Fluir (Flow): Una psicolog�a de la felicidad

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Paperback(Spanish-language Edition)

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Overview

Flow is an optimal state of being in which active concentration and absorbtion in creative activity leads to the sense of completely suspended time—one is alert, energized, and free of self-consciousness. Through an extensive amount of case studies, controlled experiments, and research of historical figures, this study illustrates that flow is a singularly productive and desirable state. Instructions are included for reaching a state of flow and using it to release anxiety and boredom, set goals, and redirect energy to take control of one's life.


 
En la vida, cada persona siente de vez en cuando un estado de experiencia óptima, eso momentos en los que uno se siente poseído por un profundo sentimiento de gozo creativo, de concentración activa, de absorción en lo que se está haciendo. Como resultado de investigaciones sicológicas, este libro explica que el meollo de la “experiencia óptima” es un estado de conciencia al que denomina fluir. También explica cómo este fluir puede ser controlado y provocado, cómo uno puede ajustar sus energías y sus habilidades a los retos concretos de la vida.

Product Details

ISBN-13: 9788472453722
Publisher: Editorial Kairos
Publication date: 06/01/2005
Edition description: Spanish-language Edition
Pages: 448
Product dimensions: 5.00(w) x 8.00(h) x 0.94(d)
Language: Spanish

About the Author

Mihály Csikszentmihályi is a professor in, and the former chairman of, the department of psychology at the University of Chicago. He is the author of Being Adolescent and The Evolving Self.

Read an Excerpt

Fluir (Flow)

Una Psicología de la Felicidad


By Mihaly Csikszentmihalyi, Nuria López

Editorial Kairós

Copyright © 1996 Editorial Kairós, S.A.
All rights reserved.
ISBN: 978-84-7245-372-2



CHAPTER 1

LA REVISIÓN DEL CONCEPTO DE LA FELICIDAD


Introducción

Hace veintitrés siglos, Aristóteles llegó a la conclusión de que lo que buscan los hombres y las mujeres, más que cualquier otra cosa, es la felicidad. Mientras que deseamos la felicidad por sí misma, cualquier otra meta (salud, belleza, dinero o poder) la valoramos únicamente porque esperamos que nos haga felices. Muchas cosas han cambiado desde el tiempo de Aristóteles. Nuestra comprensión de los mundos de estrellas y de átomos se ha ensanchado más allá de lo que jamás podríamos creer. Los dioses de los griegos son niños indefensos comparados con la humanidad de hoy en día y con los poderes que poseemos. Y sin embargo, sobre este tema tan importante poco ha cambiado en los siglos que han transcurrido. Hoy no sabemos más acerca de la felicidad de lo que sabía Aristóteles y, respecto a saber cómo obtener esta condición tan valorada, casi podríamos decir que no hemos realizado ningún progreso.

A pesar del hecho de que hoy estamos más sanos y nuestra vida es más larga que en siglos pasados, a pesar de que incluso el menos rico entre nosotros se halla rodeado de unos lujos materiales impensables hace sólo unas pocas décadas (había poquísimos cuartos de baño en el palacio del Rey Sol, las sillas eran escasas hasta en las mansiones medievales más lujosas y ningún emperador romano podría encender la televisión cuando estaba aburrido) y a pesar del inmenso conocimiento científico que podemos citar a voluntad, las personas a menudo acaban sintiendo que han malgastado su vida y que sus años han transcurrido entre la ansiedad y el aburrimiento.

¿Es así porque el destino de la humanidad es permanecer siempre insatisfecha? ¿O es porque cada persona desea más de lo que pueda obtener? ¿O el malestar penetrante que a menudo nos amarga hasta los instantes más preciosos es el resultado de buscar la felicidad en el lugar equivocado? El propósito de este libro es utilizar algunas de las herramientas de la psicología moderna para analizar esta pregunta tan antigua ¿Cuándo se sienten felices las personas? Si sabemos empezar a encontrar respuestas tal vez llegue el momento en que podamos organizar nuestra vida de modo que la felicidad forme una parte mayor de ella.

