Buena crisis: Hacia un mundo postmaterialista

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Overview

Opening with a description of the shaky economic, political, and social condition in which so many countries of the developed world find themselves, this study argues that the prevailing worldview that seeks the commoditization of every aspect of life is what has brought the world to the current crisis point. Rather than promoting a shift within this framework, however, this consideration calls for a rejection of it altogether toward a system that values people and the interconnectedness between them over possessions, as well as the relationship between humans and nature. The hopeful tone of the book suggests that the current crisis needn't be a quagmire from which the world cannot extricate itself but an opportunity for effective and meaningful change.

Empezando con una descripción de la delicada situación económica, política y social en que se encuentran tantos países del mundo desarrollado, este estudio argumenta que la búsqueda de la comercialización de cada aspecto de vida es lo que ha conducido al mundo a este crisis. En vez de promover un cambio dentro de este marco, sin embargo, esta consideración propne un rechazo hacia un sistema que valora a la gente y a la interconexión entre ellos, así como la relación entre el hombre y la naturaleza. El tono optimista del libro sugiere que la crisis actual no necesita ser obstáculo del que el mundo no se pueda liberar, sino más bien una oportunidad para un cambio efectivo y significativo.

Product Details

ISBN-13: 9788472457737
Publisher: Editorial Kairos
Publication date: 11/01/2010
Sold by: Barnes & Noble
Format: eBook
Pages: 192
File size: 3 MB
Language: Spanish

About the Author

Jordi Pigem is a philosopher and writer. He is the former chief editor of the ecology journal Integral as well as the former core lecturer in philosophy for the master of science program at Schumacher College in England. Álex Rovira is a writer, a lecturer, a business consultant, the author of Los siete poderes, and the coauthor of La buena suerte, which has been translated into 38 languages.

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Buena Crisis

Hacia un Mundo Postmaterialista


By Jordi Pigem

Editorial Kairós

Copyright © 2009 Jordi Pigem
All rights reserved.
ISBN: 978-84-7245-773-7



CHAPTER 1

HACIA UNA BUENA CRISIS


La resistencia a nuevas ideas es proporcional al cuadrado de su importancia.

Bertrand Russell


1 La burbuja cognitiva

Imaginemos que mañana a mediodía se produjera un eclipse de Sol que nadie había previsto. No bastaría con dar un tirón de orejas a los profesionales de la astronomía. Sería evidente que la teoría astronómica requiere un cambio de paradigma, como el que en su día introdujeron Copérnico, Kepler y Galileo en la cosmología medieval. En vez de remendar la vieja teoría astronómica con más epiciclos, deferentes y excéntricas, habría que transformarla por completo.

En 1989 se dijo que todos los politólogos tendrían que dimitir por no haber previsto ninguno la inminente caída del muro de Berlín. También se ha dicho ahora que los grandes profesionales de la economía deberían dimitir por no haber previsto la magnitud de la crisis global en la que hemos entrado. Aparte de Nouriel Roubini (tachado de excéntrico y apocalíptico) ningún economista convencional la vio venir a tiempo. Lo reconoce incluso Paul Krugman, el Nobel de Economía de 2008. No menos grave que la crisis del sistema económico es el colapso de las teorías económicas convencionales, que se han visto completamente desbordadas por la realidad. Los dioses que adorábamos resultaron ser falsos. Aunque nos empeñemos, por inercia, en seguir dando crédito a los mismos métodos y a los mismos expertos.

Un periodista del Corriere della sera, Federico Fubini, hizo en el encuentro de Davos de 2008 una encuesta a directores de bancos centrales y otras figuras clave del sistema financiero global. Les preguntó si creen que han hecho algo a lo largo de su vida «que pueda haber contribuido, aunque sea mínimamente, a la crisis financiera». No, respondió sin titubeos el 63,5 %. David Rubinstein, cofundador y director ejecutivo del Carlyle Group, comentó irónicamente: «Creí que el cien por cien dirían que no tienen nada que ver». Al fin y al cabo, es habitual que quienes se aferran a un paradigma obsoleto no se den cuenta de su propia responsabilidad o de lo que hay ante sus ojos. Tampoco los teólogos de hace cuatro siglos veían nada cuando miraban a través del telescopio de Galileo.

