Lo que pasa cuando mueres: Una guía bíblica al paraíso, el infierno y la vida después de la muerte

Lo que pasa cuando mueres: Una guía bíblica al paraíso, el infierno y la vida después de la muerte

by Randy Frazee
Lo que pasa cuando mueres: Una guía bíblica al paraíso, el infierno y la vida después de la muerte

Lo que pasa cuando mueres: Una guía bíblica al paraíso, el infierno y la vida después de la muerte

by Randy Frazee

eBook

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Overview

El popular pastor Randy Frazee responde a las preguntas acerca de la vida más allá de la muerte, explorando lo que dice la Biblia acerca de este tema.Tanto en la cultura cristiana como en la cultura popular, existe una cierta fascinación por el más allá. ¿Qué sucede después que la persona muere? ¿Qué sucede si muere con Cristo, y qué si muere sin Cristo? ¿Qué sucederá cuando Cristo vuelva, si la persona lo ha aceptado, y qué si no lo ha aceptado? ¿Qué es exactamente lo que pasa después?Randy Frazee, el popular pastor de la iglesia de Oak Hills y editor general de los programas exitosos Creer y La historia, responde a estas preguntas y más. Este libro es el resultado de una profunda búsqueda personal de la verdad después de la muerte de su madre, es una exploración de lo que dice la Biblia acerca de la vida más allá de la muerte. Desde el cielo y el infierno, hasta el Lago de fuego y la presencia real de Dios, Frazee muestra lo que es simplemente una tradición cultural y lo que es verdaderamente bíblico. Muestra a sus lectores, no solo la muerte de la cual Jesús vino a salvarnos, sino también la vida para la cual vino a salvarnos.Basado en la serie de enseñanzas más popular que Frazee ha dictado hasta la fecha, este libro es una guía para enfrentar las preguntas frecuentes acerca de la vida y la muerte, lo que viene después y cómo debemos vivir hasta entonces.

Product Details

ISBN-13: 9780718086367
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 05/23/2017
Sold by: HarperCollins Publishing
Format: eBook
Pages: 224
Sales rank: 811,316
File size: 880 KB
Language: Spanish

About the Author

Randy Frazee es el pastor principal de enseñanza en Westside Family Church, una iglesia multicéntrica en Kansas City. Un líder e innovador en la formación espiritual y la comunidad bíblica, Randy es el creador de las series La historia y Creer, campañas de compromiso con la iglesia. También es el autor de Lo que pasa cuando mueres, Pensar, actuar y ser como Jesús, El corazón de la historia; The Connecting Church 2.0 y The Christian Life Profile Assessment. Él y su esposa, Rozanne, viven en Kansas City.

Read an Excerpt

Lo Que pasa Cuando Mueres


By Randy Frazee, Andrés Carrodeguas

Grupo Nelson

Copyright © 2017 Randy Frazee
All rights reserved.
ISBN: 978-0-7180-8636-7



CHAPTER 1

¿Es suficiente con Jesús?


Con la vida pendiendo de un hilo, mi madre me preguntó: «¿Es suficiente con Jesús?».

Años antes, cuando hizo la oración del pecador, ella reconoció sus pecados, confesó que Jesús es el Hijo de Dios, que murió y resucitó al tercer día, y suplicó que la obra que él realizó en la cruz se le aplicó como pago por sus pecados, para concederle una relación con Dios que durara por toda la eternidad. Sin embargo, a los sesenta y dos años de edad, cuando solo le quedaban tres días más en esta tierra, me preguntó con toda sinceridad a mí, a su hijo pastor, si aquella decisión y aquella oración bastaban para llevarla al cielo.

Tal como dije en la introducción, le respondí de inmediato: «¡Claro, mamá!». Sin embargo, en realidad yo mismo albergaba algo de incertidumbre en el fondo de mi mente.

En realidad, ¿podría ser la solución algo tan sencillo como recibir un regalo; en particular, uno que no nos merecemos? La gracia es un concepto mentalmente estremecedor. No hay ningún otro aspecto de la vida que le dé tanto y le exija tan poco al que lo recibe. Podría ser una de esas ofertas «demasiado buenas como para ser ciertas»; asegúrate de leer la letra pequeña, porque debe haber alguna trampa.

