Ponga orden en su mundo interior

Ponga orden en su mundo interior

by Gordon MacDonald
Ponga orden en su mundo interior

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by Gordon MacDonald

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Overview

¿Alguien ha visto mi tiempo? Lo he perdido.

Tenemos horarios, calendarios computarizados, teléfonos inteligentes y notas adhesivas para ayudarnos a organizar nuestros asuntos y nuestra vida social diaria. Pero ¿qué pasa con la organización de la otra parte de nuestras vidas, el lado espiritual?

Uno de los grandes campos de batalla se encuentra dentro del interior de cada persona. Los valores de nuestra cultura nos ha hecho creer que las personas ocupadas y públicamente activas en el ministerio son también las más espirituales. Caemos ante la tentación de prestar más atención al mundo externo a expensas del privado y nos involucramos en más programas, más reuniones. Nuestras innumerables responsabilidades en el hogar, el trabajo y la iglesia han dado lugar a que mucha gente esté al borde del colapso.

En este clásico actualizado, Gordon MacDonald equipa a una nueva generación para vivir la vida desde adentro hacia afuera, cultivando la victoria interna necesaria para la eficacia externa.

«Con mucho entusiasmo recomiendo este libro a todos los que, como yo, necesitan ordenar su mundo interior». —Charles Swindoll, Rector del Seminario Teológico de Dallas

«Este libro fue el instrumento principal que Dios usó para motivarme a integrar disciplinas espirituales en mi diario caminar con Cristo... Me estremece pensar donde estaría hoy si no lo hubiera leído». —Bill Hybels, pastor de la Iglesia Comunitaria Willow Creek

Has anyone seen my time? I’ve misplaced it.

We have schedule planners, computerized calendars, smart phones, and sticky notes to help us organize our business and social lives every day. But what about organizing the other side of our lives—the spiritual side?

One of the great battlegrounds is within the private world of the individual. The values of our Western culture would have us believe the busy, publicly active person in ministry is also the most spiritual. Tempted to give imbalanced attention to the public world at the expense of the private, we become involved in more programs, more meetings. Our massive responsibilities at home, work, and church have resulted in many good people on the verge of collapse.

In this updated classic Ordering Your Private World, Gordon MacDonald equips a new generation to live life from the inside out, cultivating the inner victory necessary for public effectiveness.

“With much enthusiasm I recommend this book to all of you who, like me, need order in your private world.”

Charles Swindoll, Chancellor, Dallas Theological Seminary

“This book was the primary instrument that God used to motivate me to integrate spiritual disciplines into my daily walk with Christ . . . I shudder to think where I’d be today had I not read it.”

Bill Hybels, Senior pastor, Willow Creek Community Church


Product Details

ISBN-13: 9780718096915
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 01/23/2018
Pages: 272
Sales rank: 1,134,581
Product dimensions: 5.40(w) x 8.20(h) x 0.70(d)
Language: Spanish

About the Author

Gordon MacDonald ha sido pastor y autor durante más de cincuenta años. Sirve como canciller en el Seminario Denver, como editor general para Leadership Journal, y como orador en conferencias de liderazgo en todo el mundo. Sus libros incluyen Building Below the Waterline, Who Stole My Church, A Resilient Life y Ordering Your Private World. Gordon y su esposa, Gail, viven en New Hampshire

Read an Excerpt

CHAPTER 1

EL SÍNDROME DEL SOCAVÓN

AL DESPERTAR, LOS RESIDENTES DE CIERTA CASA DE APARTAMENTOS de la Florida contemplaron por sus ventanas una visión aterradora: la calle situada frente a su edificio se había hundido ciertamente, creando una enorme depresión. Al interior del precipicio, cada vez más hondo, se desplomaban automóviles, trozos de calzada, aceras y mobiliario de jardín. Obviamente, el edificio mismo no tardaría en seguir el mismo camino ...

Según los científicos, esos socavones ocurren cuando, durante épocas de sequía, las corrientes de agua subterráneas se secan haciendo que la superficie del terreno pierda su soporte. De repente todo se viene sencillamente abajo, dejando a la gente con una aterradora sospecha de que nada, ni siquiera la tierra que pisan, es seguro.