Veinticinco años antes de empezar a escribir estas frases, hice un descubrimiento que he tardado todo este tiempo en darme cuenta de que lo hice. Llamarlo "descubrimiento" es tal vez un error, porque las personas han sido conscientes de ello desde el alba de la humanidad. De todos modos, la palabra es la adecuada porque, aunque mi hallazgo ya era algo conocido, no ha sido escrito o explicado teóricamente por rama académica alguna, en este caso por la psicología. Por ello dediqué el siguiente cuarto de siglo a investigar este fenómeno tan elusivo.

Lo que "descubrí" es que la felicidad no es algo que sucede. No es el resultado de la buena suerte o del azar. No es algo que pueda comprarse con dinero o con poder. No parece depender de los acontecimientos externos, sino más bien de cómo los interpretamos. De hecho, la felicidad es una condición vital que cada persona debe preparar, cultivar y defender individualmente. Las personas que saben controlar su experiencia interna son capaces de determinar la calidad de sus vidas, eso es lo más cerca que podemos estar de ser felices.

De todos modos, no se puede alcanzar la felicidad mediante la búsqueda consciente de ella. «"Pregúntese a sí mismo si es feliz –decía J.S. Mill– y dejará de serlo». Es al estar totalmente involucrados en cada detalle de nuestras vidas, sea bueno o malo, cuando encontramos la felicidad, no intentando buscarla directamente. Viktor Frankl, el psicólogo austríaco, lo resumió bellamente en el prefacio de su libro Man's Search for Meaning: «No aspiren al éxito: cuanto más aspiren a él y más lo conviertan en su objetivo, con mayor probabilidad lo perderán. Puesto que el éxito, como la felicidad, no puede conseguirse, debe seguirse ... como si fuese el efecto secundario no intencionado de la dedicación personal a algo mayor que uno mismo.»

Así, ¿cómo podemos alcanzar esta meta tan escurridiza que no puede alcanzarse por una ruta directa? Mis estudios durante este último cuarto de siglo me han convencido de que existe un modo. Es un camino tortuoso que empieza consiguiendo el control sobre los contenidos de nuestra conciencia.

Nuestras percepciones sobre nuestras vidas son el resultado de muchas fuerzas que conforman nuestra experiencia, y cada una provoca un impacto que hace que nos sintamos bien o mal. Muchas de estas fuerzas están fuera de nuestro control. No es mucho lo que podemos hacer acerca de nuestra apariencia física, nuestro temperamento o nuestra constitución. No podemos decidir –al menos no demasiado– cuán altos queremos ser, o cuán guapos. No podemos elegir tampoco a nuestros padres ni el momento de nuestro nacimiento, y no está ni en su poder ni en el mío decidir cuándo va a haber una guerra o una depresión económica. Las instrucciones que contienen nuestros genes, la fuerza de la gravedad, el polen en el aire, el período histórico en que nacemos ..., éstas y otras innumerables condiciones determinan lo que vemos, cómo nos sentimos y lo que hacemos. No es sorprendente creer que nuestro destino está determinado pri -mordialmente por fuerzas externas.

Sin embargo, todos hemos vivido ocasiones en las que en lugar que ser abofeteados por fuerzas anónimas, hemos sentido que teníamos el control de nuestras acciones, que éramos los dueños de nuestro propio destino. En las raras ocasiones en que esto sucede sentimos una especie de regocijo, un profundo sentimiento de alegría que habíamos deseado durante largo tiempo y que se convierte en un hito en el recuerdo de cómo debería ser la vida.