Aparte de eso, está ese puñado de textos bíblicos que nos hacen detenernos a pensar, como el que dice que «la fe sin obras está muerta» (Santiago 2.26). Sí, la fe forma parte de la ecuación, claro, pero también se encuentran en ella las buenas obras. Ahora bien, surge la pregunta: ¿cuántas buenas obras son suficientes? ¿Acaso tendrá Dios una curva de clasificación en la que compare mis obras con las tuyas?

En el pasado, organicé los pasos del proceso o la fórmula, si así lo quieres llamar, para obtener la vida eterna, tal como lo enseña cada una de las denominaciones y expresiones principales del cristianismo. Consideré las doctrinas de los luteranos, de la Iglesia de Cristo, de los bautistas, de los católicos, de los metodistas, de los presbiterianos y de los reformados. Cada iglesia tiene su propia opinión en cuanto a los detalles particulares.

Pensemos en el bautismo, por ejemplo. Algunas iglesias aceptan el bautismo de infantes, mientras que otras solo aceptan el bautismo después de que la persona ha tomado la decisión personal de aceptar a Jesús como Salvador. Algunas se conforman con solo rociar agua sobre la cabeza del que se bautiza, mientras que otras exigen una inmersión total en el agua. Unas bautizan a la persona hacia atrás y en el nombre de Jesús; otras bautizan al candidato hacia delante y tres veces en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Unos ven el bautismo como un paso de obediencia, pero no lo consideran un requisito para recibir la salvación; otros lo ven como el acto esencial para asegurar la salvación de la persona. Hay grupos que creen que en definitiva, la persona que acepta a Cristo fue elegida por Dios de antemano para recibir la salvación; otros grupos creen que la decisión es una cuestión que depende por completo del libre albedrío de cada persona. Y la lista sigue.

Aunque parezcan existir un número ilimitado de matices teológicos en el proceso de recibir la salvación de Dios, observé la presencia de una fuerte columna que todos ellos tienen en común: Jesús. Nadie parecía tener dificultades con Hechos 4.12: «De hecho, en ningún otro hay salvación, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres mediante el cual podamos ser salvos». En última instancia, lo cierto es que nadie entra en una relación con Dios sin la obra de Jesucristo en la cruz. Los pasos serán distintos de una denominación a otra, pero en el núcleo de todo, es Jesús solamente el que nos salva. Este es un fundamento muy útil como punto de partida.

Además de eso, sin embargo, siempre hubo ciertos pasajes de la Biblia que me incomodaban; unos que parecían desafiar la idea de que la salvación era tan sencilla como recibir un regalo. Esos textos parecían decir que las obras y la perseverancia tenían que estar involucradas para que esa transacción se concretara. En mis primeros años de ir a la iglesia, e incluso al colegio bíblico y al seminario, los maestros de la denominación de la que era miembro se limitaban a aseverar con toda firmeza, que con la fe bastaba. Puesto que en aquellos momentos me sentía algo inferior a su capacidad intelectual y a los años que habían empleado en el estudio, me encogía de hombros y confiaba en que todo saliera bien. Mientras la muerte me pareciera muy lejana, en realidad, era fácil ignorar el tema.

Ahora no, sin embargo. Mi madre estaba en grave peligro y yo tenía que saber la verdad.

A lo largo de aquellos tres días siguientes, acudí a las Escrituras con el corazón adolorido y la mente abierta para descubrir la verdad acerca de la salvación mientras hubiera tiempo aún. No sentía interés alguno por defender la posición de ninguna denominación ni por endulzar las cosas para predicar en un funeral en el futuro. Era una cuestión puramente de vida o muerte para alguien a quien amaba tan profundamente. Todavía se me llenan los ojos de lágrimas mientras escribo sobre ella ahora, quince años más tarde.

No estaba excesivamente interesado en esos pasajes secundarios que respondieran de manera implícita la pregunta en cuanto a lo que hace falta realmente para asegurarse la vida eterna; quería estudiar aquellos textos que me dieran una respuesta explícita. Cuando lleguemos al final de nuestros días, ¿nos habrá bastado realmente con Jesús? ¿Nos pone la fe en Dios, sin nada más, en una relación correcta con él?

