Aviso de tormenta

Aviso de tormenta

by Billy Graham
Aviso de tormenta

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by Billy Graham

eBookSpanish-language Edition (Spanish-language Edition)

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Overview

Un análisis del inminente regreso de Cristo a la luz de los noticieros y los acontecimientos registrados en las Escrituras.


Los periódicos matutinos se enredan con titulares e historias alarmantes planteando preguntas que nadie puede contestar.
En Aviso de tormenta, el evangelista Billy Graham examina los problemas que enfrenta Estados Unidos hoy en comparación con lo que está por venir, como se revela en la Biblia. Responde las preguntas difíciles como sólo él puede hacerlo, con una visión bíblica artera; apuntando a la esperanza y la renovación en Cristo, para nuestras familias, nuestra nación y el mundo.

Esta obra incluye un análisis profundo acerca de los cuatro jinetes de Apocalipsis, capítulo seis, así como nociones sobre:

  • Las señales de los tiempos.
  • El Apocalipsis.
  • Cuando estemos frente a Dios.

Product Details

ISBN-13: 9781602558519
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 07/19/2010
Sold by: HarperCollins Publishing
Format: eBook
Pages: 432
Sales rank: 698,455
File size: 563 KB
Language: Spanish

About the Author

Billy Graham, escritor, predicador y evangelista de renombre mundial, ha llevado cara a cara el mensaje del evangelio a más seres humanos que cualquier otra persona en la historia, y ha ministrado en todos los continentes del mundo. Millones han leído sus clásicos inspiracionales, entre ellos La jornada, El secreto de la paz personal, Nacer a una nueva vida y La razón de mi esperanza.

Read an Excerpt

AVISO DE TORMENTA

YA SEA QUE SETRATE DE UNA RECESIÓN GLOBAL, AMENAZAS TERRORISTAS, O DESASTRES NATURALES DEVASTADORES, ESTOS PRESAGIOS SOMBRÍOS NOS DEBENTRAER DE REGRESO AL EVANGELIO.
By BILLY GRAHAM

Grupo Nelson

Copyright © 2010 Grupo Nelson
All right reserved.

ISBN: 978-1-60255-851-9


Chapter One

Los cambios que se avecinan

Todos los desastres que he presenciado alrededor del mundo, tanto naturales como producidos por el hombre, no me prepararon para lo que vi en el sur de la Florida, en septiembre de 1992. El huracán Andrew dejó una estela de destrucción de más de cincuenta kilómetros de ancho. Era un cuadro de caos total que se extendía hasta donde la vista podía alcanzar. Ni una sola casa ni un solo edificio quedaron ilesos.

El gobernador de la Florida, Lawton Chiles, me había pedido que viniera a reunirme con los habitantes de las zonas más afectadas del estado, en particular Homestead y las otras comunidades donde Andrew había causado graves daños. El sábado, 5 de septiembre, tuvimos el privilegio de celebrar un culto religioso para aquellos que tan urgentemente necesitaban aliento. Sólo unos días antes esta misma gente continuaba, como de costumbre, con sus quehaceres diarios, sin darle mucha importancia a la depresión tropical que los satélites habían detectado en las cercanías de las costas del oeste de Africa.

Al principio no era más que una típica depresión tropical. Pero comenzó a ensancharse y a coger impulso, y a trasladarse lentamente cruzando los mares, rumbo al oeste. Los metereólogos alrededor del mundo reconocieron el primer huracán de la temporada, pero pronto señalaron que se hallaba muy distante, por lo que no había motivo para preocuparse.

Pero esa evaluación cambió radicalmente al cabo de tres días, a medida que la tormenta se acercaba a las aguas del Caribe. Cada día que pasaba los avisos del tiempo se hacían más marcados: aviso para pequeñas embarcaciones; aviso de vientos fuertes; aviso de tormenta tropical; y—cuando los vientos soplaron a más de cuarenta y ocho nudos—aviso de huracán.

Andrew llegó a las costas de las Bahamas a las 11:00 p.m., el domingo, 23 de agosto. Cuatro personas perdieron la vida en la isla de Eleuthera, y los daños a la propiedad fueron los más extensos en toda la historia de la isla. Cuatro horas después las palmeras en el sur de la Florida comenzaron a danzar con las primeras ráfagas de viento de Andrew.

Mi hija GiGi, y su esposo Stephan, nos telefonaron esa misma noche desde su hogar, ubicado cerca de Fort Lauderdale. "Aquí estamos sentados, esperando por Andrew", me dijo ella. No sabemos con certeza por dónde va a pasar, pero dentro de cuatro horas ya habrá llegado aquí". Habían tomado todas las medidas que les fue posible, pero iban a pasar la tormenta en casa. Las palabras de GiGi hicieron que la tormenta adquiriera un nuevo significado dramático y de urgencia para Rut y para mí.

