Espíritu Santo, tengo hambre de ti - edición revisada
En este extraordinario libro, Claudio Freidzon desafía a todo cristiano a buscar una profunda y poderosa relación con el Espíritu Santo. ¿Cómo? El autor no nos deja sedientos y, trasladándonos a sus propias experiencias, nos señala con sinceridad las etapas que debemos transitar.
1101999670
Espíritu Santo, tengo hambre de ti - edición revisada
En este extraordinario libro, Claudio Freidzon desafía a todo cristiano a buscar una profunda y poderosa relación con el Espíritu Santo. ¿Cómo? El autor no nos deja sedientos y, trasladándonos a sus propias experiencias, nos señala con sinceridad las etapas que debemos transitar.
14.99 In Stock
Espíritu Santo, tengo hambre de ti - edición revisada

Espíritu Santo, tengo hambre de ti - edición revisada

by Claudio Freidzon
Espíritu Santo, tengo hambre de ti - edición revisada

Espíritu Santo, tengo hambre de ti - edición revisada

by Claudio Freidzon

Paperback(REV)

$14.99 
  • SHIP THIS ITEM
    Qualifies for Free Shipping
  • PICK UP IN STORE

    Your local store may have stock of this item.

Related collections and offers


Overview

En este extraordinario libro, Claudio Freidzon desafía a todo cristiano a buscar una profunda y poderosa relación con el Espíritu Santo. ¿Cómo? El autor no nos deja sedientos y, trasladándonos a sus propias experiencias, nos señala con sinceridad las etapas que debemos transitar.

Product Details

ISBN-13: 9780881138559
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 02/09/2005
Edition description: REV
Pages: 192
Product dimensions: 4.90(w) x 8.00(h) x 0.80(d)
Language: Spanish

About the Author

Se graduó del Seminario Bíblico Río de la Plata, de las Asambleas de Dios. Fue maestro de la Palabra en reconocidos institutos bíblicos y presbítero de su denominación a cargo de todas las iglesias de Buenos Aires.

Read an Excerpt

Espiritu Santo, tengo hambre de ti


By Claudio Freidzon

Grupo Nelson

Copyright © 2005 Editorial Caribe, Inc.
All rights reserved.
ISBN: 978-0-88113-855-9



CHAPTER 1

Provocando la manifestación de Dios


Han pasado ya ocho años desde la publicación de este libro. La fidelidad del Señor ha sido grande. No hemos parado de oír y ver las maravillas de Dios. Su mano no se ha acortado. Este libro, que hoy está en tus manos, ha sido traducido a más de diez idiomas y cada año se realizan nuevas impresiones. Sucede que hay hambre de Dios en la tierra, pasión por conocerlo. Vivimos el tiempo que anunció el profeta: «He aquí vienen días, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová» (Amós 8.11). En todas las naciones hay un despertar a la realidad y obra del Espíritu Santo. ¡Gloria a Dios!

Este despertar lo he visto en mi propio ministerio a lo largo de estos años. El Señor nos levantó desde Argentina y comenzó a llevarnos a las naciones con un poderoso mensaje de restauración. Un mensaje que nos llama a volvernos a Él en el fuego del primer amor, a darle al Espíritu Santo el lugar que le corresponde en nuestra vida, a levantarnos como los protagonistas del gran avivamiento. Desde entonces más de tres millones de personas han sido alcanzadas por nuestro ministerio a través de cruzadas y conferencias. Nuestra querida Iglesia Rey de Reyes, que hace ocho años tenía cuatro mil miembros, hoy cuenta aproximadamente con dos mil quinientas células y una membresía estable que ronda los veinte mil miembros. Cuando le damos lugar al Espíritu Santo, ¡Él glorifica a Cristo y nos entrega la tierra!

Pastores y laicos de todo el mundo han sido transformados por Dios en nuestras cruzadas. ¿Por qué? ¿Por méritos de un hombre? ¡No! Sólo porque hemos permitido a Dios actuar a través de nuestra vida. Hemos sentido hambre del Espíritu Santo, hemos golpeado, hemos buscado más y más de Él cada día, y Dios encontró un espacio para manifestarse. ¡Lo mismo puede suceder en su vida!

