Autocuracion con la luz del sol

Autocuracion con la luz del sol

by Andreas Moritz
Autocuracion con la luz del sol

Autocuracion con la luz del sol

by Andreas Moritz

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Product Details

ISBN-13: 9788497779494
Publisher: Obelisco, Ediciones S.A.
Publication date: 08/31/2013
Series: Coleccion Salud y Vida Natural
Edition description: Spanish-language Edition
Pages: 204
Product dimensions: 5.90(w) x 9.10(h) x 0.70(d)
Language: Spanish

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Autocuración con la luz del sol

La salud está en tus manos


By Andreas Moritz

EDICIONES OBELISCO

Copyright © 2013 Ediciones Obelisco, S. L.
All rights reserved.
ISBN: 978-84-9777-949-4



CHAPTER 1

El sol: fuente primordial de vida en nuestro planeta


La luz del sol es el requisito primordial biológico para la supervivencia y la perpetuidad del planeta. A ella le debemos nuestra existencia; sin sol no existiría la Tierra, ni tampoco la vida, ni la humanidad.

Las primeras formas de vida del planeta Tierra usaban la luz del sol como materia prima de supervivencia. Se trata de organismos fotosintéticos y autotróficos que aún hoy en día, tras años de evolución, siguen existiendo. Todos hemos evolucionado a partir de esas primitivas formas dependientes del sol. Si bien hemos trascendido como seres mucho más complejos, seguimos conservando una dependencia muy básica de la luz solar. Sin ella pereceríamos.

La exposición regular del cuerpo a la longitud de onda de la luz ultravioleta (UV) del sol, que tiene efectos germicidas, ayuda a combatir de manera efectiva los gérmenes, los ácaros, los hongos, las bacterias y los virus.

La radiación ultravioleta es tan potente que incluso la industria la utiliza para esterilizar agua, alimentos, instrumentos, etcétera. Muchas bacterias, virus y sustancias orgánicas mueren tras una exposición prolongada y directa a la luz solar.

Ejemplo de ello es la bacteria Neisseria gonorrhoeae, que muere tras ser expuesta unas horas a la luz solar y al aire libre, y lo mismo sucede con otras muchas bacterias patógenas.

¿Sabías que la luz solar acaba con las bacterias incluso a través de un vaso de cristal? ¿Y que, además, en las salas soleadas de los hospitales hay menos bacterias que en las salas sombrías?

La luz solar, gracias a su potente efecto estimulante del sistema inmunológico, es uno de los principales inhibidores de enfermedades.

Y éste no es más que uno de los múltiples beneficios que nos ofrece con respecto a la mejoría y el mantenimiento de la salud. El Sol es realmente la única auténtica fuente energética del planeta Tierra. Él aporta a las plantas la energía necesaria para que éstas sinteticen las sustancias que precisan para crecer y reproducirse. La energía sólo puede convertirse de una a otra forma. La energía solar se almacena en las plantas, nosotros las consumimos y también la energía potencial que almacenan. Después, esa energía se convierte en el interior de nuestro cuerpo en otras formas de energía. Las plantas almacenan la energía solar en forma de hidratos de carbono, proteínas y grasas. Cuando nosotros las ingerimos, ellas nos proporcionan la energía vital que necesitamos para llevar una vida activa y sana. El proceso digestivo, la asimilación y el metabolismo de los alimentos están destinados a descomponer, transportar, almacenar y utilizar diversas formas de energía solar encapsulada.

El eslabón inferior de la cadena alimentaria, cuando los alimentos se producen directamente por efecto de la luz solar, pone a nuestra disposición la máxima cantidad de energía solar. Por el contrario, los productos que se hallan en los niveles superiores de la cadena contienen ya muy poca energía solar, si es que tienen alguna, y son prácticamente inservibles, cuando no dañinos, para el organismo. Entre estos últimos hay que incluir los alimentos elaborados con animales muertos, el pescado, la comida basura, los alimentos que se cocinan en el microondas, los congelados, los genéticamente modificados y otros.

La madera, el petróleo y los minerales en general no son más que diversas formas de energía solar. Existen casas que tan sólo funcionan con energía solar, una energía que es ilimitada, al contrario que otras fuentes no renovables.

La cantidad de energía que el sol envía a nuestro planeta es 35.000 veces superior que la que en la actualidad producimos y consumimos. En realidad, parte de esta energía se refleja y se pierde en el espacio, pero la atmósfera y otros elementos absorben gran parte de ella. Esta energía se puede utilizar fácilmente para múltiples propósitos. Nuestros propios cuerpos lo hacen.

Toda materia es «luz congelada». Nuestros cuerpos son hatillos de energía solar.

La glucosa y el oxígeno con que nos alimentamos son productos del sol. No podríamos pensar o procesar nada sin las moléculas de oxígeno y glucosa energizadas por el sol.

