Nuestras Vidas Son los Rios: Una Novela

Nuestras Vidas Son los Rios: Una Novela

by Jaime Manrique
Nuestras Vidas Son los Rios: Una Novela

Nuestras Vidas Son los Rios: Una Novela

by Jaime Manrique

eBook

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Overview

Ambientado en la majestuosa geografía de los Andes, este libro apasionante cuenta la vida de Manuela Sáenz, quien ganó su lugar en la historia como el gran amor del libertador de Suramérica, Simón Bolívar. La vida de Manuela Sáenz en sí es fascinante. Abandonando su posición como una de las mujeres más ricas de Lima, Sáenz trabajó clandestinamente con conspiradores para derrocar los representantes corruptos del reino español. Este camino eventualmente la llevó a conocer a Bolívar en 1822, cuando ella tenía veinticinco años. La atracción fue inmediata y por ocho años fueron amantes, hasta la muerte de Bolívar. Durante esta época turbulenta, Manuela luchó en varias batallas, consiguiendo el rango de coronel, y fue eventualmente encarcelada, herida y por último desterrada de por vida de Colombia y Ecuador. Nuestras Vidas Son los Ríos dramatiza la lucha de Suramérica por su independencia no solo desde el punto de vista de Sáenz, si no también desde la mirada de otras dos mujeres excepcionales: Natán y Jonotás, las esclavas de Sáenz. Con este paso audaz, Manrique muestra diferentes (y a veces encontradas) versiones de Bolívar, de Manuela y de las consecuencias importantes del movimiento de independencia—no solo para los descendientes españoles, si no también para los esclavos y para la enorme población indígena de los Andes. Esta novela ejemplar de Manrique revela a Manuela Sáenz como una mujer única y brillante a quien lectores modernos encontrarán imposible de olvidar.

Product Details

ISBN-13: 9780062226884
Publisher: HarperCollins
Publication date: 09/18/2012
Sold by: HARPERCOLLINS
Format: eBook
Pages: 400
File size: 424 KB
Language: Spanish

About the Author

Jaime Manrique is the award-winning author of the memoir Eminent Maricones, and the novels Latin Moon in Manhattan, Twilight at the Equator, and Colombian Gold. A contributor to Salon.com, BOMB, and other publications, he lives in New York City and is an associate professor in the MFA program at Columbia University.

Read an Excerpt

Capítulo Uno

Quito, Ecuador
1822

Nací rica y bastarda y morí pobre y bastarda. Esa es, en breve, la historia de mi vida. Lo que significó para mí ser Manuela Sáenz, hija natural de Simón Sáenz de Vergara y Yedra y de Joaquina Aispuru, es una historia más larga. Pero la historia que quiero contar, la historia de mi amor por El Libertador, Simón Bolívar, comenzó mucho antes de conocerlo. Comenzó cuando yo era una niña en el colegio de las monjas Conceptas en Quito, donde me tuvo encerrada la familia de mi madre hasta que me fugué con el primer hombre que dijo que me amaba.

Mientras mis compañeras de clase se memorizaban interminables poemas románticos para recitar en las reuniones familiares, yo me aprendía de memoria largos pasajes de las proclamaciones de Simón Bolívar. Al final del año escolar, durante mis visitas a la casa de mi familia en Catahuango, buscaba copias de sus discursos y manifiestos más recientes que llevaba a escondidas al colegio y leía durante el par de horas al día en que lograba escaparme de la vigilancia de las monjas. Leía todo lo que encontraba sobre Bolívar en los pocos periódicos que llegaban a la biblioteca del colegio y me embebía con cada palabra de los relatos sobre él, que con tanta frecuencia eran el tema de conversación de los adultos. Para mí, Bolívar era el hombre más noble que existía en la tierra. Aunque nacido en el seno de la familia más rica de Venezuela, había renunciado a su fortuna para liberar a Suramérica. A mi juicio, esesacrificio lo hacía aún más heroico. Su esposa murió cuando estaban recién casados, muy poco después de la boda. Se decía que su muerte lo afligió de tal manera que perdió la voluntad de vivir. A Bolívar vendría a salvarlo la revolución.

