Lunes con mi viejo pastor

«¿Qué nombre dio el doctor a esto que a mí me ocurre… síndrome burnout?»

Un joven pastor, profundamente abatido, piensa en abandonar el ministerio; un anciano de ochenta y tres años sirvió a Dios toda su vida; los dos están entrelazados durante sucesivos lunes que marcarán la vida del joven para siempre. Lunes con mi viejo pastor surge de una experiencia real del autor: «Este libro nació a lo largo de un proceso. En ocasiones logré empapar la pluma en el corazón de Dios, pero en otras, la tinta fue sangre que brotó de mis heridas». Te hará reír y tal vez llorar, pero avivará antorchas extinguidas e inflamará aquellas que nunca se encendieron. El desenlace sorprendente que no dejará indiferente a nadie.

Ser llamado por Dios es, sin duda alguna, la más alta vocación que existe.

«Muy dentro de mí, en algún rincón de mi alma, persistía ese extraño agotamiento que era difícil de explicar y duro de soportar», escribe el pastor y escritor José Luis Navajo. Pensando en dejar el ministerio, Navajo no sabe a dónde volverse, hasta que empieza a encontrarse con un experimentado ministro —su «viejo pastor»— que, a lo largo de las visitas de sucesivos lunes, le ofrece un legado de sabiduría en forma de quince principios singulares.

Lunes con mi viejo pastor trae a cada creyente a los pies del Maestro. Con una prosa lírica, Navajo comparte las anécdotas personales, fábulas y consideraciones de gran profundidad espiritual que le presentan el viejo pastor y su esposa. Por momentos divertido, desgarrador e incitador a la reflexión, Lunes con mi viejo pastor es un consuelo para todo aquel que lucha en su camino con Dios. Conforme siguen a Navajo en su travesía de la desesperación a la renovación de fuerzas, los lectores se encontrarán siendo transformados e inspirados de una forma similar. Este relato, escrito con un estilo hermoso y conmovedor, reavivará con toda seguridad el fuego del alma que anhela ser renovada.

A totally burned-out young preacher reignites his faith and gathers wisdom for life while spending successive Mondays with an eighty-three-year-old pastor.

"Deep inside in some uncertain part of my soul persisted this strange exhaustion that was difficult to explain and hard to endure," writes pastor and author José Luis Navajo. Thinking of quitting the ministry, Navajo doesn't know where to turn until he begins meeting with a seasoned man of the cloth—his "old pastor"—who, through successive Monday visits, offers a legacy of wisdom in the form of 15 unique principles.

In lyrical prose, Navajo shares the personal anecdotes, fables, and deep spiritual insights offered by the old pastor and his wife. By turns funny, heartbreaking, and thought provoking, Mondays with My Old Pastor is a comfort to anyone who struggles in his or her walk with God. As readers follow Navajo's journey from desperation to rejuvenation, they will find themselves similarly transformed and inspired. This moving, beautifully written account is sure to reignite every soul's longing for renewal.

"1102036084"
Lunes con mi viejo pastor

«¿Qué nombre dio el doctor a esto que a mí me ocurre… síndrome burnout?»

Un joven pastor, profundamente abatido, piensa en abandonar el ministerio; un anciano de ochenta y tres años sirvió a Dios toda su vida; los dos están entrelazados durante sucesivos lunes que marcarán la vida del joven para siempre. Lunes con mi viejo pastor surge de una experiencia real del autor: «Este libro nació a lo largo de un proceso. En ocasiones logré empapar la pluma en el corazón de Dios, pero en otras, la tinta fue sangre que brotó de mis heridas». Te hará reír y tal vez llorar, pero avivará antorchas extinguidas e inflamará aquellas que nunca se encendieron. El desenlace sorprendente que no dejará indiferente a nadie.

Ser llamado por Dios es, sin duda alguna, la más alta vocación que existe.

