Cuba en la paz de Versalles

Cuba en la paz de Versalles

by Fernando Ortiz
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Overview

Cuba en la paz de Versalles es un discurso pronunciado por Fernando Ortiz, entonces vicepresidente de la Cámara por el Partido liberal, en la Cámara de representantes de la República de Cuba en la sesión del 4 de febrero de 1920. Como hombre político, militante del Partido Liberal, Ortiz luchó por la implantación de la democracia a través de procesos electorales que asegurasen el restablecimiento de las libertades en Cuba. Cuba en la paz de Versalles denuncia la falta de compromiso de la Liga de Naciones para proteger la identidad cubana y la situación que sufren la naciones más desprotegidas. "Si continuamos entregados a las ambiciones incultas y a los impulsos reaccionarios de la injusticia, nuestra situación en el mundo será más que modesta; seguiremos como hasta ahora, al borde del camino de la vida: perezosos, soñolientos, sin oír los gritos de las naciones que van marchando, y pidiendo, en harapos, una limosna de justicia y un respeto a nuestra soberanía, a las grandes naciones que al galope de su civilización nos van dejando atrás, en la senda del futuro, jadeantes y mordiendo el polvo del progreso que se aleja."

Product Details

ISBN-13: 9788490075951
Publisher: Linkgua
Publication date: 08/31/2010
Series: Historia , #290
Sold by: Bookwire
Format: eBook
Pages: 38
File size: 268 KB
Language: Spanish

About the Author

Fernando Ortiz nació en La Habana, Cuba, el 16 de julio de 1881; falleció el 10 de abril de 1969 en la misma ciudad. Cuando solo tenía dos años fue enviado a Menorca con sus abuelos maternos. Con veinte años regresó a Cuba y aceptó ser cónsul cubano en La Coruña, Génova y Marsella. De ideas democráticas, ingresó en el Partido Liberal en 1915. En 1931, ante el creciente número de políticos de su partido que mostraba su apoyo al dictador Gerardo Machado, rompió con sus compañeros y se exilió en Estados Unidos.
Ortiz realizó notables estudios sobre la cultura afrocubana y la tradición insular, y sus ensayos sobre la presencia de África en Cuba son claves para cualquier estudios del género: Los negros brujos (1906), Los negros esclavos (1916), Los bailes y el teatro de los negros en el folclore de Cuba (1951) y Estudios etnosociológicos (1991). Otras obras destacadas son Hampa afrocubana (1906 y 1916), Glosario de afronegrismos (1924), Contrapunto cubano del tabaco y el azúcar (1940), Los instrumentos de la música afrocubana (1952-1955) e Historia de una pelea cubana contra los demonios (1959).

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Cuba en la Paz de Versalles


By Fernando Ortiz

Red Ediciones

Copyright © 2015 Red Ediciones S. L.
All rights reserved.
ISBN: 978-84-9007-897-6



CHAPTER 1

CUBA EN LA PAZ DE VERSALLES


Discurso pronunciado en la Cámara de Representantes en la sesión del 4 de febrero de 1920


Señores Representantes:

Después de los párrafos elocuentes del doctor Collantes y de los no menos expresivos del señor Germán López, he de prescindir de algunas consideraciones que me proponía hacer ante la Cámara; pero estimo que de alguna manera, aunque sea de una manera deficiente, por ser mía, debemos, los que ocupamos el ala izquierda de la Cámara, exponer determinados puntos de vista en relación con la gestación diplomática del Tratado, acerca de lo que él significa y del significado que a su vez ha de tener esta tarde el voto de la mayoría de los liberales.

