Manolito Gafotas

The Spanish-language edition of the first book in a best-selling series from Spain about ten-year-old Manolito’s misadventures in Madrid.

Llega Manolito Gafotas, uno de los personajes más famosos del “mundo mundial.” Este chaval de Carabanchel (Alto) nos ofrece, a través de sus gafas, una visión del mundo rebosante de humor. ¡Manolito es único, magnífico, inimitable . . . ! Junto a él, y junto a su hermano el Imbécil, su abuelo Nicolás y por supuesto, toda la pandilla, viviremos divertidas aventuras.

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Manolito Gafotas

The Spanish-language edition of the first book in a best-selling series from Spain about ten-year-old Manolito’s misadventures in Madrid.

Llega Manolito Gafotas, uno de los personajes más famosos del “mundo mundial.” Este chaval de Carabanchel (Alto) nos ofrece, a través de sus gafas, una visión del mundo rebosante de humor. ¡Manolito es único, magnífico, inimitable . . . ! Junto a él, y junto a su hermano el Imbécil, su abuelo Nicolás y por supuesto, toda la pandilla, viviremos divertidas aventuras.

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Overview

The Spanish-language edition of the first book in a best-selling series from Spain about ten-year-old Manolito’s misadventures in Madrid.

Llega Manolito Gafotas, uno de los personajes más famosos del “mundo mundial.” Este chaval de Carabanchel (Alto) nos ofrece, a través de sus gafas, una visión del mundo rebosante de humor. ¡Manolito es único, magnífico, inimitable . . . ! Junto a él, y junto a su hermano el Imbécil, su abuelo Nicolás y por supuesto, toda la pandilla, viviremos divertidas aventuras.


Product Details

ISBN-13: 9780761457305
Publisher: Amazon Publishing
Publication date: 01/05/2012
Series: Manolito Four-Eyes
Pages: 192
Sales rank: 423,619
Product dimensions: 4.70(w) x 7.40(h) x 2.10(d)
Language: Spanish
Age Range: 9 - 11 Years

About the Author

Author Elvira Lindo’s series about the adventures of Manolito Four-Eyes is a children’s classic in Spain, where it has inspired feature films and a TV series, and is also widely popular in other European countries. She has received Spain’s National Children’s Book Award, and her books are regularly translated into some twenty languages. She also works as a screenwriter, and her weekly column in El País newspaper is widely read in Spain and Latin America. She lives half of the year in New York City.

What People are Saying About This

Manolito Gafotas, niño sin inhibiciones
por Emilio Lorenzo (Académico de la Real Academia de la Lengua)

Manolito, aparte de nombre de camión comprado a plazos por su padre, es el héroe de Carabanchel (Alto), protagonista primero de episodios semanales domingueros y luego de libros de éxito difundidos por Europa. Su creadora me dedicó el último, pensando, con razón, que acaso me hiciera revivir mi lejana niñez. Y así ha sido. También la mía transcurrió en descampaos, cerca de una cárcel, la Modelo, "el Abanico", donde hoy se alza la mole escurialense del Ejército del Aire. Mucho en común tuve con esta chiquillería del parque del Ahorcado, incluso algún abuelo intercambiable propenso a "quedarse sopa", aunque esta expresión no existía. Mejor que el parque del Ahorcado era sin duda el del Oeste, con sus bocas de riego mal cerradas que permitían la fabricación de embalses llamados "pozas". Había también (alguno queda) unos arroyos artificiales de aguas mansas y puentes rústicos donde con hojas de magnolio fabricábamos veleros --una hoja el casco, otra la vela--. Y era otra gran emoción, acercarnos al paso de nivel para ver pasar, al anochecer, envueltos en humo y lanzando chispas, el tren de Asturias, el expreso de Irún, ya acelerados para perderse hacia el Puente de los Franceses. Y ya mayores, una estantería de azulejos --¿trescientos volúmenes?-- que en préstamo directo disfrutable bajo los árboles nos abría la imaginación a Julio Verne, al coronel Ignotus o a Emilio Salgari.

No teníamos, en cambio, televisión ni familia Addams ni bollicao ni supertíos en Oslo ni taxis al aeropuerto, ni Comidas de Reconciliación. Tampoco alcanzaban nuestros medios, ni siquiera con abuelos complacientes, para permitirnos supercucuruchos de helados; si acaso una perra chica para gastarla en garulla (migas de pastelería), adoquines, paloluz o torraos.

