El arte de la paz

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Paperback(Spanish-language Edition)

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Overview

Culled from the lectures and writings of Morihei Ueshiba, one of the greatest martial artists of all time and the founder of aikido, this collection of teachings demonstrates how to apply the central theme of aikido—victory in conflict through nonviolence—to both personal and business relationships. In addition to the philosophical lessons, this edition includes a biography of Ueshiba, as well as doka—short, didactic poems—and some of Ueshiba’s own calligraphies.

Seleccionadas de las charlas y escrituras de Morihei Ueshiba, uno de los más renombrados artistas marciales de todos los tiempos y el fundador de aikido, esta colección de enseñanzas demuestra cómo aplicar el eje principal del aikdo—la victoria en el conflicto a través de la no violencia—tanto a relaciones personales así como de negocios. Además de estas lecciones filosóficas, esta edición incluye una biografía de Ueshiba, así como doka—poemas cortos y didácticos—y algunas de las caligrafías de Ueshiba mismo.
 

Product Details

ISBN-13: 9788472457133
Publisher: Editorial Kairos
Publication date: 11/01/2010
Edition description: Spanish-language Edition
Pages: 112
Product dimensions: 5.10(w) x 7.80(h) x 0.30(d)
Language: Spanish

About the Author

Morihei Ueshiba was a renowned martial artist and the founder of aikido. John Stevens is a professor of Buddhist studies at Tohoku Fukushi University in Sendai, Japan, and a practitioner of aikido.

Read an Excerpt

CHAPTER 1

PARTE I MORIHEI UESHIBA, PROFETA DEL ARTE DE LA PAZ

Firma de Morihei. Su nombre significa "Paz Abundante".

Morihei Ueshiba nació el 14 de diciembre de 1883, en la ciudad de Tanabe, que se encuentra en el litoral del antiguo distrito de Kii (ahora llamado prefectura de Wakayama). El distrito es famoso por su belleza natural: vastas cadenas montañosas, bosques cautivadores, maravillosas cascadas, centenares de balnearios termales, exuberantes vergeles y el mar Interior. También alberga los grandes santuarios y templos de Kumano –el espacio sagrado donde los dioses sintoístas descendieron a la tierra y donde permanece oculta la entrada a la Tierra Pura del Buda Amida–, y el monte Koya, centro del Shingon, el budismo tántrico japonés. Al distrito se le llama "el lugar en que dioses y naturaleza son uno". Aunque Morihei vivió casi toda su vida adulta alejado de Wakayama, regresó a la zona con cierta frecuencia y afirmó: "Esté donde esté, en mi corazón siempre seré un hijo de Kumano". Yoroku, el padre de Morihei, era un próspero terrateniente y durante mucho tiempo fue concejal de la población, mientras que su madre, Yuki, estaba emparentada con el clan Takeda, una de las viejas familias samurái más importantes. Morihei fue su único hijo varón (tuvieron además cuatro hijas), y le consideraron un regalo de los dioses.

Morihei, nacido algo prematuro, fue de niño frágil y enfermizo, pero acabaría convirtiéndose en un robusto adolescente, gracias a una continuada dieta de ejercicio al aire libre –nadar y pescar en la bahía en primavera y verano, y excursiones montañeras en otoño e invierno– y práctica de la lucha sumo.

La gente de Kumano es muy piadosa. A partir de los cinco años, Morihei se levantaba a las 4:00 de la madrugada para acompañar a su madre en su devoción diaria de los dioses locales. Morihei pasó gran parte de su juventud realizando peregrinaciones a santuarios y templos de montaña y practicando misogi, la purificación ritual sintoísta que se lleva a cabo en cascadas y en el mar. A Morihei le cautivaban las historias de brujos y magos locales, como En no Gyoja, el primer yamabushi (asceta de montaña), y nunca se cansó de escuchar los prodigios realizados por milagreros como el santo budista Kukai, fundador del monasterio Shingon del monte Koya. El propio Morihei tuvo experiencias místicas desde muy temprana edad. Por ejemplo, una vez que caminaba por un sendero de montaña oscuro como boca de lobo, el lugar se vio repentinamente iluminado por una luz espectral; en otra ocasión tuvo una sensación de luz instantánea al ver un ave sobrevolar los elevados picos de los alrededores.

