El despertar de la gracia: Crecer en la gracia es una cosa. Viviarla es otra.

El despertar de la gracia: Crecer en la gracia es una cosa. Viviarla es otra.

by Charles R. Swindoll
El despertar de la gracia: Crecer en la gracia es una cosa. Viviarla es otra.

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by Charles R. Swindoll

eBook

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Overview

En este clásico best seller, Charles Swindoll insta a los cristianos a no perderse una vida llena de gracia.

¿Hemos olvidado el significado de la gracia? Los predicadores predican sobre ella. Los maestros la enseñan. Los teólogos la analizan. Pero luego nos olvidamos de ella. El clásico libro best seller de Charles Swindoll ha despertado a cientos de miles de lectores a los prodigios de la gracia por descubrir. Maravillas que los cristianos conocen con sus mentes pero se les olvida con sus corazones.

Maravillas que pueden hacer una diferencia en la forma en que vivimos, en la forma en que vemos la vida. Maravillas que pueden hacer la diferencia entre religión y una relación íntima con un Dios que nos quiere llenar de alegría. Esta edición incluye el devocional, un viaje espiritual de un mes para ayudarte a explorar la libertad recuperada de la gracia de Dios en tu vida. A medida que experimentes las maravillas de la gracia inagotable de Dios, te despertarás de una nueva forma a todo lo que Dios quiere hacer en tu vida.

Libertad y alegría —y no listas, demandas y deberes— esperar todos los que creen en el Señor Jesucristo. Este libro llama a todos los cristianos a despertar y a rechazar vivir en esclavitud legalista y en base a resultados. El Dios del universo nos ha dado un regalo increíble y revolucionario de gracia y libertad —libertad y gracia que nos diferencian de cualquier otra religión en la faz de la tierra.

Es evidente que los retos que planteados en el mundo que nos rodea son mayores que nunca, pero la necesidad de cristianos que vivan su testimonio de libertad y compasión es aún mayor. Este clásico no es simplemente un libro que vale la pena leer, pero una vida que vale la pena vivir —hoy.


Product Details

ISBN-13: 9780718082185
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 03/01/2016
Sold by: HarperCollins Publishing
Format: eBook
Pages: 368
File size: 1 MB
Language: Spanish

About the Author

Charles R. Swindoll ha dedicado su vida a una diáfana y práctica aplicación de la Palabra de Dios. Hoy día es pastor de la iglesia Stonebriar Community de Frisco, Texas, y es rector honorario del Seminario Teológico de Dallas. Su famoso programa radial Insight for Living se transmite en el mundo entero. Chuck y Cynthia, la compañera de su vida y ministerio, tienen cuatro hijos mayores y diez nietos.

Read an Excerpt

El Despertar de la Gracia


By Charles R. Swindoll, Graciela Lelli, Adriana Powell

Grupo Nelson

Copyright © 2016 Grupo Nelson
All rights reserved.
ISBN: 978-0-7180-8218-5



CHAPTER 1

¡La gracia realmente es maravillosa!


La moralización y la legalización del evangelio de la gracia de Dios es una pobre herejía que se trata de diseminar entre personas desilusionadas que se sienten defraudadas porque no han recibido lo que tampoco tienen razón de esperar.

— Richard J. Neuhaus


Hay asesinos que andan sueltos. El problema es que no se identifican fácilmente. No usan prendedores distintivos que los delatan, ni portan señales para advertirle a la gente que se mantenga alejada. Por el contrario, muchos de ellos andan con la Biblia bajo el brazo y parecen ciudadanos decentes, agradables, respetuosos de la ley. La mayoría de ellos pasan mucho tiempo en las iglesias, y algunos ocupan posiciones de liderazgo. Muchos son tan respetados en su comunidad que la gente jamás pensaría que en la casa de al lado vive un asesino.

