Antología

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by Fray Luis de León
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Overview

Cuando se difundió su traducción del Cantar de los cantares a partir del hebreo, fray Luis de León fue acusado de infringir la prohibición del Concilio de Trento, que estableció como oficial la versión latina de san Jerónimo. Procesado por la Inquisición, estuvo encarcelado entre 1572 y 1577, al final fue declarado inocente y pudo volver a sus clases. Esta antología incluye su respuesta a las acusaciones estando en prisión.

Product Details

ISBN-13: 9788498970128
Publisher: Linkgua
Publication date: 08/31/2010
Series: Religión , #20
Sold by: Bookwire
Format: eBook
Pages: 62
File size: 759 KB
Language: Spanish

About the Author

Fray Luis de León (Belmonte, 1527-Madrigal de las Altas Torres, 1591). España. Aunque nació en Belmonte (Cuenca), Luis de León se trasladó pronto a Madrid y, después, a Valladolid, debido a los traslados de su padre, noble que ejercía de abogado y consejero real. En estas ciudades inició su formación, y a los catorce años ingresó en el convento de San Agustín, en Salamanca, tomando votos de dicha orden en 1544. La vida de fray Luis de León transcurrió a partir de entonces en esta ciudad, donde se doctoró en teología, se graduó como catedrático (1560) y participó plenamente en la vida universitaria, así como en la defensa del castellano como lengua académica (hasta entonces la tradición casi prohibía el empleo de otras lenguas que no fueran las clásicas). Consiguió pronto ganar varias oposiciones académicas, y su vehemencia a la hora de expresar sus ideas le debió valer más de un enfrentamiento con algunas personalidades intelectuales eclesiásticas, incluso dentro de su propia orden. Una de estas disputas tuvo que ver con su defensa del texto hebreo de la Biblia, cuestión que, en los dogmáticos tiempos de contrarreforma que corrían, era casi una violación del concilio de Trento, el cual ordenaba atenerse en todo a la traducción en latín de las Sagradas Escrituras elaborada por san Jerónimo (la Vulgata). El interés de fray Luis de León en la versión hebrea de la Biblia se cifraba en cambio en su gran valor como texto de mayor antigüedad y, por lo tanto, más fiel al original; pero esta filiación hebraica y su talante innovador en lo teológico le acarrearon dificultades y acusaciones cercanas a la herejía. También encontró problemas debido a su traducción comentada al castellano del Cantar de los cantares, que no llegó a publicarse pero que circuló en ámbitos universitarios. Como consecuencia del acoso y derribo ejercido por sus enemigos, fray Luis de León sufrió cautiverio entre marzo de 1572 y diciembre de 1576. Privado de libertad, así como de libros, fray Luis de León escribió su Exposición del Libro de Job, con finales de capítulo versificados a modo de resumen. Quizá éste era un anuncio de su definitiva decantación por la poesía, la cual vino acompañada, tras su absolución, por la recuperación triunfal de la cátedra. De este episodio han quedado dos inmortales recuerdos: el primero es su décima "Aquí la envidia y mentira / me tuvieron encerrado..." y la segunda la famosa frase "Decíamos ayer...", que se le atribuye como apertura de sus clases tras cinco años de haber estado apartado y prisionero de la Inquisición. Tras su rehabilitación, fray Luis de León ganó nuevas cátedras, la última de las cuales fue la de Biblia, en 1579, y también tuvo nuevas denuncias inquisitoriales en su contra, que no prosperaron. En el momento de su muerte, acaecida el 14 de agosto de 1591, se encontraba redactando una biografía de santa Teresa de Ávila, cuya obra había revisado para su publicación. Sus restos fueron enterrados en la Universidad de Salamanca, a la que dedicó prácticamente toda su vida.

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Antología


By Fray Luis de León

Red Ediciones

Copyright © 2015 Red ediciones S.L.
All rights reserved.
ISBN: 978-84-9897-012-8



CHAPTER 1

RESPUESTA DE FRAY LUIS DE LEÓN ESTANDO PRESO EN LA CÁRCEL


[Sobre la Exposición del Cantar de los Cantares.]

