Cada Día es Viernes: Cómo ser mas feliz 7 días por semana

Cada Día es Viernes: Cómo ser mas feliz 7 días por semana

by Joel Osteen
Cada Día es Viernes: Cómo ser mas feliz 7 días por semana

Cada Día es Viernes: Cómo ser mas feliz 7 días por semana

by Joel Osteen

Paperback(Spanish-language Edition)

$14.99 
  • SHIP THIS ITEM
    Qualifies for Free Shipping
  • PICK UP IN STORE
    Check Availability at Nearby Stores

Related collections and offers


Overview

Experience the joy of God's message and begin each day with a positive outlook with these words of wisdom from Lakewood Church pastor and #1 New York Times bestselling author Joel Osteen.

Research that shows people are happiest on Fridays. Now, learn how you can generate this level of contentment and joy every day of the week.

As a man who maintains a constant positive outlook in spite of circumstances, Osteen has described this message as a core theme of his ministry. With personal experiences, scriptural insights, and principles for true happiness, he'll show you how to find the same opportunities for pure joy that you experience at five o'clock on Friday.


Product Details

ISBN-13: 9780892969876
Publisher: FaithWords
Publication date: 09/13/2011
Edition description: Spanish-language Edition
Pages: 384
Sales rank: 664,557
Product dimensions: 5.20(w) x 7.90(h) x 1.10(d)
Language: Spanish

About the Author

About The Author
JOEL OSTEEN es un autor de éxitos de ventas del New York Times y pastor principal de la Iglesia Lakewood en Houston, Texas. Millones se conectan diariamente con sus mensajes inspiradores a través de la televisión, podcasts, Joel Osteen Radio en Sirius XM y plataformas digitales globales. Para obtener más información, visita su sitio web en JoelOsteen.com.

Read an Excerpt

Cada Día es Viernes

Cómo ser mas feliz 7 días por semana
By Osteen, Joel

FaithWords

Copyright © 2011 Osteen, Joel
All right reserved.

ISBN: 9780892969876

PARTE I

No renuncies a tu poder

CAPÍTULO UNO

Haz de cada día un viernes

John tenía noventa y dos años de edad y estaba ciego, pero se mantenía tan vivaz como podía estarlo cuando su esposa, Eleanor, partió con el Señor. Sentía que no debería vivir solo, así que John decidió trasladarse a una residencia de ancianos. La mañana de la mudanza, él estaba levantado y vestido a las 8:00 de la mañana. Como siempre, el anciano caballero se veía impecable, con su cabello perfectamente peinado y su rostro bien afeitado.

Un taxi llegó para recogerle y llevarle a la residencia. John llegó temprano, como era su costumbre, y esperó más de una hora antes de que una joven ayudante, Miranda, llegase para mostrarle su nueva habitación. A medida que John manejaba su andador por los pasillos, Miranda le describía su habitación con gran detalle. Le dijo que entraba la luz del sol por una ventana grande, y que había un cómodo sofá y una bonita zona común.

Justamente en mitad de su descripción, John interrumpió y dijo: «Me encanta. Me encanta. Me encanta».

Miranda se rió y dijo: «Señor, aún no hemos llegado. Usted no lo ha visto. Espere un momento y se lo mostraré».

John dijo: «No, no tiene que mostrármelo. Si me gusta o no me gusta mi habitación no depende de cómo estén acomodados los muebles. Depende de cómo esté acomodada mi mente. La felicidad es algo que uno decide de antemano».

La felicidad es una elección.

Como el sabio anciano John entendía, la felicidad es una elección. Cuando te despiertas en la mañana, puedes escoger qué tipo de día quieres tener. Puedes escoger estar de buen humor, o puedes escoger estar de mal humor.

Escoge la felicidad

Mi propósito al escribir este libro es ayudarte a acomodar tu mente de modo que escojas la felicidad cada día. Cualesquiera que sean los desafíos que puedas afrontar, cualesquiera que sean las circunstancias que te estén derribando, puedes escoger tu respuesta. El modo en que vivas tu vida es decisión tuya por completo. No depende de tus circunstancias; depende de tus elecciones. Abraham Lincoln dijo: «La mayoría de personas son tan felices como han decidido ser».

A Abe el Honesto le habría gustado un reciente estudio que descubrió que la felicidad aumenta un diez por ciento los viernes. ¿A qué se debe eso? Las personas se emocionan por la proximidad del fin de semana, así que deciden ser más felices. Toman la decisión los viernes de disfrutar más de su vida.

Te desafío a que permitas que cada día sea viernes. Concédete permiso a ti mismo para ser feliz cada día. No solo los fines de semana; no solo cuando tengas un evento especial; no solo cuando estés de vacaciones.

Si tienes la mentalidad correcta, puedes ser tan feliz el lunes como lo eres el viernes. La Escritura no dice: «El viernes es el día que el SEÑOR ha hecho». Dice: «Este es el día que el SEÑOR ha hecho» (Salmo 118.24, LBLA, énfasis añadido).

Este significa lunes, martes, miércoles y los demás días de la semana. Puedes ser feliz incluso cuando esté lloviendo, cuando tengas que quedarte hasta tarde trabajando, o cuando tengas que lavar los platos.

¿Por qué no tomas la decisión de ser feliz cada día? Habrás oído la frase «Gracias a Dios que es viernes». Para ti y para mí también debería ser: «Gracias a Dios que es lunes».

«Gracias a Dios que es miércoles».

«Gracias a Dios que es domingo».

Otro estudio decía que hay más ataques al corazón el lunes que cualquier otro día. Por tanto, muchas personas deciden que el lunes es un día estresante. Padecen la depresión del lunes.

Cuando te despiertes el lunes en la mañana, no aceptes esos pensamientos negativos que llaman a tu puerta diciendo: Será un día difícil y una larga semana. Habrá atascos de tráfico. Tengo mucho trabajo que hacer. Tan solo necesito sobreponerme a la depresión del lunes. No te creas esos pensamientos.

En cambio, di: «Gracias pero no, gracias. Ya he abierto la puerta y el Dios todopoderoso, el Creador del universo, me ha enviado una entrega personal de gozo. ¡Sé que este será un día estupendo!»

Decide que, para ti, no hay una depresión del lunes. En cambio, escoge los del lunes en la mañana diciendo: «Sí tengo una sonrisa. Sí tengo gozo. Sí tengo el favor de Dios. Sí tengo victoria».

Sí, sé que algunos días son más difíciles que otros, pero si programas tu mente de manera positiva, no tendrás que arrastrarte durante ciertos días tan solo esperando llegar al viernes para poder finalmente disfrutar de la vida.

La fe está siempre en el presente. Tu actitud debería ser: Estoy emocionado por estar vivo en este momento. Estoy emocionado por poder respirar hoy. Estoy emocionado por mi familia, mi salud y mis oportunidades. Tengo muchas razones para estar feliz en este momento.

La felicidad es tu derecho

Según los autores de la Declaración de Independencia, nuestro Creador nos dio a cada uno de nosotros el derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Incluso el primer ministro británico David Cameron reconoció eso recientemente cuando propuso realizar una votación a todos los residentes cada año para medir su bienestar general.

En una entrevista dijo: «El bienestar no puede medirse por el dinero ni se puede comerciar con él en los mercados. Se trata de la belleza de nuestros entornos, la calidad de nuestra cultura y, sobre todo, la fortaleza de nuestras relaciones».

Un investigador en Australia descubrió que las metas y las decisiones en la vida tienen tanto o más impacto sobre la felicidad que la química de nuestro cuerpo o nuestra constitución genética. Otro estudio descubrió que la mitad de nuestra felicidad está determinada por factores distintos a la biología. El diez por ciento se relaciona con «las circunstancias de la vida» y el otro noventa por ciento depende de las decisiones en nuestra vida.

