Once minutos / Eleven Minutes

Once minutos / Eleven Minutes

by Paulo Coelho

Narrated by Catalina Muñoz

Unabridged — 7 hours, 19 minutes

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by Paulo Coelho

Narrated by Catalina Muñoz

Unabridged — 7 hours, 19 minutes

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Overview

«Había una vez una prostituta llamada María...»

Como un cuento de hadas contado para adultos, así comienza la novela que conmovió al mundo.

Escucha ahora la obra de un novelista irreverente y actual. Adéntrate en la obra de un autor provocador y valiente, que rompe con los esquemas preconcebidos de nuestra sociedad. Un fenómeno literario con millones de seguidores en las redes sociales.

Escucha ahora esta historia sobre lo sublime. Once minutos es una novela que explora la naturaleza del sexo y el amor, y ofrece al lector una experiencia inigualable.

María es de un pueblo al norte de Brasil. Todavía adolescente, viaja a Río de Janeiro, donde conoce a un empresario que le ofrece un buen trabajo en Ginebra. Allí, María sueña con encontrar fama y fortuna, pero terminará ejerciendo la prostitución. El aprendizaje que extraerá de sus duras experiencias modificará para siempre su actitud ante la vida.

En palabras de Paulo Coelho:
«Once minutos no pretende ser un manual o un tratado sobre el hombre y la mujer frente al mundo aún desconocido de la relación sexual. Es un análisis de mi propio recorrido, sin pretender, en ningún momento, juzgar aquello que viví; buscaba descubrir si había tenido el valor de aprender todo lo que la vida me enseñó sobre ello.»

Las mejores novelas de Paulo Coelho disponibles en formato audiolibro.


Editorial Reviews

Criticas

Brazil's Coelhois perhaps the most read Latin American author in the world. The perennial popularity of El alquimista (The Alchemist, Rayo, 2002), a regular on the Criticas best seller list 15 years after its publication, has earned him legions of Spanish-language readers. Coelho's newest novel follows his by now familiar pattern but with a twist: Yes, it is another deliberately inspirational and instructive tale of a quest for contentment despite the obstacles, but this one centers on themes of sexuality. A comely young Brazilian, disappointed in love, follows her dreams of stardom to Europe and soon finds herself working as a prostitute in Geneva. Buoyed by visions of a triumphant return home and her ambition to buy an estate, she stays focused on her mission, evading attachments until a pair of chance encounters with exceptional men awakens unexpected feelings and leads her to new levels of self-awareness. The discussion of sex is not lewd, but it is certainly explicit, describing sadomasochistic encounters in lavish detail likely to discomfit some readers. Amusingly, one of the novel's central characters is a librarian, who is prompted by her Brazilian patron to update her collection, as well as her own consciousness, of things sexual. Though critics and academics have long decried Coelho's novels for their simplicity and New Age sentiment, his recent induction into the prestigious Brazilian Academy of Letters signals a thaw in the literary establishment's chilly attitude toward the wildly popular storyteller. Recommended for bookstores and public libraries. Bruce Jensen, Spanish in Our Libraries (SOL), Hollywood, CA Copyright 2003 Reed Business Information.

From the Publisher

A rare combination of craftsmanship, imagination and inspiration.” — Fort Worth Star-Telegram

Fort Worth Star-Telegram

A rare combination of craftsmanship, imagination and inspiration.

Product Details

BN ID: 2940177388151
Publisher: Penguin Random House Grupo Editorial
Publication date: 02/14/2019
Series: AUDIO
Edition description: Unabridged
Language: Spanish

Read an Excerpt

Once minutos

El capítulo Uno

Érase una vez una prostituta llamada Maria.

Un momento. «Érase una vez» es la mejor manera de comenzar una historia para niños, mientras que «prostituta» es una palabra propia del mundo de los adultos. ¿Cómo puedo escribir un libro con esta aparente contradicción inicial? Pero, en fin, como en cada momento de nuestras vidas tenemos un pie en el cuento de hadas y otro en el abismo, vamos a mantener este comienzo:

Érase una vez una prostituta llamada Maria.

Como todas las prostitutas, había nacido virgen e inocente, y durante su adolescencia había soñado con encontrar al hombre de su vida (rico, guapo, inteligente), casarse (vestida de novia), tener dos hijos (que serían famosos cuando creciesen) y vivir en una bonita casa (con vistas al mar). Su padre era vendedor ambulante, su madre costurera, su ciudad en el interior del Brasil tenía un solo cine, una discoteca, una sucursal bancaria, por eso Maria no dejaba de esperar el día en que su príncipe encantado llegaría sin avisar, arrebataría su corazón, y par-tiría con él a conquistar el mundo.

