Historia de las Indias: Selección

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by Bartolomé de las Casas
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Bartolomé de las Casas (Sevilla, 1474-Madrid, 1566). España.
En 1502 fue a La Española (hoy República Dominicana) para hacerse cargo de las propiedades de su padre. Diez años después fue el primer sacerdote ordenado en América. Más tarde vivió en Cuba y obtuvo numerosas riquezas gracias a los repartimientos y encomiendas. En 1514 regresó a España, y renunció a todas sus propiedades. Afectado por su experiencia americana, pretendió imponer un nuevo modelo de evangelización y se convirtió en un ferviente defensor de los derechos de los indios.
Sin embargo, su actitud provocó la enemistad de obispos, gobernadores y miembros del poderoso e influyente Consejo de Indias. En 1520 volvió a América para poner en práctica en Cumaná (Venezuela) sus ideas sobre una colonización pacífica. Fracasó. Años después predicó en tierras de Nicaragua y Guatemala, hasta que en 1540 regresó a España, donde fue uno de los más destacados impulsores de las Leyes Nuevas (1542).
Nombrado obispo en Sevilla, en 1544, tomó posesión de la diócesis de Chiapas (provincia de la capitanía general de Guatemala), allí denunció los crímenes de los colonos. Tuvo muchos enemigos. En 1546 pasó a México y un año después regresó a España.
Durante esta época redactó su Historia de las Indias (1552-1561), publicada en 1875. Su defensa de los indígenas le hizo reclamar la presencia de negros africanos para que trabajasen como esclavos en América en lugar de aquéllos.


Product Details

ISBN-13: 9788499531663
Publisher: Linkgua
Publication date: 08/31/2010
Series: Historia , #97
Sold by: Bookwire
Format: eBook
Pages: 200
File size: 929 KB
Language: Spanish

About the Author

Bartolomé de las Casas (Sevilla, 1474-Madrid, 1566). España. En 1502 fue a La Española (hoy República Dominicana) para hacerse cargo de las propiedades de su padre. Diez años después fue el primer sacerdote ordenado en América. Más tarde vivió en Cuba y obtuvo numerosas riquezas gracias a los repartimientos y encomiendas. En 1514 regresó a España, y renunció a todas sus propiedades. Afectado por su experiencia americana, pretendió imponer un nuevo modelo de evangelización y se convirtió en un ferviente defensor de los derechos de los indios. Sin embargo, su actitud provocó la enemistad de obispos, gobernadores y miembros del poderoso e influyente Consejo de Indias. En 1520 volvió a América para poner en práctica en Cumaná (Venezuela) sus ideas sobre una colonización pacífica. Fracasó. Años después predicó en tierras de Nicaragua y Guatemala, hasta que en 1540 regresó a España, donde fue uno de los más destacados impulsores de las Leyes Nuevas (1542). Nombrado obispo en Sevilla, en 1544, tomó posesión de la diócesis de Chiapas (provincia de la capitanía general de Guatemala), allí denunció los crímenes de los colonos. Tuvo muchos enemigos. En 1546 pasó a México y un año después regresó a España. Durante esta época redactó su Historia de las Indias (1552-1561), publicada en 1875. Su defensa de los indígenas le hizo reclamar la presencia de negros africanos para que trabajasen como esclavos en América en lugar de aquéllos.

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Historia de las Indias Selección


By Bartolomé de las Casas

Red Ediciones

Copyright © 2015 Red Ediciones S.L.
All rights reserved.
ISBN: 978-84-9953-166-3


CHAPTER 1

Donde se trata cómo el desccubrimiento destas Indias fue obra maravillosa de Dios. Cómo para este efecto parece haber la Providencia divina elegido al Almirante que las descubrió, la cual suele a los que elige para alguna obra conceder las virtudes y cualidades necesarias que han menester. De la patria, linaje, origen, padres, nombre y sobrenombre, persona, gesto, aspecto y corporal disposición, costumbres, habla, conversación, religión y cristiandad de Cristóbal Colón