El aire, calentado por el sol, es capaz de absorber el agua de los océanos, y cuando la masa de aire cargada de humedad se desplaza sobre la Tierra y asciende a niveles más altos, empieza a enfriarse, y entonces libera parte del agua que ha absorbido previamente. Esa agua cae sobre tierra firme en forma de lluvia o nieve, alimenta los ríos y, a través de ellos, los suelos y la vegetación.

En función de la posición en que se halla en relación a la rotación de la Tierra, la posición de la Luna y sus actividades cíclicas internas (ciclos solares), el Sol organiza todo el clima del planeta y los cambios estacionales hasta los más pequeños detalles, como la temperatura, las precipitaciones, la formación de nubes, los períodos de sequía, etcétera.

El planeta no es tan sólo un hogar para los seres humanos. El sol también tiene que apoyar el crecimiento de todos los demás seres vivos, como las plantas, los animales, los insectos y en especial los microbios, etcétera, sin los cuales la vida aquí no sería posible. La complejidad matemática que subyace a una organización tan infinitamente diversa y compleja como es la vida en la Tierra no podría dominarse ni siquiera con billones de ordenadores. En cambio, el Sol, sin cometer error alguno, «calcula» lo que necesita cada individuo de cada especie, ya sea una hormiga, un árbol o un ser humano, para llevar a cabo su función evolutiva y su ciclo.

No es de sorprender que nuestros ancestros lo deificaran. Gentes de todo el mundo, civilizaciones y culturas diferentes adoraban al Sol.

Apolo, el dios del sol romano, era considerado dios de la luz y de la curación. La mitología griega describe a Helios como el dios sol que, coronado por una brillante aureola, y conduciendo un carro, cruzaba el cielo cada día. Según los antiguos egipcios, el sol era Ra, una manifestación divina; para ellos el hombre había nacido de las lágrimas del dios Ra. Los chinos creían en la existencia de diez soles que iban apareciendo por turnos. En la India, el pueblo hindú saludaba al Sol efectuando ciertas posturas de yoga y cantando mantras sagrados, un ejercicio llamado Surya Namaskar que se sigue haciendo en la actualidad.

Las ondas electromagnéticas que genera el Sol llegan a la Tierra con diferentes longitudes de onda, que determinan sus efectos concretos y sus consecuencias. Las ondas comprenden de 0,000001 nanómetros (un nanómetro es la millonésima parte de un metro) en el caso de los rayos cósmicos, a 4.990 kilómetros, en el de las ondas eléctricas. Existen rayos cósmicos, rayos gamma, rayos X, diversos tipos de rayos ultravioleta, el espectro de la luz visible (constituido por siete haces de color), los rayos infrarrojos de onda corta, los infrarrojos, las ondas de radio y las ondas eléctricas.

Las capas atmosféricas que rodean la Tierra absorben la mayoría de esas ondas energéticas y se utilizan para diversos procesos. Tan sólo una pequeña porción de ellas, las que componen el espectro electromagnético, alcanza la superficie de nuestro planeta. Sin embargo, el ojo humano sólo percibe una parte de este espectro. Aunque somos incapaces de ver ninguna de las ondas infrarrojas y ultravioleta, ejercen una fuerte influencia en todos nosotros. Según la posición de la Tierra y la estación del año, la luz ultravioleta y todas las demás porciones de luz varían en intensidad. Esto permite que todas las formas de vida experimenten continuos ciclos de cambio, necesarios para el crecimiento y la renovación.

CHAPTER 2

Los milagrosos poderes curativos de la luz ultravioleta


Hace ya tiempo que pasó a la historia aquella época en que el primer día soleado de primavera impulsaba a salir al aire libre y a disfrutar de él. Tan sólo los muy valientes o los «pasotas» que hacen caso omiso a las duras advertencias de los mandarines de la medicina y de los especialistas de cáncer, que cuentan con el pleno apoyo de los fabricantes de cremas solares, se atreven a exponerse a los «peligros» del sol.

Ciertos profesionales de la medicina consideran una irresponsabilidad y un «riesgo potencial» pasear bajo el sol si no se va preparado para enfrentarse a la peligrosa luz solar. A menos que el paseante vaya untado de pies a cabeza con alguna crema de protección solar de factor 60 está poniendo en juego su vida, o eso es lo que le hacen creer quienes no persiguen otra cosa que su propio interés pecuniario.

¡La luz del sol no es ninguna amenaza mortal! En realidad aporta vida y la conserva. De otro modo, ¿cómo habría evolucionado la humanidad a lo largo de los años cuando no existía la protección solar?

Por suerte, este punto de vista está empezando a desmoronarse, ya que no existe ni una sola prueba científica que demuestre que la luz solar produce enfermedades. Al contrario, se está descubriendo que la escasa exposición a la luz solar es uno de los mayores factores de riesgo a la hora de contraer enfermedades.