Esto es lo que queremos decir con experiencia óptima. Es lo que el marinero que sujeta tensa una cuerda siente cuando el viento sopla entre sus cabellos, cuando el bote se lanza a través de las olas como un potro: las velas, el casco, el viento y el mar tarareando una canción que vibra en las venas del marinero. Es lo que un pintor siente cuando los colores en el cuadro empiezan a mostrar una tensión magnética los unos con los otros, y una cosa nueva, una forma viva, se dibuja frente al asombrado creador. O es el sentimiento de un padre cuando su hijo responde por primera vez a su sonrisa. Pero tales acontecimientos no suceden únicamente cuando las condiciones externas son favorables; personas que han sobrevivido a los campos de concentración o que han vivido peligros casi mortales a menudo recuerdan que, en medio de las pruebas, experimentaron epifanías extraordinariamente ricas como respuesta a acontecimientos tan simples como escuchar la canción de un pájaro en el bosque, finalizar un trabajo difícil o compartir un pedazo de pan con un amigo.

Contrariamente a lo que creemos normalmente, los momentos como éstos, los mejores momentos de nuestra vida, no son momentos pasivos, receptivos o relajados (aunque tales experiencias también pueden ser placenteras si hemos trabajado duramente para conseguirlas). Los mejores momentos suelen suceder cuando el cuerpo o la mente de una persona han llegado hasta su límite en un esfuerzo voluntario para conseguir algo difícil y que valiera la pena. Una experiencia óptima es algo que hacemos que suceda. Para un niño puede ser poner con sus temblorosos dedos el último bloque de una torre que ha construido, más alta que todas las que ha construido hasta entonces; para un nadador puede ser intentar batir su propio récord; para un violinista, dominar un pasaje musical complicado. Para cada persona existen miles de oportunidades, de desafíos para expandirnos.

Tales experiencias no tienen que ser necesariamente agradables en el momento en que ocurren. Los músculos del nadador pueden haberle dolido durante su carrera memorable, sus pulmones puede que hayan estado a punto de explotar, y tal vez haya sufrido un poco de mareo y fatiga; sin embargo, pueden haber sido los mejores momentos de su vida. Tener el control en la vida nunca es fácil, y a veces puede ser hasta doloroso, pero a largo plazo las experiencias óptimas añaden un sentimiento de maestría (o tal vez mejor sea decir, un sentimiento de participación al determinar el contenido de la vida) que está tan cerca de lo que queremos decir normalmente como felicidad como cualquier otra cosa que podamos imaginarnos.

A lo largo de mis estudios he intentado comprender tan exactamente como me fuese posible cómo se sentían las personas cuando más disfrutaban de sí mismas y por qué. Mis primeras investigaciones fueron hechas con unos cientos de "expertos" (artistas, atletas, músicos, maestros del ajedrez y cirujanos), en otras palabras, gente que parecía dedicar su tiempo a hacer, precisamente, las actividades que prefería. De sus relatos sobre cómo se sentían al hacer lo que estaban haciendo, elaboré una teoría de la experiencia óptima basada en el concepto del flujo, el estado en el cual las personas se hallan tan involucradas en la actividad que nada más parece importarles; la experiencia, por sí misma, es tan placentera que las personas la realizarán incluso aunque tenga un gran coste, por el puro motivo de hacerla.

Con la ayuda de este modelo teórico mi equipo de investigación en la Universidad de Chicago y luego mis colegas de todo el mundo entrevistaron a miles de individuos de muchas y diferentes edades y maneras de vivir. Estos estudios sugerían que las experiencias óptimas eran descritas del mismo modo por hombres y mujeres, por jóvenes o viejos, sin importar las diferencias culturales. La experiencia del flujo no era únicamente una peculiaridad de las élites ricas de los países industrializados. La explicaban esencialmente con las mismas palabras mujeres ancianas de Corea, adultos de Tailandia y la India, adolescentes de Tokio, pastores navajos, campesinos de los Alpes italianos o trabajadores de una cadena de montaje de Chicago.

