El príncipe de la niebla (The Prince of Mist)

El príncipe de la niebla (The Prince of Mist)

by Carlos Ruiz Zafón
El príncipe de la niebla (The Prince of Mist)

El príncipe de la niebla (The Prince of Mist)

by Carlos Ruiz Zafón

eBookSpanish-language Edition (Spanish-language Edition)

$6.99 

Available on Compatible NOOK Devices and the free NOOK Apps.
WANT A NOOK?  Explore Now

Related collections and offers


Overview


El nuevo hogar de los Carver está rodeado de misterio. En él aún se respira el espíritu de Jacob, el hijo de los antiguos propietarios, que murió ahogado. Las extrañas circunstancias de esa muerte sólo se empiezan a aclarar con la aparición de un diabólico personaje: el Príncipe de la Niebla, capaz de conceder cualquier deseo a una persona a un alto precio...

Product Details

ISBN-13: 9788408095484
Publisher: Planeta Publishing Corporation
Publication date: 07/12/2010
Series: La Trilogía de la Niebla , #1
Sold by: Planeta
Format: eBook
Pages: 208
Sales rank: 313,469
File size: 2 MB
Language: Spanish

About the Author

Carlos Ruiz Zafón (Barcelona, 1964 - Los Ángeles, 2020) es uno de los autores más reconocidos de la literatura internacional de nuestros días y el escritor español más leído en todo el mundo después de Cervantes. Sus obras han sido traducidas a más de cincuenta idiomas. En 1993 se dio a conocer con El Príncipe de la Niebla, que forma, con El Palacio de la Medianoche y Las Luces de Septiembre, la Trilogía de la Niebla. En 1998 llegó Marina. En 2001 publicó La Sombra del Viento, la primera novela de la saga de El Cementerio de los Libros Olvidados, que incluye El Juego del Ángel, El Prisionero del Cielo y El Laberinto de los Espíritus, un universo literario que se ha convertido en uno de los grandes fenómenos de las letras contemporáneas en los cinco continentes. En 2020 se publicó La Ciudad de Vapor, que reúne todos sus cuentos. www.carlosruizzafon.comFB: Carlos Ruiz Zafón | OficialTW: @zafonoficialIG: @zafonoficial

Read an Excerpt

El Principe de la Niebla Capítulo Uno

Habrían de pasar muchos años antes de que Max olvidara el verano en que descubrió, casi por casualidad, la magia. Corría el año 1943 y los vientos de la guerra arrastraban al mundo corriente abajo, sin remedio. A mediados de junio, el día en que Max cumplió los trece años, su padre, relojero e inventor a ratos perdidos, reunió a la familia en el salón y les anunció que aquél era el último día que pasarían en la que había sido su casa en los últimos diez años. La familia se mudaba a la costa, lejos de la ciudad y de la guerra, a una casa junto a la playa de un pequeño pueblecito a orillas del Atlántico.

La decisión era terminante: partirían al amanecer del día siguiente. Hasta entonces, debían empacar todas sus posesiones y prepararse para el largo viaje hasta su nuevo hogar.

La familia recibió la noticia sin sorprenderse. Casi todos imaginaban ya que la idea de abandonar la ciudad en busca de un lugar más habitable rondaba por la cabeza del buen Maximilian Carver desde hacía tiempo; todos menos Max. Para él, la noticia tuvo el mismo efecto que una locomotora enloquecida atravesando una tienda de porcelanas chinas. Se quedó en blanco, con la boca abierta y la mirada ausente. Durante ese breve trance, pasó por su mente la terrible certidumbre de que todo su mundo, incluidos sus amigos del colegio, la pandilla de la calle y la tienda de tebeos de la esquina, estaba a punto de desvanecerse para siempre. De un plumazo.

Mientras los demásmiembros de la familia disolvían la concentración para disponerse a preparar el equipaje con aire de resignación, Max permaneció inmóvil mirando a su padre. El buen relojero se arrodilló frente a su hijo y le colocó las manos sobre los hombros. La mirada de Max se explicaba mejor que un libro.

—Ahora te parece el fin del mundo, Max. Pero te prometo que el lugar adonde vamos te gustará. Harás nuevos amigos, ya lo verás.

