Relación de un viaje al Río de la Plata

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Acarete du Biscay desembarcó en Buenos Aires entre marzo y abril de 1658. El relato de su viaje, aparecido en Londres en 1698, se tradujo con el título Relación de los viajes de Monsieur Ascárate du Biscay al Río de la Plata. Más tarde Biscay viajó hasta Perú. Sus observaciones sobre estos países, se refieren a los habitantes, indígenas y españoles, y a las ciudades, comercio, fertilidad y riquezas.

Product Details

ISBN-13: 9788499534268
Publisher: Linkgua
Publication date: 08/31/2010
Series: Historia-Viajes , #132
Sold by: Bookwire
Format: eBook
Pages: 68
File size: 784 KB
Language: Spanish

About the Author

Acarete du Biscay

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Viaje al Río de la Plata


By Ulrich Schmidel de Straubing

Red Ediciones

Copyright © 2015 Red ediciones S.L.
All rights reserved.
ISBN: 978-84-9953-426-8



CHAPTER 1

CAPÍTULO I. LA NAVEGACIÓN DE AMBERES A ESPAÑA


En el año que se cuenta después de nacido Cristo nuestro amado Señor y Redentor 1534, yo Ulrich Schmidel de Straubing he visto las siguientes naciones y tierras, partiendo de Amberes por mar, a saber: España, Indias, y muchas islas; con peligros varios por lances de guerra las he visitado y recorrido; y este viaje (que ha durado desde el susodicho año hasta el de 1554 en que Dios el Todopoderoso me ayudó a llegar otra vez a mi tierra) juntamente con lo que a mí, y a los mismos mis compañeros aconteció y nos tocó sufrir, lo he descrito yo aquÍ con la brevedad posible.

En primer lugar después de haber partido de Amberes llegué a los catorce días a España, a una ciudad que se llama Cádiz, hasta allí se cuentan 400 leguas por mar.

En la costa de aquella ciudad vi una ballena o cetáceo de treinta y cinco pasos de largo, de la que se sacaron unos treinta cascos llenos de aceite, cascos como los de arenques.

Cerca de la susodicha ciudad de Cádiz estaban surtos catorce grandes navíos bien provistos de toda munición y de cuanto era necesario, que estaban por emprender viaje al Río de la Plata en Indias. También se hallaban allí 2.500 españoles y 150 alto-alemanes, neerlandeses y sajones, junto con el capitán general de todos nosotros, que se llamaba don Pedro de Mendoza.

Entre estos catorce navíos estaba uno de propiedad de los señores Sebastian Neithardt y Jacoben Welser de Nuremberg, quienes mandaban a su factor Heinrich Paimen con mercaderías al Río de la Plata. Con estos partimos al Río de la Plata yo y otros alto-alemanes y neerlandeses, más o menos en número de ochenta hombres armados de arcabuces y ballestas. Después de esto salimos de Sevilla en catorce navíos, con los susodichos caballeros y el capitán general en el susodicho año, y día de San Bartolomé y llegamos a una ciudad en España llamada Sanlúcar, que está a 20 leguas de Sevilla. Allí tuvimos que demorar hasta el 1.º de septiembre del susodicho año, por causa de los temporales que corrían.

CHAPTER 2

CAPÍTULO II. LA NAVEGACIÓN DE ESPAÑA A LAS CANARIAS


Después de esto salimos de allí y arribamos a tres islas que están cerca unas de otras, de las que la primera se llama Tenerife, la segunda, Gomera y la tercera, Palma; y de la ciudad de Sanlúcar a las islas se cuentan más o menos 200 leguas. En estas islas se dispersaron los navíos. Las islas pertenecen a la Cesárea Majestad, y las habitan solo los españoles con sus mujeres e hijos. Y allá descansamos. Arribamos también con tres de los navíos a la Palma y allí permanecimos unas cuatro semanas haciendo provisión y reparando averías.