Hay una burbuja mucho más antigua y mucho mayor que la burbuja financiera y que la burbuja inmobiliaria. Es la burbuja cognitiva: la burbuja en la que flota la visión economicista del mundo; la creencia en la economía como un sistema puramente cuantificable, abstracto y autosuficiente, independiente tanto de la biosfera que la alberga como de las inquietudes humanas que la nutren. En este sentido, la crisis del sistema económico tiene su origen en una crisis de percepción. La solución a la crisis económica no puede ser sólo económica.


2 Una economía como si la gente importara

Hoy se habla de volver a Keynes. Pero John Maynard Keynes, acaso el economista más importante del siglo XX, ya criticaba hace tres generaciones que todo se reduzca a valores económicos: «Destrozamos la belleza de los campos porque los esplendores no explotados de la naturaleza no tienen valor "económico". Seríamos capaces de apagar el Sol y las estrellas porque no nos dan dividendos». En sus últimos años Keynes señaló a un joven economista alemán como el más indicado para continuar su legado. Se trataba de E.F. Schumacher, que en los años setenta publicaría un libro de referencia de la economía ecológica, Lo pequeño es hermoso, en el que criticaba la obsesión moderna por el gigantismo y la aceleración y proponía algo insólito: «una economía como si la gente tuviera importancia». Schumacher sabía que las teorías económicas se basan en una determinada visión del mundo y de la naturaleza humana. Y todavía hoy, en el siglo XXI, pese a la física cuántica y la psicología transpersonal, la economía imperante se basa en una ontología decimonónica: ve el mundo como una suma aleatoria de objetos inertes y cuantificables, es reduccionista y fragmentadora y tiende a oponer a los seres humanos entre sí y contra la naturaleza. Schumacher ya diagnosticó en 1973 que «la economía moderna se mueve por una locura de ambición insaciable y se recrea en una orgía de envidia, y ello da lugar precisamente a su éxito expansionista», y añadió que la humanidad »es demasiado inteligente para ser capaz de sobrevivir sin sabiduría».

No pocos bioeconomistas y economistas ecológicos, conscientes de que el crecimiento económico se había convertido en una carrera contra la geología, contra la biosfera y contra el sentido común, veían venir esta crisis desde que se aceleró la globalización. Otros parecen haberla intuido mucho antes. El economista suizo Hans Christoph Binswanger analizó en Dinero y magia la segunda parte del Fausto de Goethe como una crítica premonitoria de la fáustica economía moderna. El dinero (nuestro símbolo favorito de inmortalidad) se vuelve adictivo y el individuo entrega su alma por él. En el cuarto acto Fausto define así su deseo más profundo: «¡Obtendré posesiones y riquezas!» (y anticipando nuestra sociedad hiperactiva añade: «La acción lo es todo»). La alquimia ha sido sustituida por la especulación financiera: se trata de crear oro artificial que a partir de la nada pueda multiplicarse sin límites. Más del 98% de las transacciones monetarias que se efectúan hoy en el mundo no corresponden a la economía real, sino a dinero ávido de beneficios a corto plazo que circula por mundos abstractos, desligado de bienes reales y de criterios éticos, sociales o ecológicos.


3 Rito de paso

En una crisis todo queda abierto. Es como un viaje por los espacios que analiza la teoría del caos, en los que una pequeña fluctuación puede dar lugar a desarrollos sorprendentes y duraderos. Por ello nuestras acciones en tiempos de crisis pueden tener mucha mayor repercusión que en tiempos de estabilidad. Lo único que está claro es que las cosas no seguirán igual. Como afirma Edgar Morin en un texto reciente, «antes de que se produzca una transformación, antes de la aparición de un nuevo sistema, no puede concebirse ni definirse». O como decía Heráclito hace veinticinco siglos: «quien no espera lo inesperado no lo encontrará, pues es inescrutable y no hay caminos que lleven allí».

