Bajo un título que invita a pausar la rutina, para luego reflexionar en la nada que espera tras empujar, cual Sísifo, nuestra piedra cuesta arriba por la montaña de la vida, este libro reúne trece piezas sórdidas bañadas en locura y absurdo a través de las cuales Hugo S. Mestizo –pensador tan amargo como agudo–, a golpe de un humor corrosivo que frisa en la sátira, visibiliza el lado oscuro de la existencia, da voz a los millones que se quedan en las puertas de la felicidad, llena los corazones de angustia e interrumpe la algarabía de un mundo extraviado en fruslerías, como sólo la afilada pluma de un iconoclasta confeso puede hacerlo. En esta obra narrativa, donde confluyen elementos autobiográficos, especulación filosófica, guiños a los escritores malditos y crítica implacable al statu quo, nadie escapa del sinsentido: ni el demente emperador que sortea una conjura en su contra; ni el médico forense que vive gracias a la muerte; ni los noveles filósofos que hacen del instinto de supervivencia su mejor doctrina; ni el alcohólico que se carcome por la partida de su gran amor; ni los miembros de una sociedad secreta empeñada en erradicar la mentira; ni los esposos enfocados en ascender cada uno a su manera; ni las ciegas víctimas del consumismo despiadado; ni la pintora que se bate entre la creación y la muerte; ni el escritor aplaudido por la decepción; ni Fracso, el intemporal alter ego del autor, personaje contradictorio y turbulento que intenta abrirse camino sobreviviendo a la adversidad; ni mucho menos el lector, quien podrá reírse de todo y, principalmente, de sí mismo. Aun así, las historias aquí contenidas logran que su ironía venza a la peor de las tragedias. ¿Podemos, entonces, sumergirnos en estas páginas y retornar incólumes? Retornar, sí; incólumes, no. ¿Cómo podría estarlo quien ya escuchó lo que nadie quiere oír, que vivimos en una rotunda e inmensa simulación? Espera, nada espera es la premisa mayor. De los lectores, de las premisas menores, depende el sentido optimista o pesimista o realista que se le asigne a este singular volumen. Si nada espera, pues... El lector tiene la palabra.