Es tu decisión ser feliz. Proponte disfrutar de este día, y tener un año bendecido, próspero y victorioso. Puede que afrontes algunos reveses, y puede que tus circunstancias cambien, pero no permitas que eso cambie tu mente. Mantenla fija en la felicidad.

Lo que tiene importancia no es lo que te sucede o lo que tienes o no tienes; lo importante es cómo esté acomodada tu mente y las decisiones que tomes. Cuando nuestra hija, Alexandra, era un bebé y yo la sacaba de su cuna en la mañana, ella se emocionaba tanto al oírme llegar que comenzaba a dar saltos arriba y abajo. Me daba un gran abrazo con su brazo y con sus piernas, y después un gran beso.

¿Por qué se emocionaba tanto? Ella estaba feliz por el amanecer de un nuevo día. Alexandra se emocionaba por estar viva y tener otro día para disfrutarlo. Esa es la emoción que Dios ha puesto en el interior de cada uno de nosotros. No deberíamos olvidar cómo celebrar cada día; pero con frecuencia, a medida que envejecemos, permitimos que los desafíos de la vida nos abatan y entristezcan nuestro espíritu.

Tenemos que entender que cada día es un regalo de Dios. Cuando este día se acabe, nunca podremos recuperarlo. Si cometemos el error de ser negativos, desalentados, gruñones o malhumorados, habremos desperdiciado el día. Algunas personas desperdician año tras año, siendo infelices porque alguien no les trata correctamente, o porque no consiguen lo que quieren, o porque sus planes no se están cumpliendo tan rápidamente como les gustaría. Yo he tomado la decisión de no desperdiciar ni un día más. Celebro cada día como un regalo de Dios.

Tenemos que entender que cada día es un regalo de Dios.

Prepárate para la victoria

Nos preparamos para la victoria o la derrota al comienzo de cada día. Cuando te levantas en la mañana, tienes que fijar tu mente en la dirección correcta. Puede que te sientas desalentado. Puede que no tengas ganas de nada y pienses: Hoy no quiero ir a trabajar; o No quiero tratar con estos niños; o Tengo muchos problemas.

Si cometes el error de quedarte con esos pensamientos, te estarás preparando para tener un mal día. Estás utilizando tu fe en la dirección equivocada. Da un giro y di: «Este será un día estupendo. Algo bueno me sucederá. Dios tiene favor en mi futuro, y estoy esperando nuevas oportunidades, relaciones divinas y victorias sobrenaturales».

Cuando adoptas ese enfoque, te preparas para la victoria, el aumento y la restauración. Dios les dice a los ángeles: «¿Oyeron eso? Ellos están esperando mi bondad. Están esperando prosperar a pesar de la economía. Están esperando ponerse bien a pesar del informe médico. Están esperando alcanzar sus sueños aunque no tienen los recursos en este momento».

Cuando comienzas cada día en fe, anticipando algo bueno, Dios les dice a los ángeles que se pongan a trabajar y acomoden las cosas a tu favor. Él te da recesos, acomoda a las personas correctas y abre las puertas adecuadas.

Eso es lo que permite a Dios intervenir y hacer cosas increíbles. A veces, verás importantes mejoras en tu vida si tan solo realizas ese pequeño ajuste. No solo tendrías más energía, sino también una mejor actitud, y serías más productivo. Verías nuevas puertas abiertas. Conocerías a nuevos amigos. Obtendrías algunas de esas victorias por las que has estado orando si te levantases en la mañana y en lugar de prepararte para la derrota, te preparases para la victoria. Prepárate para el aumento. Prepárate para el favor de Dios.

Tú tienes que establecer el tono al comienzo de cada día. Si dejas tu mente en tono neutral, los pensamientos negativos comenzarán a llegar tan solo por defecto.

¿Has estado alguna vez tumbado en la cama en la mañana y de repente recuerdas todos los errores que cometiste el día de ayer y todos los problemas que puede haber en tu futuro? Es el enemigo que intenta preparar tu mente para un día negativo, derrotado y terrible.

No caigas en esa trampa. La Escritura dice: «Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra» (Colosenses 3.2, NTV). Sé proactivo. Pasa a la ofensiva. Cuando te levantes en la mañana, di junto con David: «Este es otro día que el Señor ha hecho. A pesar de cómo me siento, a pesar de como se ve la economía, a pesar de lo que dice el informe médico, escojo regocijarme. Escojo vivir feliz este día».

¿Sabes lo que en realidad estás diciendo cuando adoptas ese enfoque? Estás proclamando: «No permitiré que nadie robe mi gozo hoy. No permitiré que los desengaños y los reveses me desalienten. No me enfocaré en mis problemas y mis errores. He tomado la decisión de disfrutar de este día».

Tengo un amigo que está recibiendo tratamiento para el cáncer. Es un hombre joven, con muchos talentos y muy atlético. Si él no me lo hubiera dicho, yo no habría sabido que algo iba mal en su vida. Ni una sola vez le he oído quejarse. Él es siempre amigable, optimista y disfruta de la vida.

El otro día le pregunté cómo podía mantener una actitud tan buena durante un período tan difícil, y él me dijo: «Cuando me levanto en la mañana, me pregunto: “¿Quieres estar deprimido hoy, o quieres vivir feliz?”, y escojo vivir feliz».

Si quieres ser feliz, tienes que ser feliz a propósito. Cuando te despiertes en la mañana, no puedes tan solo esperar para ver qué tipo de día tendrás. Tienes que decidir qué tipo de día tendrás. La Escritura dice en Salmo 30.5 que el gozo llega en la mañana. Cuando te despiertas cada mañana, Dios te hace un envío especial de gozo. Cuando te levantas en fe y haces la declaración: «Este será un buen día», respondes la llamada en la puerta. ¡Recibes el regalo de gozo que Dios te ha enviado!

El problema es que algunas personas nunca abren la puerta. La llamada no ha sido respondida en meses y meses, años y años: «¡Vamos! ¡Déjame entrar! ¡Puedes ser feliz! ¡Puedes alegrarte! ¡Puedes disfrutar de tu vida!» No sé de ti, pero yo he tomado la decisión de abrir la puerta. Cuando me despierto cada mañana, digo: «Padre, gracias por otro hermoso día. Seré feliz. Disfrutaré de este día. Iluminaré la vida de alguna otra persona. Escojo recibir tu regalo de gozo».

Tú tienes lo que necesitas para ser feliz

He descubierto que la mayor parte del tiempo tenemos lo que necesitamos para ser felices. Sencillamente no tenemos la perspectiva correcta. Por ejemplo, puede que no seas feliz con el trabajo que tienes en este momento, pero si perdieras ese trabajo y pasaran meses sin recibir ningún ingreso, estarías feliz de recuperarlo.

Tenemos lo que necesitamos para ser felices. Sencillamente no tenemos la perspectiva correcta.

¿Lo ves? Tenías lo que necesitabas para ser feliz. Sencillamente no te diste cuenta. Conozco a personas que tienen una salud perfecta, pero nunca son realmente felices; siempre hay algo que les molesta. Quieren tener una casa más grande o un trabajo mejor; pero si perdieran su salud y después la recuperasen, estoy seguro de que estarían emocionados. Tienen lo que necesitan para ser felices.

Oigo a mujeres que se quejan y se quejan de sus esposos, y a hombres que se quejan y se quejan de sus esposas. «[Él o ella] es demasiado en esto», o «no lo suficiente en aquello». Pero si sus cónyuges se fuesen de repente y ellos se quedasen solos mes tras mes; si no tuvieran a nadie con quien hablar; si no tuvieran a nadie con quien cenar, podrían ser felices tan solo por volver a tener a «quien les molesta», quiero decir, su esposo o su esposa.