Había sido exiliado de Suramérica a Jamaica después de su primera derrota a manos del ejército español. Pronto hizo su regreso triunfal. Sus proclamaciones tenían el poder de conmover con la fuerza arrolladora y la verdad de sus palabras. Era un poeta, un guerrero, un gran amante. Adonde quiera que fuese, las mujeres se le entregaban a su paso. ¿Y quién podría culparlas? Yo estaba convencida de que él era el hombre por el cual Suramérica había esperado, el hombre que llevaría el continente hacia su independencia. En el momento mismo en que escuché hablar de las intrépidas hazañas de El Libertador, prometí mi vida a su causa.

Cuando tuve la edad suficiente para comprender que nosotros los criollos no podíamos asistir a los mejores colegios, ni ingresar en las profesiones más prestigiosas o exportar e importar mercancías de otros países que no fuesen España—en otras palabras, que jamás tendríamos los mismos derechos ante la ley que los españoles y simple y llanamente nunca seríamos tratados como iguales y con dignidad, por el único hecho de haber nacido en el continente americano—empecé a soñar con el día en que seríamos libres del dominio español. Por ello, cada una de sus victorias—victorias que liberaban de España más y más territorios de Suramérica—me enloquecía de alegría. Cuando me enteraba de que su ejército había sufrido una derrota, sentía como si el destrozo hubiese sido infligido en mi propia carne . . . me quedaba en la cama durante días enteros, y gritaba por el dolor que agobiaba mi cabeza. Si alguien de mi familia se atrevía a criticar a El Libertador en mi presencia, yo explotaba de rabia: "¡Qué raza tan ingrata!" les dije una noche a la hora de la comida a mi tía y a mi abuela, con lágrimas en los ojos. "Bolívar lo ha dado todo para liberarnos y lo único que hacen ustedes es burlarse de él. Si el futuro de nuestras naciones está en manos de gente como ustedes, estamos perdidos." Por lo que a mí atañía, el hombre era perfecto, y uno podía amarlo y creer en él, o bien pertenecer al campo de sus enemigos y carecer de razón para vivir. Mis amistades y mi familia aprendieron pronto a ser cautos cada vez que el nombre de Bolívar se mencionaba en mi presencia.

No fue hasta que ya era una mujer casada que se cruzaron por primera vez nuestros caminos. En 1822, yo había regresado a Quito procedente de Lima, decidida a vender Catahuango, la hacienda que me había legado mi madre. Para poder dejar a James Thorne, el inglés al que me había vendido mi padre, el hombre que me había tenido por esposa en Lima durante los pasados cinco años, resolví que tenía que liquidar mi única propiedad de valor. Mi matrimonio con James me había convertido en una de las damas más ricas del Perú, pero más que una vida de lujos, lo que quería era mi libertad, y asegurarla dependía de la venta de la hacienda.

Mi llegada a Quito, acompañada por mis esclavas, Jonotás y Natán, produjo una conmoción. Entré en la ciudad a caballo luciendo sobre el pecho el más alto honor que Perú concede a un civil: la medalla de oro de Caballero de la Orden del Sol, que el general San Martín me había otorgado el año anterior por mis contribuciones a la independencia del Perú.

Natán y yo acabábamos de empezar a desempacar mis baúles en mi antiguo dormitorio en casa de mi padre, cuando Jonotás irrumpió en la habitación y gritó con exaltación la noticia de que Simón Bolívar y sus tropas estaban ya en la Avenida de los Volcanes. Nos informó que se preparaban para recibir a El Libertador con un desfile y una gran fiesta de baile. Tan solo el año anterior, Bolívar había proclamado la formación de la Gran Colombia, que incluía las provincias de Nueva Granada, Ecuador, Panamá y Venezuela.

Así que no habría podido programar mi llegada a Quito más oportunamente si hubiera tenido conocimiento de los planes de Bolívar. Su arribo inminente era una señal del destino. Estaba resuelta a conocer . . .

Nuestras Vidas Son los Rios
Una Novela
. Copyright © by Jaime Manrique. Reprinted by permission of HarperCollins Publishers, Inc. All rights reserved. Available now wherever books are sold.

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