«Muy dentro de mí, en algún rincón de mi alma, persistía ese extraño agotamiento que era difícil de explicar y duro de soportar», escribe el pastor y escritor José Luis Navajo. Pensando en dejar el ministerio, Navajo no sabe a dónde volverse, hasta que empieza a encontrarse con un experimentado ministro —su «viejo pastor»— que, a lo largo de las visitas de sucesivos lunes, le ofrece un legado de sabiduría en forma de quince principios singulares.

Lunes con mi viejo pastor trae a cada creyente a los pies del Maestro. Con una prosa lírica, Navajo comparte las anécdotas personales, fábulas y consideraciones de gran profundidad espiritual que le presentan el viejo pastor y su esposa. Por momentos divertido, desgarrador e incitador a la reflexión, Lunes con mi viejo pastor es un consuelo para todo aquel que lucha en su camino con Dios. Conforme siguen a Navajo en su travesía de la desesperación a la renovación de fuerzas, los lectores se encontrarán siendo transformados e inspirados de una forma similar. Este relato, escrito con un estilo hermoso y conmovedor, reavivará con toda seguridad el fuego del alma que anhela ser renovada.

A totally burned-out young preacher reignites his faith and gathers wisdom for life while spending successive Mondays with an eighty-three-year-old pastor.

"Deep inside in some uncertain part of my soul persisted this strange exhaustion that was difficult to explain and hard to endure," writes pastor and author José Luis Navajo. Thinking of quitting the ministry, Navajo doesn't know where to turn until he begins meeting with a seasoned man of the cloth—his "old pastor"—who, through successive Monday visits, offers a legacy of wisdom in the form of 15 unique principles.

In lyrical prose, Navajo shares the personal anecdotes, fables, and deep spiritual insights offered by the old pastor and his wife. By turns funny, heartbreaking, and thought provoking, Mondays with My Old Pastor is a comfort to anyone who struggles in his or her walk with God. As readers follow Navajo's journey from desperation to rejuvenation, they will find themselves similarly transformed and inspired. This moving, beautifully written account is sure to reignite every soul's longing for renewal.

16.99 In Stock
Lunes con mi viejo pastor

Lunes con mi viejo pastor

by José Luis Navajo
Lunes con mi viejo pastor

Lunes con mi viejo pastor

by José Luis Navajo

Paperback

$16.99 
  • SHIP THIS ITEM
    Qualifies for Free Shipping
  • PICK UP IN STORE
    Check Availability at Nearby Stores

Related collections and offers


Overview

«¿Qué nombre dio el doctor a esto que a mí me ocurre… síndrome burnout?»

Un joven pastor, profundamente abatido, piensa en abandonar el ministerio; un anciano de ochenta y tres años sirvió a Dios toda su vida; los dos están entrelazados durante sucesivos lunes que marcarán la vida del joven para siempre. Lunes con mi viejo pastor surge de una experiencia real del autor: «Este libro nació a lo largo de un proceso. En ocasiones logré empapar la pluma en el corazón de Dios, pero en otras, la tinta fue sangre que brotó de mis heridas». Te hará reír y tal vez llorar, pero avivará antorchas extinguidas e inflamará aquellas que nunca se encendieron. El desenlace sorprendente que no dejará indiferente a nadie.

Ser llamado por Dios es, sin duda alguna, la más alta vocación que existe.

«Muy dentro de mí, en algún rincón de mi alma, persistía ese extraño agotamiento que era difícil de explicar y duro de soportar», escribe el pastor y escritor José Luis Navajo. Pensando en dejar el ministerio, Navajo no sabe a dónde volverse, hasta que empieza a encontrarse con un experimentado ministro —su «viejo pastor»— que, a lo largo de las visitas de sucesivos lunes, le ofrece un legado de sabiduría en forma de quince principios singulares.