Hasta ayer, el crecimiento económico y material parecía no tener límites. El progreso, creíamos, nunca dejaría de acelerarse y nos brindaría siempre más prosperidad y fraternidad. Pero hoy sabemos que nuestro rumbo no es sostenible en el ámbito económico, energético, ecológico o psicológico. Mientras la economía crecía podíamos ignorar el incremento de las de sigualdades y el deterioro ecológico, o soñar que serían compensados por la bonanza económica. Ahora ya no. La burbuja cognitiva empieza a desvanecerse: el mundo real existe y llama con fuerza a nuestras puertas, por ejemplo en forma de cambio climático y escasez de materias primas. Las crisis interrelacionadas del mundo de hoy nos sitúan, a escala planetaria y a escala personal, ante un rito de paso sin precedentes.

Los ritos de paso marcaban en muchas sociedades tradicionales el cruce del umbral entre la adolescencia y la madurez. A nuestra sociedad ahora le toca cruzar ese umbral. El mundo contemporáneo tiene mucho de rebelión e hiperactividad adolescentes: rebelión contra la biosfera que nos sustenta y contra un cosmos en el que nos sentimos como extraños, hiperactividad en el consumismo y en la aceleración que nos lleva a posponer la plenitud a un futuro que nunca llega. La crisis como rito de paso nos desafía a alcanzar una madurez sostenible y serena que redescubra el regalo de la existencia en el aquí y ahora.

CHAPTER 2

MIL BARRILES POR SEGUNDO


El colapso económico y ecológico tienen la misma causa: el libre mercado sin regulación y la idea de que la codicia es buena y de que el mundo natural es un recurso para el enriquecimiento privado a corto plazo. El resultado son activos tóxicos y una atmosfera tóxica.

GEORGE LAKOFF


4 Humano/Urbano

La especie homo sapiens se ha mudado a un nuevo hábitat. Desde 2008, por primera vez en la historia, más de la mitad de la población mundial habita en ciudades. El género humano ha pasado a ser mayoritariamente género urbano, homo urbanus. Hablar de mutación parece exagerado. Pero lo cierto es que en trescientas generaciones hemos pasado de un mundo con miles de culturas y ninguna ciudad –sólo poblados apenas distinguibles de su entorno– a un mundo con cada vez más ciudades y menos lenguas y culturas. Los 25 millones de ciudadanos de principios del siglo XIX cabrían hoy de sobra en la aglomeración urbana de Tokio. Megaciudades del siglo XXI como Nueva York y Los Ángeles, Bombay y Calcuta, São Paulo y Shanghai son algo insólito en la historia de la Tierra, inimaginables no sólo para el pastor y el campesino, sino también para el ciudadano de la polis griega, de Pataliputra o del Pekín imperial.

La ciudad era hasta ahora el modelo de todo lo civilizado y metáfora de las mejores esperanzas y utopías: La ciudad de Dios (Agustín), La ciudad del Sol (Campanella). Pensadores tan diversos como Sócrates, Kant, Marx y Spengler no hallaron nada digno de atención fuera de los límites de la ciudad. Otros le han visto un lado oscuro. "La ciudad es la repetición de la caverna con otros medios", escribe Hans Blumenberg en Salidas de la caverna. Un psiquiatra francés denunciaba en 1819 que "las ciudades de cuatrocientos o quinientos mil habitantes son desviaciones de la naturaleza". También en 1819 el poeta Shelley comparaba Londres, a populous and smoky city, directamente con el infierno. Doscientos años después, no es lugar para ángeles el Los Ángeles de 2019 en el que transcurre Blade Runner, un mundo sin rastro de luz natural o vida rural y donde lo único que queda de la naturaleza es la lluvia continua acarreada por el cambio climático. Es notable la capacidad de prever el futuro de aquella película de 1982 (y de la novela en la que se basa, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?): la arquitectura futurista y la densidad humana de Blade Runner empiezan a asomar ya hoy en megaciudades asiáticas como Tokio o Seúl.

Los antiguos trazaban ritualmente los límites de cada nueva ciudad con el arado, que debió ser la primera herramienta de diseño urbano (urbem designat aratro, escribe Virgilio de Eneas). Mucho han crecido las ciudades desde entonces, y hoy saben tan poco de límites como de arados. Lo humano es etimológicamente humus, tierra viva y fértil, cada vez más pavimentada. Históricamente el lenguaje se ha nutrido de un sustrato de metáforas agrícolas y rurales: hablamos de cosechar frutos, de sembrar esperanzas o de la raíz de un asunto. La imaginación tecnourbana, en cambio, quiere ponerse las pilas,desconectar y cambiar el chip.

