Durante siglos, la ociosidad y la pereza se han considerado vicios. Se espera que todos trabajemos para sobrevivir y salir adelante. Dedicar energía a cualquier cosa que no sea el trabajo y la superación personal puede parecer un lujo o un fracaso moral. Los filósofos modernos se han esforzado en continuar denigrando la ociosidad hasta el punto de descartarla por ser contraria a la necesidad de que las personas sean autónomas y se conviertan en seres completos (Kant); sean útiles (Kant y Hegel); acepten las normas de la comunidad (Hegel); contribuyan al bien social trabajando (Marx); y eviten el aburrimiento (Schopenhauer y de Beauvoir). O’Connor desafía el retrato que la filosofía moderna hace de la ociosidad mostrando lo erróneo de los argumentos y planteando que tener objetivos ociosos puede permitir la más alta forma de libertad.