Lunes con mi viejo pastor trae a cada creyente a los pies del Maestro. Con una prosa lírica, Navajo comparte las anécdotas personales, fábulas y consideraciones de gran profundidad espiritual que le presentan el viejo pastor y su esposa. Por momentos divertido, desgarrador e incitador a la reflexión, Lunes con mi viejo pastor es un consuelo para todo aquel que lucha en su camino con Dios. Conforme siguen a Navajo en su travesía de la desesperación a la renovación de fuerzas, los lectores se encontrarán siendo transformados e inspirados de una forma similar. Este relato, escrito con un estilo hermoso y conmovedor, reavivará con toda seguridad el fuego del alma que anhela ser renovada.

A totally burned-out young preacher reignites his faith and gathers wisdom for life while spending successive Mondays with an eighty-three-year-old pastor.

"Deep inside in some uncertain part of my soul persisted this strange exhaustion that was difficult to explain and hard to endure," writes pastor and author José Luis Navajo. Thinking of quitting the ministry, Navajo doesn't know where to turn until he begins meeting with a seasoned man of the cloth—his "old pastor"—who, through successive Monday visits, offers a legacy of wisdom in the form of 15 unique principles.

In lyrical prose, Navajo shares the personal anecdotes, fables, and deep spiritual insights offered by the old pastor and his wife. By turns funny, heartbreaking, and thought provoking, Mondays with My Old Pastor is a comfort to anyone who struggles in his or her walk with God. As readers follow Navajo's journey from desperation to rejuvenation, they will find themselves similarly transformed and inspired. This moving, beautifully written account is sure to reignite every soul's longing for renewal.


Product Details

ISBN-13: 9781602559431
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 02/28/2011
Pages: 256
Product dimensions: 6.02(w) x 9.00(h) x 0.73(d)
Language: Spanish

About the Author

José Luis Navajo, tras muchos años de pastorado, en la actualidad es conferencista en ámbitos internacionales y ejerce como profesor en el Seminario Bíblico de Fe. Es comentarista en diversos programas radiofónicos y es columnista en publicaciones digitales. Su otra gran vocación es la literatura, con más de veinte libros publicados. Lleva más de treinta años casado con su esposa, Gene, con quien tiene dos hijas: Querit y Miriam. Vive en España.

Read an Excerpt

Lunes CON mi viejo pastor


By José Luis Navajo

Grupo Nelson

Copyright © 2012 José Luis Navajo
All right reserved.

ISBN: 978-1-60255-943-1


Chapter One

PRIMER LUNES

«Solo Dios es, solo Dios puede, solo Dios sabe... Solo Dios es el verdadero sabio».

Ángeles en el desierto

Temeroso, dando lentamente un paso tras otro, llegué ante la puerta de la casa. Y lo que vi me dejó estupefacto.

Junto al dintel derecho, colgada en la fachada, había una piedra rojiza con forma de pergamino en la que estaban grabadas las palabras del profeta: En descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será vuestra fortaleza (Isaías 30.15).

Las mismas palabras que me hicieron despertar del sueño las tenía ahora ante mis ojos.

Casi no podía creerlo.

Inspirando profundamente el aire reposado y cargado de aromas, me dije: «Ya veo que mi viejo pastor y su esposa han cumplido su deseo». «Encontraron un lugar donde descansar y confiar».

Supe, sin ninguna duda, que habían convertido esa quietud en altar y ese silencio sagrado en adoración.

Al llegar hasta su casa para visitarle aquel primero de junio, mi intención era tomar un café juntos y hacerle saber cómo me sentía.

Fue justo antes de llamar cuando caí en la cuenta de que era lunes, como aquel de principios de mayo que supuso el día de mi rendición.

¡Qué poco imaginaba que también ese lunes soleado, día primero de junio, comenzaría mi restauración!

Un paso más y franquearía aquel umbral, comenzando un cambio radical en mi vida. Quedaría inaugurada una era decisiva de mi existencia.

