La sombra del viento (The Shadow of the Wind)

La sombra del viento (The Shadow of the Wind)

by Carlos Ruiz Zafón
La sombra del viento (The Shadow of the Wind)

La sombra del viento (The Shadow of the Wind)

by Carlos Ruiz Zafón

eBookSpanish-language Edition (Spanish-language Edition)

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Overview

Notes From Your Bookseller

El homenajeado legado literario de Carlos Ruiz Zafón, El cementerio de los libros olvidados, arranca con esta novela sobre Barcelona en los tiempos de la Guerra Civil española. Un joven descubre un libro llamado La sombra del viento, el cual encierra varios secretos que sacudirán los cimientos de su vida.

Carlos Ruiz Zafon's celebrated literary legacy, The Cemetery of Forgotten Books, begins with this novel about Barcelona in the times of the Spanish Civil War. A young man finds a book called The Shadow of the Wind, which contains several secrets that will shake the foundations of his life.

Un amanecer de 1945, un muchacho es conducido por su padre a un misterioso lugar oculto en el corazón de la ciudad vieja: el Cementerio de los Libros Olvidados. Allí encuentra La Sombra del Viento, un libro maldito que cambiará el rumbo de su vida y le arrastrará a un laberinto de intrigas y secretos enterrados en el alma oscura de la ciudad. Ambientada en la enigmática Barcelona de principios del siglo XX, este misterio literario mezcla técnicas de relato de intriga, de novela histórica y de comedia de costumbres, pero es, sobre todo, una tragedia histórica de amor cuyo eco se proyecta a través del tiempo. Con gran fuerza narrativa, el autor entrelaza tramas y enigmas a modo de muñecas rusas en un inolvidable relato sobre los secretos del corazón y el embrujo de los libros, manteniendo la intriga hasta la última página.


Product Details

ISBN-13: 9780307806796
Publisher: VINTAGE ESPAÑOL
Publication date: 09/21/2011
Series: El cementerio de los libros olvidados , #1
Sold by: PENGUIN RANDOM HOUSE GRUPO EDITORIAL
Format: eBook
Pages: 576
Sales rank: 211,421
File size: 2 MB
Language: Spanish

About the Author

Carlos Ruiz Zafón es uno de los autores más leídos y reconocidos en todo el mundo. Inicia su carrera literaria en 1993 con El Príncipe de la Niebla, a la que siguen El Palacio de la Medianoche, Las Luces de Septiembre y Marina. En 2001 se publica su primera novela para adultos, La Sombra del Viento, que inaugura la saga del Cementerio de los Libros Olvidados y pronto se transforma en un fenómeno literario internacional. En 2008 vuelve al universo del Cementerio de los Libros Olvidados con la publicación de El Juego del Ángel. Sus obras han sido traducidas a más de cuarenta lenguas y han conquistado numerosos premios y millones de lectores en todo el mundo. www.lasombradelviento.netwww.carlosruizzafon.com