Recuerdo a un querido pastor del norte argentino, el pastor Jorge Ledesma. Hace unos pocos años atrás era sólo un laico consagrado, que deseaba hacer la voluntad de Dios en su vida. Trabajaba secularmente para un canal de televisión y colaboraba en su iglesia atendiendo una célula. Él asistió a nuestra cruzada en la ciudad de Resistencia, en la provincia de Chaco, y fue impactado por el poder de Dios. La unción del Espíritu Santo se derramó en su vida y fue llamado al ministerio. Hoy tiene la iglesia más grande de la ciudad con aproximadamente tres mil células. Cree y practica la comunión con el Espíritu Santo y está ganando ese territorio para Cristo. ¡Gloria a Dios!

Otro precioso hermano, el doctor David Remedios, hijo de cubanos y nacido en Estados Unidos, asistió a una cruzada que realizamos en Orlando, Estados Unidos, para unas siete mil personas. Yo nunca lo había visto en mi vida. En un momento de la reunión la presencia del Espíritu Santo llenó aquel lugar. Podíamos palpar la gloria del Señor y un espíritu de quebrantamiento y búsqueda espiritual embargaba los corazones. Bajé de la plataforma y comencé a caminar por los pasillos para orar por las personas. De repente lo vi, estaba bajo el poder de Dios. Le dije: «¿Quién eres?» Él me respondió: «Soy un cirujano». Yo le dije en el Espíritu: «Ahora Dios te dice que además de cirujano, eres un pastor». Y cayó tocado por el Señor. Al presente este querido hermano y amigo, considerado uno de los mejores cirujanos en su nación, pastorea una iglesia y lleva adelante un ministerio de poder. ¡El Espíritu Santo es el que transforma las vidas!

Así miles de pastores y laicos han sido renovados, sanados y restaurados, por la obra del Espíritu Santo. Sus vidas y ministerios fueron cambiados. Por eso he querido para esta nueva edición añadir este capítulo. Para decirle que la verdad de Dios no ha cambiado: Dios honra y bendice a los que lo buscan con un corazón sincero.

Esta fue mi experiencia. Todo lo que tengo tiene una sola razón: Tuve hambre del Espíritu Santo. No me contenté con lo de ayer. Busqué a Dios en mis desiertos. Busqué orar con los hombres de Dios que caminaban bajo la unción. ¡Golpeé las puertas de los cielos! Quise conocer a la persona del Espíritu Santo. Y, ¿sabe una cosa? Todavía tengo el mismo hambre, apenas he capturado un vaso de agua del gran océano de Dios.

Es necesario movernos en este sentido, provocar la manifestación de Dios en nuestra vida. Muchos creyentes están propensos a ver a Dios en su manifestación global, moviéndose en la generalidad, pero no en la intimidad de su comunión con Él o en su necesidad específica.

¿Cómo puede lograr que este Dios que hizo los cielos de los cielos, se manifieste a su vida, a su casa, y aún a lo profundo de su alma? ¿Cómo «provoca» a Dios para que Él se manifieste?

Este es el tema central de este libro y creo que debe ser la inquietud fundamental de todo hombre en la tierra.


Provocamos a Dios Cuando lo buscamos

Dice la escritura: «Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano» (Isaías 55.6). ¡Buscar! Nada provoca más a Dios que un corazón que lo busca. El problema es que no nos gusta buscar.

Recuerdo hace un par de años atrás un pequeño incidente familiar que me hizo reflexionar sobre este asunto. Estaba en mi casa preparándome para viajar a otro país a realizar una cruzada. Mi avión salía en pocas horas y ya teníamos que salir rumbo al aeropuerto. Estaba terminando de empacar mis valijas cuando noté que no tenía mi pasaporte. Y comencé a buscarlo ... En mi escritorio, y no estaba ... En mi maletín, y no estaba ... Entre mis papeles, ¡y no estaba! ... Para ese momento mi corazón ya latía muy fuerte. La hora iba pasando y perdería el avión. Todos comenzaron a buscar por todos lados abriendo cajones, mirando debajo de las camas... Finalmente Betty me preguntó: «¿Te fijaste bien en tu maletín?» «Sí, ya busqué allí», le contesté. Ella me dijo: «Déjame ver a mí». Seguramente has notado que las mujeres tienen un raro don para encontrar las cosas. Ellas tienen esa paciencia para buscar, para ver con calma, que no siempre nos caracteriza a los varones. Y así fue. Abrió mi maletín, lo revisó con cuidado, ¿y qué crees? Allí estaba mi pasaporte.