Son personas que matan la libertad, la espontaneidad y la creatividad; matan la alegría y la productividad. Matan con sus palabras, sus lapiceras y sus miradas. Matan más con sus actitudes que con su comportamiento. No hay iglesia, organización cristiana, entidad misionera o ministerio radial o televisado que escape a ese peligro. Lo sorprendente es que estos asesinos puedan concretar sus planes, día tras día, sin que nadie los ponga en evidencia. Es extraño, pero los mismos ministerios que no tolerarían una herejía ni diez minutos, se hacen a un lado y dejan la pista libre para que estos asesinos manejen y manipulen a otras personas de las maneras más insidiosas imaginables. Se tolera su intolerancia. Sus espíritus que juzgan quedan sin juzgar. Se pasan por alto sus tácticas agresivas, y se justifica o se defiende su estrechez de mente. La esclavitud que ejercen sería considerada criminal si no fuera tan sutil y no viniera envuelta en una apariencia de suprema espiritualidad.

Ahora mismo, en este mismo momento, hay millones de personas que viven ahogadas por la vergüenza, la culpa, la intimidación, cuando debieran ser personas productivas y libres. La tragedia es que piensan que así es como tienen que ser las cosas. Nunca han conocido la verdad que las puede hacer libres. Son víctimas, existen como si estuvieran esperando la pena de muerte, en lugar de disfrutar de la belleza y la frescura de la vida abundante que vivió Cristo y que puso al alcance de todos sus seguidores. Desafortunadamente, la mayor parte de esas personas no tienen ni idea de lo que se están perdiendo.

Eso, dicho en una sola palabra, es la gracia. Eso es lo que de manera constante se le arrebata a la gente. Los que no están conformes con negarla han decidido analizarla en debates. Como en los tiempos de la Reforma protestante, la gracia ha vuelto a ser como una pelota de fútbol en el campo teológico: teólogos, predicadores, eruditos y estudiantes la patean de una esquina a otra del estadio. Discuten sobre la terminología, tratando de obtener ventaja los unos sobre los otros. Es uno de esos clásicos debates en que nadie es ganador, donde el tema se menosprecia y las masas que contemplan la batalla desde las graderías quedan confundidas, polarizadas y, lo que es peor, aburridas. La gracia es para ser recibida y vivida a plenitud, no algo para disecar, analizar y discutir. ¡Basta de lo mismo! Es hora de despertar a la gracia, de liberarla, de dejar de negarla ... para empezar a disfrutarla y compartirla libremente, en lugar de discutir sobre ella.

La gracia que se recibe, pero no se expresa, es gracia muerta. Perder el tiempo discutiendo cómo se recibe la gracia o cuánta consagración es necesaria para alcanzar la salvación, sin alcanzar a comprender lo que significa vivir por gracia y disfrutar de la magnífica libertad que ella concede, conduce rápidamente a una estéril discusión. Se vuelve una más de tantas empresas tediosas y triviales en las que pierden su tiempo la mayor parte de los creyentes, mientras miran hacia el pasado y se preguntan: «¿Cómo la recibimos?», en lugar de mirar hacia el futuro y proclamar: «¡La gracia nos pertenece ... vivamos en ella!». Matamos la gracia cuando la negamos o discutimos sobre ella. Mi ruego es que la reclamemos y permitamos que nos libere. Cuando lo hagamos, la gracia llegará a ser lo que debió ser, algo maravilloso. Cuando eso suceda, toda nuestra apariencia se transformará.


ROSTROS QUE DICEN «NO» Y ROSTROS QUE DICEN «SÍ»

El doctor Karl Menninger, en un libro titulado The Vital Balance [El equilibrio esencial], analiza la personalidad negativista. Este es ese tipo de personas que dicen «no» a casi todo. Menninger les llama a esos individuos «pacientes problematizados», y menciona varias cosas que caracterizan sus vidas: nunca han hecho un préstamo que involucrara riesgo, nunca han votado por una causa liberal, nunca le han dado su respaldo a nada extravagante. ¿Por qué? Él sugiere que es porque no pueden permitirse el placer de dar. Los describe en términos muy gráficos: «individuos rígidos, crónicamente insatisfechos, llenos de amargura, inseguros, y a menudo proclives al suicidio».

Yo agregaría un rasgo más: nunca se han permitido ser libres. Siguen aprisionados tras las rejas de sus preocupaciones triviales y sus sospechas, y han aprendido a sobrevivir en un estado de esclavitud que les impide ver más allá de las exigencias cotidianas de la vida. Como carecen de gracia, han reducido la vida a reglas y normas esenciales para sobrevivir. Su Dios es demasiado pequeño, su mundo es demasiado rígido y, por lo tanto, sus rostros proclaman un rotundo «¡No!».