Read an Excerpt

EL CEMENTERIO DE LOS LIBROS OLVIDADOSTodavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados. Desgranaban los primeros días del verano de 1945 y caminábamos por las calles de una Barcelona atrapada bajo cielos de ceniza y un sol de vapor que se derramaba sobre la Rambla de Santa Mónica en una guirnalda de cobre líquido.—Daniel, lo que vas a ver hoy no se lo puedes contar a nadie —advirtió mi padre—. Ni a tu amigo Tomás. A nadie.—¿Ni siquiera a mamá? —inquirí yo, a media voz.Mi padre suspiró, amparado en aquella sonrisa triste que le perseguía como una sombra por la vida.—Claro que sí —respondió cabizbajo—. Con ella no tenemos secretos. A ella puedes contárselo todo.Poco después de la guerra civil, un brote de cólera se había llevado a mi madre. La enterramos en Montjuïc el día de mi cuarto cumpleaños. Sólo recuerdo que llovió todo el día y toda la noche, y que cuando le pregunté a mi padre si el cielo lloraba le faltó la voz para responderme. Seis años después, la ausencia de mi madre era para mí todavía un espejismo, un silencio a gritos que aún no había aprendido a acallar con palabras. Mi padre y yo vivíamos en un pequeño piso de la calle Santa Ana, junto a la plaza de la iglesia. El piso estaba situado justo encima de la librería especializada en ediciones de coleccionista y libros usados heredada de mi abuelo, un bazar encantado que mi padre confiaba en que algún día pasaría a mis manos. Me crié entre libros, haciendo amigos invisibles en páginas que se deshacían en polvo y cuyo olor aún conservo en las manos. De niño aprendí a conciliar el sueño mientras le explicaba a mi madre en la penumbra de mi habitación las incidencias de la jornada, mis andanzas en el colegio, lo que había aprendido aquel día... No podía oír su voz o sentir su tacto, pero su luz y su calor ardían en cada rincón de aquella casa y yo, con la fe de los que todavía pueden contar sus años con los dedos de las manos, creía que si cerraba los ojos y le hablaba, ella podría oírme desde donde estuviese. A veces, mi padre me escuchaba desde el comedor y lloraba a escondidas.Recuerdo que aquel alba de junio me desperté gritando. El corazón me batía en el pecho como si el alma quisiera abrirse camino y echar a correr escaleras abajo. Mi padre acudió azorado a mi habitación y me sostuvo en sus brazos, intentando calmarme.—No puedo acordarme de su cara. No puedo acordarme de la cara de mamá —murmuré sin aliento.Mi padre me abrazó con fuerza.—No te preocupes, Daniel. Yo me acordaré por los dos.Nos miramos en la penumbra, buscando palabras que no existían. Aquélla fue la primera vez en que me di cuenta de que mi padre envejecía y de que sus ojos, ojos de niebla y de pérdida, siempre miraban atrás. Se incorporó y descorrió las cortinas para dejar entrar la tibia luz del alba.—Anda, Daniel, vístete. Quiero enseñarte algo —dijo.—¿Ahora? ¿A las cinco de la mañana?—Hay cosas que sólo pueden verse entre tinieblas —insinuó mi padre blandiendo una sonrisa enigmática que probablemente había tomado prestada de algún tomo de Alejandro Dumas.Las calles aún languidecían entre neblinas y serenos cuando salimos al portal. Las farolas de las Ramblas dibujaban una avenida de vapor, parpadeando al tiempo que la ciudad se desperezaba y se desprendía de su disfraz de acuarela. Al llegar a la calle Arco del Teatro nos aventuramos camino del Raval bajo la arcada que prometía una bóveda de bruma azul. Seguí a mi padre a través de aquel camino angosto, más cicatriz que calle, hasta que el reluz de la Rambla se perdió a nuestras espaldas. La claridad del amanecer se filtraba desde balcones y cornisas en soplos de luz sesgada que no llegaban a rozar el suelo. Finalmente, mi padre se detuvo frente a un portón de madera labrada ennegrecido por el tiempo y la humedad. Frente a nosotros se alzaba lo que me pareció el cadáver abandonado de un palacio, o un museo de ecos y sombras.—Daniel, lo que vas a ver hoy no se lo puedes contar a nadie. Ni a tu amigo Tomás. A nadie.Un hombrecillo con rasgos de ave rapaz y cabellera plateada nos abrió la puerta. Su mirada aguileña se posó en mí, impenetrable.—Buenos días, Isaac. Éste es mi hijo Daniel —anunció mi padre—. Pronto cumplirá once años, y algún día él se hará cargo de la tienda. Ya tiene edad de conocer este lugar.El tal Isaac nos invitó a pasar con un leve asentimiento. Una penumbra azulada lo cubría todo, insinuando apenas trazos de una escalinata de mármol y una galería de frescos poblados con figuras de ángeles y criaturas fabulosas. Seguimos al guardián a través de aquel corredor palaciego y llegamos a una gran sala circular donde una auténtica basílica de tinieblas yacía bajo una cúpula acuchillada por haces de luz que pendían desde lo alto. Un laberinto de corredores y estanterías repletas de libros ascendía desde la base hasta la cúspide, dibujando una colmena tramada de túneles, escalinatas, plataformas y puentes que dejaban adivinar una gigantesca biblioteca de geometría imposible. Miré a mi padre, boquiabierto. Él me sonrió, guiñándome el ojo.—Daniel, bien venido al Cementerio de los Libros Olvidados.Salpicando los pasillos y plataformas de la biblioteca se perfilaban una docena de figuras. Algunas de ellas se volvieron a saludar desde lejos, y reconocí los rostros de diversos colegas de mi padre en el gremio de libreros de viejo. A mis ojos de diez años, aquellos individuos aparecían como una cofradía secreta de alquimistas conspirando a espaldas del mundo. Mi padre se arrodilló junto a mí y, sosteniéndome la mirada, me habló con esa voz leve de las promesas y las confidencias.—Este lugar es un misterio, Daniel, un santuario. Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte. Hace ya muchos años, cuando mi padre me trajo por primera vez aquí, este lugar ya era viejo. Quizá tan viejo como la misma ciudad. Nadie sabe a ciencia cierta desde cuándo existe, o quiénes lo crearon. Te diré lo que mi padre me dijo a mí. Cuando una biblioteca desaparece, cuando una librería cierra sus puertas, cuando un libro se pierde en el olvido, los que conocemos este lugar, los guardianes, nos aseguramos de que llegue aquí. En este lugar, los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el tiempo, viven para siempre, esperando llegar algún día a las manos de un nuevo lector, de un nuevo espíritu. En la tienda nosotros los vendemos y los compramos, pero en realidad los libros no tienen dueño. Cada libro que ves aquí ha sido el mejor amigo de alguien. Ahora sólo nos tienen a nosotros, Daniel. ¿Crees que vas a poder guardar este secreto?Mi mirada se perdió en la inmensidad de aquel lugar, en su luz encantada. Asentí y mi padre sonrió.—¿Y sabes lo mejor? —preguntó.Negué en silencio.—La costumbre es que la primera vez que alguien visita este lugar tiene que escoger un libro, el que prefiera, y adoptarlo, asegurándose de que nunca desaparezca, de que siempre permanezca vivo. Es una promesa muy importante. De por vida —explicó mi padre—. Hoy es tu turno.Por espacio de casi media hora deambulé entre los entresijos de aquel laberinto que olía a papel viejo, a polvo y a magia. Dejé que mi mano rozase las avenidas de lomos expuestos, tentando mi elección. Atisbé, entre los títulos desdibujados por el tiempo, palabras en lenguas que reconocía y decenas de otras que era incapaz de catalogar. Recorrí pasillos y galerías en espiral pobladas por cientos, miles de tomos que parecían saber más acerca de mí que yo de ellos. Al poco, me asaltó la idea de que tras la cubierta de cada uno de aquellos libros se abría un universo infinito por explorar y de que, más allá de aquellos muros, el mundo dejaba pasar la vida en tardes de fútbol y seriales de radio, satisfecho con ver hasta allí donde alcanza su ombligo y poco más. Quizá fue aquel pensamiento, quizá el azar o su pariente de gala, el destino, pero en aquel mismo instante supe que ya había elegido el libro que iba a adoptar. O quizá debiera decir el libro que me iba a adoptar a mí. Se asomaba tímidamente en el extremo de una estantería, encuadernado en piel de color vino y susurrando su título en letras doradas que ardían a la luz que destilaba la cúpula desde lo alto. Me acerqué hasta él y acaricié las palabras con la yema de los dedos, leyendo en silencio.La Sombra del VientoJulián CaraxJamás había oído mencionar aquel título o a su autor, pero no me importó. La decisión estaba tomada. Por ambas partes. Tomé el libro con sumo cuidado y lo hojeé, dejando aletear sus páginas. Liberado de su celda en el estante, el libro exhaló una nube de polvo dorado. Satisfecho con mi elección, rehíce mis pasos en el laberinto portando mi libro bajo el brazo con una sonrisa impresa en los labios. Tal vez la atmósfera hechicera de aquel lugar había podido conmigo, pero tuve la seguridad de que aquel libro había estado allí esperándome durante años, probablemente desde antes de que yo naciese.Aquella tarde, de vuelta en el piso de la calle Santa Ana, me refugié en mi habitación y decidí leer las primeras líneas de mi nuevo amigo. Antes de darme cuenta, me había caído dentro sin remedio. La novela relataba la historia de un hombre en busca de su verdadero padre, al que nunca había llegado a conocer y cuya existencia sólo descubría merced a las últimas palabras que pronunciaba su madre en su lecho de muerte. La historia de aquella búsqueda se transformaba en una odisea fantasmagórica en la que el protagonista luchaba por recuperar una infancia y una juventud perdidas, y en la que, lentamente, descubríamos la sombra de un amor maldito cuya memoria le habría de perseguir hasta el fin de sus días. A medida que avanzaba, la estructura del relato empezó a recordarme a una de esas muñecas rusas que contienen innumerables miniaturas de sí mismas en su interior. Paso a paso, la narración se descomponía en mil historias, como si el relato hubiese penetrado en una galería de espejos y su identidad se escindiera en docenas de reflejos diferentes y al tiempo uno solo. Los minutos y las horas se deslizaron como un espejismo. Horas más tarde, atrapado en el relato, apenas advertí las campanadas de medianoche en la catedral repiqueteando a lo lejos. Enterrado en la luz de cobre que proyectaba el flexo, me sumergí en un mundo de imágenes y sensaciones como jamás las había conocido. Personajes que se me antojaron tan reales como el aire que respiraba me arrastraron en un túnel de aventura y misterio del que no quería escapar. Página a página, me dejé envolver por el sortilegio de la historia y su mundo hasta que el aliento del amanecer acarició mi ventana y mis ojos cansados se deslizaron por la última página. Me tendí en la penumbra azulada del alba con el libro sobre el pecho y escuché el rumor de la ciudad dormida goteando sobre los tejados salpicados de púrpura. El sueño y la fatiga llamaban a mi puerta, pero me resistí a rendirme. No quería perder el hechizo de la historia ni todavía decir adiós a sus personajes.En una ocasión oí comentar a un cliente habitual en la librería de mi padre que pocas cosas marcan tanto a un lector como el primer libro que realmente se abre camino hasta su corazón. Aquellas primeras imágenes, el eco de esas palabras que creemos haber dejado atrás, nos acompañan toda la vida y esculpen un palacio en nuestra memoria al que, tarde o temprano —no importa cuántos libros leamos, cuántos mundos descubramos, cuánto aprendamos u olvidemos—, vamos a regresar. Para mí, esas páginas embrujadas siempre serán las que encontré entre los pasillos del Cementerio de los Libros Olvidados.

