Ben-Hur: Una increible historia del Cristo

Ben-Hur: Una increible historia del Cristo

by Carol Wallace
Ben-Hur: Una increible historia del Cristo

Ben-Hur: Una increible historia del Cristo

by Carol Wallace

Paperback(Spanish-language Edition)

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Overview

Cuando Messala, el amigo de la infancia de Ben-Hur, regresa a Judea adoctrinado por las enseñanzas romanas, se burla cruelmente de las creencias judías de Ben-Hur. Messala está trabajando para Gratus, el nuevo gobernador romano, quien ha planeado un desfile inaugural por las calles de la ciudad. A medida que Ben-Hur observa el desarrollo de la escena desde el techo de su palacio, accidentalmente desaloja una baldosa suelta de su casa, que cae y golpea al líder. Messala, viendo una oportunidad para socavar a su antiguo amigo, se asegura de que Ben-Hur sea duramente condenado sin derecho a juicio, y que su madre y su hermana también sean encarceladas injustamente. Enviado a las galeras a vivir sus días como un esclavo, Ben-Hur hace un voto de un día regresar y buscar la venganza. Pero como Ben-Hur se convierte en seguidor de un carpintero que él cree que va a hacer guerra contra los romanos, pronto aprende que la venganza terrenal no es el camino de Cristo.

When Judah Ben-Hur’s childhood friend Messala returns to Judea indoctrinated by Roman teachings, he cruelly mocks Judah’s Jewish beliefs. Messala is working for the new Roman governor, Gratus, who has planned an inaugural parade through the city streets. As Judah watches the scene unfold from his palace rooftop, he accidentally dislodges a loose tile from his house, which hits the leader. Messala, seeing an opportunity to undercut his former friend, ensures that Ben-Hur is harshly sentenced without a trial and that his mother and sister are unjustly imprisoned. Sent to the galleys to live out his days as a slave, Judah vows to one day return and seek his revenge. But as Ben-Hur becomes a follower of a carpenter whom he believes will make war against the Romans, he soon learns that earthly revenge is not the way of Christ.


Product Details

ISBN-13: 9781496413031
Publisher: Tyndale House Publishers
Publication date: 07/19/2016
Edition description: Spanish-language Edition
Pages: 432
Product dimensions: 6.00(w) x 9.10(h) x 1.20(d)
Language: Spanish

Read an Excerpt

Ben-Hur Una Historia del Cristo


By Carol Wallace

Tyndale House Publishers

Copyright © 2016 Metro-Goldwyn-Mayer Studios Inc. and Paramount Pictures
All rights reserved.
ISBN: 978-1-4964-1303-1


CHAPTER 1

ASOMBRO


¿Era este el lugar?

Suspiró y se acomodó, lo cual el camello tomó como señal para detenerse. ¿Suspiró también el camello?

No. El camello se mantuvo quieto con una paciencia perfecta en la cima de una cuesta escarpada. El viento seco y caliente hacía brotar sonidos intermitentes de las campanillas de su arnés. Mientras Baltasar se mantuvo sentado sin moverse en el houdah, le llegaron otros sonidos: el ruido de piedras por el último paso del camello, la esquina aleteante del toldo del houdah. ¿Algo más?

El viento mismo. Solamente eso.

Baltasar tapó el sol de sus ojos y los entrecerró tratando de divisar algo en la expansión delante de él. Era erróneo decir que no había nada allí. El suelo se elevaba y caía ligeramente. Los espinos crecían pegados a la tierra. El color del terreno arenoso cambiaba de marfil a gris y luego a marrón rojizo, teñido por los minerales de las rocas que el viento había reducido a arena a lo largo de miles de años.

Este no era el lugar. El camello comenzó a moverse de nuevo, obedeciendo una señal que Baltasar no le había dado.

Hizo un esfuerzo para no volver a suspirar mientras el camello avanzaba lentamente. Trató de no hacerse preguntas. Trató de no pensar en la soledad del desierto y en la naturaleza implacable del cielo del mediodía. Trató de no preocuparse por el agua. El agua siempre había aparecido en este viaje. Se materializaban extraños charcos de agua, intactos: una vez, hasta un odre de cuero, rodando como si alguien acabara de dejarlo caer. Al principio había sido precavido, desmontando y probando cada provisión nueva en caso de que estuviera salada o contaminada, pero el agua siempre estaba limpia y dulce. Y fresca.

Nadie sabía mejor que un egipcio el valor del agua dulce y fresca en el desierto.