Hay muchas personas cuya vida es como esos socavones. Probablemente muchos de nosotros hemos sentido alguna vez que nos encontrábamos al borde de un hundimiento parecido: bajo la sensación de una fatiga entumecedora, de un dejo de aparente fracaso, o de la amarga experiencia de la decepción en cuanto a metas o propósitos, quizá hayamos tenido la impresión de que algo dentro de nosotros cedía. En ocasiones semejantes, nos parece que estamos al borde de un colapso que amenaza con arrastrar todo nuestro mundo a un abismo sin fondo; y a veces poco puede hacerse aparentemente para impedir tal derrumbamiento ¿Qué es lo que pasa?

Si meditamos en ello durante mucho tiempo, tal vez descubramos la existencia de un espacio interno — nuestro mundo interior — que antes ignorábamos. Espero que quedará patente que, si lo descuidamos, ese mundo interior no resistirá la carga de los acontecimientos y presiones que pesan sobre él.

Algunos individuos se sorprenden e inquietan al hacer ese descubrimiento de sí mismos, y súbitamente caen en cuenta, de que han invertido la mayor parte de su tiempo y de su energía en establecer su vida en el nivel visible de la superficie. Han acumulado un sinfín de buenas y tal vez excelentes ventajas, tales como títulos académicos, experiencia laboral, relaciones claves y fuerza o belleza física.

No hay nada de malo en todo eso; pero, con frecuencia, uno descubre casi demasiado tarde que su mundo interior se halla en un estado de confusión o debilidad, y cuando ese es el caso siempre existe la posibilidad de caer en el síndrome del socavón.

Debemos llegar a comprender que vivimos en dos mundos muy distintos a la vez. Nuestro mundo exterior o público es más fácil de manejar — mucho más mensurable, visible y dilatable. Se compone de trabajo, juego, posesiones y un sinfín de conocidos que forman la red social en que nos movemos. Constituye la parte de nuestra existencia más fácil de evaluar en términos de éxito, popularidad, riqueza y belleza ...

Pero nuestro mundo interior es de una naturaleza más espiritual: constituye un centro donde pueden decidirse las opciones y los valores, y practicarse la soledad y la reflexión ... Se trata de un lugar de adoración y de confesión, un sitio tranquilo donde no tiene por qué penetrar la contaminación moral y espiritual de nuestros días.

A la mayoría de nosotros se nos ha enseñado a administrar bien nuestro mundo público. Naturalmente, siempre existirá el obrero poco formal, la ama de casa desorganizada y el individuo cuyas aptitudes sociales están tan inmaduras que se convierte en una carga para todo el que tiene a su alrededor. Pero la mayoría hemos aprendido a recibir órdenes, hacer horarios y dar instrucciones; y también sabemos qué sistemas nos van mejor en términos laborales y sociales. Escogemos formas adecuadas de ocio y de placer, y tenemos capacidad para elegir amigos y hacer que esas relaciones funcionen bien.

Nuestro mundo público está aparentemente lleno de un sinfín de exigencias de tiempo, lealtad, dinero y energía; y ya que es tan visible y real, hemos de luchar para hacer caso omiso de todas sus seducciones y demandas. Ese mundo pide a gritos nuestra atención y nuestra acción.

Pero hay un mundo privado en cada uno de nosotros, un mundo que puede ser tan infinito en tamaño como percibimos que es nuestro mundo público. Sin embargo, el munod privado, como las profundidades del océano, permanece inexplorado, lleno de sorpresas, emboscadas, emociones y sueños.

En una sesión pasada de la serie de televisión Survivor, una de las finalistas, Gerry, hablaba de las presiones que enfrentó cunado procuró no ser votada para salir de la isla. Cuando se le preguntó si estaba sorprendida por su empuje y motivaciónpara ganar el premio de un millón de dólares, dijo: "¿Honestamente? Nunca pude imaginar que esto fuera a resultar tan difícil como realmente es. Me he levantado por la mañana y me he pasado el dñia entero preguntándome quién soy. Cosas salen de mi boca por la frustración y enfado y ... estrés que, después de que salieran, quería volver a engullir porque no son cosas que normalmente diría o (haría) ... así que, sí, me he sorprendido a mí misma de muchas maneras".

Aunque Gerry describe su vida en un mundo artificial (hecho para la televisión), habla con mucha agudeza. Cuando surgen dificultades, ella parece asombrada al descubrir tendencias de su carácter personal que realmente no quiere abrazar.