Mantén tu vida en la perspectiva correcta. Cada uno de nosotros tiene algo incluso en este momento por lo que estar feliz: nuestra salud, nuestro trabajo, nuestra familia o una oportunidad.

Conozco a una pareja que constantemente se quejaba de su casa. Era demasiado pequeña y estaba demasiado alejada en el campo. Era una fuente de frustración año tras año. Pero cuando la economía fue mal, desgraciadamente sus ingresos también disminuyeron, y estuvieron muy cerca de perder esa casa. Justamente antes de que el banco ejecutase la hipoteca, ellos pudieron refinanciarla y fueron capaces de mantener su casa.

¿Sabes que ahora piensan que esa casa es lo mejor del mundo? Presumen de ella como si fuese completamente nueva. ¿Qué sucedió? Cambiaron su perspectiva.

Oigo a personas decir: «Bueno, tengo que ir a trabajar hoy».

No, la actitud correcta es decir: «Voy a ir a trabajar hoy. Tengo un trabajo. Tengo una oportunidad. Esa es razón suficiente para que tenga una sonrisa en mi cara».

«Vaya, tengo que limpiar esta casa. Es mucho trabajo».

No. «Voy a limpiar esta casa. Estoy fuerte. Estoy sano. Además de todo eso, tengo una casa. No vivo debajo de un puente en algún lugar».

«Tengo que ocuparme de estos niños. Lo único que hago es cocinar, limpiar y lavar la ropa».

No. «Voy a ocuparme de estos niños. Son un regalo de Dios. Son un tesoro especial».

He descubierto que hay muy pocas cosas en la vida que tenemos que hacer. «Tengo que pagar mis impuestos». No; realmente tú pagas tus impuestos. El hecho de que tengas que pagar impuestos significa que has ganado dinero. Eso me dice que Dios te bendijo con oportunidad.

«Bueno, tengo que ir al supermercado hoy».

No, eso significa que tienes salud suficiente para comer. «Voy a ir al supermercado».

«Vaya, tengo que conducir en medio del tráfico».

No, eso significa que Dios te ha bendecido con un auto. «Voy a conducir en medio del tráfico».

«Vaya, tengo que comprar a mi esposa un regalo de San Valentín».

No, eso significa que Dios te ha bendecido con una esposa. No tienes que comprarle un regalo; le compras un regalo. Y si no lo haces, serás infeliz, porque si mamá no es feliz, ¡nadie es feliz!

La felicidad está basada en tu perspectiva

Leí sobre dos hombres que habían sido albañiles por más de treinta años. Estaban trabajando en un inmenso rascacielos en el centro de la ciudad. Uno de los hombres era siempre negativo, estaba desalentado, se quejaba constantemente y aborrecía ir a trabajar. El otro hombre era todo lo contrario. Estaba emocionado por ir al trabajo cada día y tenía una actitud de fe y entusiasmo en la vida.

Un día, un amigo pasó por el lugar de trabajo y les preguntó por separado qué estaban haciendo. El primero dijo: «Ah, solo estamos poniendo ladrillos. Llevamos haciéndolo por treinta años. Es muy aburrido. Un ladrillo encima del otro».

Entonces el amigo le preguntó al segundo albañil, y a él se le iluminó la cara. Dijo: «Sí, estamos construyendo un magnífico rascacielos. Esta estructura se mantendrá en pie durante generaciones futuras. Me emociona mucho poder ser parte de ello».

La felicidad de cada albañil, o su falta de ella, estaba basada en su perspectiva. Puedes estar poniendo ladrillos o puedes estar construyendo un hermoso rascacielos. La elección es tuya. Puedes ir a trabajar cada día, fichar y aborrecer estar allí, y hacer lo menos posible. O puedes acudir con entusiasmo y poner toda tu energía, sabiendo que estás haciendo que el mundo sea un lugar mejor.

He descubierto que nosotros creamos gran parte de nuestra propia infelicidad. Vemos lo que va mal en lugar de ver lo que va bien. Nos fijamos en lo que no tenemos en lugar de fijarnos en lo que sí tenemos. No celebramos cada día y apreciamos el regalo que Dios nos ha dado.

Hace años, un hombre que viajaba en tren conoció una exitosa pareja. La señora llevaba ropa y joyas caras. Era obvio que la pareja tenía medios. El viajero compartía su cabina en primera clase, que era muy cómoda. Pero desde el comienzo, la señora no hizo otra cosa que quejarse. Se quejaba de que la temperatura no era adecuada, se quejaba de que no había suficiente luz, se quejaba de que la comida no era buena, y se quejaba de que su asiento estaba muy sucio. Ella hacía que todos se sintieran mal.

Durante el viaje, el viajero entabló una conversación con el esposo, y le preguntó a qué tipo de negocios se dedicaba. Él le dijo que estaba en la industria del automóvil y que Dios le había bendecido mucho. Pero añadió: «Pero mi esposa está en el negocio de la fabricación».

El viajero pensó: Eso es extraño. Es decir, a ella se le ve mucha categoría y va muy bien vestida. Parece que eso no encaja.

Él preguntó con mucha curiosidad: «¿Y qué fabrica ella?»

El esposo dijo: «Fabrica infelicidad. Ella es infeliz dondequiera que vaya».

Puede que necesites cambiar de negocio, no físicamente sino mentalmente. Sal del negocio de fabricar infelicidad. Deja de fijarte en lo que va mal. Deja de ver los fallos y comienza a ver lo bueno. Comienza a sentirte agradecido por lo que tienes. Aprecia el regalo del presente.

Mantén un canto en tu corazón

Cuando salía de la casa temprano en la mañana recientemente, oí a los pájaros cantar y cantar con mucha fuerza y alegría. Los pajarillos piaban y piaban, y los más grandes formaban una melodía. Era como si estuvieran celebrando una gran fiesta. Yo quería decirles: «Oigan, pájaros, ¿han leído los periódicos últimamente? ¿Vieron la progresión de la Bolsa de valores el año pasado? No deberían estar cantando y disfrutando de la vida. ¿Qué les pasa? Se están comportando como si todo fuese a ir bien».

¿Qué había en aquellos pájaros? Ellos saben un secreto. Saben que su Padre celestial tiene el control. Saben que Dios ha prometido cuidar de ellos, y por eso cada día cantan y disfrutan de la vida a pesar de cuáles sean las circunstancias.

Así es como hay que comenzar cada día. Levántate en la mañana y ten un canto de alabanza en tu corazón. Pon una sonrisa en tu cara. Comienza el día y está decidido a disfrutarlo. El apóstol Pablo escribió: «Estén siempre alegres» (1 Tesalonicenses 5.16, NVI).

¿Por cuánto tiempo hemos de tener un corazón alegre? ¿Por cuánto tiempo hemos de tener una sonrisa en nuestra cara? ¿Mientras la gente nos trate bien? ¿Mientras nos sintamos bien? ¿Mientras la economía vaya bien? No; la Escritura dice: «Estén siempre alegres». Eso significa en los buenos momentos y en los malos momentos, cuando hace sol y cuando llueve.

Levántate en la mañana y ten un canto de alabanza en tu corazón.

Cuando haya nubes negras por encima de tu cabeza y sientas que la vida es deprimente y sombría, recuerda siempre que por encima de esas negras nubes el sol brilla. Puede que no veas el sol en tu vida en este momento, pero eso no significa que no esté ahí. Tan solo está tapado por las oscuras nubes. La buena noticia es que las nubes son temporales; las nubes no estarán ahí para siempre. El sol volverá a brillar en tu vida.

Mientras tanto, mantén tu gozo. Está siempre alegre de corazón. No permitas que unas cuantas nubes oscurezcan tu vida. La lluvia cae sobre justos e injustos. Eso significa que todos afrontamos desengaños, situaciones injustas, pruebas y tentación. Pero has de saber esto: después de la prueba está el ascenso. Al otro lado de cada dificultad hay aumento. Si pasas por la adversidad con una sonrisa en tu cara y un canto en tu corazón, al otro lado habrá una recompensa.