Más al sur, cerca de Florida City, Herman Lucerne también se preparaba para vencer la tormenta. Herman fue alcalde de Florida City y era un reconocido amante de la naturaleza y guía de pesquería. A la edad de setenta y ocho años se le conocía con el nombre de "Mr. Everglades", (Señor Manglares), porque ese inmenso territorio pantanoso lo conocía como la palma de su mano. Había vivido allí toda su vida. Después de haber oído las advertencias sobre la tormenta, tomó las medidas que de costumbre solía tomar, como había hecho en preparación para un sinnúmero de huracanes en el pasado. Había visto tantos en el pasado que estaba convencido de que vencería otro más.

Andrew azotó el sur de la Florida alrededor de las 4:00 a.m. A lo largo de esas mortíferas e interminables horas, el huracán Andrew desató una furia que adquirió proporciones devastadoras. Era la primera vez que una tormenta pasaba directamente sobre "The National Hurricane Warning Service" (Servicio Nacional de Aviso de Huracanes), en Coral Gables. El huracán arrancó los radares de la azotea del edificio de seis pisos. El anemómetro del centro fue destruido poco después de haber registrado vientos de 264 kilómetros por hora y ráfagas que ni siquiera se pudieron registrar. Los vientos que azotaron el sur de la península de la Florida dejaron un saldo de treinta y tres muertos, más de sesenta y tres mil casas destruidas, 1.3 millones de personas sin energía eléctrica ni agua, y más de $30.000 millones en daños. Pero esto no es lodo.

Diecinueve horas más tarde el huracán había atravesado el golfo de México y había azotado la costa de Louisiana, donde nuevamente causó pérdidas de vidas, dejó sin hogar a cincuenta mil personas, y a cientos de miles sin agua ni energía eléctrica.

Los periódicos declararon que éste había sido el mayor desastre producido por causas naturales que jamás hubiera azotado a los Estados Unidos de América.

En cuanto pudimos establecer comunicación, Rut y yo hablamos por teléfono con GiGi y Stephan. Nos dijeron que vientos de 161 kilómetros por hora habían soplado en su vecindario y que habían derribado árboles y postes del alumbrado. Habían pasado el huracán sin novedad, pero me aseguraron que nunca más harían el intento de vencer otro huracán. Habían aprendido la lección y estaban agradecidos de que se les había dado otra oportunidad.

En Florida City, por desgracia, Herman Lucerne jamás tendría otra oportunidad. No salió con vida del huracán Andrew. Se fio de su experiencia, pero en esta ocasión las precauciones que había tomado, como hacía de costumbre, no habían sido suficientes.

Hace veintitrés años, en la ciudad de Pass Christian, estado de Misisipí, un grupo de personas se preparaba para celebrar una fiesta, con motivo de un huracán que se avecinaba, al que habían dado el nombre de Camille. ¿Desconocían los peligros? ¿Habrían confiado demasiado en ellos mismos? ¿Permitieron ellos que el yo y el orgullo influyera en la decisión que tornaron? Eso jamás lo sabremos.

Lo que sí sabemos es que los vientos bramaban fuera de los apartamentos en que vivían, cuando el jefe de la policía, Jerry Peralta, detuvo su auto frente a los apartamentos, poco después de haber caído la noche. Los apartamentos, situados a cerca de 100 metros de la orilla, estaban situados en la misma zona de peligro. Un hombre, con un trago en la mano, se asomó al balcón del segundo piso y saludó con la mano. Peralta le gritó: "Todos ustedes necesitan evacuar este lugar. La tormenta se está empeorando". Pero los demás se unieron al hombre que se asomaba al balcón y todos se rieron de la orden que les había dado Peralta. "Esta es mi propiedad", gritó uno de ellos, "si quiere que salga de aquí, tendrá que arrestarme".

Peralta no arrestó a nadie, pero tampoco pudo persuadirlos para que salieran de allí. Anotó los nombres de los parientes más cercanos de las más de veinte personas que se habían reunido allí para hacer fiesta mientras que pasara la tormenta. Ellos se reían mientras que Peralta anotaba sus nombres. A todos se les había avisado, pero no tenían ni la menor intención de salir de allí.

Eran las 10:15 p.m. cuando la tormenta tocó la costa. Los científicos cronometraron la velocidad de los vientos de Camille a más de 330 kilómetros por hora; los más fuertes que se habían registrado hasta la fecha. Las gotas de lluvia golpeaban con la fuerza de una bala. Y las olas de la costa del golfo se elevaron a una altura de entre los seis metros y medio a los ocho metros.

Los informes noticiosos más tarde mostraron que los daños más severos ocurrieron en la zona donde estaban ubicados los moteles, los bares y las casas de juego, conocidos con el nombre de Pass Christian, Misisipí; donde alrededor de veinte personas perdieron la vida mientras que celebraban una fiesta con motivo de la llegada del huracán, en los Apartamentos Richelieu.