Estoy convencido de que la libertad que produce la gracia es lo único que puede cambiarnos comenzando desde adentro. Es tan extraordinaria que no solo cambia nuestro corazón, sino también nuestro rostro. ¡Y la verdad es que algunos de nosotros lo necesitamos de manera imperiosa! ¿Fue usted criado por padres cuyos rostros decían «No»? ¿O está casado con alguien con un rostro «No»? Si es así, seguramente ha envidiado a aquellos cuyos padres o cónyuges tenían rostros que expresaban «Sí». Todos nos sentimos atraídos por esos rostros que nos dan una bienvenida y nos imparten ánimo.

Mientras era presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Thomas Jefferson y un grupo de compañeros iban recorriendo el país a caballo. Llegaron a un río que se había salido de cauce debido a unas lluvias recientes. El río crecido había arrasado el puente. Los jinetes se vieron obligados a cruzar el río montando sus cabalgaduras, arriesgando sus vidas a causa de la fuerte corriente. El enorme riesgo que amenazaba a cada uno de los hombres hizo que otro viajero, que marchaba a pie, se detuviera a contemplarlos. Después que varios de ellos habían llegado seguros a la otra orilla, el extraño le preguntó al presidente Jefferson si podía cruzar montado en su cabalgadura. El presidente asintió sin vacilar. El hombre se trepó al anca del caballo, y poco después ambos llegaban seguros al otro lado del río. Cuando el recién llegado se bajó del caballo y pisó tierra firme, uno de los viajeros le preguntó: «Dígame, ¿por qué eligió al presidente para pedirle este favor?».

El hombre se sintió impactado, ya que no tenía la menor idea de que fuese el presidente de la nación el que lo había ayudado. «Todo lo que sé», respondió, «es que en algunos de sus rostros estaba escrita la respuesta "No", y en el de ellos estaba escrita la respuesta "Sí". El rostro del presidente era un rostro que decía "Sí"».

La libertad es la que les da a las personas un rostro que dice «Sí». Estoy seguro de que Jesús tenía ese tipo de rostro. Nunca lo he visto, pero estoy convencido, basado en lo que he leído sobre Él, que era así. ¡Cómo debe haber contrastado con sus semejantes! Estaba rodeado de hombres letrados, religiosos, rectos, que sabían citar la ley, hombres profesionales cuyo aspecto denotaba un rotundo «¡No!». Piadosos en apariencia, criminales en realidad ... pero ni una gota de su veneno se infiltró en la vida de nuestro Señor; por el contrario, Él cambió la orientación de la religión, porque proclamaba «Sí» mientras todos Sus colegas profesionales fruncían el entrecejo y anunciaban «No». Eso me ha intrigado por años. ¿Cómo podía ser? ¿Qué lo mantuvo libre de caer en las garras de ellos? En pocas palabras, la gracia. Estaba tan lleno de gracia y de verdad, que no le quedaba espacio para alojar el veneno legalista.

Cuando pensaba en los días pasados con Jesús, Juan (uno de los doce), recuerda que había algo en Él que era distinto a cualquier otra persona. Sus discípulos vieron «Su gloria». Su peculiaridad era esa increíble «gloria», una gloria que representaba la presencia misma de Dios. Y además, este ser glorioso, Jesús, estaba «lleno de gracia y de verdad». Deténgase, y deje que ese concepto penetre en su mente. Era Su gloria, combinada con la gracia y la verdad, lo que hacía de Él una persona totalmente diferente. En un mundo tenebroso y opresivo, lleno de reglas, normas, imposiciones y expectativas planteadas por los hipócritas líderes religiosos, Jesús vino y sirvió de una manera distinta: Él solo, lleno de gracia y lleno de verdad, trajo una nueva forma de vida, totalmente diferente.

Y al pensar en ese carácter único, Juan agrega: «Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia» (Juan 1.16).