Pero muchas veces nos desalentamos en los momentos difíciles. «Hoy me siento deprimido porque los negocios son lentos»; «Me siento mal porque recibí un informe médico negativo»; «Estoy preocupado por esta situación legal».

La naturaleza humana tiende a volverse negativa en los momentos difíciles; pero la Escritura nos dice que hagamos precisamente lo contrario: «Considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas» (Santiago 1:2, NVI). Eso no parece tener sentido para algunas personas. «¿Quiere decir que hemos de estar gozosos y alegres en medio de los momentos duros?», preguntan. Sí, correcto; porque cuando pierdes tu gozo, pierdes tu fortaleza.

Necesitas tu fortaleza más que nunca en los momentos difíciles, y tu fortaleza depende de tu gozo. Cuando te estás enfrentando a una crisis económica, cuando estás tratando una enfermedad, cuando experimentas una ruptura en una relación, o cuando estás educando a un hijo rebelde, necesitas tu fortaleza. Si atraviesas esos desafíos sintiéndote negativo, amargado y desalentado, no tendrás la vitalidad para permanecer fuerte y luchar la buena batalla de la fe.

Puedes mantener tu gozo sabiendo que al otro lado de cada prueba hay ascenso. Al otro lado de cada revés hay oportunidad. Al otro lado de cada ofensa hay crecimiento. Las dificultades que afrontes ahora no están ahí para derrotarte; están ahí para incrementarte.

Tan solo sigue recordándote a ti mismo: Aunque esto sea difícil, aunque no lo entienda, aunque no sea justo, mantendré una buena actitud y permaneceré lleno de gozo, sabiendo que esto no me entorpece sino que me prepara para que Dios me saque al otro lado de esto en una posición aún mejor.

La clave para manejar la adversidad

Si te quejas, te quedarás; te mantendrás en ese punto. Si te vuelves negativo y amargado en la vida, no pasarás la prueba. Había ascenso; había oportunidad para un nuevo crecimiento, pero debido a que no lo consideraste como gozo, lo perdiste. La buena noticia es esta: Dios te dará otra oportunidad. Él aún puede llevarte donde tienes que estar. Por ejemplo, cuando alguien te ofenda, tu actitud debería ser: No me molestaré. Lo consideraré como gozo. Sé que esto es sencillamente una prueba, y al otro lado de este desafío seré ascendido.

Cuando los negocios sean lentos, en lugar de protestar y quejarte considéralo un gozo. Di para ti mismo: Esto también pasará. Sé que Dios está supliendo todas mis necesidades. O cuando te enfrentes al desengaño, tus emociones negativas te dirán que te abatas y te desalientes. Sentirás que la autocompasión intenta establecerse; pero en lugar de someterte a esas emociones negativas, aliéntate a ti mismo: Levántate. Sé fuerte. Me esperan días buenos.

Así es como atraviesas la prueba. Así es como lo cuentas todo como gozo.

En los momentos difíciles no te sorprendas si sientes que ese espíritu de pesadez intenta controlarte. No te sorprendas si oyes pensamientos que te dicen: Nunca saldrá bien. Nunca te pondrás bien. Ha terminado. Está hecho. No creas esas mentiras. No tienes que ser guiado por tus emociones; ellas no tienen el control. Tú tienes el control. En lugar de permitir que tus emociones negativas te hablen, háblate a ti mismo.

Cuando te despiertes en la mañana y venga a tu mente un pensamiento negativo diciendo: Es un día horrible, no estés de acuerdo y digas: «Sí, es un día terrible; me siento fatal». En cambio, da un giro y háblate a ti mismo. Haz una declaración de fe en voz alta: «Este será un gran día. Me pondré bien. Dios me devolverá mi salud».

Vuelve a poner tu esperanza en el Señor

Eso es lo que hizo el rey David. Él puso su esperanza en el Señor. Ese espíritu de abatimiento intentaba robar su destino, y él se deprimió y se desalentó mucho durante esos momentos oscuros. Pero David dijo: «¿Por qué te abates, oh alma mía? Espera en Dios» Salmo 43.5, RVR1960).

Se preguntaba a sí mismo: David, ¿qué te pasa? ¿Por qué estás desalentado? ¿Por qué has perdido tu gozo? Dios sigue estando en el trono. Dios sigue teniendo cosas preparadas. Vuelve a poner tu esperanza en el Señor.

Cuando ese abatimiento trate de llegar sobre ti, haz lo mismo. Mírate en el espejo y di: «Escucha aquí, yo. Alégrate. Vístete de una nueva actitud. No vamos a permanecer derribados. No vamos a permanecer derrotados. Ponemos nuestra esperanza en el Señor».

Hay mucho abatimiento en nuestro mundo, muchas noticias negativas. Si no tienes cuidado, descubrirás que te estás hundiendo. El espíritu de abatimiento se apoderará de ti, robando tu entusiasmo y disminuyendo tu gozo.

Podrías decir: «Oh, pero es que todo está muy mal».

La Escritura nos dice qué hacer cuando eso suceda: ponte «manto de alegría en lugar del espíritu angustiado» (Isaías 61.3, RVR1960). Cuando sientas que ese abatimiento intenta apoderarse de ti diciéndote: «No hay nada bueno en tu futuro. Ya has visto tus mejores tiempos», lo primero que debes hacer es quitarte el viejo manto de angustia. Desecha el manto de autocompasión; líbrate del manto de desaliento y ponte un nuevo manto de alabanza.

Da gracias a Dios por lo que Él ya ha hecho en tu vida. Dale gracias por las victorias de tu pasado. Dale gracias por lo lejos hasta donde Él te ha llevado. Y después da un paso más. Dale gracias de antemano por las victorias que Él tiene planeadas para ti. Dale gracias por las nuevas puertas que Él está abriendo. Dale gracias por las situaciones que Él está cambiando. Dale gracias por el favor que Él tiene en tu futuro.

Si haces eso, sentirás un nuevo gozo que surge en tu interior; sentirás que tu fe aumenta. No tendrás una mentalidad de víctima; tendrás una mentalidad de vencedor. Una cosa que he aprendido es que no se puede alabar y permanecer derrotado al mismo tiempo. No puedes dar gracias a Dios y permanecer desanimado y desalentado.

No puedes dar gracias a Dios y permanecer desanimado y desalentado.

Ponte el manto de alabanza

Cuando te pones el manto de alabanza, ese espíritu de angustia tiene que irse. A veces no tendrás ganas de hacerlo; no tendrás ganas de tener una buena actitud; no tendrás ganas de estar agradecido. Por eso Dios dice que ofrezcamos sacrificio de alabanza. Dios sabía que no siempre sería fácil. Tendrás que mantenerte firme y decir: «Dios, no tengo ganas de hacer esto. No parece que vaya a funcionar. Estoy cansado, y me siento solo y desalentado. Pero Dios, sé que tú sigues estando en el trono. Sé que tú eres bueno, y que lo eres todo el tiempo, y por eso escojo darte alabanza. Escojo darte gracias de todos modos».

Cuando ofreces sacrificio de alabanza, comienzan a suceder cosas sobrenaturales. La Escritura cuenta la historia del apóstol Pablo y su compañero Silas. Ellos estaban encarcelados por compartir su fe, y habían sido injustamente golpeados ese mismo día. ¿Qué estaban haciendo en la medianoche en su celda de la cárcel? ¿Se quejaban? ¿Sentían lástima de sí mismos? ¿Decían: «Dios, no es justo, ¿dónde estabas hoy?»

