Sentado a los pies del maestro Jesús: El trasfondo judío de Jesús y su impacto en la fe cristiana

Sentado a los pies del maestro Jesús: El trasfondo judío de Jesús y su impacto en la fe cristiana

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Overview

CORRE EL AÑO 30 d. C. Y USTED ESTÁ ESTUDIANDO CON EL MAESTRO MÁS GRANDE DE TODOS LOS TIEMPOS…¿Cómo piensa que se sentiría al verse sentado a los pies del maestro Jesús, sintiendo su magnetismo y aprendiendo de primera mano acerca de su reino? Al sumergirse en la cultura, costumbres, oraciones y fiestas de los judíos del primer siglo, usted puede enriquecer su propio entendimiento de la Biblia y de Jesús, y estar mucho más cerca del más grande de todos los rabíes.


Product Details

ISBN-13: 9780829757040
Publisher: Vida
Publication date: 08/07/2010
Pages: 288
Sales rank: 1,138,463
Product dimensions: 5.30(w) x 8.30(h) x 0.90(d)
Language: Spanish
Age Range: 18 Years

About the Author

Ann Spangler, autora con galardones en su haber cuya fascinación con la Biblia ha producido libros que han introducido esta a una amplia gama de lectores, es la autora de varios libros que han sido éxitos de ventas, incluyendo Praying the Names of God, Praying the Names of Jesus y Mujeres de la Biblia (de la que es co-autora Jean Syswerda). En conjunto, se han vendido más de 2 millones de ejemplares de sus libros. Ha ocupado puestos ejecutivos importantes en dos casas editoras cristianas y en la actualidad reside con sus dos hijas en Grand Rapids, Michigan..

Read an Excerpt

Sentado a los PIES del Maestro Jesús

El trasfondo judío de Jesús y su impacto en la fe cristiana
By Ann Spangler Lois Tverberg

ZONDERVAN

Copyright © 2010 Lois Tverberg y Ann Spangler
All right reserved.

ISBN: 978-0-8297-5704-0


Chapter One

ÚNASE A MARÍA A LOS PIES DE JESÚS

Que tu casa sea un lugar de encuentro para los maestros, y cúbrete con el polvo de sus pies, y bebe sus palabras con avidez. Atribuido a Yose ben Yoezer (siglo II a. C.)

Los caminos empinados y polvorientos de Betania son difíciles para sus piernas, especialmente cuando viene cuesta arriba desde Jericó, caminando todo el día bajo el cálido sol. Pero el olor del guisado de cordero que sale del puchero que Marta cocina en el patio de su casa anima a sus polvorientas piernas a seguir subiendo. Usted trata de ignorar sus pies adoloridos y el polvo mezclado con sudor que se amontona sobre sus dedos, y está pensando en el agua fresca que ella le va a ofrecer pronto. Ha merecido la pena la larga caminata cuesta arriba, porque la conversación a lo largo del camino ha sido profunda y conmovedora. ¿No notaba cómo el corazón le ardía mientras escuchaba al maestro?

Una persona tenía que tener algo de chutzpah y unas piernas fuertes, piensa usted, para acelerar y ponerse a la cabeza con el fin de escuchar la conversación. Pero esa tarde usted no se había perdido ni una sola palabra, ni siquiera en aquel estrecho camino a lo largo del Wadi Kelt, donde solo dos o tres podían estar a una buena distancia para poder oír. Pedro, Santiago y Juan eran los que solían estar más cerca de Jesús, pero esta vez usted llegó primero. Por fin tuvo la oportunidad de hacerle algunas de las preguntas que se habían acumulado en su cabeza.