Mas después de esto, mientras nuestro general, don Pedro de Mendoza se hallaba a unas 8 o 9 leguas distante de nosotros, resultó que habíamos tenido a bordo de nuestro navío a don Jorge Mendoza primo del señor don Pedro de Mendoza: este se había enamorado de la hija de un vecino en Palma y como estábamos por salir al día siguiente, el dicho don Jorge Mendoza bajó a tierra esa misma noche, a las doce, con doce compañeros de los buenos, y sin ser sentidos se robaron de la isla Palma a la dicha hija de aquel vecino, con la doncella, ropa, alhajas y algún dinero, volviendo enseguida al navío muy ocultamente para no ser sentidos ni por nuestro capitán, Heinrich Paimen, ni por otra persona alguna de los del navío; solo la guardia se apercibió de ello, por ser la media noche.

Y cuando nos hicimos a la vela de mañana, antes de andar más de unas 2 o 3 leguas se armó un fuerte temporal que nos obligó a volver a entrar en el mismo puerto de donde acabábamos de salir. Mas después que largamos nuestras anclas al agua, se le antojó a nuestro capitán, el dicho Heinrich Paimen, desembarcar en un pequeño esquife llamado bote o batel. Eso que se acercaba y estaba ya por poner pie en tierra, lo esperaban allí más de treinta hombres armados con arcabuces, lanzas y alabardas, dispuestos a tomar preso a nuestro capitán Heinrich Paimen.

En el mismo instante uno de su gente le advirtió que no saltase a tierra sino que se volviese a bordo; entonces el capitán se dispuso regresar al navío, mas no le dieron tiempo; porque los de tierra se le habían acercado demasiado en otras barquillas, que estaban allí ya preparadas: con esto y todo logró escapárseles a otro navío que se hallaba más cerca de la tierra. Como la gente no pudo tomarlo enseguida hicieron tocar a rebato en la ciudad de Palma, cargaron dos piezas de artillería gruesa, y con ellas hicieron cuatro descargas contra nuestro navío, pues nos hallábamos no muy distantes de la tierra. Con el primer tiro nos agujerearon el cangilón que estaba en la popa lleno de agua fresca, de la que se derramaron 5 o 6 baldadas. Después nos hicieron pedazos la mesana, que es el Último mástil, el más inmediato a la popa. El tercero nos acertó abriéndonos un boquerón en el costado del navío, y nos mató un hombre. El cuarto nos erró del todo.

Estaba también otro capitán presente que tenía su navío a la par del nuestro, con rumbo a Nueva España, o sea, México: este se hallaba en tierra con 150 hombres, y cuando supo de nuestro combate, trató de hacer las paces entre nosotros y los de la ciudad, bajo la condición de entregarles las personas de don Jorge Mendoza, la hija del vecino y su sirvienta. No tardaron en presentarse el regidor y el alcalde en nuestro navío, pretendiendo llevarse presos a don Jorge Mendoza y a sus cómplices. Al punto les contestó él que era ella su legítima mujer, y a ella no se le ocurrió decir otra cosa, casándose enseguida, con gran disgusto del afligido padre; y nuestro navío quedó muy estropeado de resultas de los balazos.

CHAPTER 3

CAPÍTULO III. VIAJE DE LA PALMA A SANTIAGO


Después de todo esto dejamos en tierra a don Jorge Mendoza y a su mujer, porque nuestro capitán no quería tenerlos más a su bordo.

Volvimos a aprestar nuestro navío y navegamos hasta llegar a una isla o tierra que se llama de San Jacob, o sea en español Santiago: es una ciudad que depende del rey de Portugal; los portugueses mandan en el pueblo y los negros les sirven. Esta ciudad está a 300 leguas de la dicha isla de Palma de donde habíamos salido. Permanecimos allí cinco días, y de nuevo abastecimos el navío de provisiones frescas y de mesa, como ser: pan, carne, agua y todo lo demás que se necesita en alta mar.

CHAPTER 4

CAPÍTULO IV. VIAJAN POR ALTA MAR Y DESCRIBE SUS MARAVILLAS


Así toda la flota, a saber los catorce navíos, se volvieron a reunir. Nuevamente salimos mar afuera y navegamos por dos meses hasta que arribamos a una isla en que no había más que aves que matábamos a arrotazos. En este lugar demoramos tres días. La isla está del todo despoblada; tiene de ancho y largo unas 6 leguas a todo viento y dista de la susodicha isla de Santiago, de donde habíamos partido, 1.500 leguas.