En un mundo real similar al de Gerry, surge la tentación de ignorar la existencia de nuestro mundo privado porque no grita tan fuerte como el público cuando se descuida. De hecho, puede pasarse por alto durante largos períodos de tiempo hasta producirse un socavón.

El escritor Oscar Wilde fue uno de esos que prestaban poca atención a su mundo interior; William Barclay cita la siguiente confesión de Wilde:

Los dioses me habían dado casi todo, pero yo me dejé tentar por largos encantamientos de comodidad insensata y sensual ... Cansado de estar en las alturas, bajé deliberadamente a las profundidades en busca de nuevas sensaciones. Lo que la paradoja era para mí en la esfera del pensamiento llegó a serlo la perversidad en el terreno de la pasión. Me hice cada vez más indiferente hacia los demás. Me complacía donde quería y seguía adelante. Me olvidé de que cada pequeña acción cotidiana edifica o destruye el carácter, y que por lo tanto, lo que uno ha hecho en la cámara secreta, ha de gritarlo un día desde la azotea. Dejé de ser dueño de mí mismo; ya no era más el capitán de mi alma, y no lo sabía. Permití que el placer me dominara, y acabé en profunda ignominia.

Cuando Wilde dice: "Ya no era más el capitán de mi alma", está describiendo a una persona cuyo mundo interior se halla en ruinas, cuya vida se hunde. Aunque sus palabras alcancen una alta cota de dramatismo personal, son semejantes a lo que muchos otros podrían decir ... muchos que, como él, han pasado por alto su existencia interna.

Creo que uno de los grandes campos de batalla de nuestros días es el mundo interior del individuo. Particularmente aquellos que se consideran cristianos practicantes tienen una contienda que librar en este terreno. Entre ellos se encuentran los que trabajan duramente, asumiendo grandes responsabilidades en el hogar, en el trabajo y en la iglesia. Son buena gente, ¡pero están muy, muy cansados! Y por lo tanto viven a menudo al borde de un colapso tipo socavón. ¿Por qué? Porque aun cuando sus valiosas acciones sean muy distintas de las de Wilde, al igual que él llegan a estar demasiado orientados hacia el mundo público, ignorando el lado íntimo de su vida hasta que casi es demasiado tarde.

Wayne Muller escribió:

Mientras más ocupados estemos, más importantes nos parece a nosotros mismos que somos, y pensamos que a los demás también. No estar a la disposición de nuestros amigos y nuestra familia, no ser capaces de hallar tiempo para ver la puesta del sol (ni siquiera para saber si ya el sol se ha puesto), pasar zumbando por nuestras obligaciones, sin tiempo para respirar de manera deliberada una sola vez, esto es lo que se ha convertido en el modelo de una vida con éxito.

En el Occidente, nuestros valores culturales han ayudado a cegarnos respecto a esta tendencia. Nos inclinamos ingenuamente a creer que cuanta más actividad pública tiene una persona, tanto más espiritual es en su vida privada. Creemos que entre más grande es la iglesia a la que pertenecemos, mayor bendición celestial obtendremos. Cuanta más información acerca de la Biblia posee un individuo, tanto más cerca — pensamos — debe estar de Dios.

Ya que tendemos a pensar de esta manera, existe la tentación de prestar una atención desproporcionada a nuestro mundo público en detrimento del privado: más programas, más reuniones, más experiencias de aprendizaje, más relaciones, más actividad ... hasta que hay tanto peso acumulado sobre la superficie de la vida que toda ella tiembla al borde del colapso. Entonces cosas como la fatiga, la decepción, el fracaso y la derrota se convierten en aterradoras posibilidades: nuestro descuidado mundo interior no es capaz ya de aguantar la carga.

*
Recientemente un hombre que decía ser cristiano desde hacía más de diez años, se reunió conmigo yo le hice una de esas preguntas que los cristianos deberían formularse entre sí, pero que se sienten renuentes a hacer:

— ¿Cómo le va espiritualmente?

— ¡Interesante pregunta! — respondió él —. ¿Cuál sería la respuesta apropiada ...? Imagino que estoy bien. Me gustaría poder decir que estoy creciendo o que me siento más cerca de Dios, pero la verdad es que creo estar simplemente estancado.