Algo me quedó en claro, no me agrada buscar, pero cuando uno encuentra lo que busca ¡valió la pena el esfuerzo y la dedicación! Cuanto más cuando se trata de buscar el rostro de Dios. Por momentos no queremos humillarnos para orar, no queremos pagar el precio de esperar sobre nuestras rodillas, pero cuando lo hacemos, ¡cuánta gloria nos es revelada! Conocemos a Dios ni más ni menos. Entablamos una relación personal con el Espíritu Santo.

Es cuando nos sentimos insuficientes para enfrentar la prueba, incapaces para crecer en el ministerio, que clamamos a Dios con una sed profunda. Como si alguien derramase un salero en nuestra lengua, así buscamos los ríos de agua viva. Y cuando usted comprende que esta sed es fundamental para experimentar su plenitud y su gloria, quiere tener siempre ese gusto a sal en su boca. Es como aquella persona que se acostumbró a comer con mucha sal, si no la tiene, ya no le sabe la comida. Así también, si gustó alguna vez su gloria, se hará dependiente de ella y no se conformará con menos.

He sentido a menudo esa sal en mi boca. Recuerdo hace muchos años, allá a comienzos de la década del ochenta, que luego que el Señor levantó al evangelista Carlos Annacondia como un canal de avivamiento en Argentina, una tarde lo fui a ver a su casa. Había quedado impresionado por la gracia de Dios en la vida de este siervo. Miles de personas se convertían en una sola noche en sus cruzadas y sucedían grandes milagros. Me había impactado su amor por las almas, su autoridad espiritual y cómo echaba fuera los demonios. Era ver las escrituras en acción. Iba cada noche para impregnarme de esa visión. Tenía sed de recibir ese avivamiento en mi corazón. Aquella tarde luego de tocar el timbre de su casa, le dije: «Hermano, quiero orar con usted. Quiero ese fuego espiritual que usted tiene».

Por aquel tiempo no tenía fruto en ministerio. Era un pastor sin ovejas. Pero Dios me visitó. Me mostró que la relación con el Espíritu Santo era la clave. Diez años después, con una realidad diferente, con una iglesia creciente y pujante, ¡otra vez se derramó el salero sobre mi lengua! Y esa insatisfacción, esa búsqueda, produjo en 1992 un mover increíble en nuestra vida y en nuestro ministerio. Encendió un fuego de avivamiento que se propagó a millones de personas en todas las naciones y aún continúa ardiendo.

Cuando nuestro corazón gime por su presencia, busca, golpea la puerta de los cielos. Cuando hay hambre, pasión por conocerlo ... ¡provocamos a Dios y Él se manifiesta! Dios no puede resistir un corazón que lo busca.


Provocamos a Dios cuando dejamos un espacio vacío

Leemos en el libro de los comienzos, allí en Génesis 1.2: «Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas».

Parecería que desde el inicio de la creación se nos muestra esta verdad: Dios busca un espacio vacío para manifestarse y llenarlo con su gloria. Allí donde está la necesidad, donde reina la confusión y el vacío, es donde el Espíritu Santo quiere actuar y hacer nuevas todas las cosas.