Al principio nuestros datos consistían en entrevistas y cuestionarios. Para conseguir una mayor precisión desarrollamos con el tiempo un nuevo método para medir la calidad de la experiencia subjetiva. Esta técnica, llamada el Método de Muestreo de la Experiencia, pide a los sujetos que lleven un aparato electrónico de recepción de mensajes durante una semana y que escriban cómo se sienten cada vez que el buscapersonas suena. El buscapersonas se activa por radiotransmisor aproximadamente ocho veces al día, en intervalos al azar. Al final de la semana, cada sujeto nos ofrece un informe casi continuo, una película escrita de su vida, fabricada con una selección de momentos representativos. Hasta ahora hemos recogido cien mil de estos retazos de experiencias en diferentes lugares del mundo. Las conclusiones de este libro se basan en este conjunto de datos.

El estudio del flujo que empecé en la Universidad de Chicago ahora se ha diseminado por todo el mundo. Investigadores en Canadá, Alemania, Italia, Japón y Australia se han lanzado a su análisis. Actualmente la colección de datos más amplia, fuera de Chicago, está en el Instituto de Psicología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Milán, en Italia. El concepto de flujo ha sido útil para los psicólogos que estudian la felicidad, la satisfacción vital y la motivación intrínseca; para los sociólogos que ven en él lo opuesto a la anomia y a la alienación; para los antropólogos que están interesados en el fenómeno de la efervescencia colectiva y los rituales. Algunos han extendido las implicaciones del flujo intentando comprender la evolución de la humanidad, otros para clarificar la experiencia religiosa.

Pero el flujo no es únicamente un tema académico. Sólo unos pocos años después de su publicación, la teoría empezó a aplicarse a una gran variedad de cuestiones prácticas. Siempre que el objetivo sea mejorar la calidad de vida, la teoría del flujo puede señalar el camino. Ha inspirado la creación de planes de estudio experimentales, la formación de ejecutivos de negocios, el diseño de productos para el ocio y los servicios. Se utiliza el flujo para generar ideas y aplicaciones prácticas en psicoterapia clínica, en la organización de actividades en los asilos de ancianos, en el diseño de exposiciones museísticas y en terapia ocupacional para minusválidos. Todo esto ha ocurrido en el período de doce años que ha pasado desde la aparición en las revistas académicas de los primeros artículos acerca del flujo y parece que el impacto de la teoría va a ser aún mayor en los próximos años.


Repaso


Aunque se han escrito muchos artículos y libros sobre el flujo, se han escrito pensando en los especialistas. Ésta es la primera vez que la investigación sobre la experiencia óptima se presenta al público en general y se comentan sus implicaciones para la vida de cada persona. Pero lo que hallarán a continuación no va a ser un libro de How to ... Hay literalmente miles de libros imprimiéndose o en las estanterías de las librerías que explican cómo hacerse rico, cómo ser poderoso, cómo conseguir amor o cómo adelgazar. Al igual que los libros de recetas culinarias, le dicen cómo conseguir un objetivo específico y limitado al cual pocas personas llegan. Pero aunque sus consejos funcionasen, ¿cuál sería el resultado después del poco probable acontecimiento de que uno se convirtiese en un millonario delgado, amado y fuerte? Lo que pasa normalmente es que la persona se halla otra vez en la casilla inicial, con una nueva lista de deseos y tan insatisfecha como antes. Lo que satisfaría realmente a las personas no es adelgazar o ser rico, sino sentirse bien con su vida. En la búsqueda de la felicidad las soluciones parciales no funcionan.

A pesar de sus buenas intenciones, los libros no pueden darnos recetas de cómo ser felices. Puesto que la experiencia óptima depende de la capacidad de controlar lo que sucede en nuestra conciencia momento a momento, cada persona lo consigue basándose en su propio esfuerzo y creatividad. Lo que un libro sí puede hacer, y éste va a intentar conseguirlo, es mostrar ejemplos de cómo podemos disfrutar más de la vida, ordenados en el marco de una teoría para que sus lectores reflexionen y puedan llegar a sus propias conclusiones.

