El autor tiene en mira aquellas personas que se están debatiendo en medio a los percances de la vida; personas que están siendo, día a día, vencidas por el cansancio, por las frustraciones.
Él cree firmemente en el potencial del ser humano y afirma que el cristianismo ve el hombre no por lo que él es, sino por lo que él puede venir a ser. A quienes están involucrados en situaciones adversas, a punto de pensaren que están acabados, que son fracaso, él dice: ¡No es así! La historia de la humanidad está repleta de ejemplos de hombres y mujeres que sacaron fuerzas de flaqueza, conquistaron reinos, alcanzaron lo prometido – ¡y qualquiera puede venir a ser uno de ellos!
El autor presenta algunos principios espirituales e psicológicos que transformarán radicalmente la vida de sus lectores, declarando muy firmemente: Tenga certeza de una cosa: usted no necesita ser un fracaso.
Aurelius Agustín (354-430 d.C.) también vivió en medio a fracasos e caídas. Refiriéndose a ellas, escribió: “Tal era mi vida. Pero, Dios mío, ¿podría eso llamarse vida?”. Entre tanto, él se sobrepasó y se transformó en el grande Agustín, obispo de Hipona, en el norte de África. Escribió centenares de libros, tratados, sermones, cartas, convirtiéndose en uno de los más influyentes santos de la Iglesia de Jesucristo hasta los días de hoy.
El autor dice claramente que sus lectores, pueden incluso cambiar y salir de la derrota para la victoria, de la tristeza para la alegría, de la incredulidad para la fe que remueve montañas.