Hace unos días quedé impresionado con el testimonio de una mujer que llegó hasta la iglesia. Tenía apenas unos días de creyente y el Señor había hecho una obra tremenda en su vida. Poco tiempo atrás esta pobre mujer, en su desesperación y tristeza, había intentado quitarse la vida cortándose las venas. Días después se enteró que estaba embarazada y acordó con su marido que abortarían ese hijo, pues pensaban que no podrían mantenerlo. Fue en ese tiempo que unos hermanos la invitaron con su esposo a una célula evangelística de nuestra iglesia donde, sin entender demasiado, aceptaron al Señor y recibieron oración por su familia. Oraron para que el Señor cubriese con su sangre a ese matrimonio y a sus hijos. ¡Pero ella no sabía que esa oración también estaba alcanzando al hijo que llevaba en su vientre! A los pocos días el jefe de su marido le prestó el dinero para hacerse el aborto y ella se dirigió a ver a un médico dispuesta a realizarlo. Pero cuando llegó al lugar no encontraba la dirección exacta. Se cruzó a la vereda de enfrente para mirar las casas desde otra perspectiva y cuando estaba en eso una voz le vino a su corazón: «La célula». Y ella entendió lo que estaba pasando. Volvió a su casa y le contó a su esposo la experiencia. El Espíritu Santo estaba tratando con ellos. Decidieron ir a un retiro de la iglesia donde Dios se manifestó a sus vidas con poder rompiendo las cadenas y afirmándolos en la verdadera fe. Fue allí donde le pidió perdón a Dios por sus pecados y aún le pidió perdón a ese pequeño bebé que estaba dentro de ella. ¡Porque allí donde hay desorden y vacío es donde Dios se quiere manifestar!

El primer milagro de Jesús fue realizado en una boda, en Caná de Galilea. Dice la Biblia: «Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino» (Juan 2.3). Allí estaba la necesidad. Allí el espacio vacío para que Dios intervenga. Y ante el pedido de su madre, Jesús transformó dos tinajas de agua en el mejor vino. Tinajas que antes estaban vacías. ¿Puede comprenderlo? Jesús es atraído por la necesidad y su Santo Espíritu está pronto a llenar con su presencia al corazón que lo busca.

Un corazón quebrantado, humillado, es un espacio vacío para la obra del Espíritu Santo. Un corazón que gime por su auxilio enternece a Dios y lo mueve a actuar poderosamente.

Dios mira de lejos al altivo. Al que se siente satisfecho con lo poco alcanzado, no le puede mostrar su gloria. Él necesita un espacio vacío, alguien que diga: ¡Señor, te necesito, tengo hambre y sed de ti! Y el Espíritu Santo se moverá como en el Génesis para crear algo nuevo en tu vida.


Provocamos a Dios cuand le adoramos

Un corazón adorador «provoca» a Dios a manifestarse. Él no puede resistirse cuando un hijo le adora con frescura y sinceridad.

La adoración es mucho más que cantar. Dice Isaías 42.10: «Cantad a Jehová un nuevo cántico, su alabanza desde el fín de la tierra ...». Estamos hablando de elevar un cántico nuevo, un cántico espontáneo que surge como consecuencia de un renovado amor por el Señor.

Cuando el Espíritu Santo llena una vida, cuando entablamos una relación profunda e íntima con Él, descubrimos la verdadera alabanza. Muchos hoy están alabando a Dios con un «cántico viejo». Su alabanza se ha vuelto rutinaria, no adoran con frescura y emoción. ¡Necesitan un cántico nuevo!

La adoración es entrega, la adoración es sacrificio de amor. Es un estado del corazón. Es el alma que se rinde a Dios en gratitud, en un sincero primer amor que nunca se apaga ni mengua. Es la respuesta natural de nuestro corazón cuando vemos que el Señor sigue haciendo milagros y maravillas en nuestra vida. ¡Dios no puede resistirse a un verdadero adorador!

Jesús dijo: «Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores, adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren» (Juan 4.23).

Esta es la hora del Espíritu Santo. Es el tiempo de levantarnos para buscar su comunión y adorar al Padre con sinceridad y amor.

¿Quiere que Dios se manifieste en su vida? Entonces debe provocar esa manifestación a través de su búsqueda, de su oración. Creando un espacio en su corazón donde Él pueda glorificarse. Y siendo un verdadero adorador.

Desde que este libro fue publicado he recibido por muchos medios, innumerables testimonios de vidas que han sido transformadas al leer estas páginas. Cuando realizo una cruzada en cualquier parte del mundo, casi siempre se acerca algún hermano a contarme cuánto le impactó este libro. Este humilde testimonio ha inspirado a muchos siervos de Dios a entablar una nueva relación con el Espíritu Santo y ha sido usado por Dios como «una llave» para un nuevo tiempo en la vida devocional y ministerial. Es mi deseo que lo mismo suceda con usted. Que entre a una nueva dimensión gloriosa en comunión y amistad con el Espíritu Santo.