Habríamos deseado, y creemos necesario decirlo, la demora en la votación del Tratado, porque acaso la tarde de hoy no sea la más oportuna para discutir este trascendental documento de nuestra historia. Primeramente, porque ante la Cámara faltan determinados documentos, solicitados, a mi instancia y unánimemente, por la misma Cámara del Poder Ejecutivo; documentos que a mi modesto juicio, son indispensables para que se pueda por el Congreso formar justa opinión y tomar meditadas orientaciones en relación con algunas cláusulas del Tratado, según fueren los datos que el Ejecutivo remitiera. Hace ya algunos meses, habiendo observado ciertos errores de traducción que alteran el sentido de algunos artículos importantes del Tratado, hube de solicitar que viniera el texto auténtico, inglés o francés, a la vista de la Cámara, y el Poder Ejecutivo ha satisfecho esa petición de la Cámara; y hube de pedir igualmente al Ejecutivo, puesto que el Congreso cubano necesitaba conocerlas de una manera bien precisa, cuáles eran las razones que inspiraron a nuestro Delegado en Versalles en relación con tales y cuales aspectos del Tratado, y el Poder Ejecutivo, mejor dicho (porque no quiero hacer extensiva la responsabilidad) la Secretaría de Estado, ha permitido solamente (y, si no estoy mal informado, reconstruido y amañado), el expediente radicado en dicha Secretaría para tratar de todo el mecanismo, de todo el desenvolvimiento de las conferencias de Versalles y de su Tratado de Paz. En ese expediente, en el que se trata hasta de asuntos que nada tienen que ver con las conferencias, ni con el Tratado de Paz, sin embargo, faltan datos precisos y literales sobre cuáles hubieron de ser las determinadas reservas de nuestro Delegado en la capital de Francia y sobre la orientación que éste recibiera de nuestra Cancillería, y por ello el Congreso se encuentra hoy con que no puede apreciar en todo su valor exacto esas reservas cubanas en París. Acaso, según parece, no las conoce siquiera de una manera exacta la propia Secretaría de Estado.

Hube de pedir también, en vista de determinadas afirmaciones de nuestro Delegado en Versalles, referentes al fracaso de una que fue muy posible y viable cláusula, en relación con la prohibición de exportar azúcar que pudo serle impuesta a Alemania y a Austria durante cierto tiempo, y nada de eso consta en el expediente de la Secretaría de Estado, y nada de ello sabe, por tanto, la Cámara, que no sean las ambiguas y poco menos que misteriosas frases de nuestro Delegado al informar públicamente ante las Comisiones de Relaciones Exteriores del Congreso cubano, ante los altos dignatarios del Poder Ejecutivo y ante los Representantes Diplomáticos Extranjeros, ansiosos unos y otros de conocer el llamado con triste hipérbole: el «triunfo cubano en París».

Debíamos también los Representantes estar informados sobre cuál era el competente criterio personal de nuestro Delegado en París referente a los métodos que debemos adoptar en relación con la conducta que le conviene seguir a Cuba para el cobro de las deudas de ciudadanos alemanes, anteriores a la guerra, bien garantizando Cuba a sus propios ciudadanos el cobro de las sumas debidas por alemanes, o bien dejando que los cubanos se defiendan por los intrincados procedimientos judiciales ante los Tribunales germánicos, y nada de eso consta en el expediente de la Secretaría de Estado, ni tienen datos a su alcance los Congresistas. Otros datos habíamos pedido que tampoco han sido remitidos ... El Poder Ejecutivo sigue despreciando las solicitaciones de datos que le hace esta Cámara, y los miembros de la minoría no podemos sino lamentarnos de ello, a la vez que de la lastimosa dejación que hace el Congreso de sus propios derechos, ante el evidente olvido de sus constitucionales prestigios.

Es de sentir también que nos hayamos apresurado a tratar hoy de la aprobación del convenio internacional, porque, según se ha anunciado por la prensa, no está lejano el día en que nuestro ilustre Delegado en París rinda su informe oficial ante la Secretaría de Estado y publique un libro, fue por ser suyo habrá de arrojar torrentes de luz sobre nuestra posición ante el Tratado, y acaso sobre el desenvolvimiento de las conferencias de Versalles y de la actuación cubana. Vamos a discutir, por lo tanto, el Tratado sin que nuestro propio Delegado haya tenido posibilidad de informar a nuestro Gobierno. Pensemos, además, que si algunos días se hubiera demorado la discusión del Tratado hubieran podido los Congresistas, especialmente los Representantes, aprovechar los estudios técnicos y jurídicos que precisamente sobre el Tratado de París, en relación con Cuba, habrán de ser leídos ante la Sociedad Cubana de Derecho Internacional, Sociedad formada por personas dedicadas al estudio técnico del Derecho Internacional y presidida, precisa y dignamente por nuestro Delegado en París, el doctor Antonio Sánchez de Bustamante.