No obstante, antes que usted pudiera captar y digerir sus respuestas, sus pensamientos quedaron interrumpidos por el cacareo de las gallinas que andaban por el patio y el gozoso saludo y la risa de Marta dándole la bienvenida, con gotas de sudor perlando su frente por los esfuerzos de los últimos minutos preparándolo todo. Ella y María tenían una pequeña casa de piedra que parecía ampliarse milagrosamente para acoger a todos los invitados que entraban. María también está allí saludando a cada persona. Antes que usted ni siquiera pueda sentarse, ella le pregunta acerca de lo que Jesús ha estado hablando a lo largo del camino

Cuando las responsabilidades familiares se lo permitían, María se sentaba en las sesiones de estudio de la sinagoga local, y tenía algunas preguntas propias que esperaba poder hacer. Con frecuencia se unía al grupo que dialogaba con Jesús después de la cena, pero hoy, con la cena solo a medio preparar, se sentó a los pies de Jesús, ajena por completo a las miradas de Marta, y participaba animadamente con los demás en el debate que había comenzado a lo largo del camino (Lucas 10:38-42).

¿No le habría gustado unirse a ese grupo tan bullicioso en la casa de Marta aquella tarde? ¿Haberse sentado junto con María y aquellos increíblemente afortunados discípulos que fueron capaces de viajar con Jesús, para oírle hablar y aprender de él durante los tres años de su ministerio público?

¿Cómo hubiera sido la experiencia de haberse encontrado entre aquellos amigos íntimos de Jesús? ¿Qué decir si él se quedara en su casa siempre que aparecía por el pueblo? Además de ser un testigo ocular, usted habría tenido la gran ventaja de haber sido un judío del siglo I, alguien cuya vida y experiencia habían sido conformadas por la misma cultura y creencias religiosas que ayudaron en la formación de la vida y el ministerio de Jesús. Como Jesús, usted habría observado las leyes y tradiciones del judaísmo y estaría familiarizado con los asuntos del día. Habría captado el humor y los comentarios matizados que hacían a sus palabras aún más cautivadoras y transformadoras.

A pesar de cuánto nos hubiera gustado haber visto y escuchado al Señor en persona, damos gracias porque todavía podemos conocerle y experimentarle en las Escrituras. Y, no obstante, el Jesús que nos encontramos en los Evangelios no siempre es fácil de entender. En parte, eso es porque percibimos sus palabras a la distancia de muchos siglos, desde una cultura y una lengua completamente diferentes. En vez de hacer que nuestros corazones ardan, a veces las Escrituras nos llevan a rascarnos la cabeza en confusión.

Yo (Anna) recuerdo la primera vez que conocí a una de mis compañeras de cuarto en la escuela. Gladisín era de Panamá y llevaba solamente una semana en el país cuando nos saludamos por primera vez. Me gustó inmediatamente. Parecía que congeniábamos a pesar de las barreras del idioma. Pero me acuerdo de cuán perpleja me quedé cuando Gladisín se dirigió a mí un día y me dijo:

-Tengo un dolor.

-¿Qué te pasa? ¿En qué te puedo ayudar? -le pregunté.

Pero Gladisín se me quedó mirando con sus grandes ojos color castaño y repitió esta vez con más énfasis.

-Tengo un dolor!

Mientras más me esforzaba yo en tratar de descubrir lo que le pasaba, más alto me hablaba ella: «Un dolor, un dolooor!». Yo me preguntaba a mí misma si debería llamar a urgencias o a una ambulancia o llevarla al hospital. Pero antes de que me dispusiera a hacer algo, se me encendió la luz. Ella solo estaba preguntando si yo tenía un dólar suelto para comprar una Coca-Cola. Me sentí tan aliviada que no pude parar de reír. Una simple petición casi se había convertido en una emergencia médica, todo debido a que yo no pude entender los repetidos intentos de Gladisín de decir: «¿Tienes un dólar?».

Piense ahora en la dificultad que representa la comunicación a través de siglos y tradiciones religiosas, así como de idiomas y culturas. No nos asombra que nos resulte a veces difícil entender lo que Jesús está tratando de decirnos en los Evangelios. ¿Pero qué pasaría si pudiéramos encontrar una manera de sintonizar nuestros oídos de modo que pudiéramos desarrollar oídos judíos del siglo I? Las palabras de Jesús, que electrificaron a las multitudes, que indignaron a sus enemigos y que cambiaron tantas vidas, tendrían entonces un impacto muy superior en nosotros.