No, ellos estaban cantando alabanzas y dando gracias a Dios. Decían, en efecto: «Dios, sabemos que tú eres mayor que nuestros problemas. Sabemos que sigues teniendo el control. Tú puedes sacarnos de aquí». En efecto, a la medianoche hubo un gran terremoto, y las puertas de la cárcel se abrieron. Las cadenas cayeron, y Pablo y Silas salieron de allí como hombres libres.

¿Qué dio comienzo a todo? Que ellos ofrecieron sacrificio de alabanza.

Realmente, cualquiera puede tener una buena actitud cuando todo va bien. Todos podemos celebrar y estar agradecidos cuando estamos en la cima de la montaña, pero ¿dónde están las personas que dan alabanza a Dios cuando todo se desploma? ¿Dónde están las personas que se levantan cada mañana y se preparan para la victoria y el aumento a pesar de todos los malos informes que predicen pesimismo? ¿Dónde están las personas que dicen: «Dios, te sigo alabando aunque el informe médico no fue bueno»; o «Dios, te sigo dando gracias a pesar de que las cosas no salieran a mi manera»?

Creo que tú eres una de esas personas. Creo que tienes una gran fe, y sus raíces son muy profundas. Podrías quejarte; podrías desalentarte; podrías tener resentimiento. Pero en cambio, sigues dando alabanza a Dios. Sigues teniendo esa sonrisa en tu cara. Haces lo correcto aunque esté sucediendo lo incorrecto.

Por eso puedo decirte con confianza que saldrás a mayores victorias. Amplía tu visión. Quita a Dios los límites. Aún no has visto tus mejores tiempos. Dios tiene victorias en tu futuro que te sorprenderán. Él intervendrá y aparecerá de maneras inusuales. Puede que en este momento estés en un período difícil, pero recuerda lo siguiente: el enemigo siempre lucha más cuando sabe que Dios tiene algo grande preparado para ti.

Estás más cerca de tu victoria cuando hay más oscuridad. Esa es la postura final del enemigo. No te desalientes; no comiences a quejarte. Sigue ofreciendo ese sacrificio de alabanza.

El grito de alegría

El profeta del Antiguo Testamento Jeremías escribió : «[Se oirá de nuevo] el grito de gozo y alegría… y la voz de los que traen a la casa del Señor ofrendas de acción de gracias y cantan… Yo cambiaré la suerte de este país—afirma el SEÑOR—, y volverá a ser como al principio» (Jeremías 33.11, NVI). Me gustan en particular dos palabras en este versículo: cambiaré y volverá. Dios está diciendo que cuando permaneces lleno de gozo, cuando aprendes a ofrecer sacrificio de alabanza, Dios cambiará las cosas a tu favor; Él cambiará situaciones negativas, y Él volverá, o restaurará, lo que ha sido robado.

Pero observa que esa restauración no llega de la queja, de ser negativo o estar amargado. La restauración se produce cuando tienes grito de gozo y de alegría. Eso significa que te levantas en la mañana con un canto en tu corazón. Comienzas cada día con una sonrisa en tu cara. Puede que las cosas no siempre salgan a tu manera, pero no te desalientas; te sacudes eso y lo consideras un gozo.

Cuando vives de esa manera, bien podrías prepararte. Dios estará cambiando y restaurando. Él cambiará las finanzas que han ido mal; Él cambiará el negocio que esté batallando; Él cambiará la situación legal a favor de ti; Él cambiará un problema de salud para sanarte.

No solo eso, sino que Dios restaurará lo que debería haber sido tuyo. Él restaurará los años que perdiste porque alguien te ofendió; Él restaurará una relación que está en peligro. Se producirá restauración porque tú tienes el grito de gozo y alegría, y sigues ofreciendo sacrificio de alabanza.

Aprende a considerarlo todo como un gozo. No estés decidido a no tener nunca problemas; está decidido a permanecer lleno de gozo en medio de tus problemas. Acomoda tu mente en la dirección correcta.

Y a pesar de lo que salga a tu encuentro, no pierdas tu gozo. Aprende a ofrecer ese sacrificio de alabanza. Si mantienes el grito de alegría, el grito de gozo, no podrás permanecer abatido y derrotado. Dios ha prometido que Él cambiará y restaurará. No solo eso, sino que debido a que tienes gozo, encontrarás la fortaleza para sobrevivir a todo ataque, para vencer todo obstáculo y para derrotar a todo enemigo. Te convertirás en todo aquello para lo que Dios te creó, y tendrás todo lo que Dios quiso que tuvieras.

CAPÍTULO DOS

No renuncies a tu poder

Cada día tenemos muchas oportunidades de quedar molestos, frustrados y ofendidos. Quizá los planes para ese día no salieron bien, alguien fue grosero en la oficina, o una tarea que debería haber ocupado una hora ocupó tres. La vida está llena de inconvenientes. Siempre habrá interrupciones y personas difíciles. No podemos controlar todas nuestras circunstancias, pero podemos controlar nuestras reacciones.

No podemos controlar todas nuestras circunstancias, pero podemos controlar nuestras reacciones.

He oído decir que la vida es un diez por ciento de lo que a uno le sucede y un noventa por ciento de cómo se responde a ello. Afronta cada día de modo positivo, con esperanza y esperando el favor de Dios; pero al mismo tiempo sé realista, sabiendo que la mayoría de los días no saldrán exactamente como tú planeabas. Si estás estresado porque no has seguido tu horario, frustrado porque alguien te ofendió o molesto porque tu hijo no se comió su desayuno, estás renunciando a tu poder.

Es bueno tener planes, pero en la primera parte de cada día somete esos planes a Dios y di: «Dios, esto es lo que me gustaría lograr hoy; pero sé que tú tienes el control, y por eso entrego mis planes a ti. Y he decidido de antemano que a pesar de lo que salga a mi encuentro, mantendré mi paz, sabiendo que tú diriges mis pasos y que todas las cosas obrarán para mi bien».

Pero hay demasiadas personas en estos tiempos que tienen un enfoque equivocado de la vida. Piensan que no pueden ser felices a menos que controlen todas sus circunstancias y todo lo que salga a su encuentro. Pero eso no es realista. Tienes que llegar al punto en el que puedas decir: «No tengo que salirme con la mía para tener un buen día. Mis planes no tienen que salir bien para que yo sea feliz. Todo el mundo no tiene que tratarme correctamente para que la vida sea agradable. Ya lo he decidido: a pesar de lo que suceda o no suceda, mantendré la paz y disfrutaré de este día».

La Escritura dice que «nadie les va a quitar esa alegría» (Juan 16.22, NVI). Ninguna circunstancia puede quitarte tu paz. Una interrupción no puede quitarte tu entusiasmo. Tú tienes que entregarlo. La próxima vez que te veas tentado a estar molesto y frustrado, hazte la pregunta: ¿Vale la pena renunciar a mi poder, de todos modos?

O: Este hombre es grosero conmigo en el teléfono. Ni siquiera le conozco. ¿Vale la pena entregarle mi gozo?

O: Este compañero de trabajo me dejó solo en una reunión; ¿vale la pena renunciar a mi paz?

Puede que no obtengas la victoria no porque no puedas, sino porque una y otra vez renuncias a ella. La vida es demasiado corta para estar molestos y ofendidos. Si permites que tus circunstancias controlen tu gozo, siempre habrá algún motivo para estar desalentado.

«Es la economía».

«Es la Bolsa de Valores. Por eso estoy tan deprimido».

Deja de renunciar a tu poder. Dios sigue estando en el trono. La economía en el cielo va muy bien. Mientras estés conectado a Él, todo saldrá bien.

Tú dices: «Bien, tuve que cancelar mis vacaciones este año».

O: «Es muy difícil llevarse bien con mi jefe».

«Este vecino realmente me pone los nervios de punta. He estado orando y pidiendo a Dios que le cambie».