En este mar hay peces voladores, y otros muy grandes de la especie de las ballenas; otros también grandes, llamados pez sombrero de paja en razón de que un disco extremadamente grande les tapa la cabeza, con el que pueden ofender a los demás peces en sus peleas. Son peces de mucha fuerza y muy malos. Otros hay de cuyo lomo nace una especie de cuchilla de hueso de ballena, y se llaman en castellano pez espada; y más otros con un serrucho de hueso de ballena que también arranca del lomo; son malos y grandes: se llaman pez sierra. Aparte de estos son muchos los peces raros que hay, cuya forma, tamaño y cualidades no puedo describir yo en esta vez.

CHAPTER 5

CAPÍTULO V. LLEGADA A RÍO DE JANEIRO Y MUERTE DE OSORIO


Después navegamos de esta isla a otra que se llama Río de Janeiro a 500 millas de la anterior, dependencia del rey de Portugal: esta es la isla de Río de Janeiro en Indias y los indios se llaman tupís. Allí nos quedamos unos catorce días. Fue aquÍ que don Pedro de Mendoza, nuestro capitán general, dispuso que Juan de Osorio, como que era su hermano adoptivo, nos mandase en calidad de su lugarteniente; porque él seguía siempre sin acción, tullido y enfermo. Así las cosas él, Juan de Osorio, no tardó en ser malquistado y calumniado ante don Pedro de Mendoza, su hermano jurado, y la acusación era que trataba de sublevarle la gente a don Pedro de Mendoza, el capitán general. Con este pretexto él, don Pedro de Mendoza, ordenó a otros cuatro capitanes llamados Juan de Ayolas, Juan de Salazar, Jorge Luján y Lázaro Salvago que matasen al dicho Juan de Osorio a puñaladas, o como mejor pudiesen, y que lo tirasen al medio de la plaza por traidor. Más aún, hizo publicar por bando que nadie osase compadecerse de Osorio so pena de correr la misma suerte, fuere quien fuere. Se le hizo injusticia, como lo sabe Dios el Todopoderoso, y que Él lo favorezca; porque fue aquel un hombre piadoso y recto, buen soldado, que sahabía mantener el orden y disciplina entre la gente de pelea.

CHAPTER 6

CAPÍTULO VI. LLEGAN AL RÍO DE LA PLATA Y PUERTO DE SAN GABRIEL. LOS CHARRÚA


De allí navegamos al Río de la Plata y dimos con una corriente de agua dulce, que se llama Paraná Guazú, y tiene de ancho en la boca, donde deja de ser mar, una extensión de 42 leguas de camino, y desde Río de Janeiro hasta esta agua se cuentan 500 leguas de camino.

enseguida arribamos a una bahía que se llama San Gabriel y allí en la susodicha agua corriente Paraná largamos las anclas de nuestros catorce navíos. Y como tuviésemos que hacer quedar los navíos mayores a un tiro de arcabuz de la tierra, nuestro general don Pedro de Mendoza había ordenado y mandado que los marineros desembarcasen la gente en los pequeños esquifes, que con este fin estaban ya dispuestos, y se llaman batel o bote. Así pues, con el favor de Dios llegamos al Río de la Plata el año 1535.

Allí nos encontramos con un pueblo de indios llamados charrúas que constaba como de unos 2.000 hombres, y que no tenían más de comer que pescado y carne. Estos al llegar nosotros, habían abandonado el pueblo huyendo con mujeres e hijos, de suerte que no pudimos dar con ellos. Esta nación de indios se anda en cueros vivos, mientras que sus mujeres se tapan las vergüenzas con un paño de algodón que les cubre desde el ombligo hasta la rodilla.

Entonces el general don Pedro de Mendoza mandó que se vuelva a embarcar la gente, y que la hagan pasar a la otra banda del agua Paraná, que allí no tiene más anchura que 8 leguas de camino.