El desparpajo exhibido por Manolito no lo puedo imaginar en mi niñez ni en la de ningún contemporáneo de entonces. Y es que Manolito es, aunque a veces se queje, un niño privilegiado y realista, nada relamido --¡qué va!-- sumamente inteligente, sin pedantería, que parece el único español que ha sacado provecho de la "tele", de la que, por lo que cuenta, no se ha perdido nada, excepto cuando su madre --nunca mamá-- le mutiló una fuga de cárcel, que luego, por su cuenta y con su amigo el Orejones, "el cerdo traidor", va a interpretar junto a los muros de la auténtica de Carabanchel. Porque el mundo infantil en que se mueve tiene todos los ingredientes de una tragedia menor; el abuelo prostático, desdentado y pasodoblero; "la Luisa", vecina chismosa y abusona; la desconfiada señora Porfiria --"ni se fía, ni se regala, ni se rebaja, ni se nada"--; el déspota Yihad; lasita sadomasoquista; los plazos pendientes del camión familiar; la amenaza permanente del Imbécil, cariñoso apelativo con que designa a su hermano menor, el del chupete, "el nene", como se designa a sí mismo en tercera persona hasta descubrir el "yo" a los cuatro años. La creadora de Manolito no se ha inventado un lenguaje artificial para presentarnos a este niño, impregnado de todas las innovaciones idiomáticas de la "tele" y los que la frecuentan. El vocabulario a veces insólito que utiliza nuestro héroe es fácilmente identificable con el de estos "innovadores", y está salpicada de todos los latiguillos de la jerga mediática: "prisión de máxima seguridad", "cuadro de insolación en primer grado", "hecatombe nuclear", el "Atlántico Norte", "presos en régimen abierto", "gente de mi generación", "quemaduras de primer grado" (uno recuerda el "de pronóstico reservado" de los sainetes, que era mucho peor que "grave"), los "extraterrestres", los "fenómenos paranormales", "hormiga atómica", "pruebas fidedignas", "demostrado con cronómetro y acta notarial", los "científicos de todo el mundo", "aquel ser humano (el abuelo) bailaba inspirado por los dioses", "toda materia es reciclable", "roncaban al unísono", "código de barras", etc. Elvira Lindo ha sabido dosificar estos seudocultismos con el habla coloquial más o menos desgarrada de los niños del arroyo educados a la vez por la escuela y los padres: Tener mucho morro, molar, chachi, estoy cantidad de orgulloso, el boli, un rollo-repollo, litrona, macarras, quedarse sopa (dormido), etc. Pero Manolito, niño extrovertido --"no soy nada tímido", "hablo con todo el mundo", "soy un niño sin vida interior"--, habla antes de pensar: "En cuanto la sita hace una pregunta, ya estoy yo con la mano levantada me sepa o no la espuesta", eso produce a menudo frases de gran efecto cómico, donde se mezcla lo culto y lo popular; lo fino y lo escatológico: "el Imbécil y sus esfínteres", "en plena concentración intestinal", "el producto interior bruto" y otras más explícitas. Este carácter abierto y espontáneo propicia también la hipérbole más o menos lógica: "nos estábamos haciendo amigos de toda la vida", "a mi madre la quiero hasta la muerte mortal", "un día total de la muerte", "la tremenda inmensidad del agua", "soy el tío más importante que conozco", "lo mejor de mi vida planetaria", "el mundo mundial", etc. Rara vez se echa mano de lapsus explicables en un niño: "Hecha un obelisco" (basilisco), "culitis" (colitis), "bañadores de respuesto" (repuesto), "teléfono sinalámbrico" (inalámbrico), una tienda de comisos (decomisos). No es inmune Manolito a la influencia anglosajona: stress, electroshock, kleenex, playback, El Exorcista, El Travolta de Carabanchel, etc.

Manolito no plantea ningún problema social, ni viendo la cárcel desde su ventana, ni atendiendo a un niño rico, lector de sus aventuras, que le presenta un cuestionario; su mundo lo forman gentes buenas, sin etiqueta, abuelo de pensión tan exigua que la dedica íntegra a helados para los nietos y sus amigos, el padre camionero, el tío camarero de Oslo en trance de matrimonio con una noruega gigantesca; la mayor riqueza la exhiben los abuelos -dobles-- del Orejones, que le festejan por separado y provocan la envidia, primero podrida, luego sana, de Manolito; está también Mostaza, de padre en paradero desconocido y madre limpiadora --"de una vez todas las escaleras de la Torre Picaso que tiene 25 pisos"--.

Últimamente, con la llegada de su hermano al colegio, parece asomar, sin temerla (no es ningún Peter Pan), la adolescencia: ha trabado amistad con la seño del Imbécil, que "está bastante potente" y "le gusta más que cualquier bollo de la señora Porfiria...". Manolito es de fácil conformar: "Mi abuelo, yo y el Imbécil nos bajamos por la tarde al parque del Ahorcado, nos compramos un supercucurucho y allí nos repantigamos hasta que se hace de noche y mi abuelo dice": "Tu madre no quiere darse cuenta, pero hay momentos en que vivimos como millonarios". Se anuncian nuevas aventuras de Manolito. Esperemos que siga descubriendo el mundo y nos lo cuente con la brillante, despierta e ingenua sagacidad de quien sabe prescindir de las gafas para observarlo.

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