Capaz que vuelvo

Capaz que vuelvo va más allá de los relatos de un navegante por distintos mares, islas y ciudades. Es una historia tan increíble que cuesta entender que haya pasado de verdad. Luego de trabajar en distintas agencias de publicidad, Hernán llegó a la conclusión de que no tenía hijos, ni novia, ni perro, ni nada vivo que lo esperara al volver del trabajo. Era, entonces, el momento de hacer realidad el sueño recurrente de largar todo. No poniendo un bar en la playa, una idea que sonaba tentadora pero que también sonaba cliché.
Prefirió irse a navegar en su velero, en busca de una islita con palmeras. En el camino, la experiencia alternó entre dos mundos bien distintos: disfrutó de la aventura en su pequeño Shamrock de seis metros de largo; y entró al reino de los millonarios tripulando un yate de lujo. Anécdotas hubo de todos los colores. Cruzó tres veces el océano Atlántico, se salvó de ser atacado por un tiburón, encalló en la costa en medio de un temporal, conoció al dueño de Google, se enamoró de una canadiense y abrazó de lleno a la bancarrota, por nombrar algunas.
Durante esta travesía por más de treinta países, también aprendió una lección que no olvidaría nunca: la manteca puede durar diez días fuera de la heladera. El viaje perfecto dejó de serlo cuando su velero quedó a la deriva en medio del mar y él fue rescatado por un buque mercante. Acto seguido, se recluyó en el camarote que le asignaron para poder llorar tranquilo la pérdida de su barco. Claramente, después de semejante viaje, es un final demasiado triste para ser feliz. Es por eso que el libro arranca desde ahí, y está escrito todo marcha atrás hasta el principio.

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Capaz que vuelvo

Capaz que vuelvo va más allá de los relatos de un navegante por distintos mares, islas y ciudades. Es una historia tan increíble que cuesta entender que haya pasado de verdad. Luego de trabajar en distintas agencias de publicidad, Hernán llegó a la conclusión de que no tenía hijos, ni novia, ni perro, ni nada vivo que lo esperara al volver del trabajo. Era, entonces, el momento de hacer realidad el sueño recurrente de largar todo. No poniendo un bar en la playa, una idea que sonaba tentadora pero que también sonaba cliché.
Prefirió irse a navegar en su velero, en busca de una islita con palmeras. En el camino, la experiencia alternó entre dos mundos bien distintos: disfrutó de la aventura en su pequeño Shamrock de seis metros de largo; y entró al reino de los millonarios tripulando un yate de lujo. Anécdotas hubo de todos los colores. Cruzó tres veces el océano Atlántico, se salvó de ser atacado por un tiburón, encalló en la costa en medio de un temporal, conoció al dueño de Google, se enamoró de una canadiense y abrazó de lleno a la bancarrota, por nombrar algunas.
Durante esta travesía por más de treinta países, también aprendió una lección que no olvidaría nunca: la manteca puede durar diez días fuera de la heladera. El viaje perfecto dejó de serlo cuando su velero quedó a la deriva en medio del mar y él fue rescatado por un buque mercante. Acto seguido, se recluyó en el camarote que le asignaron para poder llorar tranquilo la pérdida de su barco. Claramente, después de semejante viaje, es un final demasiado triste para ser feliz. Es por eso que el libro arranca desde ahí, y está escrito todo marcha atrás hasta el principio.

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by Hernan Prado
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Capaz que vuelvo va más allá de los relatos de un navegante por distintos mares, islas y ciudades. Es una historia tan increíble que cuesta entender que haya pasado de verdad. Luego de trabajar en distintas agencias de publicidad, Hernán llegó a la conclusión de que no tenía hijos, ni novia, ni perro, ni nada vivo que lo esperara al volver del trabajo. Era, entonces, el momento de hacer realidad el sueño recurrente de largar todo. No poniendo un bar en la playa, una idea que sonaba tentadora pero que también sonaba cliché.
Prefirió irse a navegar en su velero, en busca de una islita con palmeras. En el camino, la experiencia alternó entre dos mundos bien distintos: disfrutó de la aventura en su pequeño Shamrock de seis metros de largo; y entró al reino de los millonarios tripulando un yate de lujo. Anécdotas hubo de todos los colores. Cruzó tres veces el océano Atlántico, se salvó de ser atacado por un tiburón, encalló en la costa en medio de un temporal, conoció al dueño de Google, se enamoró de una canadiense y abrazó de lleno a la bancarrota, por nombrar algunas.
Durante esta travesía por más de treinta países, también aprendió una lección que no olvidaría nunca: la manteca puede durar diez días fuera de la heladera. El viaje perfecto dejó de serlo cuando su velero quedó a la deriva en medio del mar y él fue rescatado por un buque mercante. Acto seguido, se recluyó en el camarote que le asignaron para poder llorar tranquilo la pérdida de su barco. Claramente, después de semejante viaje, es un final demasiado triste para ser feliz. Es por eso que el libro arranca desde ahí, y está escrito todo marcha atrás hasta el principio.


Product Details

BN ID: 2940154641576
Publisher: Hernan Prado
Publication date: 11/24/2017
Sold by: Smashwords
Format: eBook
File size: 348 KB
Age Range: 18 Years
Language: Spanish

About the Author

Luego de trabajar durante años como creativo publicitario en distintas agencias de Argentina, Hernán Prado llegó a la conclusión de que no tenía hijos, ni novia, ni perro, ni nada vivo que lo esperara al volver del trabajo. Lo que sí tenía era un velero y un disfraz de monja, dos cosas elementales para toda aventura surrealista. Años más tarde, el timón de su velero se averió y quedó a la deriva a cincuenta kilómetros de la costa más cercana. Antes de que pudiera arrepentirse por no haberse ido de mochilero, y después de comprobar que las bengalas que llevaba encima no cumplían la función que prometía el fabricante, tuvo la suerte de que un operador de radio escuchara su pedido de auxilio. Hernán Prado no es escritor, eso lo sabemos todos. Pero un día soñó con escribir un libro. Fue tiempo después de haber soñado con veleros, palmeras y delfines.

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