A Morihei le enviaron a una escuela de templo para que aprendiese los voluminosos clásicos confucianos, pero lo que él prefería ante todo era participar en los espectaculares ritos esotéricos del budismo Shingon. También gustó de la ciencia exotérica, devorando cientos de libros sobre matemáticas, química y física. A Morihei le gustaba estudiar, pero no quería sentirse encerrado en un aula y abandonó la escuela a los 14 años de edad. Se graduó en una academia de ábaco, entrando a trabajar en la delegación local de Hacienda. Sin embargo, este tipo de trabajo administrativo no le interesó (además, solía ponerse del lado de los contribuyentes, contra el Gobierno). En 1901, con la ayuda de su padre y de algunos parientes ricos, Morihei, que a la sazón contaba 18 años, se aventuró en la capital, Tokio, en busca de fortuna. Le fue bien, creando un próspero negocio de artículos de escritorio, pero la ciudad no era para él. Morihei entregó el negocio a sus empleados y regresó al cabo de un año, con las manos vacías, a Tanabe. Durante su estancia en Tokio, recibió su primera formación en bujutsu, las artes marciales tradicionales de Japón, y también practicó algo de meditación Zen en un templo de Kamakura.

En octubre de 1902, Morihei se casó con Hatsu Itogawa. En 1903, Morihei se enroló en un regimiento del ejército con base en Wakayama. Se estaba gestando la guerra entre Japón y Rusia, y el inicio de las hostilidades parecía inminente. Muy competitivo y decidido a compensar su baja estatura –Morihei sólo medía 1,56 metros de altura, menos que el mínimo requerido para prestar servicio militar, lo cual hizo que fracasara en su examen físico inicial–, Morihei se convirtió en un vehemente soldado cuando finalmente se le permitió unirse al ejército: superando en marcar el paso, tiro y entrenamiento a todos los integrantes de su regimiento. En 1904 estalló la guerra entre Japón y Rusia, y a Morihei le enviaron lejos de los escenarios bélicos principales porque era el único hijo varón de su familia, aunque le destinaron a la policía militar y participó en acciones contra los bandidos chinos. La guerra acabó rápidamente (aunque con mucho derramamiento de sangre por ambas partes) en 1905, inclinándose la victoria del lado de Japón. A Morihei le ofrecieron una plaza en la Escuela de Formación de Oficiales Militares, pero declinó. Diría más adelante: "Disfruté estando en el ejército de joven, pero ya entonces sentí íntimamente que la guerra no es nunca la solución a ningún problema. La guerra siempre conlleva muerte y destrucción, y nunca puede ser beneficiosa". Fue licenciado del ejército en 1906 y regresó a Tanabe, dedicándose a cultivar la tierra y a pescar.

Tras su licenciamiento, Morihei estuvo un tanto desorientado respecto a su futuro. Empezó a actuar de forma extraña, encerrándose en su habitación o desapareciendo repentinamente en las montañas. No obstante, Morihei continuó practicando las artes marciales japonesas: su padre incluso levantó un dojo (sala de entrenamiento) para él en los terrenos familiares, contratando a un profesor de judo para darle clases particulares. Morihei también estudió otras artes marciales, y acabó obteniendo un certificado de Yagyu ryu jujutsu en 1908.