Pero, aparte de estas razones que indudablemente habrían justificado la demora en la discusión del Tratado, ya que dan lugar sin duda a la vaguedad y desorientación que se nota en estos debates parlamentarios, acaso sería conveniente para los intereses de Cuba esperar a que hubiera sido aprobado o rechazado de plano o aceptado con tales o cuales reservas por la propia representación de la nación americana. Porque queramos o no queramos, es evidentemente cierto que por grande y fuerte que sea el sentimiento que anime nuestros ideales patrios, no ha de poder olvidarse, ni es de recomendar siquiera el olvido, que Cuba necesita para afianzar su posición en el concierto de las naciones, del apoyo, del báculo y de la colaboración fraternal de la diplomacia americana. Y podría ocurrir que una orientación contraria a un criterio de los Estados Unidos, radicalmente opuestos a la Liga de las Naciones, habría de plantear para la República de Cuba una extraña situación diplomática e internacional. Extraña, digo, y nada más que extraña, pues no quiero calificar de otra manera la situación que surgiría, ni es posible acaso en los días que corren aventurar un más expresivo calificativo, porque nos falta el genio para adelantarnos al futuro y adivinar lo que ocurriría si nuestra diplomacia tomara un rumbo completamente distinto a la de los Estados Unidos. Permítame la Cámara que por la misma trascendentalidad histórica de nuestra actitud precipitada, me abstenga de hacer otras reflexiones, que aún pronunciadas por quien, como el que habla, poco y muy poco puede significar en la vida pública cubana, podrían llegar a ser embarazosas e inoportunas por resonar en este recinto y en esta ocasión solemne. Perdónenme mis compañeros que sobre tales problemas haga silencio, cuando, si por tal prudencia no fuera, más forzoso y necesario sería el hablar. (Muy bien.)

Por todas estas razones, hubiera sido conveniente no discutir esta tarde el Tratado de Versalles; pero renunciamos los liberales a utilizar fáciles recursos de obstrucción, porque conocido el criterio «cerrado» de la mayoría en materia del Tratado, por lo menos en cuanto a la exigencia de su debate esta fecha, habría sido sin duda inadecuado procedimiento acudir a determinados recursos que solo lograrían retardar unas horas, acaso unos pocos días, la aprobación del famoso pacto internacional.

Creemos, no obstante, que la aprobación y debate del Tratado de Paz esta tarde, cuando aún no se ha secado la tinta de sus rúbricas, cuando aún los sucesos históricos no se han debilitado en el recuerdo, habrá de sernos de algún provecho, en cuanto no habrá de ser posible que el tiempo nuble la verdad, aún cuando fuere con la poesía de la vanidad patriótica, y en cuanto aún se podrá impedir que pase al acervo de nuestra historia una leyenda más, otra infatuación pueril, deformadora de la realidad vivida, y, por ende, alucinadora del pueblo, que solamente en el seno de la verdad podrá despertar de su ensoñación fatigosa al goce de un futuro de realidades más felices.

Venimos, pues, a discutir el Tratado y, desde luego, a votar en favor de su aprobación, no ciertamente como dijera el señor Germán López con frase infeliz expresando un concepto general que parecía comprender a todos los votantes Tratado: movidos por una vanidad.

Tal parece, según dijera el hoy oposicionista representante conservador, que la aprobación del Tratado esta tarde solo está inspirada por el deseo de corresponder a una «lluvia de condecoraciones». Si mal no recuerdo, esta fue la idea y acaso la frase del señor Germán López. Aunque humilde e inmerecidamente, ha caído, también sobre el pecho del que habla, una pequeña gota roja de esa «lluvia de condecoraciones extranjeras», por ciertos y modestos servicios a la propaganda aliada en Cuba, y especialmente en defensa de los intereses morales de una nación para la que guardo mis más vivas simpatías, como es Italia. El Gobierno de Italia tuvo a bien honrarme con una modesta condecoración, como ha honrado a varios cubanos, publicistas miembros del Congreso. Y yo quiero hacer constar, por ello, que la encomienda italiana, cuyo rojo semeja, para mi fantasía, una gota de sangre de las por otros vertida por libertar al mundo, no me ha movido hacia la aprobación del Tratado. Precisamente esta cristalización patrióticamente decorativa de la sangre italiana, trae a mi memoria erróneas exigencias de una diplomacia fríamente insincera, que al valor y al derecho itálicos afrentara con ese Tratado en Versalles. Yo espero que el señor López, tan generoso siempre conmigo, habrá de reconocer que en el ánimo de los congresistas cubanos, máxime cuando, como hoy, se trata de supremos intereses nacionales, no influyen sugestiones extranjeras. (Muy bien.)


(Continues...)

Excerpted from Cuba en la Paz de Versalles by Fernando Ortiz. Copyright © 2015 Red Ediciones S. L.. Excerpted by permission of Red Ediciones.
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CRÉDITOS, 4,
PRESENTACIÓN, 7,
La vida, 7,
El discurso, 7,
CUBA EN LA PAZ DE VERSALLES, 9,
LIBROS A LA CARTA, 37,

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