Llegado, pues, ya el tiempo de las maravillas misericordiosas de Dios, cuando por estas partes de la tierra (sembrada la simiente o palabra de la vida) se había de coger el ubérrimo fruto que a este orbe cabía de los predestinados, y las grandezas de las divinas riquezas y bondad infinita más copiosamente, después de más conocidas, más debían ser magnificadas, escogió el divino y sumo Maestro entre los hijos de Adán que en estos tiempos nuestros había en la tierra, aquel ilustre y grande Colón, conviene a saber, de nombre y de obra poblador primero, para de su virtud, ingenio, industria, trabajos, saber y prudencia confiar una de las egregias divinas hazañas que por el siglo presente quiso en su mundo hacer. Y porque de costumbre tiene la suma y divinal Providencia de proveer a todas las cosas, según la natural condición de cada una, y mucho más y por modo singular las criaturas racionales, como ya se dijo, y cuando alguna elige para, mediante su ministerio, efectuar alguna heroica y señalada obra, la data y adorna de todo aquello que para cumplimiento y efecto della le es necesario, y como éste fuese tan alto y tan arduo y divino negocio, a cuya dignidad y dificultad otro alguno igualar no se puede, por ende a este su ministro y apóstol primero destas Indias creedera cosa es haberle Dios esmaltado de tales calidades naturales y adquísitas, cuantas y cuales para el discurso de los tiempos y la muchedumbre y angustiosa inmensidad de los peligros y trabajos propincuísimos a la muerte, la frecuencia de los inconvenientes, la diversidad y dureza terrible de las condiciones de los que le habían de ayudar, y finalmente, la cuasi invincible, importuna, contradicción que en todo siempre tuvo, como por el discurso desta historia en lo que refiere a él tocante, sabía que había bien menester.

Y por llevar por orden de historia lo que de su persona entendemos referir, primero se requiere, hablando de personas notables, comenzar por el origen y patria dellas. Fue, pues, este varón escogido de nación ginovés, de algún lugar de la provincia de Génova; cuál fuese donde nació o qué nombre tuvo el tal lugar, no consta la verdad dello más de que se solía llamar antes que llegase al estado que llegó Cristóbal Columbo de Terrarrubia, y lo mismo su hermano Bartolomé Colón, de quien después se hará no poca mención. Una historia portoguesa que escribió un Juan de Barros, portogués, que llamó Asia, en el libro III, capítulo 2 de la primera década, haciendo mención deste descubrimiento, no dice sino que, según todos afirman, este Cristóbal era ginovés de nación.

Sus padres fueron personas notables, en algún tiempo ricos, cuyo trato y manera de vivir debió ser por mercaderías por la mar, según él mismo da a entender en una carta suya. Otro tiempo debieron ser pobres por las guerras y parcialidades que siempre hubo y nunca faltan, por la mayor parte, en Lombardía. El linaje suyo dicen que fue generoso y muy antiguo, procedido de aquel Colón de quien Cornelio Tácito trata en el libro XII, al principio, diciendo que trujo a Roma preso a Mitridates, por lo cual le fueron dadas insignias consulares y otros privilegios por el pueblo romano en agradecimiento de sus servicios. Y es de saber que antiguamente el primer sobrenombre de su linaje dicen que fue Colón; después, el tiempo andando, se llamaron Colombos los sucesores del susodicho Colón romano o capitán de los romanos; y destos Colombos hace mención Antonio Sabélico, en el libro VIII de la década 10, folio 168, donde trata de dos ilustres varones ginoveses que se llamaban Colombos, como abajo se dirá. Pero este ilustre hombre, dejado el apellido introducido por la costumbre, quiso llamarse Colón, restituyéndose al vocablo antiguo, no tanto acaso, según es de creer, cuanto por voluntad divina, que para obrar lo que su nombre y sobrenombre significaba lo elegía. Suele la divinal Providencia ordenar que se pongan nombres y sobrenombres a las personas que señala para se servir conformes a los oficios que les determina cometer, según asaz parece por muchas partes de la Sagrada Escritura; y el Filósofo, en el IV de la Metafísica, dice que los nombres deben convenir con las propiedades y oficios de las cosas. Llamose, pues, por nombre, Cristóbal, conviene a saber, Christum ferens, que quiere decir traedor o llevador de Cristo, y así se firmaba él algunas veces; como en la verdad él haya sido el primero que abrió las puertas deste mar Océano, por donde entró y él metió a estas tierras tan remotas y reinos hasta entonces tan incógnitos a nuestro Salvador Jesucristo y a su bendito nombre, el cual fue digno que antes que otro diese noticia de Cristo y hiciese adorar a estas innúmeras y tantos siglos olvidadas naciones. Tuvo por sobrenombre Colón, que quiere decir poblador de nuevo, el cual sobrenombre le convino en cuanto por su industria y trabajos fue causa que descubriendo estas gentes, infinitas ánimas dellas, mediante la predicación del Evangelio y administración de los eclesiásticos sacramentos, hayan ido y vayan cada día a poblar de nuevo aquella triunfante ciudad del cielo. También le convino, porque de España trujo él primero gente (si ella fuera cual debía ser) para hacer colonias, que son nuevas poblaciones traídas de fuera, que puestas y asentadas entre los naturales habitadores destas vastísimas tierras, constituyeran una nueva, fortísima, amplísima e ilustrísima cristiana Iglesia y felice república.