Estas son preguntas en las cuales todos debemos profundizar más en algún punto de nuestro peregrinaje en la fe. Es frecuente que nos sintamos tentados a pasar por encima aquellos pasajes que no podemos explicar, o que nos causan consternación, y esto produce una falsa fachada de seguridad, y deja en el fondo de nuestra mente una dañina irritación que se convierte en una duda totalmente desarrollada cuando surgen circunstancias difíciles. Así que tomemos una ruta diferente aquí, y sumerjámonos juntos en algunas de esas tensiones y algunos de esos pasajes difíciles.


Marcos 10.17-22

A medida que avanzamos en esta historia, encontramos a Jesús en el corazón mismo de su ministerio. La gente llegaba a él de todo lugar, buscando solamente un contacto que la pudiera sanar, una palabra que la liberara de las ataduras. Al entrar en la región de Judea, un joven rico se le aproximó y le hizo una pregunta idéntica a la nuestra. He aquí cómo comienza el desarrollo de este relato:

Cuando Jesús estaba ya para irse, un hombre llegó corriendo y se postró delante de él.

— Maestro bueno — le preguntó —, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?

— Marcos 10.17


El joven rico le formuló la pregunta del millón (aunque la respuesta va a valer mucho más que eso): «¿Qué debo hacer?» o bien, esencialmente, «¿Qué me va a hacer falta? ¿Cómo me aseguro de entrar al cielo? ¿Cuál es la clave, la respuesta, el secreto?».

En su estilo clásico, Jesús le hizo al joven otra pregunta antes de responder a la suya. Jesús era un genio en cuanto a poner a la gente a pensar. La gente aprende mejor en un diálogo que en un monólogo — «Conversa conmigo; no te limites a hablarme»— y Jesús hacía que hablaran con él, planteó preguntas a sus preguntas que a su vez descubrían otras cuestiones que las personas no habían podido ni imaginar siquiera. Aquí, estaba revelando la respuesta a la pregunta del joven rico por medio de la que él le hizo a su vez.

— ¿Por qué me llamas bueno? — respondió Jesús —. Nadie es bueno sino solo Dios. Ya sabes los mandamientos: "No mates, no cometas adulterio, no robes, no presentes falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre."

— Maestro — dijo el hombre —, todo eso lo he cumplido desde que era joven.

Jesús lo miró con amor y añadió:

— Una sola cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.

Al oír esto, el hombre se desanimó y se fue triste porque tenía muchas riquezas.

— Marcos 10.18-22


Jesús no estaba tratando de dejar mudo a aquel hombre, ni de aguijonearlo por molestar. Al contrario; el pasaje dice que Jesús lo miró con amor. Él quería realmente que aquel joven entendiera las cosas. La respuesta parece directa y salida de los labios del propio Jesús. ¿Quieres heredar una vida con Dios? Haz buenas obras.

¿Qué? ¿Acaso no es eso lo contrario a todo lo que se nos ha enseñado acerca de la gracia? Esa no es la buena noticia que hemos escuchado acerca de Jesús; es una mala noticia, en especial para aquellos que se están acercando al final de su vida, como le sucedía a mi madre cuando me hizo aquella pregunta sobre la duda que seguía teniendo en la mente. A ella no le quedaba tiempo para hacer más buenas obras. Ciertamente, no era una persona acaudalada, como el joven rico, pero tampoco había vendido todo cuanto tenía para dárselo a los pobres. Y, si vamos al caso, yo tampoco lo he hecho.

¿Estaría diciendo Jesús, en verdad, que la clave para heredar la vida eterna es a través de una norma inalcanzable en cuanto a buenas obras? ¿Habremos estado equivocados todo este tiempo? Si es así, si esta es la verdad, ¡enfrentémosla de una vez y pongámonos a trabajar!

Sin embargo, antes de ponernos a la obra y vaciar nuestras cuentas bancarias, echemos una mirada al siguiente pasaje que nos viene de inmediato a la mente, para comparar y contrastar su mensaje con esta enseñanza de Jesús.