Una cosa que he aprendido es a no orar nunca para que Dios cambie a otra persona sin antes decir: «Dios, cámbiame».

Incluso si ese vecino ofensivo se mudase, si no aprendes el principio de no permitir nunca que otras personas te roben el gozo, habrá otras dos personas iguales a él que ocuparán su lugar.

Tú tienes que ser el cambio que buscas

Jesús lo expresó de este modo: «No se angustien ni se acobarden» (Juan 14.27, NVI).

Observa que es una decisión que tenemos que tomar. Él no dijo: «Me aseguraré de que sus circunstancias sean perfectas. De ese modo podrán ser felices».

Él dijo, en efecto: «Las cosas que les molestan en este momento no tienen por qué molestarles. Las personas que les ofenden, incluso si no cambian, no tienen por qué molestarles». Si haces algunos ajustes y cambias tu enfoque de la vida, puedes ser feliz a pesar de esas circunstancias.

Hoy te estoy pidiendo que dejes de permitir que personas negativas, desengaños e inconvenientes te roben tu gozo. Tienes que mantenerte firme y decir: «Este niño me pone nervioso; le quiero, y me sobrepondré a ello. No dejaré que esto me controle». O: «Este jefe gruñón se lanza a mi garganta sin motivo alguno, pero no voy a permitirle que me arruine ningún otro día». Eso es lo que significa no renunciar a tu poder. Tienes que estar decidido a disfrutar de tu vida.

Una mujer me habló una vez sobre un familiar muy odioso de su esposo que repetidamente le hacía comentarios cortantes y humillantes. Cada vez que estaban en reuniones familiares, invariablemente ese hombre decía algo que a ella le ofendía. Se molestaba y eso le arruinaba el viaje. Llegó a un punto en que ella ni siquiera quería ir a las reuniones familiares de su esposo. Finalmente, le dijo a su esposo: «Tienes que hacer algo al respecto. Él es familia tuya».

Ella esperaba que su esposo dijera: «Tienes razón, cariño. Él no debería hablarte así. Hablaré con él y le pondré en su lugar». Pero el esposo hizo justamente lo contrario. Le dijo: «Cariño, te quiero, pero yo no puedo controlarle a él. Tiene derecho a tener su opinión. Puede decir lo que quiera, pero tú tienes derecho a no sentirte ofendida».

Al principio ella no podía entender por qué su esposo no arreglaba esa situación por ella. Una y otra vez se sentía ofendida. Si el familiar de su esposo estaba en una habitación, ella se iba a otra. Si el hombre estaba en el exterior, ella se aseguraba de quedarse dentro de la casa. Todo su enfoque era evitar a ese hombre. Finalmente, ella se cansó de permitirle que tuviera tal impacto en su vida. Un día fue como si se encendiera una luz. Ella entendió que nadie se tomaba en serio a ese hombre, y que ella le estaba entregando su poder. Estaba permitiendo que una sola persona que tenía sus propios problemas evitase que ella se convirtiese en la mujer que debía ser.

Cuando permites que lo que alguien dice o hace te ofenda, estás permitiendo que esa persona te controle.

Cuando permites que lo que alguien dice o hace te ofenda, estás permitiendo que esa persona te controle. Cuando dices: «Me haces enfurecer», lo que realmente estás haciendo es admitir que estás renunciando a tu poder. Mientras la persona sepa que puede apretar cierto botón y tú responderás de cierta manera, que puede hacer cierto comentario y tú te ofenderás, y sepa que si ella está fuera tú estarás dentro; mientras sigas respondiendo de la misma manera, estás dándole a esa persona exactamente lo que ella quiere.

Las personas tienen derecho a decir lo que quieran, a hacer lo que quieran, mientras sea legal. Y tenemos derecho a no sentirnos ofendidos. Tenemos derecho a pasarlo por alto. Pero cuando nos ofendemos y nos enojamos, cambiamos. Si alguien entra a una habitación y nosotros nos ponemos tensos, se debe a que hemos dado demasiada importancia a lo que esa persona piensa de nosotros.

Lo que una persona diga de ti no define quién eres. Su opinión de ti no determina tu dignidad propia. Deja que eso te resbale como si fuera agua sobre el plumaje de un pato. Esa persona tiene todo el derecho a tener una opinión, y tú tienes todo el derecho a pasarla por alto.

He descubierto que algunas personas sienten que su llamado en la vida es señalar lo que otros hacen mal y lo que otros se están perdiendo. Constantemente son críticas, y siempre encuentran faltas. No hay nada que les guste más que seguir ofendiendo a alguien, discutir y estar siempre a la defensiva.

Elévate por encima de eso. No tienes por qué estar de acuerdo con esas personas. No tienes por qué ganarte su aprobación. Déjalo pasar, y sé quien Dios te ha creado.

Incluso el gran líder Moisés tuvo que tratar con familiares que no aprobaban a la mujer que él había escogido como esposa porque era de una nacionalidad diferente. Ellos criticaron a Moisés públicamente, diciendo: «No estamos de acuerdo con eso. Nos negamos a aprobar este matrimonio».

Pero en su interior, Moisés sabía que estaba tomando la decisión correcta. Él no discutió con ellos; no se ofendió ni los criticó. Él mantuvo su paz. Al final resultó que la persona que fue más crítica verbalmente con la novia tuvo lepra y poco después se alejó.

No tienes que responder a cada crítica. No tienes que demostrarle nada a nadie. Tan solo permanece por encima y permite que Dios pelee tus batallas por ti. Algunos que se cruzarán en tu camino sencillamente no quieren la paz contigo. A pesar de lo que digas o hagas, ellos no estarán conformes. Incluso si tú cambiases, ellos seguirían encontrando alguna razón para ser críticos. Tienes que aceptar el hecho de que a pesar de lo que hagas, algunas personas nunca estarán en paz contigo.

Yo tenía un auto deportivo muy bonito cuando comencé a salir con mi esposa, Victoria. Yo tenía unos veinte años y quería impresionarla, así que mantenía ese auto impecable. No tenía ni un solo arañazo. Entonces, una noche iba conduciendo desde la casa de Victoria y tuve un accidente. Estaba atravesando un cruce. El semáforo estaba verde. Otro auto que iba en la misma dirección giró a la derecha desde el carril incorrecto y chocó con la parte trasera de mi deportivo, dándole la vuelta.

Después de tomar unos momentos para calmarme, salí de mi auto. Yo sabía que el accidente no había sido culpa mía; y yo soy una persona calmada por naturaleza. No hay muchas cosas que me molesten. Revisé mi impecable auto, y la parte trasera estaba totalmente destruida.

En ese momento el otro conductor salió de su auto. Estaba muy oscuro, pero yo pude ver que quizá él tendría unos cincuenta años. Comenzó a gritar, quejarse y maldecir, y entonces dijo: «Muchacho, aprende a conducir. Estoy furioso contigo».

Yo pensé: Soy yo quien debería estar furioso. Él giró desde el carril incorrecto. Él estaba aproximadamente a un metro de distancia, y yo podía ver que su furia aumentaba. Entonces él comenzó a correr hacia mí como si quisiera pelear.

Mi primer pensamiento fue: ¿Quieres eso?

Ya sabes que eso no es cierto. En realidad lo primero que pensé fue: ¿Qué envergadura tiene?

Cuando se acercó medio metro, vi que me doblaba en tamaño. En aquel momento tuve una revelación: aquella era una batalla que no valía la pena luchar.

Me dirigí al otro lado de mi auto.

Dirás: «Joel, ¿quiere decir que fue usted un gallina?»

No, ¡solo quería vivir!

Él encajaba en esa categoría de personas que no estarán en paz conmigo.

Cuando Jesús envió a sus discípulos a ciertas casas, les dijo que hablasen paz sobre cada persona en cada casa. Y dijo, en efecto: «Si ellos no la reciben, entonces la paz que les ofrecen regresará a ustedes» (véase Lucas 10.5-6, NIV).