El sol derramaba sus afiladas saetas desde un cielo inquebrantablemente azul y el calor se desplomaba sobre cada lado de la casa. Ni una hoja se movía cuando, lentamente, agarré el llamador de bronce que quemaba y lo descargué dos veces sobre la puerta.

Tras un leve sonido de pasos fue la bondadosa Raquel, su inseparable y fiel compañera, quien me abrió. Sorprendida al verme, pronunció mi nombre, me hizo notar su alegría, me saludó con un beso en cada mejilla franqueándome la entrada con una sonrisa iluminadora al tiempo que agregaba un cálido:

—¡¡Bienvenido!!

Ya mi viejo pastor se acercaba por el pasillo.

—¡Hola! —gritó, levantando los brazos y extendiéndolos hacia mí—. ¡Qué gozo me da verte en mi casa!

En medio del sofocante calor una brisa de afecto me envolvió. No había fingimiento ni afectación en su alegría. Su abrazo amigable supuso la más sincera bienvenida.

Ya me sentía mejor.

La cálida recepción por parte de aquellos dos ángeles surtió un efecto terapéutico instantáneo.

Sentía que aunque la visita no hubiere pasado de allí, habría vuelto a casa confortado.

Mirándoles, me afirmé en la idea de que son las arrugas del espíritu las que nos hacen viejos, no las de la cara. Y en ellos percibí dos almas desbordando juventud y una vitalidad auténtica.

¿Qué tendrán, me pregunté, que su sola presencia infunde ánimo?

El refugio de mi viejo pastor

La casa por dentro era tan sencilla como lo sugería el exterior.

Nada más entrar accedimos a un breve distribuidor en el que se abrían cuatro puertas.

La de la derecha conducía a una pequeña cocina donde había lo esencial, incluida la salida a un porche amueblado con una mesa y cuatro sillas.

Les imaginé allí, tomando juntos el primer café de la mañana y recreándose en la inmensa naturaleza que se abría ante ellos.

Sobre el fregadero destacaba un ventanal protegido por un visillo, pero que no impedía ver la encina centenaria que extendía sus ramas sobre la casa como queriendo guarecerla del sol justiciero de este verano anticipado.

La puerta situada justo enfrente de la cocina conducía a un salón no muy grande pero extraordinariamente acogedor. Dos mecedoras estaban orientadas hacia una chimenea renegrida, señal de muchos inviernos proporcionando calor e intimidad.

Entre las dos mecedoras había una mesa baja sobre la que reposaba la Biblia de tapas muy gastadas en las que podía leerse «letra gigante». Fue la que usó en el último tiempo, cuando sus ojos perdieron agudeza, aunque jamás se apagó en ellos el brillo de la determinación.

Entonces reparé en el detalle: Una gran cruz estaba impresa sobre la portada de la Biblia; de allí mis ojos saltaron a los leños apagados que reposaban sobre el hogar. Formaban también una cruz. Luego observé que la estantería de pared, repleta de fotos y recuerdos, estaba diseñada precisamente con esa forma. Lo mismo ocurría en las cristaleras del gran ventanal, donde unos perfiles blancos entre las dos láminas de vidrio formaban una cruz.

Mi viejo pastor se dio cuenta.

—¿Ya lo captaste? —me preguntó con una sonrisa.

—¿A qué se refiere?

—La cruz. ¿Ya la viste?

—Está en todos lados.

—Tú lo has dicho.

Ahora su sonrisa desprendía más luz que el purísimo atardecer de aquel día despejado.

—Mi vida surgió a la sombra de la cruz... siempre he vivido amparado en ella, y quiero que la cruz sea la escala que me alce a su presencia cuando llegue mi tiempo.

—¿Qué encuentra en ella? —me atreví a preguntarle. Solo meditó unos segundos antes de responder.

—A Él —apuntando con su dedo índice hacia arriba—. En la cruz le encuentro a Él... a nadie más... a nadie menos... ¿qué más se puede pedir?