(...) donde hay alguna mayor dificultad, y yo quisiera pasar con silencio por él; porque no sé si hallaré palabras convenientes para declarar lo que siento. Mas pues la fuerza e injuria de mis enemigos me compele a ello, perdonarme han las orejas honestas y religiosas, si para mi debida y necesaria defensa se levantare el velo con que San Jerónimo quiso encubrir la vergüenza, que a su parecer halló en este lugar; y si hablare de las cosas, que la naturaleza hizo para fin honesto, con palabras usadas; las cuales, si el uso vicioso las entorpece, el juicio limpio y que trata de solo el conocimiento de la verdad las limpia. Porque a los limpios y buenos, que no pervirtieron en nada el natural uso, todo lo natural les es limpio, y solo el vicio, que es desorden de la naturaleza, les ofende.

Pues digo que San Jerónimo puso este rodeo de palabras: Praeter id, quod intrinsecus latet, en lugar de lo que en el hebreo se dice con sola una, la cual es tsamatech. Y yo tratando de ello en este mi libro, digo que no sé por qué causa quiso San Jerónimo usar de aquel rodeo, y dar a entender que tsamatech quiere decir hermosura encubierta, habiendo él mismo en Isaías, en el capítulo 47, donde está la misma palabra hebrea, trasladado por ella torpeza y fealdad. Y así, sin declararme más, añado que aquella palabra quiere decir también cabellos, o lo que propiamente llamamos en castellano en las mujeres copetes o canaladores. Y siguiendo esta significación, digo que bien viene para el loor, que allí el Esposo pretende dar a los ojos de la Esposa, decir que son hermosos entre sus cabellos; porque de ordinario algunos de ellos, que se desordenan de la orden y asiento, que el artificio del tocado y trenzado pone en los otros, caen sobre la frente, y meneados del aire y movimiento, andan como jugando sobre los ojos; y así cubriendo a veces y descubriendo sus luces, les son causa que parezcan mejor. Esto dije allí, y no quise descubrir más la llaga porque no era para aquel lugar, ni para la persona a quien se escribía aquel libro; y lo que callé allí, diré aquí, adonde hablo con los hombres buenos y doctos.

Y lo primero de todo digo que, de cualquiera de las dos maneras sobredichas que traslademos aquel lugar, ora digamos: Hermosos son tus ojos, de más, y allende lo escondido, o entre tus cabellos; en substancia es la misma sentencia, y por todas parece se consigue lo mismo que allí el Espíritu Santo pretende, que es loar la hermosura de los ojos de la Esposa. Y si estas razones en algo se diferencian, toda la diferencia de ellas no importa un cabello. Y, siendo esto así, decir que por ello me aparto de la Vulgata es pura calumnia, pues no me aparto en cosa que me importe; ni lo que allí yo digo es propiamente desechar el texto latino, sino declararle y como reducirle a su significación con declarar una palabra y como con mudar una sola letra.

Lo segundo digo (y perdóneme el que lo oyere, que ni lo sé decir ni se puede decir de otra manera); pues digo que San Jerónimo entendió que la palabra hebrea tsamatech, que habemos dicho, era el nombre propio con que en aquella lengua se nombran las vergüenzas de la mujer, como en castellano tienen su nombre, y en latín el suyo; y porque no se atrevió a trasladarlo en latín por su vocablo, por no ofender los oídos, usó de rodeo y dijo como vemos: Demás de lo que está allá escondido. Y siguió en ello a Símaco, que entendió lo mismo y se aprovechó también para trasladarlo del mismo artificio de significar, por muchas palabras encubiertas honestamente, lo que dicho por la suya propia era deshonesta. Y así trasladó: Hermosos son los ojos, demás de lo que se calla. Este parecer de San Jerónimo acerca de este lugar y palabra, yo confieso que ni me cuadró cuando escribía aquel libro ni me satisface agora.

Y, lo primero, mostraré que San Jerónimo dice esto, y que yo no se lo levanto; y lo segundo, diré las causas que tengo para estar poco contento.