En lugar de presentarles una lista de qué hacer y qué no hacer, este libro intenta ser un viaje a través del reino de la mente con los planos que nos ofrecen las herramientas de la ciencia. Como todas las aventuras que valen la pena, ésta no va a ser fácil. Sin un poco de esfuerzo intelectual, sin un compromiso de reflexionar y pensar críticamente acerca de su propia experiencia, usted no va a ganar demasiado con lo que sigue a continuación.

Flujo va a examinar el proceso de conseguir felicidad gracias al control de nuestra vida interna. Vamos a empezar considerando Cómo funciona la conciencia y cómo se controla (capítulo 2), puesto que sólo si comprendemos la manera en que se forma la subjetividad podemos dominarla. Todo lo que experimentamos – gozo o dolor, interés o aburrimiento– se representa en la mente como información. Si somos capaces de controlar esta información, podremos decidir cómo será nuestra vida.

El estado óptimo de experiencia interna es cuando hay orden en la conciencia. Esto sucede cuando la energía psíquica (o atención) se utiliza para obtener metas realistas y cuando las habilidades encajan con las oportunidades para actuar. La búsqueda de un objetivo trae orden a la conciencia porque una persona debe concentrar su atención en la tarea que está llevando a cabo y olvidarse momentáneamente de todo lo demás. Estos períodos de lucha para superar desafíos son lo que la gente define como los mejores momentos de su vida (capítulo 3). Una persona que ha conseguido controlar la energía psíquica y la ha utilizado conscientemente para obtener una meta no puede más que desarrollarse y convertirse en un ser más complejo. Al adiestrar nuestras habilidades, al enfrentarnos a desafíos superiores, tal persona se convierte, cada vez más, en un individuo extraordinario.

Para comprender por qué algunas cosas que hacemos nos hacen disfrutar más que otras, debemos revisar las condiciones de la experiencia de flujo (capítulo 4). "Flujo" es la manera en que la gente describe su estado mental cuando la conciencia está ordenada armoniosamente; gente que desea dedicarse a lo que hace por lo que le satisface en sí. Al repasar algunas de las actividades que de forma consistente producen flujo (como los deportes, los juegos, el arte, las aficiones) es más fácil entender qué hace feliz a la gente.

Pero no podemos confiar sólo en los juegos y en el arte para mejorar la calidad de vida. Para conseguir control sobre lo que sucede en nuestra mente podemos recurrir a un infinito abanico de oportunidades de diversión; por ejemplo, gracias al uso de las habilidades físicas y sensoriales que abarcan desde el atletismo a la música o al yoga (capítulo 5), o gracias al desarrollo de las habilidades simbólicas como la poesía, la filosofía o las matemáticas (capítulo 6).

El común de las personas dedica la mayor parte de su vida a trabajar y a relacionarse con otras personas, especialmente con los miembros de su familia. Así pues, es crucial que uno aprenda a transformar el trabajo en actividades que produzcan flujo (capítulo 7) y a pensar la manera de conseguir que las relaciones con los padres, esposos, hijos y amigos sean más placenteras (capítulo 8).


(Continues...)

Excerpted from Fluir (Flow) by Mihaly Csikszentmihalyi, Nuria López. Copyright © 1996 Editorial Kairós, S.A.. Excerpted by permission of Editorial Kairós.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
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Table of Contents

Contents

Prólogo,
1.- La revisión del concepto de la felicidad,
2.- La anatomía de la conciencia,
3.- El disfrute y la calidad de la vida,
4.- Las condiciones del flujo,
5.- El cuerpo en flujo,
6.- El flujo del pensamiento,
7.- El trabajo como flujo,
8.- Disfrutar de la soledad y de los demás,
9.- Engañar al caos,
10.- La elaboración del significado,
Notas,
Referencias,

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