Me fijé en una escalera que, desde un rincón del salón conducía a la planta alta donde estarían, seguramente, los dormitorios.

La tercera puerta que había en el distribuidor correspondía a un pequeño aseo inmaculadamente limpio, como el resto de la casa.

Quedaba una última puerta hacia la que señaló mi viejo pastor.

—Entremos aquí —me dijo, yendo delante.

Su esposa, Raquel, dirigiéndose a la cocina, nos prometió:

—Enseguida os llevaré un café.

Aquella habitación era su despacho.

Dos cosas atrajeron de inmediato mi atención: La inmensa estantería que de suelo a techo cubría una pared y en la que se apretaban cientos de libros, y la amplia vidriera que había a la derecha de la mesa de estudio. Aquel ventanal proporcionaba una vista extasiante. El campo se abría hasta donde alcanzaba la mirada y ahora, en la primavera madura, la hierba era una jugosa alfombra que cubría el suelo de un verde brillante, casi fosforescente.

Mirando el estante abarrotado de libros recordé el consejo que mi viejo pastor me diera un día: Debes leer mucho, sobre todo la Biblia, pero busca también empaparte de la sabiduría de otros. Un buen libro te hará crecer. Son como minas, me había dicho, acariciando el volumen que tenía entre sus manos. Minas repletas de riquezas. Cada capítulo es una galería que cobija tesoros, esperando que alguien los descubra.

Paseé mi vista por los lomos, intentando descifrar los títulos.

—Mil setecientos doce —me dijo.

—¿Perdón?

—Mil setecientos doce libros, ordenados alfabéticamente y anotados en listas con estilográfica.

Sonrió.

—Ya sabes que siempre he sido un lector compulsivo.

—Y una persona extremadamente ordenada —reconocí—. Por cierto, muchos fuimos contagiados con su pasión por la lectura.

Se sentó en el sillón orejero que estaba orientado hacia el amplio ventanal. Supuse que esa debía ser su ubicación favorita. A su lado había una mesa baja y sobre ella una lámpara de pantalla.

Por un momento pensé en los idílicos momentos que mi viejo pastor pasaría sentado en ese sillón, contemplando durante el día el paisaje verde, abierto... y adorando en la tenue luz de la lámpara durante la noche.

—Gracias por concederme unos minutos de su tiempo —le dije con cierta timidez, tomando asiento frente a él.

—¿Me das las gracias? —me sonrió con los ojos más que con la boca—. Soy yo el que te está agradecido. Desde que estoy retirado me sobra tiempo y no son muchas las ocasiones de disfrutar de visitas. Ya ves, justo ahora que tengo tanto para contar apenas hay quien quiera escucharlo. A Raquel la tengo aburrida de oír una y otra vez mis historias. ¡La pobre es una santa!

Rió con ganas al decirlo.

Y fue ella quien llegó transportando una bandeja e inundando la habitación del delicioso aroma del café acompañado con un pastel recién horneado.

Mi viejo pastor la miró con una sonrisa en la que vi más agradecimiento del que las palabras son capaces de componer y ella le lanzó un guiño que se me antojó casi de adolescente.

Quedé extasiado ante aquella tierna escena de amor en el atardecer de dos vidas.

Asumí entonces que vivir amparado en la sombra de la cruz preserva, no solo la vida personal, sino también el matrimonio.

El alba se aproxima

—Así que usted conoce historias...—le dije cuando su esposa hubo salido.

—Muchas —aseguró— y creo que muy buenas. ¿Querrías escucharlas?

—Sería un placer.

Lo dije con sinceridad. Mi viejo pastor me inspiraba un respeto profundo y solo con estar a su lado me sentía crecer. ¿Cuánto más escuchándole?

Por un momento pensé en contarle el sueño que tuve y que me condujo hasta ese encuentro, pero deseché la idea pues no quería condicionar el curso de nuestra conversación.

