más adelante.

RESUELTO EL ENIGMA DE LA ENTRADA AL MINISTERIO DE LA VERDAD

Viene de la página 124.

LA PUERTA DE LA VERDAD

La trampilla se abre. Ya no hay duda. Una escalera cuyo final no alcanzan a ver baja hacia la oscuridad.

— ¿En serio quieres que me meta ahí?

— No hay más alternativa, Janina.

— Puedo volver por donde he entrado.

— ¿Tan pronto te rindes? Confía en mí, no voy a dejar que te pase nada.

— ¿Y el Jefe? ¿Cómo está?

— Igual.

Candela oye a través del micrófono la respiración de Janina y siente su miedo, pero la joven avanza. Con mucho cuidado, desciende los escalones enfocando todo lo que hay a su alrededor sistemáticamente: suelo, símbolo orwelliano azul, pared izquierda, techo, pared derecha, paso ... Suelo, símbolo orwelliano, pared izquierda, techo, pared derecha, paso ... Suelo, símbolo orwelliano, pared izquierda, techo, pared derecha, paso ... Suelo, pared izquierda, techo, pared derecha, paso ...

— Perfecto, Janina, lo estás haciendo muy bien. Vamos, otro más. Cuando llega al final de la escalera, Candela calcula que han bajado unos tres o cuatro pisos. Están en el subsuelo de Londres.

— ¿Ves algo?

— Nada.

— ¿A qué huele,

Janina?

— A humedad.

— ¿Se oye algo?

— El silencio, demasiado silencio si quieres que te diga la verdad.

— Bien, adelante, continúa andando.

A Candela no le ha gustado nada lo que le ha dicho Janina sobre el silencio. No es normal que en una galería subterránea no se oiga nada. Siempre hay algo: el aire que se filtra por algún lugar, crujidos, algún roedor ... Candela sabe que no están solas. «Venga, Janina, cariño, tú puedes», piensa.

Janina silba una canción de Los Secretos, el grupo preferido del Jefe y ahora el suyo. Intenta inhibirse de lo que la rodea. Cuando entra por el túnel que tiene delante, se enciende una ristra de bombillas que le marcan el camino. Se le escapa un pequeño chillido.

Cloc.

La trampilla por la que ha accedido desde la biblioteca se ha cerrado.

— Ha sido el viento, ¿verdad, Candela? Dime que sí. Menos mal que he guardado la llave en la mochila.

Candela no le dice que está segura de que el viento no ha tenido nada que ver. Ni que la llave que ha guardado no le servirá de nada.

— ¿Qué haces, Janina? ¿Adónde vas?

— A comprobar que la trampilla se puede abrir.

— No, Janina, no tenemos tiempo que perder. No sabemos cuántas pruebas nos quedan.

— ...

— ¡Janina!

Pero Janina ya ha llegado arriba. No hay cerradura que valga. La trampilla está cerrada.

— ¡Estoy encerrada aquí dentro! — Su voz demuestra más sorpresa que miedo.

— Tranquilízate. Y no vuelvas a desobedecerme, Janina.

— ¿Tranquila? ¡Y una mierda! Me acaban de encerrar aquí abajo y a ti lo único que se te ocurre es reñirme como a una niña. Soy yo la que se ha quedado atrapada en un túnel lleno de moho y de vete a saber qué.

— Lo sé. Sé perfectamente que eres tú y no yo la que está ahí encerrada, créeme que lo siento. Pero el camino acaba de empezar y no voy a discutir cada decisión. No puedes salir. No vas a poder salir como mínimo hasta que superemos el Ministerio de la Verdad. Sabías lo que había, así que compórtate como una persona adulta y mueve el culo.

Ha sido dura, pero no puede dejar que la arrastre el pánico. La necesita entera y alerta.

Janina no contesta, aunque el silencio habla por ella. Sin pronunciar palabra continúa caminando por donde lo dejó. Mueve la cámara en círculo para que Candela pueda ver lo que hay alrededor. «Bien.»

Aunque esté enfadada, sabe que Candela es su única esperanza en este lío en el que se ha metido. Esta nota que Janina está rabiosa porque ya no se mueve con lentitud, ahora avanza mucho más rápido. «Bien, bien, vamos bien.»

TIC ... TAC ... TIC ... TAC ... TIC ... TAC ... TIC ... TAC ...

El túnel es más largo de lo que Janina esperaba. Lleva unos quince minutos caminando. No le gusta estar encerrada.

Por el camino no han encontrado nada, salvo tres símbolos orwellianos más: primero dos hacia la derecha y luego uno hacia la izquierda.

— Candela, acabo de llegar al Ministerio de la Verdad

— le dice Janina sin atisbo de enfado.

— ¿Cómo lo sabes?

— Porque lo pone.

Efectivamente. Cuando Janina enfoca, Candela ve una puerta con una especie de cara esculpida.

— Es una réplica de la Boca de la Verdad de Roma — dice Janina.