No creo que fui indiscreto al seguir hablando de aquel asunto, ya que él parecía estar sinceramente interesado en que habláramos del tema.

— ¿Dedica usted tiempo con regularidad a ordenar su vida interior? — proseguí.

El hombre me miró inquisitivamente. Si le hubiese dicho: "¿Cómo va su tiempo devocional?". habría sabido exactamente qué contestarme. Aquel tiempo podía medirse, de modo que habría respondido en términos de días, horas y minutos; de sistemas y técnicas ... Pero yo le había preguntado acerca del orden en su vida interior. Y la palabra clave es orden, una palabra de calidad, no de cantidad. Cuando él se dio cuenta de ello, mostró cierta incomodidad.

— ¿Cuándo llega uno a ordenar su vida interior? — me preguntó a su vez —. Tengo trabajo amontonado para mantenerme ocupado el resto del año. Toda esta semana estaré fuera de casa.

Mi esposa trata con empeño de que tomemos una semana de vacaciones.

Necesitamos pintar la casa ... De manera que no tengo demasiado tiempo para pensar en ordenar mi vida interior, como usted dice.

Luego hizo una breve pausa y preguntó: — Y, a propósito, ¿qué es la vida interior?

De repente me di cuenta de que se trataba de un cristiano practicante el cual llevaba muchos años en círculos cristianos y que había adquirido una reputación cristiana de hacer cosas cristianas, pero nunca había comprendido que bajo toda acción y todo ruido bien intencionado tiene que haber algo sólido y seguro. El hecho de que se considerase a sí mismo demasiado ocupado para mantener una vida interior, y no estuviera seguro de qué significaba eso en realidad, me indicaba que tal vez había errado por mucho el punto central de una vida en contacto con Dios. Teníamos bastante de que hablar.

Poca gente ha tenido que luchar más con las presiones de un mundo público que Anne Morrow Lindbergh, la esposa de un famoso aviador. Sin embargo, Anne guardaba muy celosamente su mundo interior, acerca del cual escribió algunos comentarios penetrantes en su libro Regalo del mar:

Ante todo, quiero ... estar en paz conmigo misma. Deseo tener un ojo bueno, pureza de intenciones, un núcleo central en mi vida que me capacite para llevar a cabo esas obligaciones y actividades lo mejor que pueda. Quiero, de hecho — tomando prestado el lenguaje de los santos —, vivir "en gracia" el mayor tiempo posible. No estoy utilizando este término en un sentido estrictamente teológico: por gracia entiendo una armonía interior, esencialmente espiritual, que puede traducirse en armonía externa. Tal vez busque lo que Sócrates pedía en la oración del Fedro cuando dijo: "Que el hombre exterior e interior sean uno". Quisiera lograr un estado de gracia espiritual interna mediante el cual pudiese funcionar y dar como debiera a los ojos de Dios.

Fred Mitchell, un líder de las misiones internacionales, solía tener sobre su escritorio el siguiente lema: "Cuidado con la esterilidad de una vida atareada". También él comprendía el colapso que puede sobrevenir cuando no se presta atención al mundo interior.

*
El socavón de la Florida es la ilustración física de un problema espiritual con el que han de enfrentarse muchos cristianos occidentales. A medida que la presión sobre la vida se hace mayor, habrá más personas cuya existencia se asemeje a un socavón, a menos que miren hacia su interior y se pregunten: "¿Existe un mundo interior debajo del ruido y de la acción de la superficie? ¿Un mundo que necesito explorar y mantener? ¿Puedo adquirir la fuerza y la elasticidad suficientes para aguantar la presión que hay en la superficie?".

En un momento de soledad en Washington, cuando John Quincy Adams, el segundo presidente de los EE. UU., se sentía invadido de nostalgia por su familia, les escribió una carta con palabras de aliento y de consejo para cada uno de sus hijos. A su hija le escribió acerca de la perspectiva del matrimonio y de la clase de hombre que debía elegir por esposo. Sus comentarios revelan la gran importancia que daba a tener un mundo interior en orden:

—¡Hija! Consíguete por esposo a un hombre honrado, y manténlo honrado. No importa que no sea rico, siempre que sea independiente. Considera la honra y el carácter moral de dicho hombre más que toda otra característica. No pienses en ninguna otra grandeza que no sea la del alma, ni en riquezas distintas a las del corazón.