Lo que pertenecía a su exterior persona y corporal disposición, fue de alto cuerpo, más que mediano; el rostro luengo y autorizado; la nariz aguileña; los ojos garzos; la color blanca, que tiraba a rojo encendido; la barba y cabellos, cuando era mozo, rubios, puesto que muy presto con los trabajos se le tornaron canos. Era gracioso y alegre, bien hablado, y, según dice la susodicha historia portoguesa, elocuente y glorioso, dice ella, en sus negocios. Era grave con moderación, con los extraños afable, con los de su casa suave y placentero, con moderada gravedad y discreta conversación, y así podía provocar los que le viesen fácilmente a su amor. Finalmente, representaba en su persona y aspecto venerable persona de gran estado y autoridad y digna de toda reverencia. Era sobrio y moderado en el comer y beber, vestir y calzar. Solía comúnmente decir, que hablase con alegría en familiar locución, o indignado, cuando reprendía o se enojaba de alguno: «Dovos a Dios; ¿no os parece esto y esto?». O «¿por qué hiciste esto y esto?».

En las cosas de la religión cristiana, sin duda era católico y de mucha devoción; cuasi en cada cosa que hacía y decía o quería comenzar a hacer, siempre anteponía: «En el nombre de la Santa Trinidad haré esto» o «verné esto» o «espero que sea esto»; en cualquiera carta o otra cosa que escrebía, ponía en la cabeza: Iesus cum Maria sit nobis in via, y destos escritos suyos y de su propia mano tengo yo en mi poder al presente hartos. Su juramento era algunas veces: «Juro a San Fernando». Cuando alguna cosa de gran importancia en sus cartas quería con juramento afirmar, mayormente escribiendo a los Reyes, decía: «Hago juramento que es verdad esto». Ayunaba los ayunos de la Iglesia observantísimamente; confesaba muchas veces y comulgaba; rezaba todas las horas canónicas como los eclesiásticos o religiosos; enemicísimo de blasfemias y juramentos, era devotísimo de Nuestra Señora y del seráfico padre San Francisco; pareció ser muy agradecido a Dios por los beneficios que de la divinal mano recebía, por lo cual, cuasi por proverbio, cada hora traía que le había hecho Dios grandes mercedes, como a David. Cuando algún oro o cosas preciosas le traían, entraba en su oratorio e hincaba las rodillas, convidando a los circunstantes, y decía «Demos gracias a Nuestro Señor, que de descubrir tantos bienes nos hizo dignos». Celosísimo era en gran manera del honor divino; cúpido y deseoso de la conversión destas gentes, y que por todas partes se sembrase y ampliase la fe de Jesucristo, y singularmente aficionado y devoto de que Dios le hiciese digno de que pudiese ayudar en algo para ganar el Santo Sepulcro; y con esta devoción y la confianza que tuvo de que Dios le había de guiar en el descubrimiento deste orbe que prometía, suplicó a la serenísima reina doña Isabel que hiciese voto de gastar todas las riquezas que por su descubrimiento para los Reyes resultasen en ganar la tierra y Santa Casa de Jerusalén, y así la Reina lo hizo, como abajo se tocará.