¿Es posible afinar nuestro oído y pensamientos de tal manera que podamos entender a Jesús mejor? Creemos que sí, porque eso es exactamente lo que nos sucedió a nosotras cuando empezamos a estudiar la cultura judía de Jesús. Pasajes que nos habían dejado frías o perplejas de repente se llenaron de vitalidad y valor. Las luces se encendieron, los relatos adquirieron nuevos significados y la neblina empezó a levantarse.

Sintonizar con las costumbres del tiempo de Jesús y con las conversaciones de los maestros que vivieron en ese tiempo puede profundizar su fe como lo ha hecho con la nuestra, transformando la forma en que usted lee la Biblia. Con eso en mente, le invitamos a embarcarse en este viaje que le llevará de regreso a aquella casa de Betania para escuchar de nuevo las palabras de Jesús, esta vez desde dentro de su cultura. Confiamos en poder enseñarle cómo oír los Evangelios con los oídos de un discípulo del primer siglo. Y una vez que empiece a sintonizarse estamos seguras que usted se volverá cada vez más curioso y anhelante de aprender más.

Veamos la siguiente situación: ¿Por qué, por ejemplo, estaban Jesús y sus discípulos instalados en la casa de Marta y María? Si usted fuera un judío del siglo I, probablemente habría oído un dicho que ya había estado circulando al menos durante cien años: «Abre tu casa para que sea un lugar de encuentro de los maestros, y cúbrete con el polvo de sus pies, y bebe sus palabras con avidez».

Los judíos del tiempo de Jesús valoraban mucho el estudio de las Escrituras. Muchos de sus más talentosos maestros iban de pueblo en pueblo enseñando la Biblia de aquel tiempo, y pidiendo que les compensaran por el servicio prestado. Se esperaba de la gente que abriera sus casas y proveyera hospedaje y alimento para estos maestros itinerantes y sus discípulos. Así pues, con todo lo que honramos a María por su deseo de aprender de Jesús, este dicho muestra que la hospitalidad de Marta fue también una ayuda importante al ministerio de Jesús.

Si fuéramos visitantes del siglo I, habríamos reconocido la importancia de algo más en ese relato. Era costumbre que los maestros se sentaran en cojines o sillas bajas mientras enseñaban. Sus discípulos se sentaban en el suelo o esteras a su alrededor. Así es como la frase «sentado a sus pies» se convirtió en una expresión idiomática para aprender de un maestro. En Hechos 22:3, Pablo nos dice que fue «instruido a los pies de Gamaliel» (RVR 60). Así que cuando a María la describen sentada a «los pies de Jesús» estaban diciendo que ella era una discípula. Jesús claramente la reconoció como tal.

¿Pero qué podemos decir acerca de la frase «cúbrete con el polvo de sus pies»? Algunos eruditos piensan que esta era otra referencia a la práctica de sentarse en el suelo como una manera de honrar al maestro y someterse a su enseñanza. Otros piensan que se refiere a cómo los discípulos iba de lugar en lugar caminando detrás de su maestro, siguiéndole tan de cerca que ellos quedaban cubiertos con el polvo que él levantaba con sus sandalias. Ambas ideas describen el contexto del relato de la visita de Jesús a la casa de Marta y María con sus discípulos y añaden colorido y significado a la Palabra de Dios.