Frente a la realidad

Mi hija GiGi, su esposo Stephan, Herman Lucerne, y las personas que se encontraban en los Apartamentos Richelieu, estaban luchando en posición de desventaja. Habían escuchado los avisos, pero tomaron la decisión de quedarse. En la actualidad hay avisos de tormentas de diferente naturaleza, que se avecinan. Estos avisos nos instan a que prestemos atención a las crisis en nuestro mundo. Y yo me pregunto si no estamos a ciegas, con la vista fija en una tormenta de dimensiones apocalípticas que se aproxima.

Jesús dijo: "Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores" (Mateo 24:7-8). Hay avisos de tormentas por todas partes y nubes negras formándose en el horizonte. En los Estados Unidos de América hay recesión económica, y hay millones de personas alrededor del mundo que padecen sufrimientos y angustias nunca antes vistos. Ciertamente vivimos en una época de aflicciones. Pero, ¿qué sigráfica todo esto? ¿Estamos nosotros de veras en peligro?

En su discurso de 1992 a la nación, el presidente George Bush habló sobre el innegable conocimiento de que algo profundo y fuera de lo común estaba ocurriendo en el mundo. El lo llamó "grandes cambios". El presidente Bush aplaudió la muerte del comunismo y la aparente victoria de los Estados Unidos de América en la guerra fría. El afirmó: "Durante los últimos doce meses el mundo ha atravesado por cambios de proporciones casi bíblicas".

Luego, en mitad de ese discurso en enero, el presidente advirtió a la nación sobre los peligros que aún había por delante, diciendo: "El mundo sigue siendo un sitio peligroso. Sólo los que han muerto han cesado de tener conflictos. Y aunque hemos dejado a trás los desafíos del pasado, los del futuro ya se vislumbran".

Es cierto, hay numerosas señales de esperanza y numerosos emocionantes desafíos que están surgiendo en el mundo. Los eventos en la Europa del este han sido emocionantes, a medida que los he visto desenvolverse; pero han surgido también grandes peligros. Los vemos descritos detalladamente en los noticieros nocturnos. Los titulares en los periódicos los dan a conocer. Puede ser que sea fácil estimar el peligro que presenta un huracán, pero ¿cómo se determinan los peligros de una sociedad que se encuentra en estado caótico? ¿Por dónde comenzar?

Ese es precisamente el propósito por el cual se escribió este libro, a saber: examinar las condiciones en que se encuentra este mundo en la presente época de dificultades y analizar las circunstancias a que nos enfrentamos hoy, a la luz de la única norma digna de confianza, la Biblia. El fin que persigo no es el de despertar temores infundados ni hacer acusaciones sin fundamento. Más bien espero formular algunas interrogantes importantes. ¿Podemos hallar alguna esperanza en la presente situación mundial? ¿Habrá paz duradera? ¿Existe otro camino? ¿Cómo debemos vivir a la luz de los nuevos desafíos y crisis que han surgido en el mundo?

Tensión en nuestras calles.

Yo puedo confirmar la atmósfera de tensión que se siente en nuestras calles. Viajo constantemente y a dondequiera que voy en el presente puedo observar los síntomas de la decepción y la desesperanza. El mundo entero se conmovió por la violencia y el saqueo de la ciudad de Los Angeles, incitados por el impopular veredicto en el caso de Kociney King. Sólo un año antes presenciamos los reportajes de la televisión sobre los hostiles confrontamientos entre los activistas proaborto y provida, en Indianápolis y en otras partes. Antes de esto, nos llegaron las noticias de los disturbios en San Francisco. A todo lo largo de los Estados Unidos de América, de ciudad en ciudad, las multitudes enfurecidas se desenfrenan en protesta por un asunto u otro.

En abril de 1992, un reportero de Prensa Asociada dialogó con estadounidenses de California y la Florida, y como resultado descubrió en ellos una sensación de ansiedad y de incertidumbre, e incluso sentimientos de desesperanza. Un hombre en Louisiana habló acerca de un "temor deforme y sin nombre", Un veterano de la Segunda Guerra Mundial, de Wisconsin, percibió la "advertencia de una revolución". Un abogado del estado de Washington habló sobre su creciente preocupación tocante a la mala administración del gobierno y a los abusos de poder del mismo. Una monja en la Florida habló acerca de la "ansiedad flotante" entre la gente que le tocaba conocer.