Mientras el príncipe encantado no aparecía, lo que le quedaba era soñar. Se enamoró por primera vez a los once años, mientras iba a pie desde su casa hasta la escuela primaria local. El primer día de clase descubrió que no estaba sola en su trayecto: junto a ella caminaba un chico que vivía en el vecindario y que asistía a clases en el mismo horario. Nunca intercambiaron ni una sola palabra, pero Maria empezó a notar que la parte que más le agradaba del día eran aquellos momentos en la carretera llena de polvo, la sed, el cansancio, el sol en el cenit, el niño andando de prisa, mientras ella se agotaba en el esfuerzo para seguirle el paso.

La escena se repitió durante varios meses; Maria, que detestaba estudiar y no tenía otra distracción en la vida que la televi-sión, empezó a desear que el día pasase rápido, esperando con ansiedad volver al colegio y, al contrario que el resto de las niñas de su edad, pensando que los fines de semana eran aburridísimos. Como las horas de un crío son mucho más largas que las de un adulto, ella sufría mucho, los días se le hacían demasiado largos porque solamente pasaba diez minutos con el amor de su vida, y miles de horas pensando en él, imaginando lo maravilloso que sería si pudiesen charlar.

Entonces sucedió.

Una mañana, el chico se acercó hasta ella, para pedirle un lápiz prestado. Maria no respondió, mostró un cierto aire de irritación por aquel abordaje inesperado, y apresuró el paso. Se había quedado petrificada de miedo al verlo andar hacia ella, sentía pavor de que supiese cuánto lo amaba, cuánto lo esperaba, cómo soñaba con coger su mano, pasar por delante del portal de la escuela y seguir la carretera hasta el final, donde, según decían, había una gran ciudad, personajes de la tele, artistas, coches, muchos cines y un sinfín de cosas buenas que hacer.

Durante el resto del día no consiguió concentrarse en la clase, sufriendo por su comportamiento absurdo, pero al mismo tiempo aliviada, porque sabía que él también se había fijado en ella y que el lápiz no era más que un pretexto para iniciar una conversación, pues cuando se acercó ella notó que llevaba un bolígrafo en el bolsillo. Esperó a la próxima vez y durante aquella noche, y las noches siguientes, empezó a imaginar las muchas respuestas que le daría, hasta encontrar la manera oportuna de comenzar una historia que no terminase jamás.

Pero no hubo próxima vez; aunque seguían yendo juntos al colegio, algunas veces Maria varios pasos por delante con un lápiz en su mano derecha, otras, andando detrás para poder contemplarlo con ternura, él no volvió a dirigirle la palabra, y ella tuvo que contentarse con amar y sufrir en silencio hasta el final del curso.

Durante las interminables vacaciones que siguieron, Maria se despertó una mañana con las piernas bañadas en sangre y pensó que iba a morir. Decidió dejarle una carta diciéndole que él había sido el gran amor de su vida y planeó internarse en la selva para ser devorada por alguno de los dos animales salvajes que atemorizaban a los campesinos de la región: el hombre lobo o la mula sin cabeza. Así, sus padres no sufrirían con su muerte, pues los pobres mantienen siempre la esperanza independientemente de las tragedias que siempre les suceden. Pensarían que había sido raptada por una familia rica y sin hijos, pero que tal vez volvería un día, en el futuro, llena de gloria y de dinero; mientras, el actual (y eterno) amor de su vida se acordaría de ella para siempre, sufriendo todas las mañanas por no haber vuelto a dirigirle la palabra.

No llegó a escribir la carta, porque su madre entró en el cuarto, vio las sábanas rojas, sonrió y dijo: «Ya eres una mujer, hija mía.»

Maria quiso saber qué relación había entre ser mujer y el hecho de sangrar, pero su madre no supo explicárselo, simplemente afirmó que era normal y que de ahora en adelante tendría que usar una especie de almohada de muñeca entre las piernas, durante cuatro o cinco días al mes. Luego preguntó si los hombres usaban algún tubo para evitar que la sangre les corriese por los pantalones, pero se enteró de que eso sólo les ocurría a las mujeres.

Maria se quejó a Dios, pero acabó acostumbrándose a la menstruación. Sin embargo, no conseguía acostumbrarse a la ausencia del niño y no dejaba de recriminarse por la actitud estúpida de huir de aquello que más deseaba. Un día, antes de empezar las clases, fue hasta la única iglesia de su ciudad y juró ante la imagen de San Antonio que tomaría la iniciativa de hablar con él.

Once Minutos. Copyright © by Paulo Coelho . Reprinted by permission of HarperCollins Publishers, Inc. All rights reserved. Available now wherever books are sold.

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