“No desmayes, peregrino”
Es un libro de Teología sencilla, práctica y profunda, expresada en forma poética. Contiene apelaciones al corazón y a la mente, escritas en versos ágiles, amenos y bellos, contenidos en más de doscientos poemas.
Este libro te invita y te guía a:
Respirar el amor de Dios, saborearlo y bañarte en él.
Contemplar a Dios y su amor en la persona, la vida y la obra de Jesús. Caminar y hablar con él. Gozar y sufrir con él. Disfrutar hoy la vida eterna.
Escuchar las trompetas y la aparición gloriosa de Jesús en las nubes del cielo.
Entrar a la presente morada de Cristo, el Santuario Celestial, y sentarte con él en su trono.
Apropiarte de las promesas de Dios.
Escuchar la voz de Dios, hablándote mediante cuatro lenguajes diferentes.
Experimentar la dirección y el poder de Dios.
Deleitarte en adorarlo, obedecerlo y servirle.
Ser parte de la familia de Dios, y a la vez a ser único, peculiar.
Experimentar la presencia del Espíritu Santo, quien derrama el amor de Dios en tu corazón, para que sirvas gozosamente a tu prójimo, y le testifiques de Jesús.
Entender el poder que hay en tus palabras, y aún en tu silencio.
Amar, demostrar y expresar amor a tu cónyuge y a tu familia.
Percibir el conflicto entre el bien y el mal, a tu alrededor y en tu propia vida; y alcanzar la victoria.
Ser firme, de tal manera que puedas enfrentarlo todo, aún la muerte, por ser fiel a Cristo.
Crecer y ser transformado, para irte pareciendo más y más a Jesús tu Salvador.
Aprovechar las pruebas que te sobrevienen, para perfeccionar tu fe y tu carácter
Vivir un día a la vez
Entender y practicar el poder que hay en tus pensamientos.
Convertirte en un ser perdonador, así como Dios te ha perdonado.
Escuchar el llamado de Cristo a la puerta de tu corazón.
Experimentar el reavivamiento espiritual que Dios quiere traer a tu vida.
Entender y practicar el equilibrio correcto entre las emociones y la razón.
Soñar y alcanzar metas nobles.
Entender que la manera en que vives, deja huellas que otros siguen hoy, y un legado que queda aún después que tu vida termine.
Darte cuenta que no importa cuán joven o viejo seas, puedes servir a Dios y a la humanidad en la obra de la salvación.
Valorar tu tiempo, y hacer buen uso de él.
Apreciar la belleza que todavía hay en este mundo estropeado por el pecado, y anhelar la belleza de la eternidad junto a Jesús en la Tierra Nueva.