Interviews

Entrevista con Carlos Ruiz Zafón

Barnes & Noble.com: Curiosidades biográficas: ¿Por qué y cuándo se mudó de Barcelona a Los Angeles? ¿Quiere quedarse?

Carlos Ruiz Zafón: Llegué a Los Angeles en 1994. Era un momento de mi vida en que necesitaba salir de Barcelona, irme lejos y hacer un viaje no sólo en la distancia sino también en la distancia mental. Creo que la experiencia fue, en general, positiva. Ahora siento que he completado el círculo y estoy pensando en volver ya a Barcelona, aunque pasaré parte del tiempo en los Estados Unidos, que también se ha convertido en mi hogar.

B&N.com: La sombra... fue finalista sin premio en el Fernando Lara, un certámen literario importante, y luego triunfó no por promoción sino por el boca a boca. Estando en L.A., ¿cómo acusó recibo de que, en el modo de devenir bestseller, se convertía en una suerte de Dan Brown español?

CRZ: La buena acogida de tu trabajo por parte de los lectores siempre es la mejor recompensa para un escritor, especialmente cuando es espontánea y sincera, producto de la lectura. No sé si Dan Brown es la comparación más exacta, aunque es un tremendo fenómeno de éxito mundial. Para mí el éxito más importante es el que ocurre con cada lector, sean dos o dos millones, y radica en la intensidad con que lee la obra, en lo que le llega, en ese acto de comunicación que existe entre autor y lector, íntimo y casi mágico. Las listas de ventas, que son importantes para quienes además de nuestra pasión hacemos de la literatura nuestra profesión, son otra cosa.

B&N.com: A Daniel, el protagonista, La sombra del viento le cambia la vida. ¿Qué libro cambió la suya?

CRZ: Más que un libro en concreto para mí lo que cambió mi vida fue el descubrimiento de la lectura, de la narración, del mundo de las ideas y de los libros. Mi sombra del viento es un libro de libros, de todos los libros.

B&N.com: En muchos sitios, como España y América Latina, hubo peróodos en los que se podía perder la vida por un libro, y se la perdía. ¿Pensó en esto mientras escribía La sombra...?

CRZ: Lamentablemente ayer, hoy, y probablemente mañana, se seguirá perdiendo la vida por las ideas, los libros, o por simplemente querer mantener la integridad personal frente al fanatismo totalitario de cualquier signo. Soy muy consciente de esta circunstancia, particularmente en días oscuros como los que vivimos en que el futuro cada vez se parece más al pasado.

B&N.com: Se especula con la posibilidad de hacer la película de La sombra…. Que si se filmaría en Hollywood o en España, que si se venden los derechos, que si usted, escritor y guionista, permitiría que otros conciban el guión, etc. ¿Cuál es su versión acerca de esto? ¿Y su deseo?

CRZ: La verdad es que, debido a que tengo cierta experiencia en este campo, soy muy prudente a este respecto. Si algún día hay una película de la novela será porque me ha parecido que se daban los factores adecuados, pero el tema en sí no es para mí en absoluto prioritario. Está muy bien que las novelas sean sólo novelas y no hace falta que todo se transforme en película, serie de TV, videojuego y gama de merchandising. Nada puede explicar historias, mundos y personajes con la profundidad e intensidad de la literatura. La sombra del viento es y será siempre primero una novela.

