Historia general de Chile III
Escrita por uno de los más grandes eruditos de Latinoamérica, la "Historia general de Chile" relata toda la historia del país desde la prehistoria hasta 1830.
1102629766
Historia general de Chile III
Escrita por uno de los más grandes eruditos de Latinoamérica, la "Historia general de Chile" relata toda la historia del país desde la prehistoria hasta 1830.
3.99 In Stock
Historia general de Chile III

Historia general de Chile III

by Diego Barros Arana
Historia general de Chile III

Historia general de Chile III

by Diego Barros Arana

eBook

$3.99 

Available on Compatible NOOK devices, the free NOOK App and in My Digital Library.
WANT A NOOK?  Explore Now

Related collections and offers

LEND ME® See Details

Overview

Escrita por uno de los más grandes eruditos de Latinoamérica, la "Historia general de Chile" relata toda la historia del país desde la prehistoria hasta 1830.

Product Details

ISBN-13: 9788498976519
Publisher: Linkgua
Publication date: 08/31/2010
Series: Historia , #59
Sold by: Bookwire
Format: eBook
Pages: 526
File size: 1 MB
Language: Spanish

About the Author

Diego Barros Arana (1830-1907). Chile.

Era hijo de Diego Antonio Barros Fernández de Leiva y Martina Arana Andonaegui, ambos de clase alta. Su madre murió cuando él tenía cuatro años, y fue educado por una tía paterna que le dio una formación muy religiosa.

Estudió en el Instituto Nacional latín, gramática, filosofía, historia santa y francés. Su interés por la historia se despertó tras sus lecturas del Compendio de la historia civil, geográfica y natural del Abate Molina, las Memorias del general William Miller, la Historia de la revolución hispanoamericana del español Mariano Torrente y la Historia física y política de Chile de Claudio Gay.

Su trabajo historiográfico se inició en 1850, tras la publicación de un artículo en el periódico La Tribuna sobre Tupac Amaru y de su primer libro, Estudios históricos sobre Vicente Benavides y las campañas del sur.

Barros Arana se decantó en política por el liberalismo y se enfrentó a los círculos católicos. Fue opositor encarnizado del gobierno de Manuel Montt, y su casa fue allanada en busca de armas (que en efecto se ocultaban allí). Tras este incidente tuvo que exiliarse en Argentina, donde hizo amistad con Bartolomé Mitre.
Regresó en 1863 y fue nombrado rector del Instituto Nacional, y ocupó el decanato de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, así como la rectoría.
Su paso por el instituto desencadenó una tormenta que quebró la alianza de gobierno conocida como Fusión Liberal-Conservadora.
En la etapa final de su vida se dedicó a su obra historiográfica y fue enviado a Argentina en una misión para definir los fronteras.

Read an Excerpt

Historia General de Chile III


By Diego Barrios Arana

Red Ediciones

Copyright © 2015 Red Ediciones S.L.
All rights reserved.
ISBN: 978-84-9897-651-9



CHAPTER 1

TOMO III

PARTE III. LA COLONIA DESDE 1561 HASTA 1610 (CONTINUACIÓN)

CAPÍTULO VIII. GOBIERNO INTERINO DE RUIZ DE GAMBOA (1580-1583). ARRIBO A CHILE DE DON ALONSO DE SOTOMAYOR (1583)


1. El mariscal Martín Ruiz de Gamboa toma el gobierno de Chile por disposición testamentaria de Rodrigo de Quiroga. 2. El gobernador decreta la ordenanza denominada «tasa de Gamboa», para abolir el servicio personal de los indígenas: ineficacia de esta reforma. 3. Fundación de la ciudad de Chillán con el nombre de San Bartolomé de Gamboa: el gobernador pretende someter a los indios rebeldes estableciendo fuertes en el territorio de estos. 4. El teniente de gobernador Lope de Azócar opone resistencias a la administración de Ruiz de Gamboa: este último lo apresa y lo envía fuera de Chile. 5. Últimas campañas del gobernador Ruiz de Gamboa. 6. Felipe II nombra gobernador de Chile a don Alonso de Sotomayor: antecedentes de este militar. 7. Viaje de Sotomayor desde España con una división auxiliar. 8. Llega a Chile y se recibe del gobierno. 9. Juicio de residencia de Martín Ruiz de Gamboa.