Hace ya bastante tiempo que de manera falsa se viene acusando al sol de crímenes contra la humanidad. Los fiscales son en su mayoría empresas de cremas de protección solar y laboratorios farmacéuticos, y nosotros somos el jurado. Recientemente hemos empezado a darnos cuenta de que no hay pruebas concluyentes contra el sol. Estamos empezando a ver que el sol, después de todo, no es culpable.

Sólo se ha considerado maligna la parte ultravioleta de la luz solar, pero en realidad se ha descubierto que los rayos ultravioleta tienen un efecto notable en las funciones humanas.

Así pues ¿qué son los rayos ultravioleta?

La radiación ultravioleta (UVA) es uno de los tres tipos de radiación solar. Es la parte del espectro electromagnético de la luz y energía del sol visible para el ojo humano y tiene la longitud de onda más corta (300-380 nm).

Otros dos tipos de radiación solar son la luz visible y los rayos infrarrojos.

Si bien los rayos UVA son naturales, ya que provienen del sol, existen otras fuentes artificiales, como lámparas y utensilios para soldar que producen rayos UVA. Sin embargo, el sol es la fuente principal de este tipo de radiación.

La radiación solar nunca tiene la misma intensidad a lo largo del día. Al mediodía alcanza su nivel más alto, y se considera que casi la mitad de la radiación UVA diurna se recibe en las pocas horas del mediodía.

Dejando aparte la posición de la Tierra con respecto al Sol, las nubes y el ozono inciden en los rayos UVA. El ozono absorbe gran parte de esta radiación, permitiendo que tan sólo una pequeña porción de la misma alcance la superficie terrestre. Por desgracia, es atenuada por la radiación ultravioleta que, a su vez, se elimina con facilidad debido a las ventanas, las casas, las gafas graduadas, las gafas de sol, las lociones solares y las prendas de vestir.

Las ventanas, en circunstancias normales, dejan pasar los rayos UVA, pero hoy en día suelen instalarse con protección contra éstos, de manera que son un 95 % menos eficaces. Incluso las gafas graduadas y las lentes de contacto se fabrican con protección solar.

En la década de 1930, antes de que se descubrieran los antibióticos –la penicilina fue el primero de ellos–, antes de que la era moderna descubriera este tipo de medicamentos, la profesión médica era partidaria del poder curativo de la luz solar, al menos en Europa.

Desde finales del siglo xix a mediados del xx, la terapia de la luz solar, llamada helioterapia, se consideraba el tratamiento más satisfactorio para combatir las enfermedades infecciosas. La helioterapia consiste fundamentalmente en la exposición directa a la luz natural, la luz del sol. Su objetivo es aprovechar las propiedades terapéuticas de las radiaciones UVA.

Los estudios realizados revelaron que la exposición controlada de los pacientes a la luz del sol hacía descender de manera importante la presión sanguínea (descensos de hasta 40 mm/Hg), el colesterol en sangre y un nivel alto de azúcar en los diabéticos, y que aumentaba el número de leucocitos, necesarios para luchar contra las enfermedades.

El tratamiento con luz solar también aumenta el bombeo sanguíneo y la capacidad de transportar el oxígeno en la sangre. Las personas aquejadas de gota, artritis reumatoide, colitis, arteriosclerosis, anemia, cistitis, eczemas, acné, psoriasis, herpes, lupus, ciática, problemas renales, asma e incluso quemaduras se benefician del gran poder curativo de los rayos solares.

Incluso el Cancer Research Institute utiliza la helioterapia para restaurar con éxito el ADN. Se ha observado que las células cancerosas empiezan a morir a las pocas horas de recibir tratamiento solar. Al final del tratamiento, el tejido sano queda sano y salvo. Entre un 70 y un 80 % de los tumores tratados han respondido con un solo tratamiento.

La luz solar es, posiblemente, el medicamento natural más potente y de más amplio espectro.

August Rollier, médico y escritor, fue el helioterapeuta más famoso de su época. En los días de más actividad, dirigía en Leysin, Suiza, 36 clínicas con más de 1.000 camas. Sus clínicas estaban situadas a unos 1.800 metros de altura sobre el nivel del mar. La intensidad de la luz ultravioleta aumenta un 4 % cada 300 metros de altura. Así pues, a unos 1.800 metros, la intensidad de los rayos UVA aumenta un 20 %.