Lo sabe porque no hace ni una semana que el Jefe y ella vieron Vacaciones en Roma. El Jefe, con su pitillo en la comisura de los labios, la hacía reír porque decía que Gregory Peck era igualito que él. Según la película, si un mentiroso mete la mano en la boca, la pierde.

Encima de la boca hay un texto:

Quien dice la verdad vivirá sin temor.

— ¿Has visto la frase, Candela?

— Sí, creo que quieren que metas la mano. Janina no se mueve.

— Janina, tienes que meter la mano, no hay tiempo que perder.

— Tengo fobia a las ratas.

— Pero ahí no hay ratas.

— En los agujeros que están bajo tierra suele haber ratas.

— Bien, escúchame. Acerca el móvil todo lo que puedas a la abertura, yo lo compruebo, y, cuando te diga «ya», metes la mano sin pensar. Estoy segura de que no hay ratas ahí dentro. ¿De acuerdo? Candela sabe que nada bueno puede esperar, pero también sabe que quienes idearon esto no van a permitir que el «juego» acabe tan rápidamente.

— ¡¡¡Ya!!!

Las dos oyen el clic cuando la arandela se cierra alrededor de la muñeca de Janina. La joven está descontrolada. Esa pérdida de energía no la llevará a ninguna parte, pero tiene que desahogarse. Candela la deja chillar, patear e insultar todo lo que quiera durante unos segundos.

— Cálmate, Janina, ¡cálmate! Si no paras de moverte así, te vas a destrozar la mano. Y necesitamos que estés entera, todavía nos queda mucho camino.

— ¿Mucho camino, Candela? Pero ¿dónde mierda me has metido? ¡Tú me dijiste que debíamos llegar hasta los Orwellianos, que ellos eran los únicos que le podían parar los pies al Anastás ese que se ha querido cargar al Jefe! Se supone que ellos son los buenos, ¿no?

— Ellos podrán ayudarnos, Janina, créeme.

Afortunadamente, Janina no puede ver a Candela apretar los puños hasta que los nudillos se le ponen blancos. La periodista consigue que su voz suene tranquila y pausada:

— Vamos a buscar la manera de liberarte ... Ahí, vuelve a enseñarme el texto. ¿Lo ves? Ha cambiado, seguramente has activado algún mecanismo cuando has introducido la mano.

Responde a la pregunta y di la verdad; de lo contrario, perderás la mano.

— ¡Van a cortarme la mano, Candela! Estos tíos están locos. Llama a la policía de una puñetera vez.

— Tranquila, Janina, nadie va a cortarte la mano. Déjame un segundo.

Candela cierra los ojos. Cuenta hasta diez. Se concentra. Respira y los abre de nuevo. Janina, algo más calmada, enfoca la puerta. Está llena de símbolos orwellianos. La solución tiene que estar delante de sus narices.

Según la novela 1984, el mayor enemigo era el Gran Hermano y todas las pruebas a las que sometían a Winston, el protagonista, giraban en torno a él. El Ministerio de la Verdad era el encargado de cambiar la historia, de tergiversar la verdad...

— Recuerda los símbolos, Janina. Tranquilízate y recuérdalos.

— ...

— Janina, voy a sacarte, te lo prometo. Serénate. Están jugando con nuestro miedo. Quieren que nos descontrolemos, pero nosotras no les vamos a dar ese placer. Sigue enfocando.

TIC ... TAC ... TIC ... TAC ... TIC ... TAC ... TIC ... TAC ...

En esta página, el enigma sigue sin estar resuelto.

Descubre la clave para saber por dónde continuar.

Si lo necesitas, puedes consultar las pistas de la página 162.

Escribe aquí la clave para recordarla más adelante.

RESUELTO EL ENIGMA DEL SEGUNDO NEXO

Viene de la página 118.

DE NUEVO EN CAMINO

Según lo que han podido descubrir en la sala de nexo, el siguiente objetivo es el Ministerio de la Paz, ministerio que se encuentra en el fuerte Grain, en el estuario del río Támesis. Construido en 1855 para proteger la costa inglesa, ha sobrevivido a los bombardeos de las dos guerras mundiales, y en la actualidad es un edificio abandonado.

Solo hay un problema: desde St. Dunstan hasta el fuerte Grain hay unas catorce horas a pie. Candela duda mucho de que Janina llegue, está muy cansada, y tampoco sabe si el gas que ha inhalado era un simple narcótico o algo más.

El tiempo se les echa encima. Si sus cálculos son correctos, cuando Janina llegue les quedarán menos de diez horas para trasladarse y resolver el Ministerio de la Paz, el Ministerio del Amor y la Habitación 101. Sin contar con que Janina debería dedicar unas horas a dormir. Es imposible. Candela se desespera. Pero no tiene otra alternativa que continuar hacia delante.

(Continues…)


Excerpted from "Escape Book 2"
by .
Copyright © 2017 Ivan Tapia.
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