Efesios 2.8-9

A diferencia de todas las demás organizaciones que había en el momento en que Pablo escribió la epístola a los Efesios, la iglesia de Éfeso estaba formada por judíos y gentiles que se habían unido para formar un solo cuerpo de Cristo unificado… o al menos, esa era la intención. En aquellos tiempos, el racismo era tan fuerte como ahora, o tal vez más, y las diferencias entre los judíos y los gentiles eran enormes. Encima de eso, en realidad, los judíos querían añadir algunos pasos más al proceso de salvación que exigirían a los gentiles que hicieran algunas cosas que hacían ellos mismos, como circuncidarse y observar ciertas restricciones en su dieta.

Sin embargo, Pablo estaba tratando de derribar los muros que dividían a la iglesia y unificarlos alrededor de la verdad del mensaje del evangelio que habían aceptado. Sin medir sus las palabras, les presentó con claridad y sencillez la fórmula para la vida eterna, tanto para los judíos, como para los gentiles:

Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.


¿La senda hacia la vida eterna, para ser salvos? Gracia. Esta palabra solo significa que es algo que no nos ganamos. La decisión de abrirnos un camino para que podamos tener una relación eterna con Dios es un don, un regalo. Lee todo el segundo capítulo de Efesios y verás con claridad que el don al que se refiere Pablo es la muerte de Jesús en la cruz como pago por nuestros pecados. ¿Por qué necesitamos ese pago? Porque todos nosotros somos imperfectos y, por tanto, no podemos comparecer ante un Dios justo; pero cuando Jesús, Dios encarnado, inocente de todo pecado, murió en la cruz, cargó sobre sí el castigo que todos nosotros merecíamos. Su sangre fue el pago, el precio de admisión para que nosotros podamos comparecer ante la presencia de Dios. Es el único pago suficiente por nuestros pecados. Y el medio por el cual extendemos la mano para recibir ese regalo es «mediante la fe», la comprensión de lo que Dios nos está ofreciendo, y la confianza en que este es el camino a la salvación.

En ese caso, ¿qué debemos hacer para ganar la vida eterna? Depositar nuestra fe en Cristo.

La parte que parece entrar en conflicto con las palabras de Jesús al joven rico, de Marcos 10, es aquella en la que Pablo señala con claridad que la salvación «no es por obras». Si Pablo no hubiera escrito esas palabras, sencillamente, podríamos combinar los dos conceptos:

Fe (la aceptación del don de Dios) + Obras (hacer el bien) = Salvación (vida eterna, cielo, etc.)


Sin embargo, en lugar de eso, Pablo declaró con franqueza que las obras no contribuyen en nada a la salvación de la persona. Entonces, ¿cómo reconciliamos esta aparente contradicción?


Juan 3.16

Veamos otra enseñanza de Jesús, que se encuentra en el versículo que podríamos considerar como el más popular de la Biblia.

Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.

¿Cómo recibimos la vida eterna? Creyendo en Jesús.

Para asegurarse de que no lo malentendiéramos, Jesús repitió la misma idea numerosas veces. (El énfasis en los versículos siguientes es mío.)

• «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rechaza al Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios» (Juan 3.36).

• «Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida» (Juan 5.24).

• «Porque la voluntad de mi Padre es que todo el que reconozca al Hijo y crea en él, tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final» (Juan 6.40).

• «Ciertamente les aseguro que el que cree tiene vida eterna» (Juan 6.47).


Está claro que hay acuerdo entre Jesús y Pablo. En ese caso, ¿qué le estaba diciendo en realidad al joven rico cuando le dio una lista de normas que debía cumplir?

Piensa en lo siguiente: él no le estaba diciendo al joven que guardara la ley a la perfección, sino que le estaba pidiendo que admitiera que no la podía cumplir absolutamente. Quería que cediera y confesara que la vida eterna no se hallaba al alcance de su poder ni de su capacidad. Estaba tratando de hacer que le dijera: «Yo no puedo, pero tú sí».

¿Recuerdas que lo llamó «Maestro bueno»? Jesús le contestó de inmediato: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino solo Dios» (Marcos 10.17-18). ¿Qué le estaba tratando de decir?