Tome nota de cómo se relaciona con Juan 1.14. Primero, Juan había escrito: «Vimos su gloria», y luego agregó: «De su plenitud tomamos todos». Juan y los otros discípulos sufrieron un tremendo impacto con esa experiencia. La gracia llegó en abundancia haciendo de ellos personas diferentes. Llegaron a ser como Cristo. Estos hombres absorbieron Su tolerancia, aceptación, amor, calidez y compasión, a tal punto que sus vidas fueron transformadas. Hacia el final del primer siglo, el ministerio de esos mismos hombres había producido un tremendo impacto en el mundo romano.

Juan cierra con broche de oro sus observaciones iniciales resumiendo la diferencia entre dos estilos de ministerios contrastantes: «Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo» (Juan 1.17).

Con la ley mosaica vinieron las exigencias, las reglas, las normas. Con esas severas exigencias vinieron las expectativas exasperantes, que agregaban combustible al fuego encendido por los fariseos. Al agregar normas a la ley, los fariseos no solo ampliaron la lista, sino que intensificaron la culpa y la vergüenza de toda la gente. Obsesionados por el deber, la conducta visible, y un constante análisis de lo correcto y lo incorrecto (especialmente en la vida de los demás), promovieron un sistema tan opresivo que no quedaba lugar para el gozo. Esto dio lugar a pronunciamientos duros, severos y que prejuzgaban, ya que el sistema religioso que instauraron se degeneró en un sistema de apariencias externas más que de autenticidad interna. La obediencia llegó a ser cuestión de una amarga compulsión más que una expresión gozosa nacida del amor.

Sin embargo, cuando «la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo», una revolución espiritual largamente añorada empezó a poner en libertad a los que la religión tenía cautivos. El yugo de la esclavitud provocada por la culpa fue reemplazado por una renovada motivación de seguir en verdad a Jesús, como pura reacción a una devoción profunda. En lugar de enfocarse en las obras de la carne, Jesús habló acerca del corazón. En lugar de exigir que el pecador cumpliera una larga lista de requisitos, hizo énfasis en la fe, aunque esta fuera tan pequeña como un grano de mostaza.

El cambio generó libertad, como el mismo Señor enseñó: «Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8.32). Por fin, la religión rígida y estéril era reemplazada por una relación orientada por la gracia, una gracia liberadora. A Sus seguidores les encantaba. Sus enemigos odiaban Su enseñanza, y lo odiaban a Él. No cabe duda de que los primeros asesinos de la gracia fueron los fariseos.


GRACIA: ¿QUÉ SIGNIFICA ESTA PALABRA?

¿Qué es exactamente la gracia? ¿Está limitada a la vida y al ministerio de Jesús? Le sorprenderá saber que Jesús mismo nunca usó la palabra. Solamente enseñaba sobre ella, y lo que es igualmente importante, la vivía. Más aún, la Biblia nunca la define en una sola frase, aunque la gracia aparece a lo largo de todas sus páginas ... y no solo aparece el término en sí, sino también incontables manifestaciones de la gracia. Para entender lo que significa la palabra gracia, debemos retroceder hasta un término hebreo antiguo que significaba «agacharse, inclinarse». Con el tiempo, llegó a incluir la idea de «favor condescendiente».

Si usted ha viajado a Londres, quizá haya visto a la realeza. En caso afirmativo, usted puede haber notado sofisticación, frialdad y distancia. En ocasiones, miembros de la realeza en Inglaterra salen en las noticias porque alguien de las filas de la nobleza se detuvo, se arrodilló, bendijo o tocó a un plebeyo. Esa es la gracia. No hay nada en el plebeyo que merezca ser notado o tocado o bendecido por la familia real. Pero debido a la gracia en el corazón de la persona de la realeza, existe el deseo en ese momento de detenerse, encorvarse, tocar, y aun bendecir.

El fallecido pastor y maestro de la Biblia, Donald Barnhouse, probablemente sea quien mejor lo expresara: «El amor que asciende es adoración; el amor que sale es afecto; pero el amor que se inclina es gracia».