—¿Sabes? —me dijo—. Esta mañana recordaba el momento cuando recibí el llamamiento para servir a Dios.

Se llevó la taza de café a los labios, pero la detuvo a escasos centímetros, rematando la frase:

—Todavía me emociono al recordarlo.

—¿Qué edad tenía? —le pregunté.

—No estoy seguro.

Tomó un sorbo de la humeante bebida, dejó la taza sobre el pequeño plato y se rascó ligeramente la cabeza, como queriendo despertar a la memoria.

—Puede que quince... No estoy seguro. Lo que sí recuerdo a la perfección es el vigoroso mensaje que mi pastor predicó aquel día.

—¿Le gustó?

—Mucho; pero fue otra cosa lo que hizo que mi corazón latiera acelerado.

—¡Oh! ¿Y qué fue esa otra cosa?

—El claro sentimiento de que algún día yo también expondría ese poderoso mensaje.

Sus ojos se enfocaron en la ventana, como leyendo en la extensa campiña la siguiente parte de su relato.

—El final de aquella reunión marcó el principio de mi nueva vida. Permanecí sentado, con mi cabeza apoyada en el respaldo del asiento de enfrente, orando y llorando presa de la emoción. Luego noté una mano posándose sobre mi hombro: Era la de mi pastor.

Lo has sentido, ¿verdad?—me preguntó con calidez en un tono igualmente afirmativo—. Has sentido su llamado, ¿no es cierto?

—Asentí con un movimiento de cabeza, sin saber qué más decir, aunque hubiera querido explicarle que tal llamado me parecía una locura. Que Dios me eligiera se me antojaba un error o una broma de mal gusto. ¿Yo, que era incapaz de hablar ante tres personas, elegido para dirigirme a una multitud?

Esbozó un intento de sonrisa y concluyó:

—Error o broma de mal gusto, no me cabía otra opción.

De nuevo tomó la taza pero la mantuvo en el aire. Clavó sus ojos en los míos mientras continuaba su relato:

—Mi pastor puso su mano bajo mi barbilla, haciéndome alzar la mirada para hablarme directamente a los ojos: Si Él te llama dile que sí. Lo dijo casi con un susurro

Y él mismo susurraba ahora, al recordarlo.

Pero yo nunca seré capaz de servirle —me quejé.

Dios no llama a los capacitados, sino que capacita a los llamados. ¿Ves eso? —me dijo, señalando a la cruz que presidía aquel altar—. Es todo lo que necesitas. La vida no comienza a los veinte años, ni tampoco a los cuarenta. La vida comienza en el Calvario. Y allí comienza también el servicio fructífero. Deja que la cruz esté tan presente en ti, que llegue a ser tu camino y tu reposo. Fue una afirmación sanadora que me acompañaría toda la vida.

Apuró el café y devolvió la taza a su lugar.

Y se reclinó en el sillón.

Solo Dios es, solo Dios sabe, solo Dios puede...

—Cuando el otro día hablamos por teléfono no me diste muchos detalles sobre las razones de tu visita, pero algo me dice que enfrentas los incómodos sentimientos que a mí me han acompañado toda la vida.

—¿Acaso usted...?

No me dejó terminar la pregunta.

—Hijo.

Me encantó que se refiriera a mí con ese íntimo título.

—Desde que soy capaz de recordar siempre me acompañó la pregunta: ¿Estaré ayudando a alguien? ¿Estaré respondiendo con dignidad a tan altísimo llamado?

Me descubrí asintiendo con la cabeza. Yo no hubiera expresado mejor mis propios sentimientos.

—Sí —continuó—. Nunca estuve seguro de casi nada, excepto de que aquello que pudiera hacer no serviría para alterar el curso de ninguna vida. Pero luego he descubierto que esa intriga es vital, porque las dudas acerca de mi solvencia me hacen acudir a Dios en busca de recursos, y allí —señaló a unos gastados almohadones que descansaban en el suelo—, mis sentimientos se ordenan. La presencia de Dios inyecta paz en mis venas y aunque en ocasiones me postro deshecho, siempre me levanto rehecho.