1. Solo Dios es bueno.

2. Al llamarme bueno, sin saberlo estás revelando que yo no soy un ser humano cualquiera.


Si aquel joven orgulloso y autosuficiente se hubiera humillado y le hubiese dicho: «Yo no puedo», Jesús le habría dicho lo que les dijo a todos los demás: «Sí, es cierto que tú no puedes, pero yo sí puedo. Cree en mí, y tendrás vida eterna». Pero ese paso era demasiado grande para que lo diera el orgulloso joven. Así que se marchó.

Para todos los que estemos dispuestos a aceptar que no podemos, y que necesitamos la ayuda de Jesús, lo que sigue es otra pregunta crucial: «¿Cómo puedo creer?» o, en otras palabras, «¿Cómo deposito mi fe en Cristo?». Esto nos lleva a nuestro próximo pasaje directo y sin adornos.


Romanos 10.9-10

Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo.

Pablo nos da un sencillo proceso en dos pasos:

Primer paso: Cree en tu corazón.

Segundo paso: Confiésalo con tu boca.

Es necesario que haya una decisión interna y una declaración externa.

Creer algo en el corazón es más que una simple comprensión mental. Con respecto a la salvación, significa que tu mente entiende el ofrecimiento de la gracia que le hace Cristo y lo envía al corazón, el centro ejecutivo de tu vida, para que tomes una decisión. Cuando el corazón cree, eso significa esencialmente que tu voluntad abraza la idea y confía en ella. ¿Cuál idea?

• Que nosotros no nos podemos ganar la salvación por medio de buenas obras.

• Que la muerte de Jesús en la cruz nos proporciona un pago total por nuestros pecados, tanto presentes como pasados y futuros.

• Que la resurrección de Jesús de entre los muertos lo autentica como Dios, no como un hombre común y corriente.

• Que abrazar estas verdades es el único camino a una vida eterna con Dios.


Pablo dice que todo comienza en el corazón, en la decisión interna, pero que hay un paso más que dar. Lo debemos declarar en voz alta con nuestra boca. Debemos confesar en público esa decisión hecha en nuestro interior. Jesús mismo dijo:

¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se destruye a sí mismo? Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria y en la gloria del Padre y de los santos ángeles.

— Lucas 9.25-26

En su primer sermón, Pedro expresó con claridad este mismo proceso de dos pasos. Después de relatar la historia de Jesús de principio a fin, señalando todo lo que le había llevado a la crucifixión y la resurrección, concluyó su conmovedor mensaje con estas palabras:

«Por tanto, sépalo bien todo Israel que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías.» Cuando oyeron esto, todos se sintieron profundamente conmovidos y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:

— Hermanos, ¿qué debemos hacer?

— Arrepiéntase y bautícese cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados —les contestó Pedro—, y recibirán el don del Espíritu Santo.

—Hechos 2.36-38


(Continues...)

Excerpted from Lo Que pasa Cuando Mueres by Randy Frazee, Andrés Carrodeguas. Copyright © 2017 Randy Frazee. Excerpted by permission of Grupo Nelson.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
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Table of Contents

Contents

Introducción: ¿ Qué sucede después?, 11,
Capítulo 1: ¿Es suficiente con Jesús?, 21,
La vida en el intermedio,
Capítulo 2: ¿Qué me sucederá si muero sin Cristo?, 39,
Capítulo 3: ¿Qué me sucederá si muero con Cristo?, 51,
Preguntas y respuestas sobre la vida en el intermedio, 67,
La vida eterna,
Capítulo 4: ¿Qué sucederá si aún no he conocido a Cristo cuando vuelva?, 81,
Capítulo 5: ¿Qué sucederá si ya conozco a Cristo cuando vuelva? 93,
Preguntas y respuestas sobre la vida eterna, 111,
La vida presente,
Capítulo 6: Hasta entonces, 133,
Preguntas y respuestas sobre la vida presente, 151,
Unas palabras del autor, 165,
Preguntas para contestar en los grupos pequeños, 167,
Reconocimientos, 175,
Textos bíblicos, 179,
Notas, 213,
Acerca del autor, 217,

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