EL ANHELO DE PROFUNDIZAR

Ahora que usted ha empezado a tomarle el gusto a lo que nosotras pensamos que ayuda a comprender el trasfondo judío de Jesús, queremos que sepa cómo Lois empezó a quedar intrigada por el tema. Como era nieta de misioneros luteranos, ella contaba con bastante conocimiento de la Escuela Dominical. Pero Lois no tomó con seriedad lo relacionado con la fe hasta su último año en la universidad. Hasta entonces ella no se había sentido muy cómoda con los compañeros de estudios que parecían excesivamente piadosos. No obstante, anhelaba encontrar la manera de profundizar en la Biblia de una forma que retara su mente al mismo tiempo que su corazón, de modo que se matriculó en un curso de estudio del Nuevo Testamento, con la esperanza de que le proveyera el conocimiento profundo que buscaba. «Por el contrario», dice ella, «me desanimó saber que mi profesor creía, como muchos otros, que el Nuevo Testamento era en general poco confiable, pues estaba compuesto de documentos que fueron escritos más tarde y estaba lleno de leyendas de la naciente iglesia». Su primer contacto con el mundo de la crítica bíblica la frenó en su deseo de proseguir en el estudio académico de la Biblia. En vez de eso, canalizó sus esfuerzos a obtener un doctorado en biología.

Muchos años más tarde, después que Lois se convirtiera en profesora universitaria, su iglesia patrocinó una clase para adultos sobre la tierra y la cultura de la Biblia. Querían hacer hincapié en la arqueología, la historia y el trasfondo cultural judío de Jesús. «Me preguntaba», dice ella, «por qué el presentador no tenía el cinismo radical que había mostrado mi profesor de la universidad acerca de la historicidad de la Biblia». Insegura de qué creer, su instinto como investigadora científica la llevó a examinar las fuentes detrás del curso al que había asistido recientemente. Sus esfuerzos la llevaron a una conclusión sorprendente. En las últimas décadas anteriores un nuevo campo de estudio había desenterrado una gran riqueza de información que confirmaba y fortalecía la fe cristiana. En los años transcurridos desde que asistía a clases en la universidad, muchos nuevos descubrimientos habían cambiado la manera en que numerosos eruditos entendían los textos del Nuevo Testamento, particularmente a la luz de sus escenarios judíos.

Mientras más leía Lois, tanto más fascinada se quedaba con lo rico que podía ser el estudio de la Biblia cuando se conocía el contexto del siglo I de Jesús. Fue entonces cuando ella empezó algunos estudios serios por su propia cuenta. Parecía que cada día le daba más luz y mejor visión, como en la historia que sigue. Tiene lugar en la casa de Marta y María, en ese momento hacia el final del ministerio de Jesús.

Usted quizá está familiarizado con un gesto impresionante que María hizo un día, cuando se encontraba sentada a los pies de Jesús. Juan 12:3 nos describe la escena de esta manera: «María tomó entonces como medio litro de nardo puro, que era un perfume muy caro, y lo derramó sobre los pies de Jesús, secándoselos luego con sus cabellos. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume».

Si usted no conoce ni entiende el trasfondo cultural en el que tuvo lugar este suceso, le será fácil dejar de captar el pleno significado del gesto de María. ¿Qué es lo que exactamente estaba ella tratando de comunicar? Jesús mismo clarificó un aspecto de la historia al comentar que María lo estaba preparando para el día de su sepultura (Mateo 26:12). Entendemos que su acto de devoción señalaba hacia la muerte de Cristo al final de la semana. Pero nos perdemos algo más, de lo que los discípulos se dieron cuenta inmediatamente, algo tan evidente que Jesús ni siquiera lo mencionó. Al ungirle con aquel perfume tan caro, puede que María estuviera haciendo una declaración acerca de quién creía ella que era Jesús, proclamándole como Mesías. De hecho, la palabra hebrea que se traduce Mesías es Másica que literalmente significa «el Ungido». Christos o «Cristo» es el equivalente en griego.

¿Pero por qué «el Ungido»? La palabra «Mesías» alude a la ceremonia que se usaba para apartar a alguien escogido por Dios, como un rey o un sacerdote. En vez de ser coronado durante una ceremonia de coronación, los reyes hebreos eran ungidos con el óleo sagrado perfumado con especias extremadamente costosas. Se usaban solo para la consagración de objetos del templo o para la unción de los sacerdotes y reyes. La fragancia tan maravillosa que dejaban era como una «corona» invisible, y confería un aura de santidad a los que la recibían. Cada cosa y cada individuo con aquella fragancia tan singular eran reconocidos como pertenecientes a Dios de una forma especial.