Eso me dice que si haces todo lo posible por estar en paz con la gente, incluso si ellos no aceptan tu paz, la buena noticia es que esa paz regresará a ti de todos modos. No solo disfrutarás de su paz, sino que también se te dará la parte de la de ellos. Cuando haces lo correcto cuando sucede lo incorrecto, Dios lo ve y lo recompensa.

Dos amigos entraron a la tienda de la esquina a comprar un periódico y el dependiente los trató con rudeza. Uno de los amigos, después de pagar, sonrió al dependiente y dijo: «Espero que tenga hoy un día estupendo».

Cuando se iban, su amigo le dijo: «¿Es ese dependiente siempre tan grosero?»

«Todos los días», dijo el otro.

«¿Y tú eres siempre así de amable?»

«Todos los días».

Perplejo, ese amigo le preguntó por qué.

«He tomado la decisión de no permitir que ninguna persona me arruine el día», fue la respuesta.

Él había decidido no entregar el control de su humor o su actitud a ninguna otra persona. Ese dependiente tenía derecho a ser grosero y maleducado, pero todas las personas a quienes trataba mal también tenían derecho a seguir siendo felices, agradables y amigables.

Fuerza bajo control

Cuando te encuentres con personas que están envenenadas por dentro, no dejes que eso se te pegue. Si desciendes al nivel de ellos y les respondes con frialdad y crudeza, habrás permitido que te contaminen. Sé parte de la solución y no parte del problema. Vences el mal con el bien. Si alguien es grosero contigo, bendice a esa persona, sonríe y sigue adelante.

Jesús lo expresó de este modo: «Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra como herencia» (Mateo 5.5, NVI). Cuando oímos la palabra humilde, muchas veces pensamos en alguien que es débil, tímido y reservado; tan solo una persona temerosa. La imagen es que las personas humildes no pueden defenderse a sí mismas y todos les pasan por encima. Eso no es humildad en absoluto. Humildad no es debilidad. Es fuerza bajo control.

La humildad es como un semental salvaje que ha sido domado. El caballo sigue siendo fuerte, sigue siendo potente, y tiene la misma velocidad que tenía antes de ser domado. La única diferencia es que ahora esa fuerza está bajo control. Puedes acercarte al caballo, acariciarlo, conducirlo, y probablemente montarle y guiarle. Pero no te engañes. Él tiene el mismo poder, la misma tenacidad; tan solo ha aprendido a controlarlo.

Cuando eres una persona humilde, no vas por ahí intentando enderezar a todo el mundo; no respondes a cada crítica. Puede que la gente hable de ti, pero tú no permites que eso te moleste.

Mantienes tu fuerza bajo control. No se trata de lo orgulloso que seas, de a cuántas personas puedas enderezar, ni de demostrar nada. Si discutes con un crítico e intentas demostrar algo, lo único que haces es descender hasta su nivel. No caigas en esa trampa. Tú eres un águila, y puedes elevarte por encima de eso.

Puede que tengas la capacidad de enderezar a tu crítico; puede que tengas ganas de transmitirle parte de lo que piensas. Tus emociones puede que te digan: Tienes que intervenir. Dale lo que merece. En cambio, escucha lo que el apóstol Pablo le dijo a su protegido Timoteo: «sé prudente en todas las circunstancias» (2 Timoteo 4.5, NVI). En otras palabras, le estaba diciendo: «No renuncies a tu poder. Mantén tu fuerza bajo control».

Un hombre estaba comiéndose una hamburguesa en un pequeño restaurante económico rural cuando entró una pandilla de moteros. Esos moteros eran grandes, duros y mezquinos. Tan solo para demostrar quién estaba a cargo, uno de ellos se acercó a la mesa donde estaba el hombre, le tiró la hamburguesa al piso, agarró su vaso de agua y se lo derramó en la cabeza.

El motero dijo con sarcasmo: «Oh, lo siento. Fue un accidente».

Estaba intentando comenzar una pelea. El hombre se quedó sentado con calma, agarró su servilleta y se limpió el agua, se levantó y se fue del restaurante. El motero meneó su cabeza y le dijo al camarero: «Que poco hombre, ¿no?»

El camarero dijo: «No, y también qué poco conductor. Acaba de aplastar doce motocicletas con su auto».

Eso es fuerza bajo control.

Si te ofendes con facilidad, no sigas año tras año de ese modo. Si permites que las pequeñas cosas como largas filas, el tiempo, un vendedor malhumorado o un recepcionista desconsiderado te roben tu gozo, traza una línea en la arena. Di: «¿Sabes qué? Ya basta. No voy a renunciar a mi poder nunca más. Me mantendré en calma».

David J. Pollay, autor de La Ley del Camión de la Basura, estaba en un taxi en la ciudad de Nueva York cuando un auto salió rápidamente de donde estaba estacionado justamente delante de él. Su taxi tuvo que frenar bruscamente, el auto derrapó y los neumáticos chirriaron, pero el taxi se detuvo a centímetros del otro auto. El conductor del otro auto meneó su cabeza y comenzó a pitar y a gritar enojado. Pero David se quedó sorprendido cuando su taxista puso una gran sonrisa y le saludó con su mano.

David dijo: «Ese hombre casi destroza su taxi y nos manda al hospital. No puedo creer que usted no le gritase. ¿Cómo pudo mantener la calma?»

La respuesta del taxista, que David denomina «Ley del Camión de la Basura», fue la siguiente: «Muchas personas son como camiones de la basura. Van de un lado a otro llenos de basura, llenos de frustración, llenos de desengaño, llenos de enojo. A medida que su basura se apila, necesitan algún lugar donde descargarla, y si se lo permites, la descargarán sobre ti. Por tanto, cuando alguien quiera descargar sobre ti, no te lo tomes de modo personal; no tiene nada que ver contigo. Tan solo sonríe, deséales lo bueno y sigue adelante. Créeme: serás más feliz».

Las personas exitosas no permiten que los camiones de la basura descarguen sobre ellas. Si alguien vacía una carga sobre ti, no te molestes. No te enojes. No te ofendas. Si cometes ese error, terminarás llevando de un lado a otro la carga de ellos y finalmente tú la arrojarás sobre otra persona.

Mantén tu tapa cerrada. A veces puede que necesites tener una tapa de acero. En estos tiempos, sin embargo, hay tantas personas que arrojan veneno mediante la crítica, las malas noticias y el enojo, que necesitarás mantener la tapa bien cerrada. No podemos evitar que las personas arrojen su basura, pero al mantener nuestras tapas bien cerradas, ¡podemos decirles que la reciclen!

Mantén tu tapa cerrada.

Justamente después de los ataques terroristas del 11 de septiembre, me invitaron a un canal de televisión local para ser entrevistado en un programa de noticias. Tenía que estar allí temprano el lunes en la mañana, alrededor de las 6:30. Yo ya estaba cansado tras nuestros servicios del domingo y los eventos del fin de semana. Era un día frío, lluvioso, y aún estaba oscuro. Yo no tenía ningunas ganas de estar en la televisión, pero ya me había comprometido, y por eso iba de camino. Me habían dicho de antemano que me estacionase justamente delante de un lugar especial reservado para las personas que estarían en el programa. Así que cuando llegué, me situé allí. Pero cuando estacioné mi auto, una mujer guarda de seguridad corrió hacia mí como si yo acabase de cometer un grave delito. No fue en absoluto amigable; de hecho, fue muy grosera.

Me dijo: «Señor, ¿qué cree que está haciendo? No puede estacionarse aquí. Esto está reservado para nuestros invitados especiales».

Yo quería decirle: «Señora, no podrá encontrar a nadie más especial que yo».

Tuve que morderme la lengua.

