Los primeros indicios de prácticas mágicas se remontan a la prehistoria, con pinturas rupestres y otros artefactos que sugieren el uso de rituales mágicos para la caza, la sanación y la protección. En sociedades prehistóricas como Egipto, Grecia y Roma, la magia se relacionaba a menudo con la religión y se empleaba en prácticas de sanación y adivinación. De forma similar, la magia era una práctica prevalente y se utilizaba para la sanación, la adivinación y la protección en muchas culturas africanas.
La práctica de la brujería en la Europa medieval llegó a vincularse con el Diablo y se consideró un peligro para el cristianismo. En un esfuerzo por combatir la herejía y preservar su autoridad, la Iglesia participó activamente en la persecución de la brujería. Miles de personas acusadas de practicar la brujería en los siglos XVI y XVII durante la Caza de Brujas -en su mayoría mujeres- fueron ejecutadas.
Durante la Caza de Brujas, las brujas solían ser representadas como criaturas malévolas y malignas que utilizaban sus habilidades mágicas para dañar a los demás. Esta imagen de la bruja malvada persiste hasta nuestros días y se ha perpetuado en la cultura popular a través de películas y libros.
Sin embargo, no todas las representaciones de la brujería a lo largo de la historia han sido negativas. En algunas culturas, la brujería se ha considerado una práctica positiva y beneficiosa. Por ejemplo, en muchas culturas nativas americanas, la práctica de la brujería, también conocida como chamanismo, era una forma de conectar con el mundo espiritual y de promover la armonía y el equilibrio.