B&N.com: Antes de que se publicara la traducción al inglés, su libro tuvo en Estados Unidos numerosos lectores en español. Su obra, clásica, con tono europeo, entre la oscuridad de lo urbano y de la historia, tiene poco que ver con lo que quiso concebirse como la literatura en español en EEUU: historias (curiosa o astutamente escritas por latinos) de personajes prototípicos no tanto de la inmigración ni de América Latina -muchísimo menos de su literatura-- como de lo que algunos creen al respeto. Esa tendencia parece estar en retirada. ¿Qué observación le merece este fenómeno y qué futuro le proyecta a la literatura en español en EEUU?

CRZ: Es una buena pregunta. También a mí me ha parecido siempre un tanto peculiar, cuando no condescendiente, el tipo de literatura "en español" que se quería promocionar en EEUU, casi como si se tratase de una curiosidad étnica de colorines, repleta de tópicos y de prejuicios. Imagino que factores comerciales y culturales -o inculturales- condicionan que las cosas hayan sido así, pero las modas, por definición, estan condenadas a pasar de moda. Creo que la situación es un reflejo del espejismo cultural que confunde la percepción de lo "latino" en el mundo anglosajón norteamericano. La literatura en español es muy diversa y no se puede tipificar en estereotipos recalentados. Su futuro en los EEUU es una incógnita y un desafío que creo está en la mano de todos los hispanoparlantes, y leyentes, de este país.

B&N.com: La sombra... atrapa con una trama que no necesita segundas lecturas para sostenerse. Sin embargo, para quienes disfrutan el modo en que los libros hablan de otros libros, las huellas de y referencias a autores (Borges, Mendoza), libros, géneros y prototipos es fascinante. ¿Nos contaría los top ten de sus pasiones literarias?

CRZ: Soy un lector voraz y me cuesta reducir mis pasiones o referencias a una lista compacta. Intento leer sin prejuicios, con curiosidad, haciendo poco o ningún caso de las modas "críticas" o lo que en un momento fugaz se supone está bien o está mal. Me gustan los grandes novelistas del siglo XIX, de Dickens a Flaubert, a Tolstoi, etc... Me gusta la narrativa modernista del primer tercio del XX, John DosPassos, etc. Me gusta la narrativa de género, policíaca o fantástica, que creo es el campo donde han surgido las plumas más interesantes de los últimos 5 años, lejos del "wasteland" del mainstream literario, me gusta y me interesan elementos de la narrativa audiovisual que creo enriquecen el discurso narrativo contemporáneo, me gusta leer ensayo y sobre todo historia... Y sobre todo me gusta descubrir autores nuevos, vengan de donde vengan sin hacer caso alguno de lo que nos quieren convencer "is hot".

B&N.com: ¿Tuvo alguna vez la pesadilla de convertirse, como Julián Carax, en alguien que escribió libros maravillosos que (casi) nadie leyó?

CRZ: Todo escritor teme que su obra se pierda en el olvido, o que no llegue ni a ser descubierta, mucho menos olvidada. Lamentablemente la mayoría está en lo cierto. La literatura es una amante cruel y la fortuna no sonrie a menudo a quienes coquetean con ella.

B&N.com: Antes de La sombra, usted ganó premios y reconocimiento por otras novelas con misterios y romances, pero juveniles. ¿Cuál es la diferencia entre escribir para j&oaacute;venes y para adultos?¿Por qué el cambio?

CRZ: El cambio vino dictado por el hecho de que mi etapa como autor juvenil fue más accidental que vocacional. Mi registro natural no es el juvenil y tarde o temprano tenía que escribir lo que tenía que escribir. Dicho esto, la diferencia no es tanta. Hay que escribir con oficio, sinceridad y entregando lo mejor que se tiene. Las diferencias entre lo que se considera juvenil o adulto son, la mayoría de veces, arbitrarias. El 99 por ciento de la cultural popular que consumen los adultos es estrictamente juvenil, y nadie parece haberse dado cuenta. Son sólo etiquetas que, como se pegan, se despegan.

B&N.com: ¿En qué estadío evolutivo está su próximo libro? ¿De qué va?

CRZ: Estoy trabajando en él. Es una novela en la línea de La sombra del viento, un misterio literario ambientado en mi particular Barcelona gótica... y lo demás es un secreto.

B&N.com: ¿Hay alguna otra cosa que le gustaría compartir con sus lectores?

CRZ: Invitarles a que lean, a que descubran obras y autores de los que nunca oyeron hablar, a que desarrollen su propio criterio. Leer es vivir más y mejor, y la vida es corta. Así que carpe diem y carpe libri.

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