1. El mariscal Martín Ruiz de Gamboa toma el gobierno de Chile por disposición testamentaria de Rodrigo de Quiroga

Por real cédula de 28 de octubre de 1573, Felipe II, como solía hacerlo en otras ocasiones, había autorizado expresamente a Rodrigo de Quiroga para designar su sucesor. Esta concesión tenía por objetivo evitar las competencias y dificultades a que de ordinario daba lugar el fallecimiento de los gobernadores en Indias. La persona que Quiroga designase debía gobernar con amplitud de poderes y de atribuciones hasta que el virrey del Perú o el mismo rey de España nombrase otro gobernador.

Quiroga había hecho uso de esa autorización en favor de la persona que poseía su confianza más ilimitada. En 16 de febrero de 1577, hallándose en Perquilauquén, cuando marchaba al sur a abrir la campaña contra los araucanos, había expedido una extensa provisión cuya parte dispositiva está encerrada en las cláusulas siguientes. «Atento que al presente voy con el ejército de Su Majestad a la guerra y pacificación de los indios rebelados de este reino, donde podría sobrevenirme la muerte en alguna batalla o reencuentro, como en semejantes ocasiones suele acontecer, sin tener lugar de testar, o por estar como estoy muy fatigado de cierta enfermedad de catarro; y haciendo lo que a la hora de mi muerte podría hacer, confiando de vos el mariscal Martín Ruiz de Gamboa que sois caballero, hijodaldo, gran servidor de Su Majestad, por la presente, en nombre de Su Majestad, os elijo y nombro en mi lugar para que, después de mi muerte, en el entretanto que por Su Majestad o por el dicho visorrey del Perú otra cosa se provea y mande, seáis gobernador y capitán general y justicia mayor de estas provincias de Chile.»

El cabildo de Santiago guardaba desde entonces esta provisión. Apenas hubo fallecido el gobernador, el 25 de febrero de 1580, envió emisarios al sur a comunicar a Ruiz de Gamboa este acontecimiento, y a pedirle que a la mayor brevedad se trasladase a Santiago a recibirse del mando. El mariscal se hallaba entonces en el asiento de Chillán, donde había establecido el año anterior una fortaleza. Creyendo que su ausencia del campamento en esas circunstancias pudiera dar origen a que se sublevaran otra vez los indios sometidos, Ruiz de Gamboa envió sus poderes a Santiago de Azócar y a Juan Hurtado, vecinos ambos de la ciudad de Santiago, para que a su nombre prestasen el juramento de estilo ante los cabildos de las ciudades del norte, sin cuyo requisito no podía ser reconocido en el carácter de gobernador. Llenadas estas formalidades, Ruiz de Gamboa fue proclamado en ese rango el 8 de marzo de 1580.

Después de esta proclamación, Ruiz de Gamboa entró de lleno en el ejercicio de sus funciones. Pero su permanencia en el poder, aun en el carácter de gobernador interino, dependía de la resolución del virrey del Perú. A pesar de las recomendaciones especiales que Rodrigo de Quiroga había hecho en todas circunstancias de su sucesor, pasó más de un año sin que el virrey lo confirmara en el puesto a que había sido elevado. Ruiz de Gamboa esperó también que, en premio de sus dilatados servicios, el rey le diera la propiedad de este cargo; pero el arrogante capitán sufrió, como lo veremos más adelante, un doloroso desengaño.


2. El gobernador decreta la ordenanza denominada «tasa de Gamboa», para abolir el servicio personal de los indígenas: ineficacia de esta reforma

El gobernador interino se detuvo muy pocos días en el asiento de Chillán, donde había recibido la noticia de la muerte de su suegro. Tan luego como hubo tomado las providencias que consideraba más urgentes para el resguardo de esas posiciones, dejó allí noventa soldados a cargo del capitán Hernando de Alvarado, y se trasladó apresuradamente a Santiago. Hallábase aquí a fines de marzo, y se ocupaba en comunicar al rey de España y al virrey del Perú las últimas ocurrencias de la colonia, y en pedir a uno y a otro que se le confirmara en el cargo de gobernador de Chile.

Pero Ruiz de Gamboa estaba preocupado por otros trabajos. Se recordará la insistencia con que el rey había mandado que se regularizase en Chile el sistema de repartimientos, sustituyendo por un tributo pecuniario el trabajo obligatorio o servicio personal impuesto a los indígenas. Quiroga había demostrado al rey las enormes dificultades que había para llevar a cabo esta reforma, desde que el estado de barbarie de los indios hacía imposible el reducirlos a una vida social en que tuvieran alguna industria y pudieran pagar esos tributos. El rey y sus consejeros, incapaces de apreciar este orden de dificultades, y creyendo que la simple conversión de los indios al cristianismo iba a transformarlos como por milagro en hombres civilizados, repitieron sus órdenes con particular insistencia. En la Corte se tenía noticia más o menos cabal de los malos tratamientos de que eran víctimas los indios de Chile; y había llegado a creerse como verdad incuestionable que la prolongación de la guerra era producida por esos tratamientos; y que los bárbaros sometidos a un régimen más benigno no habrían negado la obediencia al rey de España.