En 1909, Morihei conoció y fue beneficiosamente influido por el excéntrico Kumagusu Minakata (1867/1941), que se asentó en Tanabe tras pasar muchos años en el extranjero. Aunque Kumagusu fue uno de los más grandes eruditos jamás nacidos en Japón –se dice que dominaba doce idiomas y escribió cientos de artículos de investigación sobre una enorme variedad de temas–, al igual que Morihei, apenas asistió al colegio. Su erudición se debía a una prodigiosa memoria fotográfica y a una curiosidad inagotable. Kumagusu dijo en una ocasión: "Quiero saberlo todo; mi curiosidad es infinita". Kumagusu abrió una universidad popular en Tanabe, y su enseñanza insistió en la equivalencia, compatibilidad e interrelación entre los japoneses y el resto de los pueblos de la tierra, no en su singularidad. También fue un ardiente activista social y medioambiental, que enseñó a Morihei a oponerse a las injusticias y proteger el medio ambiente. Morihei no extrajo ninguna idea pacifista de Kumagusu, que fue expulsado del Museo Británico por pegar un porrazo a un compañero investigador a causa de un comentario racista, pero sí que se sintió inspirado por la gran erudición de Kumagusu, su visión internacional y su disposición a aceptar cualquier desafío.

Buscando nuevos mundos que conquistar, en 1912 Morihei dirigió un grupo de colonos de Tanabe a las tierras vírgenes de Hokkaido, la isla más septentrional y menos desarrollada de Japón. El grupo se asentó en el remoto Shirataki y empezó a construir una aldea a partir de la nada. Morihei se esforzó infatigablemente para que el proyecto tuviera éxito. Erigió edificios; desbrozó la tierra para poder cultivar patatas, menta y sésamo; llevó a cabo una tala prudente de los grandes bosques; crió caballos y acabó sirviendo en el consejo municipal. A pesar de los ímprobos esfuerzos de Morihei, el asentamiento no salió adelante. Las cosechas se perdieron durante los primeros años y en 1916 tuvo lugar un desastroso incendio que destruyó el 80 % de los edificios de la población, incluyendo la primera casa de Morihei. Éste aprendería a domesticar animales salvajes, llegando a entablar estrecha relación con varios grandes osos de Hokkaido.

En 1915, Morihei conocería al asombroso Sokaku Takeda (1859/1943), el gran maestro de la Daito ryu aiki jutsu Sokaku encarnaba la última generación de guerreros de los viejos tiempos. Nacido en Aizu (situado en la actual prefectura de Fukushima), lugar de origen de los samuráis más bravos de Japón, Sokaku recibió instrucción en artes marciales letales en cuanto puedo empezar a caminar. En su juventud se dedicó a viajar por todo Japón para formarse con los mejores maestros de artes marciales y a luchar contra cualquiera en peleas callejeras. A los 15 años de edad mató a varios secuaces en una pelea, y a los 22 la emprendió con cuarenta obreros de la construcción en una pendencia que llegaría a conocerse como el Incidente Nihonmatsu (tomando el nombre de la población en la que sucediera). Mató a ocho o nueve albañiles, hiriendo a bastantes más. Aunque herido de consideración, Sokaku consiguió escapar. Fue exonerado por las autoridades, que aceptaron su alegación de defensa propia, aunque le hicieron entregar su sable (aún sin una hoja de acero, Sokaku se las arregló para causar estragos en contrincantes temerarios, liquidando más tarde a uno de ellos con un sable de bambú).

Tras este incidente, Sokaku desapareció durante varios años. Aunque volvió a aparecer en 1898, como maestro de la Daito ruy aiki jutsu, no dejó de ir de un lugar a otro, algo que no debería sorprender, ya que contaba con muchos enemigos que habían jurado vengarse. Viajaba con un báculo que contenía una hoja oculta y escondía un cuchillo desenvainado en su kimono. Sokaku no entraba en un edificio, ni siquiera en su propia casa, sin antes llamar y esperar hasta que aparecía alguien que él reconocía para acompañarle al interior, y tampoco probaba la comida ni la bebida hasta que había sido catada, por si estuviera envenenada.

Aunque pequeño y delgado, Sokaku era un artista marcial sin par que solía ser empleado como instructor. Dirigió seminarios para oficiales de policía, militares y aristócratas de todo el norte de Japón y Hokkaido, y sería en uno de esos seminarios donde le presentarían a Morihei. Fácilmente derrotado por el duendecillo maestro de Dayto ryu, Morihei se convirtió en estudiante de Sokaku y entrenó mucho bajo su severa tutela.