—¿Es por la guerra? —preguntó Max—. ¿Es por eso por lo que tenemos que irnos?

Maximilian Carver abrazó a su hijo y luego, sin dejar de sonreírle, extrajo del bolsillo de su chaqueta un objeto brillante que pendía de una cadena y lo colocó entre las manos de Max. Un reloj de bolsillo.

—Lo he hecho para ti. Feliz cumpleaños, Max.

Max abrió el reloj, labrado en plata. En el interior de la esfera cada hora estaba marcada por el dibujo de una luna que crecía y menguaba al compás de las agujas, formadas por los haces de un sol que sonreía en el corazón del reloj. Sobre la tapa, grabada en caligrafía, se podía leer una frase: «La máquina del tiempo de Max

Aquel día, sin saberlo, mientras contemplaba a su familia deambular arriba y abajo con las maletas y sostenía el reloj que le había regalado su padre, Max dejó para siempre de ser un niño.

La noche de su cumpleaños Max no pegó ojo. Mientras los demás dormían, esperó la fatal llegada de aquel amanecer que habría de marcar la despedida final del pequeño universo que se había forjado a lo largo de los años. Pasó las horas en silencio, tendido en la cama con la mirada perdida en las sombras azules que danzaban en el techo de su habitación, como si esperase ver en ellas un oráculo capaz de dibujar su destino a partir de aquel día. Sostenía en su mano el reloj que su padre había hecho para él. Las lunas sonrientes de la esfera brillaban en la penumbra nocturna. Tal vez ellas tuvieran la respuesta a todas las preguntas que Max había empezado a coleccionar desde aquella misma tarde.

Finalmente, las primeras luces del alba despuntaron sobre el horizonte azul.Max saltó de la cama y se dirigió al salón.Maximilian Carver estaba acomodado en una butaca, vestido y sosteniendo un libro junto a la luz de un quinqué. Max vio que no era el único que había pasado la noche en vela. El relojero le sonrió y cerró el libro.

—¿Qué lees? —preguntó Max, señalando el grueso volumen.

—Es un libro sobre Copérnico. ¿Sabes quién es Copérnico? —respondió el relojero.

—Voy al cole —respondió Max.

Su padre tenía el hábito de hacerle preguntas como si se acabase de caer de un árbol.

—¿Y qué sabes de él? —insistió.

—Descubrió que la Tierra gira alrededor del Sol y no al revés.

—Más o menos. ¿Y sabes lo que eso significó?

—Problemas —repuso Max.

El relojero sonrió ampliamente y le tendió el grueso libro.

—Ten. Es tuyo. Léelo.

Max inspeccionó el misterioso volumen encuadernado en piel. Parecía tener mil años y servir de morada al espíritu de algún viejo genio encadenado a sus páginas por un maleficio centenario.

—Bueno —atajó su padre—, ¿quién despierta a tus hermanas?

Max, sin levantar la vista del libro, indicó con la cabeza que le cedía el honor de arrancar a Alicia e Irina, sus dos hermanas de quince y ocho años respectivamente, de su profundo sueño.

Luego, mientras su padre se dirigía a tocar diana para toda la familia, Max se acomodó en la butaca, abrió el libro de par en par y empezó a leer. Media hora más tarde, la familia en pleno cruzaba por última vez el umbral de la puerta hacia una nueva vida. El verano había empezado.

Max había leído alguna vez en uno de los libros de su padre que ciertas imágenes de la infancia se quedan grabadas en el álbum de la mente como fotografías, como escenarios a los que, no importa el tiempo que pase, uno siempre vuelve y recuerda. Max comprendió el sentido de aquellas palabras la primera vez que vio el mar. Llevaban más de cinco horas en el tren cuando, de súbito, al emerger de un oscuro túnel, una infinita lámina de luz y claridad espectral se extendió ante sus ojos. El azul eléctrico del mar resplandeciente bajo el sol . . .

El Principe de la Niebla. Copyright © by Carlos Zafon. Reprinted by permission of HarperCollins Publishers, Inc. All rights reserved. Available now wherever books are sold.

From the B&N Reads Blog

Customer Reviews