CHAPTER 7

CAPÍTULO VII. LA CIUDAD DE BUENOS AIRES Y LOS INDIOS QUERANDÍ


Allí levantamos una ciudad que se llamó Buenos Aires, esto es en alemán — gueter windt —. También traíamos de España, en los catorce navíos, setenta y dos caballos y yeguas.

En esta tierra dimos con un pueblo en que estaba una nación de indios llamados querandí, como de 2.000 hombres con las mujeres e hijos, y su vestir era como el de los charrúa, del ombligo a las rodillas; nos trajeron de comer, carne y pescado. Estos querandí no tienen habitaciones propias, sino que dan vueltas a la tierra, como los gitanos en nuestro país; y cuando viajan en el verano suelen andarse más de 30 leguas por tierra enjuta sin hallar una gota de agua que poder beber. Si logran cazar ciervos u otras piezas del campo, entonces se beben la sangre. También hallan a veces una raíz que llaman cardos la que comen por la sed. Se entiende que lo de beberse la sangre solo se acostumbra cuando les falta el agua o lo que la suple; porque de otra manera tal vez tendrían que morir de sed.

Estos querandí traían a nuestro real y compartían con nosotros sus miserias de pescado y de carne por catorce días sin faltar más que uno en que no vinieron. Entonces nuestro general don Pedro de Mendoza despachó un alcalde llamado Juan Pavón, y él y dos de a caballo se arrimaron a los tales querandí, que se hallaban a 4 leguas de nuestro real. Y cuando llegaron adonde estaban los indios, acontecioles que salieron los tres bien escarmentados, teniéndose que volver enseguida a nuestro real.

Pedro de Mendoza, nuestro capitán, luego que supo del hecho por boca del alcalde (quien con este objeto había armado cierto alboroto en nuestro real), envió a Diego de Mendoza, su propio hermano, con 300 lansquenetes y treinta de a caballo bien pertrechados: yo iba con ellos, y las órdenes eran bien apretadas de tomar presos o matar a todos estos indios querandí y de apoderarnos de su pueblo. Mas cuando nos acercamos a ellos había ya unos 4.000 hombres, porque habían reunido a sus amigos.

CHAPTER 8

CAPÍTULO VIII. LA BATALLA CON LOS INDIOS QUERANDÍ


Y cuando les llevamos el asalto se defendieron con tanto brío que nos dieron harto que hacer en aquel día. Mataron también a nuestro capitán don Diego de Mendoza y con él a seis hidalgos de a pie y de a caballo. De los nuestros cayeron unos veinte y de los de ellos como mil. Así, pues, se batieron tan furiosamente que salimos nosotros bien escarmentados.

Estos querandí usan para la pelea arcos, y unos dardos, especie de media lanza con punta de pedernal en forma de trisulco. También emplean unas bolas de piedra aseguradas a un cordel largo; son del tamaño de las balas de plomo que usamos en Alemania. Con estas bolas enredan las patas del caballo o del venado cuando lo corren y lo hacen caer. Fue también con estas bolas que mataron a nuestro capitán y a los hidalgos, como que lo vi yo con los ojos de esta cara, y a los de a pie los voltearon con los dichos dardos.

Así, pues, Dios, que todo lo puede, tuvo a bien darnos el triunfo, y nos permitió tomarles el pueblo; mas no alcanzamos a apresar uno solo de aquellos indios, porque sus mujeres e hijos ya con tiempo habían huido de su pueblo antes de atacarlos nosotros. En este pueblo de ellos no hallamos más que mantos de nutrias u otter como se llaman, ítem harto pescado, harina y grasa del mismo; allí nos detuvimos tres días y recién nos volvimos al real, dejando unos 100 de los nuestros en el pueblo para que pescasen con las redes de los indios y con ello abasteciesen a nuestra gente; porque eran aquellas aguas muy abundantes de pescado; la ración de cada uno era de 6 onzas de harina de trigo por día y al tercero un pescado. La tal pesquería duró dos meses largos; el que quería aumentar un pescado a la ración se tenía que andar 4 leguas para conseguirlo.


(Continues...)