«Bien, señora, hoy salgo en el programa y me dijeron que podía estacionarme aquí», le expliqué.

Ella dijo: «Oh, no saben de lo que hablan. Yo dirijo este lugar. Tiene que estacionarse fuera de la puerta».

Yo regresé a mi auto. No pude encontrar lugar para estacionarme, y tuve que llegar hasta un pequeño barrio un poco alejado, y seguía lloviendo. Yo no tenía paraguas. Y mientras corría hasta el canal de televisión, con cada paso pensaba: Esto no está bien. Tengo que hablarle a alguien de esa señora del estacionamiento. Debería ponerla en su lugar.

Yo estaba a punto de renunciar a mi poder, pero entré en el edificio y me olvidé de todo eso.

Un par de horas después, tras el programa, salí y brillaba el sol. ¿Sabe que la misma guardia de seguridad se acercó y era una persona diferente?

Me dijo: «Oh, pastor Osteen, si hubiera sabido que era usted, le habría permitido estacionarse ahí».

Yo me alegré de haberme mordido la lengua. Ella siguió diciendo: «¿Cree que tendría tiempo para orar por mí?»

Yo quería decir: «Lo tendría si no tuviera que caminar tanto hasta mi auto».

Toma la decisión de que no aceptarás la basura de otras personas. Puede que ellas la descarguen, pero no tienes por qué aceptarla. Mantén tu tapa cerrada.

Las emociones son controladas por las circunstancias o por el carácter

Una olla pequeña hierve con mayor rapidez. Se puede decir lo grande que es una persona por lo que se necesita para ofenderla. Sus emociones estarán controladas por sus circunstancias o por su carácter. Si alguien es grosero contigo, tus emociones te dirán: Dale lo que se merece.

Eso no requiere ninguna disciplina. Cuando tu fuerza está bajo control, cuando has desarrollado tu carácter, entiendes: Yo soy mayor que esto. No dejaré que esto me derribe. Tengo lugares donde ir, metas que lograr y sueños que cumplir.

Creo que es interesante que el apóstol Pablo nunca oró para que personas fuesen libradas de sus problemas. Oraba para que Dios les diese la fortaleza de atravesar los desafíos con una buena actitud. A veces pensamos: Dios, si tan solo cambiases a estas personas que me molestan; Dios, si enderezases a mi hijo; Dios, si trasladases a mi jefe a otro planeta; Dios, si me librases de estas personas, podría ser feliz.

Pero lo cierto es que esas personas puede que nunca cambien. Espero que lo hagan, pero si nunca cambiaran, sí puedes cambiar. Si haces un ajuste, ellos ya no volverán a ofenderte.

Tú tienes el poder en este momento de vivir una vida llena de gozo, llena de fe y llena de paz. Pero debes decir: «Dios, incluso si esto nunca cambia, no robará mi gozo. Sé que tú me tienes en la palma de tu mano. Sé que tú tienes mis mejores intereses en tu corazón; por tanto, Dios, confío por completo en ti».

El enemigo puede utilizar contra ti cualquier cosa que sientas que «tienes que tener» para ser feliz. Si crees que tienes que estar casado para ser feliz, el enemigo puede utilizar eso contra ti. Si crees que tu jefe tiene que cambiar antes de que puedas disfrutar de tu trabajo, pasarás año tras año aborreciéndolo, pensando que ese es el motivo de que no puedas ser feliz.

Es bueno tener esperanzas y sueños. Es bueno despertarse cada día creyendo y esperando; pero no esperes que esas cosas lleguen antes de que puedas usted disfrutar de la vida y encontrar felicidad. Este es el día que ha hecho el Señor, no mañana, no cuando todos tus sueños se cumplan, no cuando todas las personas negativas sean cambiadas, sino hoy.

Entiende que Dios te tiene exactamente donde Él quiere que estés. Si aprendes a ser feliz allí donde estás, Dios te llevará donde tú quieres estar. Él ha prometido que te dará los deseos de tu corazón. Si hay algo que realmente quieres, te aliento a que lo pongas sobre el altar. Di: «Dios, de verdad me encantaría tener esto. Dios, tú conoces el deseo que has puesto en mí. Me encantaría estar casado. Me encantaría ver cambiar a mi cónyuge. Me encantaría recibir un ascenso. Pero Dios, no estoy esperando eso para ser feliz. Soy feliz justamente donde tú me tienes».

Ese es el tipo de actitud que Dios busca.

Cambiar para bien

Conozco a un hombre que batalló en su matrimonio por años. Su esposa y él no pensaba lo mismo sobre muchos asuntos, y ella no asistía a la iglesia con él. La mayor parte del tiempo eso le dejaba sintiéndose abatido y desanimado. Entonces, le vi hace mucho y le pregunté cómo iba todo. Él parecía estar muy animado. «Todo es estupendo. Realmente estoy disfrutando de mi vida».

Yo di por sentado que su esposa y él se llevaban mejor y que habían resuelto todos esos problemas, pero él dijo: «No, mi esposa sigue igual. Seguimos sin estar de acuerdo. Ella sigue sin asistir a la iglesia conmigo».

Entonces dijo algo muy interesante.

«Ella no ha cambiado, pero yo he cambiado. No permito que nuestras diferencias me sigan molestando. No dejo que me roben el gozo».

Descubre lo que está robando tu gozo. Haz inventario de tu vida. ¿Qué cosas estás permitiendo que te molesten? ¿Qué causa que estés estresado todo el día? Identifica lo que es, y entonces toma la decisión de cambiar tu enfoque en esa área. Después de todo, estar molesto no hará que la situación mejore. Si alguien es grosero contigo, ser grosero a cambio solamente te amargará el día. Si tus planes no salen bien, mantén la paz. En lugar de estar molesto, sabe que Dios sigue dirigiendo tus pasos. Él te sigue teniendo exactamente donde quiere que estés.

En una ocasión iba conduciendo por un estacionamiento lleno y finalmente vi un espacio libre. Pero otro conductor se metió antes de que yo pudiera hacerlo, aunque era obvio que yo estaba esperando. Tomé esta decisión: «Le daré mi lugar de estacionamiento, pero no le daré mi gozo».

Es liberador cuando entiendes que no tienes que renunciar a tu gozo. A veces culpamos a otras personas o a otras cosas de problemas que nosotros mismos hemos creado. No entendemos que nuestra negativa a cambiar causa el mismo problema una y otra vez. Escuché sobre un hombre que no se había estado sintiendo bien y fue a visitar a su doctor. El doctor le preguntó: «¿Qué le sucede?»

Es liberador cuando entiendes que no tienes que renunciar a tu gozo.

Él dijo: «Bueno, doctor, últimamente me he sentido mareado y veo puntos blancos».

El doctor le examinó y le hizo varias pruebas. Algunos días después, llamó al hombre y le dijo: «Señor, no me gusta decirle esto, pero tiene usted una enfermedad rara, y creemos que sólo le quedan unos seis meses de vida».

El hombre dejó su trabajo y se propuso viajar por todo el mundo y hacer todas las cosas que siempre había esperado hacer. Pasó más tiempo con su familia, y se compró un auto deportivo. Un día iba conduciendo al lado de una famosa tienda de ropa y decidió entrar y comprarse un traje a medida.

Entró el sastre y midió la longitud de su brazo. «Ochenta y tres centímetros». Entonces midió su cintura. «Ochenta y un centímetros». Después su longitud de pierna. «Ochenta y seis centímetros». Y finalmente el sastre midió su cuello y dijo: «Le haré una camisa de la talla 40».

El hombre dijo: «No, uso camisas de la talla 38».



Continues...

Excerpted from Cada Día es Viernes by Osteen, Joel Copyright © 2011 by Osteen, Joel. Excerpted by permission.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.

From the B&N Reads Blog

Customer Reviews