Desde el último año del gobierno de Quiroga, se hacían en Chile los trabajos preparatorios para dar cumplimiento a las órdenes repetidas del soberano. «La visita (de los repartimientos) se anda haciendo, escribía entonces Ruiz de Gamboa al virrey del Perú, y dando orden en hacer tasa, porque según la desorden que tienen en el servicio de los indios, conviene la haya. El gobernador mi señor (Quiroga) da mucha prisa en esto.» Una vez en Santiago, Ruiz de Gamboa dio cima a sus trabajos, y en mayo de 1580 expidió la célebre ordenanza que lleva su nombre.

Ruiz de Gamboa y sus consejeros se propusieron extirpar los abusos mediante los cuales se habían hecho ilusorias las garantías acordadas a los indígenas por la tasa de Santillán. Se recordará que bajo el gobierno de don García Hurtado de Mendoza, y después de laboriosos afanes, se había querido regularizar el servicio personal y obligatorio de los indios sometidos, limitando sus tareas, fijando la parte que les correspondía en los beneficios de las industrias en que debían trabajar y asegurándoles ciertos derechos con los cuales se creía protegerlos contra la miseria, contra la barbarie y contra la codicia de sus amos. Pero la tasa de Santillán, como hemos visto, había sido una infructuosa tentativa para crear una organización social que carecía de base. Al mismo tiempo que los encomenderos protestaban por un estado de cosas que limitaba o hacía nulas sus utilidades, los indios, incapaces por su barbarie de apreciar las disposiciones legales con que se pretendía mejorar su condición, se habían resistido cuanto les era dable a someterse a este trabajo regularizado. Había resultado de aquí que aquella célebre ordenanza cayó en desuso a poco de promulgada; y la condición de los infelices indios de encomienda siguió siendo comparable a la de los esclavos, si no peor.

La ordenanza de 1580, que ha recibido en la historia el nombre de «tasa de Gamboa», no nos es conocida en su forma original; pero las referencias que a ella se hacen en los documentos contemporáneos, y las noticias que nos han transmitido los antiguos cronistas, nos permiten apreciar su importancia y el carácter general de sus disposiciones. En reemplazo del servicio personal forzoso, que debía ser abolido para siempre, los indios de repartimiento quedaban obligados a pagar un tributo pecuniario de 9 pesos anuales en el obispado de Santiago y de solo siete en el obispado de la Imperial. La ordenanza creaba, además, los cargos de corregidores de indios, funcionarios encargados de velar por el cumplimiento de esas disposiciones y de impedir los excesos de los encomenderos que en violación de ella quisieran hacer trabajar a sus vasallos. Esos funcionarios debían ser gratificados con una porción del tributo que pagasen los indios; pero la mayor parte de este tributo formaba la renta de los encomenderos.

Pero esta reforma iba a descontentar a todos, y no produjo en último resultado ninguna innovación práctica. Los encomenderos se creyeron perjudicados en sus intereses, con el establecimiento del nuevo régimen que venía a reducir considerablemente sus entradas, y desde luego, comenzaron a hacer todo género de esfuerzos para obtener su abrogación. Los obispos de Santiago y de la Imperial, que por su parte no habían cesado de pedir la abolición del servicio personal, creyeron que el tributo pecuniario impuesto a los indios era demasiado oneroso, y si aceptaron la reforma por no suscitar mayores resistencias, esperaban obtener en breve una reducción del tributo. Sin embargo, la dificultad mayor para la planteación de la reforma era la que oponían los mismos indios o, más propiamente, la que nacía del estado social de estos. El pago regular de impuestos suponía una población más o menos civilizada, con industria propia, que le permitiera procurarse algunos productos, y con noción de los cambios para convertir esos productos en dinero con que pagar el tributo. Los indios de Chile no estaban en situación de apreciar las ventajas que podía procurarles la tasa de Gamboa. Dejados por un momento libres del trabajo obligatorio, se abandonaron a su ociosidad habitual, no tuvieron cómo pagar el impuesto y fueron otra vez reducidos a trabajar en beneficio de sus amos como compensación de los tributos pecuniarios a que se les había sometido. Antes de mucho tiempo, la nueva ordenanza cayó en desuso, y luego fue derogada casi por completo.