En 1900 sólo el 10% de la población mundial era población urbana. En 1950 la proporción llegaba al 29%, en 2000 al 46,6% y en 2008 se cruzó el umbral que deja a lo rural en minoría. Pero la ciudad sólo tiene sentido en relación a un Hinterland rural que la provee de agua, alimentos, materias primas y energía. Occidente se urbanizó a costa de exportar ese Hinterland rural a los campos y minas de las colonias. No todo el orbe puede ser urbe. ¿Hasta dónde es sostenible la urbanización de la humanidad?

Otro récord contemporáneo: en 2007 la población de las favelas,bidonvilles y slums alcanzó los mil millones de personas. Por cada Manhattan y Chelsea hay cientos de barrios de miseria. Más del 40% de los habitantes urbanos de los países del Sur duermen en chabolas, sin un mínimo de servicios básicos y de seguridad, en asentamientos informales en laderas empinadas (como las favelas de Río de Janeiro, acosadas por los deslizamientos de tierras y el narcotráfico), construidas en vertederos (como en Manila) o en terrenos sujetos a inundaciones (como en Yakarta). El nuevo hábitat es la urbe de asfalto y acero, de cemento y ladrillo –o de chatarra, tablones y uralita.

A medida que las ciudades crecen también se vuelven más parecidas unas a otras: los mismos centros comerciales, vehículos, estilos arquitectónicos. El carácter único de cada lugar, el genius loci, tiende a ocultarse cuanto más se elevan los rascacielos. Se pierde también el arraigo en un cosmos más amplio: las pautas vitales no vienen ya marcadas por el ascenso y el ocaso de los astros, sino por el ritmo de los semáforos y los horarios de apertura. Las formas premodernas de medir el tiempo tenían en cuenta los ritmos locales y la distinta duración del día y la noche según la estación (largas eran las horas de los días de verano y las noches de invierno, cortas las de los días de invierno y las noches estivales). Las horas uniformes del reloj mecánico (la máquina clave del mundo moderno, según Lewis Mumford) se inventaron en el siglo XIII, cuando las ciudades europeas empezaban a exigir una rutina metódica. Desde entonces, la urbanización ha crecido a la par que la lógica de lo abstracto y mecánico. Las luces de la ciudad eran las luces del progreso.

Pero las ciudades, más allá del cemento y el reloj, están hechas de deseos y miedos, de sueños y creatividad. Las ciudades son asambleas en las que a diario, con su concentración de energía y aspiraciones humanas, emergen las leyes no escritas que rigen la polis y la política. Antes de estar representados en el Parlamento, los ciudadanos estamos directamente representados por el tipo de ciudad en la que paseamos y parlamentamos.


5 El final de la fiesta fósil

Muchos de los nacidos en el siglo pasado hemos disfrutado de un nivel de riqueza material sin precedentes. Pero esta abundancia material, que se suponía que iba a crecer indefinidamente, no está garantizada e incluso podría empezar a declinar. Tal vez para ser sustituida por formas de riqueza y plenitud postmaterialistas, no basadas en lo material y lo tangible.

El plástico y la aceleración, emblemas de la sociedad contemporánea, son ambos hijos del petróleo. El versátil petróleo es el fluido vital de nuestro metabolismo económico: está presente en miles de productos de uso cotidiano, alimenta a la mayoría de nuestros transportes y riega las venas del consumismo y del usar-y-tirar. Ninguna otra sustancia condensa mejor lo que ha sido nuestra cultura en los últimos cien años. Y no por mucho más tiempo. Porque tras la crisis económica asoma la crisis energética.