CHAPTER 2

VISTA DESDE EL PUENTE

CIERTO AMIGO MÍO, QUE EN OTRO TIEMPO FUE OFICIAL A BORDO DE UN submarino nuclear de la Armada Norteamericana, me contó una experiencia que tuvo un día mientras su nave se hallaba patrullando por el Mediterráneo. Allá arriba, en la superficie, iban y venían muchos barcos, y el submarino tenía que hacer muchísimas maniobras violentas para evitar posibles colisiones.

En ausencia del capitán, mi amigo era el oficial de servicio y tenía a su cargo el dar las órdenes para la posición de la nave en cada momento. Por haber tantos movimientos inusitados y repentinos, el capitán, que había estado en su propio camarote, apareció súbitamente en el puente y preguntó:

— ¿Va todo bien?

— Sí, señor — respondió mi amigo.

El capitán echó un rápido vistazo a su alrededor y empezó a salir de regreso por la escotilla abandonando el puente. Mientras desaparecía, expresó: — A mí también me parece que todo está bien.

Este simple encuentro de rutina entre aquel comandante naval y uno de sus oficiales de confianza me proporcionó una ilustración útil de lo que es el orden en el mundo interior del individuo. A aquel submarino lo acechaba un potencial peligro de colisión por todas partes, lo cual era bastante para que cualquier capitán vigilante manifestara preocupación. No obstante, el peligro estaba fuera; en la parte más interna de la nave había un lugar tranquilo desde donde se podía controlar su destino totalmente, y el capitán se dirigió hacia allá instintivamente.

En aquel centro de mando no podía detectarse ni un ápice de pánico; sólo se veía una tripulación de marineros, muy adiestrados, que ejecutaban la tranquila y deliberada serie de acciones que constituía su trabajo. De modo que cuando el comandante apareció en el puente para asegurarse de que todo estaba en orden, comprobó que así era en efecto. "¿Va todo bien?", inquirió; y cuando le dijeron que sí, miró a su alrededor y estuvo de acuerdo: "A mí también me parece que todo está bien". El capitán fue al sitio indicado y recibió la respuesta apropiada.

Así era como aquel capitán había organizado su submarino: cuando no había peligro, los procedimientos adecuados se practicaban mil veces. Llegado el momento de la acción en circunstancias precarias, no había motivos para que lo invadiera el pánico. Podía prever una excelente actuación de la gente que estaba en el puente. Cuando el sitio de mando está en orden, el submarino está a salvo cualquiera que sean las circunstancias externas, y el comandante de la nave expresa: "A mí también me parece que todo está bien".

Sin embargo, ha habido casos en los cuales esos procedimientos se han pasado por alto o quizá no han sido practicados. Entonces puede suceder el desastre: los barcos chocan y se hunden, causando graves pérdidas. Lo mismo sucede con la vida humana cuando está desorganizada en el "puente" de su mundo interior: los accidentes que ocurren, tienen nombres como agotamiento psíquico, colapso nervioso o estallido.

(Continues…)



Excerpted from "Ponga Orden En Su Mundo Interior"
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Copyright © 2018 Grupo Nelson.
Excerpted by permission of Grupo Nelson.
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Table of Contents

Nota del autor, vii,
Prefacio: El día en que toqué techo, ix,
1. El síndrome del socavón, 1,
2. Vista desde el puente, 10,
3. Encerrado en una jaula de oro, 18,
4. La trágica historia de un holgazán con éxito, 35,
5. Así viven los que son llamados, 49,
6. ¿Ha visto alguien mi tiempo? ¡Lo he perdido!, 71,
7. Cómo recobrar el tiempo perdido, 83,
8. La derrota del mejor hombre, 99,
9. Lo triste de un libro que jamás se llegó a leer, 115,
10. Orden en el huerto, 133,
11. No se necesitan apoyos externos, 143,
12. Todo ha de quedar incorporado, 162,
13. Mirando con ojos celestials, 169,
14. Amigos, 188,
15. Descanso más allá de la holganza (el "sabadear"), 196,
Epílogo, 219,
Guía de estudio, 223,
Notas, 245,
Sobre el autor, 250,

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