Si había confirmación en medio de este viaje lunático, era el agua. Baltasar había hecho las mejores preparaciones posibles para el viaje, y el camello cargaba suficientes provisiones para ambos. El agua era el problema sin solución, y él había emprendido el viaje sin tener una idea clara de cómo la encontraría. Eso se debía a que en realidad no sabía adónde se dirigía. Solamente ... hacia el norte.

Tampoco lo sabía ahora, mientras el sol comenzaba a descender de su pico vertical descarado. Solo sabía que se había sentido impulsado, y aún se sentía así. Pensó que tal vez estaba viajando para encontrar algo. Solamente esperaba reconocerlo cuando lo viera.

* * *

Tres días después, la vegetación había cambiado de arbustos espinosos a ondas repetitivas de dunas de arena. Él y el camello habían caminado fatigosamente por un lecho de río seco en el cual resplandecía una franja ancha de agua cristalina. Había visto una sola palmera. Luego de que la pasaron, Baltasar se había dado vuelta varias veces para convencerse a sí mismo de que realmente estaba allí. Algunos hombres enloquecían en el desierto. Tal vez él era uno de ellos. Sin embargo, al mismo tiempo comenzó a sentir expectación. Algo estaba por suceder, y pasaría pronto. El desierto había estado cubierto de niebla esa mañana, y ahora, mientras el sol se elevaba, Baltasar sintió algo nuevo en las abundantes corrientes de aire que lo rodeaban. Oteó el horizonte ... nada. Sin embargo, el camello parecía estar más alerta.

Cuando el sol estaba exactamente encima, el camello se detuvo, como lo había hecho todos los días, y se arrodilló, desplomándose con su torpeza habitual. Baltasar descendió con esfuerzo del houdah cubierto con un baldaquín y caminó alrededor del camello, sintiendo que la arena firme y caliente se deslizaba bajo sus pies mientras el sol castigaba sus hombros. Desató la carga y alimentó al camello; luego utilizó un poco de agua del odre para remover la arena de los ojos del camello. Este era otro misterio: a pesar de los días interminables en el desierto, ni él ni el camello parecían estar fatigados. Baltasar había viajado antes; sabía cómo una espina podía causar una infección y cómo el sol podía resecar la piel. Sin embargo, el pelo del camello todavía estaba blanco y la giba aún estaba sólida a pesar de las raciones deficientes. Baltasar mismo se sentía fuerte y saludable, a pesar de que cruzar el desierto a su edad era un proyecto absurdo.

Ahora comenzó a desempacar la tienda. Hasta entonces había estado satisfecho con el abrigo que le proveía el houdah. Por las noches dormía al lado del camello, aunque tenía la sospecha de que al camello no le agradaba. Sin embargo, durante todo el trayecto, el camello parecía ser inmune a sus dudas, pensó Baltasar. A pesar de lo extraña que pareciera la tarea que él estaba realizando, el camello creía en ella de todo corazón.

O tal vez era su imaginación. Aún así levantó la tienda. Para cuando hubo extendido la tela roja con blanco sobre la vara central y la hubo asegurado en la arena, su sombra lo seguía como una cáscara negra sobre el suelo. Sin embargo, continuó trabajando. Bajo la mirada atenta del camello, sacó cestas de mimbre y las colocó sobre la alfombra que había tendido bajo la sombra de la tienda. Había dátiles y granadas, cordero ahumado, pan sin levadura y tres odres pequeños de vino.

Tres. Comida y bebida para tres. Allí, en medio del desierto. Eso, también, era parte de la obsesión. Baltasar había sabido desde el principio que se reuniría con otros dos. Allí. En la misma misión. Por lo menos, alguna vez lo había creído. Al principio. Y al parecer ahora también.

Salió de la tienda. Todo estaba listo. Eran el lugar y la hora, pensó. Había emprendido el viaje en fe. Se tapó el sol de los ojos y miró hacia el oriente. El sol quemaba a través del kufiya estampado que envolvía su cabeza y del algodón blanco de su largo kameez asegurado con una faja. Retiró la vista, y luego volvió a mirar hacia el oriente. Había una muesca en el horizonte. Una mota oscura, ¡oh, muy pequeña!

Luego, súbitamente, ya no era tan pequeña. Ni tan oscura. Era otro camello blanco que llevaba a otro hombre. De repente, Baltasar sintió que se debilitaban sus rodillas y sintió que un escalofrío recorría su cuerpo a pesar de la brisa caliente y seca. Entonces, ¿era verdad? Por un momento se sintió conmovido e incluso le provocó nauseas. De alguna manera entendió que su mundo acababa de ser alterado por una fuerza completamente nueva. Era verdad, él había obedecido a la insensatez al embarcarse solo en esta misión indefinida, pero había guardado para sí un hilo de escepticismo. Y de fatalismo; si debía morir en el desierto, que así fuera, si así lo había dispuesto el Dios que todo lo sabe.