Su voz subió varios tonos.

—Transformado, victorioso... y, sobre todo, renovado.

Y yo percibía que sus palabras a mí me renovaban.

—Arrodillados ante Él adquirimos equilibrio. Cuando seas tentado a pensar que careces de valor, mira a la cruz.

Con su mano abarcó el despacho y descubrí que también aquella estancia estaba inundada del símbolo sagrado, impreso en lomos de libros, en cuadros que colgaban de la pared y en versículos bíblicos grabados.

—Mira a la cruz —insistió—. Tanto vales para Dios.

Deja que tu valor lo determine un experto

—Lo que me ocurre —decidí ser honesto con mi viejo pastor— es que pienso que carezco de talento para desarrollar las funciones que se esperan de mí. Cualquiera podría hacer lo mismo que yo hago... y lo haría mucho mejor.

Me observó con una sonrisa que transmitía comprensión y empatía.

—Estoy recordando una vieja historia. ¿Quieres que te la cuente?

—Adelante —le dije.

Se acomodó en el sillón, entrelazó los dedos, dejó descansar las manos en el regazo y comenzó:

Aquel hombre entró, muy afligido, en la habitación del sabio. «Vengo, maestro», le dijo, «porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de hacer nada. Me dicen que no sirvo, que todo lo hago mal, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?»

Sin mirarlo, el maestro le dijo: «Cuánto lo siento, muchacho. No puedo ayudarte ya que debo resolver primero mi propio problema. Quizá después...» Hizo una pausa y agregó: «Si quieres ayudarme, yo podría resolver este asunto mío antes de lo pensado y después tal vez te pueda ayudar».

«E... encantado, maestro», titubeó el joven, sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergadas. «Bien», continuó el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho, le dijo: «Toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas». El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el joven decía lo que pedía por él.

Cuando mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le giraban en la cara y tan solo un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa para entregarla a cambio de un anillo. Con afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta. Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaban con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso, montó en su caballo y regresó. Cuánto hubiera deseado tener una moneda de oro para entregársela al maestro y liberarlo de su preocupación, para poder recibir al fin su consejo y ayuda. Entró en la habitación. «Maestro», le dijo, «lo siento. No es posible conseguir lo que me pides. Quizás hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata. Pero no creo que yo pueda engañar a nadie con respecto al verdadero valor del anillo». «Eso que has dicho es importante, joven amigo», contestó sonriente el maestro. «Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar tu caballo y ve a ver al joyero. ¿Quién mejor que él puede saberlo? Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca: no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo». El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo: «Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle más de cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo». «¿Cincuenta y ocho monedas de oro?» exclamó el joven. «Sí», replicó el joyero. «Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas, pero si la venta es urgente...» El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido. «Siéntate», dijo el maestro después de escucharlo. «Tú eres como ese anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, solo puede evaluarte un experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?»

(Continues...)



Excerpted from Lunes CON mi viejo pastor by José Luis Navajo Copyright © 2012 by José Luis Navajo. Excerpted by permission of Grupo Nelson. All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.

Table of Contents

Contents

Agradecimientos....................9
Antes de empezar....................11
Media noche....................19
Una cruz en el desierto....................25
Primer lunes....................31
Segundo lunes....................47
Tercer lunes....................57
Cuarto lunes....................77
Quinto lunes....................99
Sexto lunes....................117
Séptimo lunes....................129
Octavo lunes....................141
Noveno lunes....................151
Décimo lunes....................157
Undécimo lunes....................167
Duodécimo lunes....................175
Una cita inesperada....................185
Último lunes....................205
Epílogo....................231
Para concluir....................239
Notas....................243
Acerca del autor....................245
From the B&N Reads Blog

Customer Reviews