Excerpted from Viaje al Río de la Plata by Ulrich Schmidel de Straubing. Copyright © 2015 Red ediciones S.L.. Excerpted by permission of Red Ediciones.
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Table of Contents

Contents

CRÉDITOS, 4,
PRESENTACIÓN, 9,
CAPÍTULO I. LA NAVEGACIÓN DE AMBERES A ESPAÑA, 11,
CAPÍTULO II. LA NAVEGACIÓN DE ESPAÑA A LAS CANARIAS, 12,
CAPÍTULO III. VIAJE DE LA PALMA A SANTIAGO, 13,
CAPÍTULO IV. VIAJAN POR ALTA MAR Y DESCRIBE SUS MARAVILLAS, 13,
CAPÍTULO V. LLEGADA A RÍO DE JANEIRO Y MUERTE DE OSORIO, 14,
CAPÍTULO VI. LLEGAN AL RÍO DE LA PLATA Y PUERTO DE SAN GABRIEL. LOS CHARRÚA, 15,
CAPÍTULO VII. LA CIUDAD DE BUENOS AIRES Y LOS INDIOS QUERANDÍ, 15,
CAPÍTULO VIII. LA BATALLA CON LOS INDIOS QUERANDÍ, 16,
CAPÍTULO IX. SE FORTIFICA BUENOS AIRES Y SE PADECE HAMBRE, 17,
CAPÍTULO X. EXPEDICIÓN DE JORGE LUJÁN, 18,
CAPÍTULO XI. EL SITIO DE BUENOS AIRES, 18,
CAPÍTULO XII. PADRÓN DE LA GENTE Y PREPARATIVOS, 19,
CAPÍTULO XIII. VIAJE DE MENDOZA CON AYOLAS A FUNDAR BUENA ESPERANZA, 19,
CAPÍTULO XIV. REGRESA DON PEDRO DE MENDOZA A ESPAÑA Y MUERE EN EL VIAJE, 20,
CAPÍTULO XV. ALONSO CABRERA LLEGA AL RÍO DE LA PLATA, 21,
CAPÍTULO XVI. PARTEN EN BUSCA DEL PARAGUAY Y LLEGAN A LOS CORONDAS, 21,
CAPÍTULO XVII. LLEGAN A LOS QUILOAZAS Y MOCORETÁS, 22,
CAPÍTULO XVIII. LLEGAN A LOS CHANÁ SALVAJES Y MEPENES, 23,
CAPÍTULO XIX. LLEGAN A LOS CUREMAGUÁS Y AGACES, 24,
CAPÍTULO XX. LOS PUEBLOS CARIOS, 25,
CAPÍTULO XXI. DESCRIBE LA CIUDAD DE LAMBARÉ Y SU CAPTURA, 26,
CAPÍTULO XXII. LA ASUNCIÓN FUNDADA. GUERRA DE LOS AGACES, 27,
CAPÍTULO XXIII. LOS PAYAGUÁ. VIAJE DE DESCUBRIMIENTO, 28,
CAPÍTULO XXIV. CERRO DE SAN FERNANDO Y VIAJE A LOS PAYAGUÁ, 29,
CAPÍTULO XXV. AYOLAS VIAJA POR TIERRA DE LOS PAYAGUÁ Y NAPERUS, 30,
CAPÍTULO XXVI. SE SABE DE LA MUERTE DE AYOLAS. ELIGEN A IRALA, 31,
CAPÍTULO XXVII. BAJADA DE IRALA A BUENOS AIRES EN 1541. TRAGEDIA DE CORPUS CRISTI, 32,
CAPÍTULO XXVIII. TRAICIÓN DE LOS TIMBÚ Y ASALTO A CORPUS CRISTI, 33,
CAPÍTULO XXIX. LLEGA LA CARABELA DE SANTA CATALINA Y VIAJE DEL AUTOR A ENCONTRAR A CABRERA, 35,
CAPÍTULO XXX. NAUFRAGIO CERCA DE SAN GABRIEL. LOS SOBREVIVIENTES LLEGAN A BUENOS AIRES Y PASAN A LA ASUNCIÓN, 36,