Fue varón de grande ánimo, esforzado, de altos pensamientos, inclinado naturalmente, a lo que se puede colegir de su vida y hechos y escrituras y conversación, a acometer hechos y obras egregias y señaladas. Paciente y muy sufrido (como abajo más parecerá), perdonador de las injurias, y que no quería otra cosa, según dél se cuenta, sino que conociesen los que le ofendían sus errores y se le reconciliasen los delincuentes. Constantísimo y adornado de longanimidad en los trabajos y adversidades que le ocurrieron siempre, las cuales fueron increíbles e infinitas, teniendo siempre gran confianza de la Providencia Divina, y verdaderamente, a lo que dél yo entendí, y de mi mismo padre, que con él fue cuando tornó con gente a poblar esta isla Española el año de 93, y de otras personas que le acompañaron y otras que le sirvieron, entrañable fidelidad y devoción tuvo y guardó siempre a los Reyes.

CHAPTER 2

En el cual se trata de las gracias que tuvo adquísitas Cristóbal Colón. Cómo estudió y alcanzó las ciencias gramática, arismética, geometría, historia, cosmografía y astrología. Cuánto dellas le fue necesario para el ministerio que Dios le elegía, y sobre todo que fue peritísimo en el arte de navegar sobre todos los de su tiempo. Cómo en esto se ocupó toda su vida antes que descubriese las Indias, y no en alguna arte mecánica como quiso decir un Agustín Justiniano


Dicho queda el origen y patria y linaje y padres y persona exterior y costumbres y conversación, que todo le era natural o de la natura concedido, y también de lo que se conocía de cristiandad de Cristóbal Colón, aunque en compendiosa y breve manera. Parece conveniente cosa referir las gracias que se le añidieron adquísitas y los ejercicios en que ocupó la vida que vivió antes que a España viniese, según se puede colegir de cartas que escribió a los Reyes y a otras personas y otros a él, y de otros sus escritos, y también por la Historia portoguesa, y no menos por las obras que hizo. Siendo, pues, niño le pusieron sus padres a que aprendiese a leer y a escrebir, y salió con el arte de escrebir formando tan buena y legible letra (la cual yo vide muchas veces), que pudiera con ella ganar de comer. De aquí le sucedió darse juntamente al arismética y también a debujar y pintar, que lo mismo alcanzara si quisiera vivir por ello. Estudió en Pavía los primeros rudimentos de las letras, mayormente la gramática, y quedó bien experto en la lengua latina, y desto lo loa la dicha Historia portoguesa, diciendo que era elocuente y buen latino; y esto ¡cuánto le pudo servir para entender las historias humanas y divinas! Estos fueron los principios en que ocupó su niñez y con que comenzó las otras artes que en su adolescencia y juventud trabajó de adquirir. Y porque Dios le dotó de alto juicio, de gran memoria y de vehemente afición, tratando muchas veces con hombres doctos, y con su infatigable trabajo estudioso, y principalmente, a lo que yo cierto puedo y debo conjeturar y aun creer, por la gracia singular que le concedió para el ministerio que le cometía, consiguió la medula y sustancia necesaria de las otras ciencias, conviene a saber, de la geometría, geografía, cosmografía, astrología o astronomía y marinería. Esto todo se colige muy claro de lo que escribía en los viajes que hizo a estas Indias y de algunas cartas suyas que escribió a los Reyes, que vinieron a mis manos; en las cuales, como era hombre temeroso de Dios y moderado, y consideradas las personas reales a quien escribía, es de creer que de lo que fuese verdad no excedería, de las cuales aquí determino poner algunas cláusulas, porque juzgo que de que sean a todos manifiestas son dignas:

Muy altos Reyes: De muy pequeña edad entré en la mar navegando y lo he continuado hasta hoy. La misma arte inclina a quien la prosigue a desear saber los secretos deste mundo. Ya pasan de cuarenta años que yo voy en este uso. Todo lo que hasta hoy se navega he andado. Trato y conversación he tenido con gentes sabias, eclesiásticos y seglares, latinos y griegos, judíos y moros, y con otros muchos de otras sectas; a este mi deseo hallé a Nuestro Señor muy propicio y hube dél para ello espíritu de inteligencia. En la marinería me hizo abundoso, de astrología me dio lo que abastaba, y así de geometría y arismética, e ingenio en el ánima y manos para dibujar esta esfera, y en ella las ciudades, ríos y montañas, islas y puertos, todo en su propio sitio. En este tiempo he yo visto y puesto estudio en ver de todas escrituras, cosmografía, historias, crónicas y filosofía y de otras artes, de forma que me abrió Nuestro Señor el entendimiento con mano palpable a que era hacedero navegar de aquí a las Indias, y me abrasó la voluntad para la ejecución dello, y con este fuego vine a Vuestras Altezas. Todos aquellos que supieron de mi empresa, con risa y burlando la negaban; todas las ciencias que dije no me aprovecharon, ni las autoridades dellas; en solo Vuestras Altezas quedó la fe y constancia.


Estas son palabras del Almirante, que escribió a los Reyes el año de 1501, creo que de Cáliz o de Sevilla, con la cual carta les envió cierta figura redonda o esfera. En otra carta que escribió a los mismos ínclitos Reyes, de la isla Española, por el mes de enero de 1495, haciendo mención de cómo engañan muchas veces los que rigen las naos en las navegaciones, haciendo uno por otro, de donde proviene peligrar muchos navíos y muchas veces, dice así: «A mí acaeció que el rey Reinel, que Dios tiene, me envió a Túnez para prender la galeaza Fernandina, y estando ya sobre la isla de San Pedro, en Cerdeña, me dijo una espía que estaban con la dicha galeaza dos naos y una carraca; por lo cual se alteró la gente que iba conmigo, y determinaron de no seguir el viaje, salvo de se volver a Marsella por otra nao y más gente. Yo, visto que no podía sin algún arte forzar su voluntad, otorgué su demanda, y mudando el cebo del aguja, di la vela al tiempo que anochecía, y otro día, al salir del Sol, estábamos dentro del cabo de Carthagine, teniendo todos ellos por cierto que íbamos a Marsella, etc.». En unas anotaciones que hizo de cómo todas las cinco zonas son habitables, probándolo por experiencia de sus navegaciones, dice así: «Yo navegué el año de cuatrocientos y setenta y siete, en el mes de febrero, ultra Tile, isla, cien leguas, cuya parte austral dista del equinoccial setenta y tres grados, y no sesenta y tres, como algunos dicen, y no está dentro de la línea que incluye el occidente, como dice Ptolomeo, sino mucho más occidental, y a esta isla, que es tan grande como Inglaterra, van los ingleses con mercaderías, especialmente los de Bristol; y al tiempo que yo a ella fui no estaba congelado el mar, aunque había grandísimas mareas, tanto que en algunas partes dos veces al día subía veinticinco brazas y descendía otras tantas en altura». Es bien verdad que Tile, la de Ptolomeo, está donde él dice, y que a ésta la llaman los modernos Frislanda; y más adelante, probando que la equinoccial fuese también habitada, dice así el Almirante: «Yo estuve en el castillo de la Mina del rey de Portugal, que está debajo de la equinoccial, y así soy buen testigo que no es inhabitable como dicen. Haec ille. En otras partes de sus escritos afirma haber muchas veces navegado de Lisbona a Guinea, y que notó con diligencia que el grado responde en la tierra a cincuenta y seis millas y dos tercios».


(Continues...)

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