3. Fundación de la ciudad de Chillán con el nombre de San Bartolomé de Gamboa: el gobernador pretende someter a los indios rebeldes estableciendo fuertes en el territorio de estos

La estación de invierno que entonces comenzaba, debía producir, como sucedía cada año, una suspensión de hostilidades en la guerra del sur. Ruiz de Gamboa, sin embargo, tan pronto como se hubo desocupado de los afanes que le impuso la formación de aquella ordenanza, salió de Santiago a dirigir personalmente las operaciones militares. A mediados de junio de 1580 se hallaba en el asiento de Chillán. El 25 de ese mes echó allí los cimientos de una ciudad a la que dio el nombre de San Bartolomé de Gamboa, y que los contemporáneos y la posteridad han seguido llamando con la denominación indígena. El gobernador mandó construir una iglesia, plantó en la plaza el rollo tradicional, como signo de jurisdicción urbana, instituyó cabildo y repartió solares a cerca de cien vecinos. La fundación de esta ciudad tenía por objetivo mantener en quietud a los indios de la región bañada por el río Itata e impedir que los rebeldes del sur pudieran comunicarse con los habitantes del lado norte de ese río.

Ruiz de Gamboa siguió su viaje al sur y llegó a la región de Valdivia. Allí se sostenía la guerra desde años atrás sin conseguir dominar la insurrección que, por el contrario, tomaba mayor cuerpo cada día. Todo el verano anterior había sido necesario sostener constantes combates contra los indios para desorganizar las juntas en que preparaban la resistencia. Los españoles habían obtenido ordinariamente la victoria en esos combates, pero no habían conseguido intimidar a los indios que después de cada desastre volvían a reunirse y a recomenzar la lucha. El gobernador discurrió un arbitrio que creía eficaz para dominar la insurrección. Consistía éste en construir fortificaciones en los lugares en que los enemigos solían reconcentrar sus fuerzas y preparar la resistencia. Esas fortificaciones «de poco aparato y ruido respecto de no usar los indios de piezas de batir ni otras máquinas bélicas para derribar murallas», dice un cronista contemporáneo, eran formadas en pocos días con maderos y ramas. En cada una de ellas colocaba el gobernador unos cuarenta soldados españoles, los cuales no solo bastaban para la defensa del fuerte sino que podían recorrer los campos vecinos dispersando las juntas de indios.

Este sistema debía dar buenos resultados a los españoles, pero exigía un número de soldados mucho más considerable que aquél del que podían disponer. Así pues, queriendo continuar las operaciones militares, Ruiz de Gamboa se convenció de que le era indispensable pedir a las otras ciudades socorros de tropas y de dinero. Con este fin hizo partir para Santiago al capitán Pedro Olmos de Aguilera, uno de los vecinos más importantes de la Imperial y uno de los militares más considerados en el ejército del sur. La comisión confiada a éste iba a suscitar las más serias dificultades.


4. El teniente de gobernador Lope de Azócar opone resistencias a la administración de Ruiz de Gamboa: este último lo apresa y lo envía fuera de Chile

Desde los últimos días de 1579, desempeñaba en Santiago el cargo de teniente gobernador el doctor Lope de Azócar. Se sabe que los funcionarios de este rango, a la vez que poseían el carácter de segundo jefe de la colonia, y que como tal presidían las sesiones de los cabildos, tenían a su cargo la administración de justicia, atribución de la más alta importancia, desde que, después de la supresión de la audiencia, el teniente de gobernador formaba por sí solo el más alto tribunal del reino, de cuyos fallos se podía apelar en ciertos casos solo ante el Cabildo o ante la audiencia de Lima. El doctor Lope de Azócar había llegado a Chile con nombramiento real a reemplazar al licenciado Calderón, y con mayor amplitud de facultades. El rey había dispuesto que la audiencia de Lima no pudiese removerlo de su puesto ni tomarle residencia durante los cinco años que debía durar en el desempeño de esas funciones. Pretendía, además, el doctor Azócar que por virtud de ese nombramiento, a él tocaba legalmente reemplazar al gobernador de Chile en los casos de ausencia y de enfermedad.

Apenas había el doctor Azócar entrado en el desempeño de sus funciones, cuando ocurrió la muerte del gobernador propietario. Parece que aquel funcionario había esperado reemplazar a Quiroga en el mando del reino, y que la designación de Ruiz de Gamboa lo descontentó sobremanera. A pesar de todo, él no opuso dificultad alguna al recibimiento del gobernador interino, a quien rindió homenaje ante el cabildo de Santiago. Pero cuando Lope de Azócar pudo imponerse del estado de la opinión en la colonia, y cuando vio surgir un vivo descontento contra Ruiz de Gamboa, debió creer que le sería sumamente fácil el reemplazarlo en el gobierno.