CAPÍTULO XXXI. LLEGA ALVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA A SANTA CATALINA Y PASA A LA ASUNCIÓN, 37,
CAPÍTULO XXXII. CABEZA DE VACA MANDA UNA EXPEDICIÓN A LOS SURUCUSIS Y OTROS INDIOS, 38,
CAPÍTULO XXXIII. GUERRA CONTRA TABERE. ÉSTE ES VENCIDO, 39,
CAPÍTULO XXXIV. CABEZA DE VACA SUBE A SAN FERNANDO A LOS PAYAGUÁ, GUAJARAPOS Y SURUCUSIS, 40,
CAPÍTULO XXXV. VIAJE DE HERNANDO DE RIBERA A LOS OREJONES "JARAYES" Y A LOS "YACARÉS", 42,
CAPÍTULO XXXVI. LLEGAN A LOS "JARAYES" Y SON BIEN RECIBIDOS POR ELLOS, 43,
CAPÍTULO XXXVII. BUSCAN A LOS AMAZONES Y PASAN POR LOS SIBERIS Y ORTUESES, 45,
CAPÍTULO XXXVIII. REGRESO DE HERNANDO DE RIBERA. SUBLEVACIÓN DE LA GENTE, 47,
CAPÍTULO XXXIX. IMPOPULARIDAD DE CABEZA DE VACA. MATANZA DE LOS SURUCUSIS, 49,
CAPÍTULO XL. PRISIÓN DE CABEZA DE VACA. SU DEPORTACIÓN A ESPAÑA. ELECCIÓN DE MARTÍNEZ DE IRALA, 51,
CAPÍTULO XLI. DISCORDIA ENTRE LOS CRISTIANOS. ALZAMIENTO, DE LOS CARIOS. YAPIRUS Y GUATATAS AYUDAN A LOS ESPAÑOLES, 52,
CAPÍTULO XLII. LOS CRISTIANOS, CON AUXILIO DE LOS YAPIRUS Y GUATATAS, GANAN LOS PUEBLOS DE LA FRONTERA Y CARAYEBÁ, 53,
CAPÍTULO XLIII. TOMA DEL PUEBLO HIERUQUIZABA. PERDÓN DE TABERE, 56,
CAPÍTULO XLIV. ENTRADA DE IRALA AL CHACO BOREAL POR LOS PAYAGUÁ Y MBAYA, 58,
CAPÍTULO XLV. VISITAN A LOS MBAYA, CHANÉ, TOYANAS, PAIYONOS, MAYÁGUENOS, MORRONOS, PORONOS, 60,
CAPÍTULO XLVI. DE LOS GUORCONOS, LAYONOS, CARCONOS, SIBERIS Y PAYZUNOS, 63,
CAPÍTULO XLVII. DE LOS MAYÁGUENOS Y CORCOQUIS Y DE LAS SALINAS, 65,
CAPÍTULO XLVIII. DE LOS MACASÍS Y LLEGADA AL PERÚ, 67,
CAPÍTULO XLIX. DE LA TIERRA DE LOS MACASÍS. REGRESO AL RÍO DE LA PLATA. ALZAMIENTO DE DIEGO DE ABREU, 70,
CAPÍTULO L. MOTÍN DE ABREU. SCHMIDEL RECIBE CARTAS DE ESPAÑA, 72,
CAPÍTULO LI. EL AUTOR EMPRENDE VIAJE DE VUELTA. BAJA POR EL RÍO DE LA PLATA Y SUBE POR EL PARANÁ, 73,
CAPÍTULO LII. PASAN POR LOS TUPÍ. SU DESCRIPCIÓN. LLEGAN AL PUEBLO DE JUAN RAMALLO, 74,
CAPÍTULO LIII. LLEGADA A SAN VICENTE. VIAJE A ESPAÑA. MARAVILLAS DEL MAR, 77,
CAPÍTULO LIV. LLEGADA A LISBOA Y SEVILLA. PASA A CÁDIZ. ESCAPADA DE UN NAUFRAGIO, 79,
CAPÍTULO LV. VUELVE A EMBARCARSE EL AUTOR EN CÁDIZ. LLEGAN A INGLATERRA Y DE ALLÍ A AMBERES, 81,
LIBROS A LA CARTA, 85,

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