Y, cuanto a lo primero, séase él testigo de sí mismo, que en los Comentos sobre Isaías, en el capítulo 47, verso segundo, alegado en el libro XIII, dice así:

In eo, ubi nos interpretati sumus denuda turpitudinem tuam, pro quo septuaginta transtulerunt apocalypse to calymma, id est, revela operimentum; Theodotio ipsum verbum hebraicum posuit tetsamatech; Aquila, tsamatech; Simachus, en siopesin sou, quod nos exprimere possumus, taciturnitatem tuam, quod taceri debeat prae verecundia. Quod quidem et in Cantico Canticorum legimus, ubi Sponsae pulchritudo describitur, ad extremum infert: Absque taciturnitate tua; nolentibus, qui interpretati sunt, transferre nomen, quod in sancta Scriptura sonaret turpitudinem. Y un poco más abajo: Disputant Stoici multa re turpia, prava hominum consuetudine, verbis honesta esse: ut parricidium, adulterium, homicidium incestum, et caetera his similia. Rursumque re honesta, nominibus videri turpia, ut liberos procreare, inflationem ventris crepitu digerere, alvum relevare stercore, vexicam urinae effusione laxare; denique non posse nos, ut dicimus, a ruta rutulam, sic ypocoristicon a menta facere. Ergo tsamatech, quod Aquila posuit, ut diximus, verenda mulieris appellantur; cuius ethymologia apud eos sonat, sitiens tuus, et inexpletam Babylonis indicet voluptatem.


De las cuales palabras se colige claro de San Jerónimo, lo uno, que entiende que esta palabra hebrea es el nombre en que en aquella lengua se llaman las partes deshonestas de la mujer; lo otro, que confiesa que en los Cantares esta palabra la puso el Espíritu Santo en la misma significación; lo tercero y lo último, que él y Símaco, por servir al respeto que se debe a la Santa Escritura, no le trasladaron con otra tal palabra latina o griega, sino que dijo por rodeo, el uno, demás de lo que se calla, o demás del silencio; y el otro, demás de lo que está escondido.

Resta decir agora el porqué siempre me desagradó este parecer, el cual creo yo que agradará a pocos buenos juicios. Porque, siendo este Cantar, como es, espiritual y dictado por Dios para la salud y aprovechamiento del alma, ¿cómo se sufre que en él se nombren partes tan vergonzosas con nombres tan descubiertos, o por mejor decir, tan deshonestos? Y si a San Jerónimo y a Símaco les parecía cosa indecente y que no se pudiera sufrir ponerlo por su nombre en latín, ¿cómo pudieron creer y persuadirse que en hebreo lo había puesto por su nombre el Espíritu Santo? ¿Era menos deshonesto, o menos peligroso, o menos indecente decirse en hebreo a los hebreos, que en latín a los latinos y en griego a los griegos? ¿O quiso el Espíritu Santo que tuviese San Jerónimo más respeto a las orejas de Roma que él tuvo a los oídos de la gente hebrea, donde le leían todos los santos y siervos de Dios, hebreos? Demás de esto, si esta mujer de quien se trata en este Cantar es la Iglesia, como lo es en la verdad, ¿cuál será en la Iglesia el tsamatech? Que, si son los oídos por los cuales se concibe en las almas fieles la palabra de Dios, no es menester nombrarlos por metáfora y rodeos asquerosos, pues tenían su nombre limpio y gentil.

Me dirán, por dicha, que el hilo del decir y la orden de lo que se iba platicando le forzó a Salomón a hacer memoria de aquella parte encubierta. Ninguna cosa va más fuera de camino. Trataba Salomón de loar la hermosura de la Esposa y su gentileza, particularizando sus facciones todas, y había comenzado por la cabeza; y en llegando a los ojos, sin poderse más sufrir (dejando tantas en medio, que pueden ser sujeto de extremada belleza, como son frente, nariz, boca, labios, cuello, pechos y manos), hizo salto tan peligroso; y así, tornándolo a repetir tres veces, como lo repite, en los ojos y sienes y mejillas, que son lo que cubren los cabellos. ¡Cosa es aquélla para se repetir, como intercalar limpieza!