A la espiral económica de los ochenta le ha seguido la aparentemente interminable recesión de los noventa. El solo ímpetu de tales cambios le ha robado el gozo y el optimismo a muchos estadounidenses. La pérdida de empleos, vidas destruidas, carreras arruinadas, insolvencias, matrimonios deshechos, abuso físico y emocional, y cientos de diversas tragedias, han invadido a los hogares estadounidenses. Lo que ha quedado en tales casos ha sido la realidad sombría, poco romántica y carente de gozo, de una nación sumergida en graves dificultades. Y se puede ver con demasiada claridad que el sube y baja emocional de las dos décadas pasadas se ha complicado trágicamente por la quiebra moral y espiritual de nuestra sociedad.

Un mundo cambiante

Mas los Estados Unidos de América no es el único lugar donde en la actualidad hay problemas. Mientras que la población del planeta sigue en aumento a una velocidad de cerca de cien millones de nacimientos anualmente, millones de personas mueren por causa de epidemias, guerras, hambre, drogas, crimen y violencia. Vivimos en una época de enormes conflictos y de transformación cultural. Las revoluciones políticas y sociales de nuestra época nos dejan perplejos.

En el escenario político del mundo, los eventos ocurridos en los últimos tres años parecen llevar el inconfundible sello del destino. Hemos quedado atónitos por las olas de choque producidas por los cambios ocurridos en diferentes naciones alrededor del globo terraqueo. Muchos de estos cambios han traído esperanza y libertad a cientos de millones de personas. Sin embargo, a pesar del resurgimiento de la democracia en la Europa oriental, de la caída del muro de Berlín, de la guerra de cien horas en el golfo Pérsico; del golpe en la Unión Soviética, y de la anunciada muerte del comunismo, estamos siendo testigos de los inevitables problemas que están surgiendo como resultado de la fatigosa y problemática unificación de Europa.

No habíamos acabado de presenciar la trágica muerte de los estudiantes que estaban en favor de la democracia, en la Plaza Tiananmen, cuando ya empezaban a darse a conocer las emocionantes noticias del triunfo de la democracia en Rumania, Polonia, Checoslovaquia, Bulgaria y otros antiguos países comunistas. En diversos lugares, los promotores del cambio brindan una grandiosa visión de unidad mundial. Afirman que el mundo ha llegado a los umbrales de una paz y una unidad nunca vistas. En su ampliamente divulgado discurso en Fulton, Missouri, Mikhail Gorbachev hizo un llamado para que se formara un gobierno central de naciones democráticas: un nuevo orden mundial que reemplazara los viejos modismos y estratagemas que tenían su base en el conflicto nuclear. Pero mientras que el mundo aplaudía sus declaraciones, y aun su modo de pensar, había suficientes motivos como para ser precavidos en casi todas partes.

El baño de sangre ocurrido en Yugoslavia es sólo un ejemplo más de las belicosas tensiones desatadas por estos cambios. Pero estos disturbios no son totalmente inesperados.

Mientras que los mundialistas y los especialistas en asuntos internacionales continúan con su cantaleta de "paz, paz", debemos recordar que la Biblia dice que no puede haber paz duradera hasta el retorno de Cristo. Así que el mundo sigue siendo un lugar caracterizado por la agitación y la incertidumbre. A pesar de que tengamos esperanza y estemos a la expectativa —y mientras que el mundo continúa aplaudiendo a hombres como Gorbachev, cuando hablan de la paz— nuestros temores no se disipan fácilmente.

Hemos visto los resultados de la avaricia desenfrenada, de la corrupción y de la manipulación que se hace en Wall Street; de la mala administración financiera en el sector gubernamental; del fraude y la perversión en los niveles más altos de la iglesia y del estado. Mientras que vigilan lo que muchos observadores consideran que ha de ser una confrontación decisiva entre las potencias financieras de Europa, Asia y Norte América, muchas personas presienten la posibilidad de que eventos mayores se van a desatar en el mundo. Mientras que anhelamos la paz, y deseamos nuevas oportunidades y prosperidad, de continuo nos enfrentamos con las realidades de los nuevos problemas que surgen en esta era caracterizada por las crisis.

(Continues...)



Excerpted from AVISO DE TORMENTA by BILLY GRAHAM Copyright © 2010 by Grupo Nelson. Excerpted by permission of Grupo Nelson. All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
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Table of Contents

Contents

Prólogo....................i
1. Los cambios que se avecinan....................7
2. Las señales de los tiempos....................37
3. Un panorama cambiante....................55
4. Dentro del Apocalipsis....................77
5. La radiante esperanza....................95
6. Al que venciere....................115
7. De pie ante Dios....................149
S. Huida del paraíso....................167
9. Engaño espiritual....................185
10. El mundo material....................211
11. El que trae la guerra....................231
12. Hambre en la tierra....................255
13. La sombra de la muerte....................295
14. Esperanza para el mundo....................327
15. Una voz en medio de la tormenta....................351
16. La promesa de la paz....................379
Epílogo....................405
Bibliografía....................411
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