En efecto, en aquellas reducidas asociaciones de soldados más o menos rudos e indisciplinables, germinaban con maravillosa prontitud los odios y las pasiones más violentas. En el curso de esta historia, el lector habrá podido ver siempre a los conquistadores, desde los primeros días de su arribo a Chile, divididos en bandos, envueltos en pendencias de toda clase y agitados por las más violentas pasiones a los unos contra los otros. Ninguno de los gobernadores había podido sustraerse a este género de dificultades. Todos ellos habían tenido que sufrir las hostilidades francas o encubiertas de enemigos persistentes que habían formulado contra ellos las más violentas acusaciones. Ruiz de Gamboa tenía en Chile numerosos enemigos, todos los adversarios de su suegro y todos los que se creían desairados en sus pretensiones a repartimientos y a puestos militares. Esta oposición se había hecho más formidable y poderosa después de la promulgación de la ordenanza llamada «tasa de Gamboa». La abolición del trabajo personal obligatorio de los indígenas, causaba los mayores perjuicios a los encomenderos. La explotación de los lavaderos de oro debía suspenderse y, aun, el cultivo de los campos y el cuidado de los ganados debían experimentar las consecuencias de la escasez de trabajadores que había producido aquella reforma. Los vecinos de Santiago, no queriendo resignarse a una situación que consideraban ruinosa para ellos, habían enviado sus agentes cerca del virrey del Perú para representarle los males que esa ordenanza comenzaba a producir, y hacían todo género de esfuerzos para obtener su derogación. Esos agentes, según se desprende de algunos de los memoriales que presentaron al virrey del Perú, llevaban el encargo de pedir la remoción del gobernador interino, Ruiz de Gamboa, y el nombramiento en su reemplazo del doctor Lope de Azócar.


(Continues...)

Excerpted from Historia General de Chile III by Diego Barrios Arana. Copyright © 2015 Red Ediciones S.L.. Excerpted by permission of Red Ediciones.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.

Table of Contents

Parte III. La Colonia desde 1561 hasta 1610 (Continuación) Capítulo VIII. Gobierno interino de Ruiz de Gamboa (1580-1583). Arribo a Chile de Don Alonso de Sotomayor (1583) Capítulo IX. Primeros años del gobierno de don Alonso de Sotomayor (1583-1586). Continúa la guerra sin ningún resultado definitivo Capítulo X. Exploración del estrecho de Magallanes por Sarmiento de Gamboa (1580). Fundación de colonias en sus costas. Expedición de Tomás Cavendish (1583-1587) 11. Expedición de Merrick al estrecho de Magallanes: influencia de estos viajes en los progresos de la geografía 113 Capítulo XI. Fin del gobierno de don Alonso de Sotomayor (1587-1592) Capítulo XII. Estado administrativo y social de Chile al terminar el siglo XVI Capítulo XIII. Primeros años del gobierno de Óñez de Loyola (1592-1595). El corsario inglés Hawkins en el Pacífico Capítulo XIV. Fin del gobierno de Óñez de Loyola (1595-1598): su derrota y muerte Capítulo XV. Gobierno interino de Pedro de Viscarra (1599). Nuevos desastres; arribo de otro Gobernador Capítulo XVI. Gobierno interino de don Francisco de Quiñones (1599-1600). Los corsarios holandeses en la costa de Chile. Desastres en la guerra Capítulo XVII. Fin del gobierno de Quiñones. Nuevas correrías de los corsarios holandeses en las costas de Chile. Gobierno interino de Alonso García Ramón (1600-1601) Capítulo XVIII. Alonso de Ribera. Principios de su gobierno (1601) Capítulo XIX. Gobierno de Alonso de Ribera; establecimiento de una línea fortificada de frontera (1601-1603) Capítulo XX. Gobierno de Alonso de Ribera: sus dificultades en la administración interior. Sus últimas campañas: es separado del mando de Chile (1603-1605) Capítulo XXI. Gobierno de Alonso García Ramón. Infructuosas tentativas de ofrecer la paz a los indios (1605-1606) Capítulo XXII. Gobierno de García Ramón: sus últimas campañas y su muerte. Fundación definitiva de la Real Audiencia (1606-1610)
From the B&N Reads Blog

Customer Reviews