Las técnicas marciales que Sokaku enseñara a Morihei fueron muy efectivas, pues de hecho eran producto de años de combates reales, en peleas a muerte. Sokaku era un luchador extraordinariamente creativo. En una ocasión, en un altercado con un grupo de albañiles, saltó a lo alto del dique que construían y derrumbó una parte de la obra, atrapando a sus adversarios en el fango. En otra ocasión fue emboscado en unos baños públicos por un grupo de gamberros que intentaron atraparlo con los calzones caídos, pero Sokaku convirtió su toalla de baño húmeda en un arma, asombrando a sus atacantes con formidables trallazos entre los ojos y dolorosos golpes en costillares y genitales. También parece que Sokaku envió a Morihei en su lugar en alguna ocasión para que se las viese con asesinos que buscaban al maestro de Dayto ryu. Eso le proporcionaría una experiencia de primera mano acerca de cómo habérselas en un ataque mortal (no obstante, habría que decir que aunque Sokaku carecía de rival como luchador callejero, seguía manteniendo que el secreto de las artes marciales era: "Escuchar el sonido inaudible y ver la forma informe. De un vistazo lees la mente de tu oponente y logras la victoria sin disputas").

Además de esta formación, Morihei adquirió una tremenda fortaleza gracias a años de agotadores esfuerzos físicos que incluían cargar con troncos enormes y todas las penalidades propias de los pioneros (que incluían lidiar con matones violentos y criminales evadidos, ambos tipos muy abundantes en la anárquica frontera de Hokkaido). No obstante, siguió sintiéndose inquieto e insatisfecho, tanto en el aspecto de artista marcial como en el de ser humano. Cuando se enteró de la grave enfermedad que padecía su padre en Tanabe, entregó todos sus bienes a Sokaku y dejó Hokkaido para siempre en 1919, tras una estancia de siete años.

De camino a casa, Morihei decidió desviarse para visitar el centro de la religión Omotokyo, situado en Ayabe, y rezar por la recuperación de su padre. Allí Morihei tendría otro encuentro crucial, en esta ocasión con el enigmático Onisaburo Deguchi (1871/1947). Pocos meses después de la muerte de su padre –Yoroku murió antes de que Morihei regresase a Tanabe, justo como predijese Onisaburo–, Morihei se hizo discípulo de Onisaburo, y en 1920 se trasladó con su familia al recinto Omotokyo de Ayabe.

Omoto-kyo fue fundada por Nao Deguchi (1836/1918), una pobre mujer campesina que fue poseída por el dios Konjin en 1892 y que empezó a hablar en nombre de esa divinidad: "¡Deshaceros de emperadores, reyes y gobiernos artificiales; estableced la verdadera igualdad; abolid el capitalismo; vivid en el corazón de Dios, con sencillez y pureza!". Más adelante, Onisaburo, que se casaría con Sumi, hija de Nao, pasó a convertirse en el principal portavoz de la religión. Omoto-kyo era una religión ecléctica y mística que insistía en la armonía de todos los credos, la justicia social, la agricultura natural y en la práctica de las bellas artes aplicadas. Era de orientación pacifista, y a cuenta de ello Onisaburo decía: "No hay nada más dañino en el mundo que la guerra, ni más absurdo que el armamento". El brillante, carismático, extravagante y clarividente Onisaburo fue la primera persona que percibió el auténtico propósito de la vida de Morihei: "Tu misión en la tierra es convertirte en profeta de la paz, enseñar al mundo el verdadero significado de Budo ("el arte del valor marcial")".