El estratégico emplazamiento de las clínicas permitía a sus pacientes absorber mucha más cantidad de luz ultravioleta. El doctor Rollier utilizaba los rayos UVA para tratar enfermedades como la tuberculosis, el raquitismo, la viruela, el lupus vulgaris (tuberculosis cutánea) y heridas. Seguía los pasos del doctor Niels Finsenl, ganador del premio Nobel en 1903 por el tratamiento de la tuberculosis con luz ultravioleta. En un período de dos años, se trataron más de 2.000 casos de tuberculosis quirúrgica (huesos y articulaciones) y más del 80 % de ellos cursaron alta médica en las clínicas del doctor Rollier. Este médico descubrió que los baños solares a primera hora de la mañana, junto a una dieta nutritiva, aportaban los mejores resultados.

Los pacientes (muchos de ellos niños) se exponían gradualmente a los rayos solares hasta que todo el cuerpo quedaba expuesto al sol. En invierno podían pasar todo el día tomando el soleado aire seco, pero en verano la exposición se limitaba a las horas de la mañana.

Cada año, la tuberculosis se cobraba más de 100.000 vidas. Era conocida como «la plaga blanca».

La sorprendente cura de la tuberculosis y de otras enfermedades que consiguieron esos médicos ocupó los titulares de la época. Lo que más sorprendió a la profesión médica de entonces fue que los beneficiosos rayos de sol no surtieran efecto en los pacientes que utilizaban gafas de sol (éstas captan importantes rayos del espectro de luz que el cuerpo requiere para realizar sus principales funciones biológicas). (Nota: los ojos reciben estos rayos, aunque nos hallemos en la sombra).

Sin embargo, en 1954, tras la muerte de Rollier y el creciente poder de la industria farmacéutica, el uso de la helioterapia empezó a caer en picado. En la década de 1960, los «fármacos milagrosos» creados por el hombre sustituyeron a la fascinación médica por los poderes curativos del sol, y en la década de 1980 se comenzó a bombardear cada vez más a la población con las advertencias contra los baños de sol y el riesgo de contraer cáncer de piel.

Hoy en día se considera que el sol es el principal culpable del cáncer de piel, de las cataratas que preceden a la ceguera y del envejecimiento cutáneo. Tan sólo las personas que se «arriesgan» a tomar el sol descubren que éste les hace sentir mejor, siempre y cuando no usen filtros solares y no se quemen la piel. Si bien es cierto que una excesiva exposición a los rayos solares puede dañar la piel, no es menos cierto que no tomar el sol en absoluto puede ser bastante peor para la salud. Necesitamos un tiempo de exposición solar óptimo. Llevar una vida moderada en todos los aspectos significa una vida saludable.

El uso de antibióticos, que en los últimos años ha llegado prácticamente a sustituir a la helioterapia, ha contribuido al desarrollo de unas cepas bacterianas resistentes a los fármacos que desafían cualquier otro tratamiento que no sea una adecuada exposición al sol, agua, buenos alimentos y ejercicio físico.

A pesar de los extraordinarios avances de la medicina, las bacterias siguen yendo un paso por delante. Oímos hablar de unos nuevos y prometedores medicamentos y enseguida leemos que existe una nueva y funesta cepa patógena.

Eliminar o reducir de manera considerable cualquiera de los elementos esenciales de la vida acarrea enfermedades. La enfermedad no es otra cosa que un estado de desequilibrio en las funciones físicas, mentales y espirituales del ser humano. La salud tan sólo se restablece cuando los elementos básicos están bien equilibrados.


(Continues...)

Excerpted from Autocuración con la luz del sol by Andreas Moritz. Copyright © 2013 Ediciones Obelisco, S. L.. Excerpted by permission of EDICIONES OBELISCO.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
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Table of Contents

Contents


Preámbulo, 7,

Introducción – La luz del sol: una medicina natural, 9,
1. El sol: fuente primordial de vida en nuestro planeta, 13,
2. Los milagrosos poderes curativos de la luz ultravioleta, 17,
3. ¿Pueden los rayos ultravioleta curar y también prevenir el cáncer?, 23,
4. A más rayos ultravioleta, menos cáncer, 35,
5. Ahora, incluso médicos y científicos dicen: «¡No es cierto!», 43,
6. El cáncer de piel que causan los filtros solares, 47,
7. La falta de luz solar: una trampa mortal, 71,
8. Pittas: ¡cuidado!, 81,
9. Sin sol no hay salud, 85,
10. La luz del sol previene el cáncer, la esclerosis múltiple, las cardiopatías y la diabetes, 97,
11. El sol reduce el riesgo de contraer cáncer en un 50 % o incluso más, 113,
12. La extraordinaria combinación de ejercicio físico y luz solar, 121,
13. ¿Qué hace que el sol sea tan «peligroso»? La relación con las grasas, 135,
14. Qué es lo que verdaderamente quema y daña la piel, 161,
15. Pautas para aumentar la exposición solar, 181,
16. La vieja práctica de contemplar el sol, 185,

Acerca del autor, 189,

Otras obras del autor, 191,
Índice analítico, 201,

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