Sin embargo, la vista del hombre montado en un camello que se acercaba desde la distancia era asombrosa. Baltasar miró para otro lado, con la falsa esperanza de que el hombre se desvaneciera de alguna manera. Parecía que el toque de Dios no era algo reconfortante. Y era persistente, además; porque había aparecido otra mota que se movía, esta vez desde el norte.

Cuando los dos viajeros convergieron en la tienda de Baltasar, solamente los camellos estaban impasibles. Se aceptaban los unos a los otros como pares, magníficos transportes del desierto. Cualquiera de ellos habría causado admiración en los mercados desde Cartago hasta Damasco; los tres, con sus houdahs principescos y arneses resplandecientes, eran dignos de un emperador. A diferencia de los camellos, los hombres parecían ser presa de las mismas emociones abrumadoras: asombro y temor y gratitud, junto con el despertar de una esperanza gloriosa.

El primero que llegó descendió del camello, cruzó sus manos sobre el pecho e inclinó la cabeza en una actitud de oración evidente antes de acercarse a Baltasar. Parecía hindú, debido a que tenía puesto el turbante y las sandalias rojas de cuero características de las tierras del Oriente. Los dos se volvieron para mirar de frente al tercer hombre que había llegado, cuya piel clara y cabello dorado lo identificaban como griego. Los tres se abrazaron formalmente, y Baltasar guió a sus dos invitados a la tienda, donde les lavó los pies y las manos conforme a la costumbre de los buenos anfitriones. Luego se sentaron, mirándose los unos a los otros. Después de un momento de duda, todos inclinaron la cabeza para bendecir la comida, y dijeron:

— Padre Dios, lo que tenemos viene de ti. Acepta nuestra gratitud y bendícenos para hacer tu voluntad.

Luego levantaron la mirada y sus ojos se encontraron, desconcertados. Cada hombre había usado su propia lengua, desconocida para los otros. Sin embargo, se habían entendido mutuamente a la perfección. Baltasar sintió nuevamente el toque helado de lo verdaderamente extraño.

El hindú se llamaba Melchor; el griego, Gaspar. Cada uno de ellos había tenido la misma experiencia que Baltasar: una búsqueda espiritual de toda la vida, el estudio intenso, y finalmente, el llamado místico. Melchor lo puso de esta manera:

— Vi una luz y escuché una voz que me dijo que la redención para la humanidad era inminente.

Gaspar asintió.

— Y luego la voz, ¡tan dulce!, dijo que junto a otros dos vería al Redentor — Los ojos de los tres hombres se encontraron —. Y que el Espíritu me guiaría para encontrarlos — Extendió las manos hacia ellos —. Estuve siguiendo una luz y me guió hacia ustedes.

Baltasar se sentó en cuclillas y miró fijamente hacia la tela recogida que rodeaba la vara de la tienda, adonde el sol de la tarde brillaba a través de los pliegues.

— Yo creí, pero no confié. Nuestro Señor es más grande incluso de lo que yo sabía — Bajó la mirada y continuó —. Me pregunto ... todos hemos hablado de la luz. ¿Deberíamos continuar nuestro viaje de noche? Será más fresco para los camellos.

— Y creo que seremos muy bien guiados — respondió Gaspar. Melchor asintió.

— La estrella que vi alumbraba tan brillantemente como el sol.

Entonces, luego de que se puso el sol, desarmaron el pequeño campamento y cada hombre montó su imponente camello blanco. Las bestias parecían felices de estar juntas; caminaban más rápido que nunca en la noche iluminada por la luna. Era emocionante, pensó Baltasar. El aire fresco soplaba sobre su rostro, y el sonido de los pasos de los otros camellos lo hacía sentirse gozoso. Era una bendición enorme no estar solo.

De repente, delante de él, a una altura no superior a la cima de una colina baja, apareció el destello de una llama inmensa. Detrás de él sonaron los gritos de Gaspar y Melchor; luego, dio un grito ahogado al igual que ellos cuando vio cómo la llama parpadeó y estalló. En su lugar brillaba una estrella descomunal. Y Gaspar dijo:

— Verdaderamente Dios está con nosotros.


(Continues...)

Excerpted from Ben-Hur Una Historia del Cristo by Carol Wallace. Copyright © 2016 Metro-Goldwyn-Mayer Studios Inc. and Paramount Pictures. Excerpted by permission of Tyndale House Publishers.
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