El primer año de Morihei en Ayabe no resultó nada prometedor. El matrimonio perdió dos hijos pequeños por enfermedad: Takemori, de tres años, y Kuniharu, que sólo vivió un mes (tenían otros dos hijos: su hija Matsuko, nacida en 1911, y su hijo Kisshomaru, nacido en 1921). Un suceso mucho más feliz fue la inauguración de la primera sala de entrenamiento de Morihei en los terrenos del recinto de Omoto-kyo. Sokaku visitó Ayabe en 1922 y se quedó durante seis meses, impartiendo instrucción, pero toda su estancia estuvo teñida de tensión. Onisaburo echó un vistazo a Sokaku y dijo: "Ese hombre rezuma sangre y violencia". Onisaburo animó a Morihei a que crease su propio camino, y éste empezó a distanciarse de Sokaku y de la Daito ryu (en 1936, Morihei y Sokaku se separaron definitivamente).

Un día, en la sede de Omoto-kyo, una cuadrilla de peones, unos diez hombres, intentaba cambiar de lugar un enorme árbol, pero no podían conseguirlo debido a sus divergencias respecto al mejor método para lograrlo. Morihei hizo acto de presencia y se sintió súbitamente enojado: "¿Por qué la gente no puede colaborar entre sí? ¿Por qué existe tanta discordia en nuestro mundo?". Agitado, Morihei agarró el árbol y lo llevó, él solo, a su nuevo emplazamiento. Casualmente, Onisaburo se hallaba también presente y le dijo a Morihei: "Ese es el poder de la justa indignación. Canaliza esa fuerza tremenda en una actividad adecuada y lograrás cosas maravillosas".

Onisaburo no era un artista marcial, pero de vez en cuando practicaba kyudo, la arquería clásica japonesa, disparando flechas con puntas que llevaban oraciones de paz y amor, y poseía una técnica secreta denominada aikikiri (hendir con un tajo del espíritu). A veces, Onisaburo y Morihei pasaban toda la noche metidos en la espesura cortando bambú con las manos desnudas mediante dicha técnica, que Onisaburo sólo impartió a Morihei.

En 1924, Onisaburo, Morihei y otros miembros de Omotokyo se embarcaron en "la gran aventura mongola", con la esperanza de localizar Shambhala y establecer un cielo en la tierra. Esta búsqueda quijotesca era típica del incurable optimismo de Onisaburo y de su fe inquebrantable en sí mismo y su misión. El grupo sobrevivió a inundaciones, granizadas, hambrunas, alimentos envenenados, ataques de los bandidos y a su captura por parte de un ejército chino. Fueron sentenciados a muerte y conducidos al terreno de ejecución, salvándose gracias a un indulto de última hora. Ni siquiera el aparente fracaso de la misión y su regreso a Japón parecieron hacer mella en Onisaburo: "La próxima vez tendremos más suerte", comentó, para luego dedicarse a planear mayores empresas.

Sin embargo, Morihei había cambiado por completo merced a los numerosos y extremos encuentros con la muerte que experimentara en el transcurso de la aventura. Había salido despedido por el cristal delantero del vehículo del grupo a resultas de un accidente, con el resultado de padecer numerosos cortes; se vio implicado en un combate a muerte con peligrosos salteadores de caminos; intercambió disparos con una milicia china; le pusieron grilletes y le condujeron, a través de un terreno repleto de cadáveres recién ejecutados, delante de un pelotón de ejecución. Le afectó sobre todo la siguiente experiencia:

"Al acercarnos a Tungliao nos tendieron una emboscada en un valle y recibimos una lluvia de balas. Milagrosamente pude sentir la dirección de los proyectiles -rayos de luz indicaban su trayectoria- y así esquivarlos. Eso era lo que los maestros de antaño quisieron decir con "anticipación": la capacidad para sentir un ataque. Si la mente está tranquila y es pura, uno puede de inmediato percibir un ataque y evitarlo. Eso, me di cuenta, es la esencia del aiki (el arte de la armonización)".

(Continues…)



Excerpted from "El Arte De la Paz"
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Excerpted by permission of Editorial Kairós.
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Table of Contents

Prefacio,
PARTE I MORIHEI UESHIBA, profeta del arte de la paz,
PARTE II El arte de la guerra frente al arte de la paz,
PARTE III El arte de la paz,

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