El Regreso de los Muertos Vivientes

El Regreso de los Muertos Vivientes

by Kim Harrison
El Regreso de los Muertos Vivientes

El Regreso de los Muertos Vivientes

by Kim Harrison

eBookSpanish-language Edition (Spanish-language Edition)

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Overview

La vida no es fácil para Raquel Morgan, una bruja caza-recompensas sexi e independiente. Pasa sus noches recorriendo las oscuras calles de Cincinnati en busca de las criaturas criminales del lugar. Es capaz de enfrentarse a los vampiros y hasta está dispuesta a luchar contra uno que otro demonio. Pero cuando se encuentra cara a cara con un asesino en serie que se alimenta de expertos y utiliza la magia negra más peligrosa de todas . . . se ve francamente en apuros. Raquel se enfrenta a un mal antiguo e implacable, y aquello es más que un simple juego de niños. . . tendrá suerte si logra escapar con su alma intacta.

Product Details

ISBN-13: 9780062226792
Publisher: HarperCollins
Publication date: 07/10/2012
Series: Hollows (Spanish Language) Series , #2
Sold by: HARPERCOLLINS
Format: eBook
Pages: 480
File size: 590 KB
Language: Spanish

About the Author

About The Author

Kim Harrison is best known as the author of the #1 New York Times bestselling Hollows series, but she has written more than urban fantasy and has published more than two dozen books, spanning the gamut from young adult, accelerated-science thriller, and several anthologies and has scripted two original graphic novels set in the Hollows universe. She has also published traditional fantasy under the name Dawn Cook. Kim is currently working on a new Hollows book between other, nonrelated, urban fantasy projects.

Read an Excerpt

Regreso de los Muertos Vivientes, El


By Kim Harrison

HarperCollins Publishers, Inc.

Copyright © 2006 Kim Harrison
All right reserved.

ISBN: 0060856947

Capítulo Uno

Subí un poco más la correa de lienzo sobre mi hombro para acomodar la regadera y me estiré para alcanzar la planta que colgaba. El sol entraba a chorros y me calentaba a través de mi overol azul de jardinera. Al otro lado del vidrio de las ventanas había un patio pequeño rodeado de oficinas de funcionarios importantes. Con los párpados entreabiertos por el sol, apreté la manija de la manguera y sentí que pasaba el agua.

Sonaba el tableteo de los teclados de las computadoras, al tiempo que yo me movía de planta en planta. Las conversaciones telefónicas se filtraban desde las oficinas hasta el mostrador de la recepción, y también unas carcajadas que más parecían ladridos de perro: eran hombres lobos. Cuanto mayor era su jerarquía en la manada, más humanos parecían. Pero la risa siempre los delataba.

Seguí con la mirada la hilera de plantas colgantes frente a las ventanas, hasta que mis ojos se detuvieron en el acuario de peces detrás del escritorio de la recepcionista. Ahí está. Aletas de color marrón claro. Una mancha negra del lado derecho. Era él. El Sr. Ray criaba pececillos koi para la exposición anual de peces de Cincinnati. El ganador del año anterior siempre estaba expuesto en la parte exterior de su oficina; pero esta vez había dos peces, y los Howler habían perdido a su mascota. El Sr. Ray pertenecía a los muchachos Den, rivales del equipo de béisbol de Entremundos. No había que pensarlo demasiado para saber quienes se habían robado al pez.

"Entonces . . ." dijo una mujer sonriendo detrás del escritorio mientras metía una resma de papel en el cargador de la impresora. "¿Mark está de vacaciones? No me lo había dicho."

Asentí con la cabeza mientras me movía otro metro arrastrando mi equipo de riego sin mirar a la secretaria que vestía un elegante traje sastre color marrón. Mark estaba de "vacaciones" profundamente dormido en un agujero de un edificio, gracias a una poción de sueño temporal. "Si, señora," repuse subiendo la voz y agregándole cierta confianza. "Él me dijo qué plantas tenía que regar." Entonces escondí mis uñas pintadas de rojo debajo de las palmas de las manos antes de que las viera. No iban bien con la imagen de mujer jardinera trabajadora, aun cuando eso debí pensarlo antes. "Todas las plantas de este piso. Luego las del vivero del techo."