El petróleo empezó a desplazar al carbón en los buques de la Royal Navy en 1910, su extracción se disparó tras la Segunda Guerra Mundial y en los años setenta dio el primer aviso. A nivel mundial el descubrimiento de nuevos pozos empezó a declinar en 1964 y desde 1979 la extracción de petróleo per cápita no ha dejado de disminuir. (Extracción, que no producción: la producción de petróleo no la hace ninguna compañía sino la Tierra, y a un ritmo para nosotros lentísimo.) Hemos usado ya la mitad de las reservas de petróleo que la Tierra albergaba –pero la mitad que queda es la menos accesible: a menudo en ecosistemas muy sensibles, o en condiciones en las que a veces haría falta más energía para extraer el crudo que la que éste pudiera aportar.

El hecho de que bajo las tierras de Norteamérica había grandes reservas de petróleo contribuyó a convertir a Estados Unidos en una gran potencia. Desde la segunda mitad del siglo XIX en su suelo se han perforado más pozos que en todo el resto del mundo. Estados Unidos fue el primer gran exportador mundial de petróleo –y de este regalo de la naturaleza nació en buena parte la American way of life. Pero el descubrimiento de nuevos pozos de petróleo en Estados Unidos empezó a declinar en los años treinta y desde 1971 manan cada vez menos. Este declive, junto con el despilfarro de sus recursos, ha hecho que Estados Unidos pasara de ser el país más rico al país más endeudado del mundo. Un documento de la CIA, desclasificado en 2001, preveía ya en 1977 una grave crisis en la Unión Soviética poco después de que la extracción soviética de petróleo llegara a su techo, que la CIA estimaba "como muy tarde a principios de los años ochenta". La CIA se equivocó en unos pocos años pero acertó en su análisis: la extracción de petróleo soviética tocó techo en 1987 (12,6 millones de barriles al día) y dos años después la economía soviética empezó a desplomarse, arrastrando a su gobierno.

La convicción de que siempre tendríamos fuentes baratas y abundantes de energía fósil está en la base de la fe en el crecimiento económico ilimitado –y de la confiada dinámica de endeudamiento de los sistemas financieros. La crisis económica iniciada en 2008 se ha atribuido casi exclusivamente a la especulación financiera e inmobiliaria. En un nivel más profundo, sin embargo, su raíz es la colisión de la sociedad industrial, materialista y consumista contra los límites físicos de la realidad. Dicha colisión ya había sido pronosticada en el famoso informe al Club de Roma sobre los Límites del crecimiento (Limits to Growth, 1972), que fue ridiculizado durante décadas por quienes se consideraban realistas, pero cuya esencia se está revelando tremendamente cierta: el crecimiento económico ilimitado es insostenible y tarde o temprano había de chocar contra los límites del planeta. Esta colisión, aparte de desequilibrar el clima y erosionar la biodiversidad, también se manifiesta en el encarecimiento del petróleo y otras materias primas básicas. Ello ha contribuido a que la economía mundial se haya visto empujada a seguir creciendo por vías cada vez más especulativas, insostenibles e insensatas, desembocando en la crisis actual. La escalada del precio del petróleo en 2008 dejó tocada la economía global antes de la quiebra de Lehman Brothers. El geólogo Colin Campbell, una de las figuras más sobresalientes en el estudio del techo de la extracción de petróleo (peak oil en inglés), ya preveía en 2005 que "el declive del petróleo, dictado por la naturaleza ... podría muy bien conducir a una segunda gran depresión".


(Continues...)

Excerpted from Buena Crisis by Jordi Pigem. Copyright © 2009 Jordi Pigem. Excerpted by permission of Editorial Kairós.
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Table of Contents

Contents

Necesaria lucidez, por Álex Rovira,
Buena crisis,
Happy Crisis,
PARTE I: DE LA CRISIS A LA TRANSFORMACIÓN,
1. Hacia una buena crisis,
2. Mil barriles por segundo,
3. La hora del decrecimiento,
PARTE II: ANATOMÍA DE UN ESPEJISMO,
4. La gran superstición,
5. La crisis del ego materialista,
PARTE III: EL POSTMATERIALISMO QUE VIENE,
6. Del materialismo al postmaterialismo,
7. La gran transición,
8. Redes de relaciones,
9. El universo participativo,
Horizontes,
Otras rutas de navegación,
Para explorar más a fondo,
Agradecimientos,

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