Mostrar gracia es extender favor o bondad hacia alguien que no la merece y que jamás podrá ganarla. El hecho de ser aceptados por Dios por gracia está en total contraste con el intento de ganar su favor por medio de las obras. Cada vez que aparece la idea de la gracia, tiene la connotación de algo que no se merece. De ninguna manera el que la recibe está obteniendo algo que él o ella se merece. El favor se extiende sencillamente debido a la bondad del corazón del dador.

Recuerdo vívidamente el último azote que recibí siendo niño. Fue justo el día que cumplí los trece años. Yo acababa de ingresar a las filas del sofisticado mundo del adolescente, y me consideraba un ser especial. Pero mi padre no estaba ni remotamente impresionado como yo por mi enorme importancia y la independencia que acababa de descubrir. Yo estaba recostado en mi cama. Él estaba afuera, en un sofocante día de otoño, desmalezando el jardín.

«Charles, ven a ayudarme a limpiar el jardín», me llamó.

Yo contesté algo así como:

«No, es mi cumpleaños, ¿no lo recuerdas?».

Mi tono era atrevido, y mi deliberada falta de respeto resultaba elocuente. Yo sabía bien que no convenía desobedecer a mi papá; pero, después de todo, ya estaba en la madura edad de los trece. Ese día mi padre batió un nuevo récord de los cien metros planos. Entró a la casa y me castigó hasta que llegamos al jardín. Lo que recuerdo es que estuve sacando malezas hasta que la luz de la luna se reflejaba en los pétalos de la flor de pensamiento.

Esa misma noche me llevó de sorpresa a cenar afuera. Primero me había dado lo que me merecía. Y después me dio lo que no me merecía. Esa cena de cumpleaños fue por gracia. Le concedió una gracia a un jovencito rebelde. Esa noche disfruté de lo que un gran teólogo llamado Benjamín Warfield denominó «el gratuito favor soberano hacia el que nada merece». Disfruté de la gracia.

Debo enfatizar una cosa más sobre la gracia: es absoluta y totalmente gratuita. Nunca se le pedirá que la pague. Y tampoco podría pagarla, aunque lo intentara. A muchos de nosotros nos causa problemas este pensamiento, porque nos ganamos con trabajo todo lo que tenemos. Pero en este caso, la gracia se nos concede libre de gravámenes, sin condiciones. No deberíamos intentar retribuirla, porque sería un insulto.

Imagínese que va a la casa de un amigo que lo ha invitado a comer. Después de saborear una deliciosa cena, escuchan una música muy agradable y conversan. Finalmente, usted se pone de pie y toma su abrigo para marcharse. Pero antes de retirarse, mete la mano en el bolsillo y pregunta: «¿Cuánto te debo?». ¡Qué insulto! Eso no se hace con una persona que amablemente nos ha invitado a cenar. ¿No debe extrañarnos, entonces, que el mundo esté lleno de personas que piensan que deben hacer algo para retribuirle a Dios? De alguna forma desean que Dios les devuelva una sonrisa si realmente los ve trabajando duro para merecer Su aceptación; pero entonces serían aceptados por sus propias obras. Y no es así con la gracia.


(Continues...)

Excerpted from El Despertar de la Gracia by Charles R. Swindoll, Graciela Lelli, Adriana Powell. Copyright © 2016 Grupo Nelson. Excerpted by permission of Grupo Nelson.
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Table of Contents

Contents

Prólogo de la editorial, xi,
Reconocimientos, xvii,
Introducción, xxi,
1. ¡La gracia realmente es maravillosa!, 1,
2. Un regalo sin condiciones, 15,
3. ¿No es arriesgado abrazar la gracia?, 37,
4. Indigno, pero amado incondicionalmente, 57,
5. Defensa contra el legalismo, 77,
6. ¿Es usted libre? ¡Entonces viva como tal!, 109,
7. Guiando a otros hacia la libertad, 133,
8. La gracia de permitir a otros que sean lo que son, 161,
9. La gracia de estar en desacuerdo ... y perseverar, 183,
10. La gracia: algo íntimo y personal, 207,
11. ¿Modela usted realmente la gracia?, 227,
12. Un matrimonio aceitado por la gracia, 253,
13. El gozo encantador de dar con gracia, 281,
14. ¡La gracia, realmente debe ser recibida!, 301,
Conclusión, 327,
Notas, 333,

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