¡Este es el tiempo!


CLAUDIO FREIDZON

Buenos Aires, 20 de octubre de 2004.

CHAPTER 2

En la escuela del desierto


El estadio del Club Atlético Vélez Sarfield es una imponente masa de cemento que se yergue en un pintoresco barrio de Buenos Aires llamado Liniers. Es una zona populosa de gran movimiento comercial y de transportes que entran y salen de la Capital Federal hacia localidades del conurbano. Este estadio fue refaccionado y ampliado con motivo del campeonato mundial de fútbol de 1978 para albergar cómodamente las actuales sesenta y cinco localidades. Nunca imaginé que aquel lugar representaría un hito histórico dentro del plan de Dios para mi vida. La tarde del 9 de abril de 1993 se vería desbordado en su capacidad por más de sesenta y cinco mil personas convocadas por el Espíritu Santo para celebrar una fiesta espiritual sin precedentes.

Era un viernes de Semana Santa. Tuvimos que trabajar mucho para llegar hasta ese momento, y recuerdo en particular algunas dificultades que debimos superar. A sólo una semana de la fecha en que debía comenzar la Cruzada, ya con toda la publicidad realizada, las autoridades del club Vélez Sarsfield nos modificaron la fecha para el día siguiente. Un cambio de último momento en la asociación del Fútbol Argentino había dispuesto que se jugaran los partidos de fútbol el mismo día que nosotros teníamos la Cruzada.

En mi corazón había una lucha interior. ¡Sólo una semana para avisar a todo un país la nueva fecha! Inicialmente no habíamos considerado oportuno hacer la Cruzada un viernes santo, porque normalmente las iglesias organizan sus propias actividades especiales, pero ya no teníamos alternativa, excepto de cancelarlo todo. Era un paso de fe, pero el Espíritu Santo me animó para seguir adelante.

Por fin llegó el día. A pesar de estar en pleno otoño, el clima era inmejorable. Dios nos había regalado un día primaveral.

A las 14.30 horas, llamé a uno de mis colaboradores y le pregunté: «¿Cómo está todo, cuánta gente hay?» Él me dijo: «Estupendo, vienen multitudes». Decía eso porque lo miraba con fe. Cuando preguntaba a otros, recibía otro informe bastante desalentador. Pero los valientes miran con los ojos de la fe y proclaman que es una realidad aquello que Dios ya les habló al corazón: «Creí, por lo cual hablé» (2 Corintios 4.13). ¡Y las multitudes venían! De todo el país llegaban autobuses con pastores y congregaciones enteras. Habían cancelado sus actividades para unirse a nosotros en una celebración inolvidable.

La gloria de Dios llenó aquel lugar, y fueron tremendas las cosas que hizo el Señor: milagros, sanidades, manifestaciones del Espíritu Santo. Fue una fiesta hermosa, seis horas intensas bajo la Gloria de Dios. En aquel día de otoño, con una temperatura primaveral, fuimos conmovidos por Dios en un maravilloso clima de unidad.

Cuando yo era niño soñaba con ser jugador de fútbol profesional. Muchos consideraban que tenía «pasta» para ser jugador, y yo me animaba con el sueño de triunfar en el campo deportivo.


(Continues...)

Excerpted from Espiritu Santo, tengo hambre de ti by Claudio Freidzon. Copyright © 2005 Editorial Caribe, Inc.. Excerpted by permission of Grupo Nelson.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.

Table of Contents

Contents

Prólogo, 11,
Introducción, 13,
1. Provocando la manifestación de Dios, 15,
2. En la escuela del desierto, 25,
3. ¡¡Siga adelante!!, 49,
4. ¡Quiero ese fuego!, 61,
5. «¡Es muy fuerte!», 77,
6. las maravillas de Dios, 93,
7. ¿Lo quiere?, 113,
8. ¿Acostumbrados a la gloria de Dios?, 129,
9. Hacia una dimensión gloriosa, 145,
10. Por siempre en la dimensión gloriosa, 163,
11. ¡Pasión por Dios!, 185,

From the B&N Reads Blog

Customer Reviews