En el antiguo Cercano Oriente, la majestad del rey quedaba expresada no solo por lo que él llevaba puesto -sus joyas y manto-sino también por el «aroma» real. Aun después que un rey fuera ungido por primera vez, solía perfumar su túnica y manto con estos óleos preciosos en ocasiones especiales. Veamos una estrofa del himno de boda del rey David:

Tú amas la justicia y odias la maldad; por eso Dios te escogió a ti y no a tus compañeros, tu Dios te ungió con perfume de alegría! Aroma de mirra, áloe y canela exhalan todas tus vestiduras; desde los palacios adornados con marfil e alegra la música de cuerdas (Salmo 45:7-8).

Piense también en este pasaje del rey Salomón:

¿Qué es eso que sube por el desierto semejante a una columna de humo, entre aromas de mirra e incienso, entre exóticos perfumes? Miren! Es el carruaje de Salomón! Viene escoltado por sesenta guerreros, escogidos entre los más valientes de Israel (Cantares 3:6-7).

Durante las procesiones reales, la fragancia de los valiosos óleos le informaba a la multitud que estaba pasando un rey.

Veamos ahora otra escena del Antiguo Testamento. Nos presenta a Salomón que acababa de ser ungido y era ahora llevado al manantial de Gijón, a las afueras de la ciudad, y luego lo montaron sobre una mula y lo llevaron en procesión por las calles de Jerusalén mientras el pueblo observaba y aclamaba:

El sacerdote Sadoca, el profeta Matán y Venías hijo de Joyada, y los quereteos y los peleteos, montaron a Salomón en la mula del rey David y lo escoltaron mientras bajaban hasta Guijón. Allí el sacerdote Sadoc tomó el cuerno de aceite que estaba en el santuario, y ungió a Salomón. Tocaron entonces la trompeta, y todo el pueblo gritó: «Viva el rey Salomón!». Luego, todos subieron detrás de él, tocando flautas y lanzando gritos de alegría. Era tal el estruendo, que la tierra temblaba (1 Reyes 1:38-40).

Considere ahora el asombroso paralelismo en la vida de Jesús. Sucedió una semana antes de su muerte, inmediatamente después que María lo ungiera con aquel perfume tan costoso. Así como Salomón lo había hecho mil años antes, Jesús entró en Jerusalén montado en una asna. Imagínese la escena tal como nos la cuenta Juan 12. La multitud no estaba saludando a un maestro común y corriente. No, el pueblo estaba gritando a voz en cuello: «Hosanna! Bendito el que viene en el nombre del Señor! Bendito el Rey de Israel!» (v. 13). Estaban recordando a Salomón, el hijo de David, que hacía muchos siglos había recorrido las calles de la ciudad a lomos de una mula, y ahora estaban proclamando que Jesús era el prometido «Hijo de David», a quien Dios había enviado para redimir a su pueblo.

(Continues...)



Excerpted from Sentado a los PIES del Maestro Jesús by Ann Spangler Lois Tverberg Copyright © 2010 by Lois Tverberg y Ann Spangler. Excerpted by permission.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
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Table of Contents

Contents

Introducción....................9
1. Únase a María a los pies de Jesús....................13
2. ¿Por qué un maestro judío?....................24
3. Cuando ensartaban perlas....................40
4. Sigamos al Maestro....................56
5. Búsquese algunos Haverim....................74
6. Maestro, enséñanos a orar....................88
7. Una bendición para cada cosa....................103
8. Un descubrimiento de Pascua....................114
9. Descubramos a Jesús en las fiestas judías....................128
10. A la mesa con el Maestro....................144
11. Toquemos los flecos del Maestro....................164
12. Jesús y la Tora....................184
13. El misterioso reino de Dios....................204
14. Seamos verdaderos discípulos de nuestro Señor judío....................223
A. Las oraciones que Jesús oró....................239
B. Las fiestas....................247
C. Glosario....................249
Notas....................259
Índice de referencias bíblicas....................278
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