Ella sonrió dejando ver los dientes. Era una mujer lobo de alta jerarquía en la manada de la oficina. Lo supe por el esmalte. Además, el Sr. Ray no tendría a un perro de secretaria cuando podía pagar el salario de una loba. Despedía un ligero olor de almizcle que no era del todo desagradable. "¿Le habló Mark del ascensor de servicio en la parte de atrás del edificio?" preguntó de forma servicial. "Es mucho más cómodo que tirar esa carretilla por las escaleras."

"No, señora," respondí, ajustándome mejor la fea gorra con el logotipo de jardinería. "Tal vez quiere complicarme las cosas para que no le invada su territorio." Sentí que mi pulso se aceleraba y decidí empujar la carretilla de Mark más lejos con sus podadoras, su fertilizante y su sistema de riego. Yo sí conocía la existencia del ascensor, de las seis salidas de emergencia, de los pulsadores de alarma y del lugar donde guardaban las rosquillas.

"Hombres," dijo ella girando los ojos antes de sentarse de nuevo frente a su pantalla. "¿Acaso no se dan cuenta de que nosotras podríamos regir el mundo si quisiéramos?"

Aprobé evasivamente y rocié la siguiente planta con un poco de agua. Yo creía que lo regíamos ya.

De pronto escuché un zumbido sobre el ruido de la impresora y el suave parloteo de la oficina. Era Jenks, mi socio, que venía desde la oficina del jefe volando hacia mí de mal humor. Sus alas de libélula estaban rojas de agitación y dejaban caer polvillo de duende como rayos de sol. "Ya terminé con las plantas de allá adentro," dijo hablando fuerte mientras aterrizaba sobre la maceta colgante que estaba frente a mí. Se paró con las manos en la cintura, como un Peter Pan medieval, pero vestido con un overol azul, como un basurero. Su esposa le había tejido una gorra que hacía juego con ese color. "Sólo necesitan agua. ¿Necesitas ayuda aquí afuera o puedo irme a dormir en la camioneta?" agregó mordazmente.

Me quité el tanque de la regadera y lo bajé para destornillar la tapa. "Necesito una bolita de fertilizante," le dije. Quería averiguar qué era lo que le molestaba.

Jenks voló hacia la camioneta refunfuñando y comenzó a esculcar. Por todos lados volaron estacas, tiras de pH y cintas verdes. "Lo encontré," dijo, y me trajo una bolita blanca tan grande como su propia cabeza. La dejó caer adentro del tanque y de inmediato se escucharon las burbujas. No era una bolita de fertilizante sino un oxigenador y potenciador para producir limo. Vaya con Jenks.

"Oh no, Raquel," susurró aterrizando en mi hombro. "Es poliéster. ¡Estoy vestido con poliéster!"

Me tranquilicé al ver qué era lo que le producía ese mal humor. "Vas a estar bien."

"¡Voy a quitarme esta cosa!" repuso, rascándose agitadamente debajo del cuello. "No puedo vestirme con poliéster. Los duendes somos alérgicos. Mira. ¿Lo ves?" Inclinó la cabeza para que su rubia cabellera descubriera el cuello; pero estaba muy cerca y no pude verlo bien. "Verdugones . . . ¡y apestan! Puedo oler el petróleo. Estoy vestido de dinosaurio muerto. No puedo vestirme de animales muertos. Es terrible, Raquel."

"¿Jenks?" le dije, mientras enroscaba de nuevo la tapa de la regadera y la colgaba a mis espaldas, dándole un empujoncito de paso. "Yo también llevo puesto lo mismo. Ya cállate."

"¡Pues apesta!"

Lo vi frente a mí suspendido en el aire. "¿Por qué no encuentras algo que podar?" le dije apretando los dientes.

Continues...


Excerpted from Regreso de los Muertos Vivientes, El by Kim Harrison Copyright © 2006 by Kim Harrison. Excerpted by permission.
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