Si en algún tiempo la consecuencia de la razón obligaba a la memoria de este nombre, era cuando, en el capítulo 7, tornando a loar a la Esposa de bella, comienza Salomón desde los pies y sube a las piernas, y de allí a los muslos y llega al vientre, y sube hasta los pechos, y, finalmente, no para hasta lo más alto de la cabeza; y allí, como se ve, no lo nombra. Pues si diciendo de los muslos, trata luego Salomón del vientre y ombligo, y pasa callando por lo que naturaleza tiene cubierto, ¿es verosímil que lo nombra y predica cuando anda ocupado en pintar la cara hermosa, y no pasa aún de los ojos? ¿Qué tienen que ver los ojos, que resplandecen en la cara, con la torpeza que esconden las piernas? ¿O qué consonancia o consecuencia puede haber entre cosas tan apartadas y diferentes, para que la mención hecha de lo uno lleve a lo otro la lengua y la memoria?

Mayormente que ¿quién jamás vio que en cuento de hermosura se hiciese cuenta de cosa semejante? ¿O cómo es posible que tenga parte de hermosura lo que naturaleza, por feo, encubre en el más secreto rincón de la casa? ¿O cómo se puede creer que el Espíritu Santo quiso hacer público y patente en su libro lo que con tanta diligencia escondió y no quiso que se pareciese en el cuerpo?

Mas ¿para qué digo del Espíritu Santo? No quiero que este libro sean palabras de Dios, ni digo que se traten en él cosas del cielo, ni menos sea el que le escribió Salomón, rey sabio y profeta, sino sea una canción puramente enamorada, compuesta por un hombre cortesano. Pregunto: ¿en qué ley de mediano aviso se sufre que un galán diga, cantando, semejante requiebro a su dama? ¿Qué poeta jamás, ni griego ni latino, ni alguno de otra cualidad, usó de vocablos tan descubiertos? Ovidio, a quien los buenos juicios condenan por lascivo demasiadamente, cuando trata del otro que comedía consigo las hermosas figuras de la otra que iba huyendo, se alargó a decir: Et si quae latent meliora putat. Y esto sin que yo lo dispute, la misma razón nos dice que lo que aun en el secreto de la cama se dice mal, nadie lo puede decir en público y por escrito, sin gran torpeza y desorden.

Pero dirán: Si la palabra hebrea lo significa, ¿qué puede hacer San Jerónimo sino decir lo que era y vestirlo de palabras honestas, como lo hizo? A esto digo que no sé si la palabra hebrea tiene tal significación; mas, cuando la tuviese, tiene también otra muy diferente, porque significa los cabellos o aladares, como habemos dicho, y como lo enseñan los doctos en aquella lengua. Y así, teniendo esta palabra ambas significaciones, y viniendo la una con el propósito que allí se trata tan a pelo, y la otra tan a pospelo, no creo yo que habrá ningún censor, por injusto que sea, que condene mi parecer; o no confiese que, en cosa de tan poca importancia como ésta, algunas palabrillas de las que San Jerónimo en su traslación puso, reciben mejoría. Y esto cuanto a este lugar.

En aquellas palabras: Comae capitis tui, sicut purpura regis vincta canalibus, los Setenta Intérpretes trasladan, según que está apuntado en el hebreo: Sicut purpura rex ligatus in canalibus; y la letra hebrea recibe la una y la otra manera de trasladar. Y así yo declaro la una y la otra letra, aunque a la postre me allego más a la de los Setenta Intérpretes; la cual siguió y declaró toda la Iglesia antigua, porque al propósito que allí se trata conviene mejor.

Pero de cualquiera manera que sea, bien verán los hombres doctos que todo ello va a un mismo propósito, y que en substancia hace una misma sentencia, que es loar encarecidamente los hermosos cabellos de la Esposa. Porque si decimos: Sicut purpura regis vincta canalibus, es decir que son de la color de la púrpura, cuando está en los vasos donde se tiñe, que es cuando está más fina y más nueva; y los cabellos de esta color son hermosísimos, al juicio de las gentes de aquellas tierras. Y si leemos: Sicut purpura rex ligatus in canalibus, es decir que tienen el color sobredicho, y que con su hermoso color tienen como preso al Esposo, en la forma que yo declaro en aquella obrecilla mía. Y así por ambos caminos venimos solamente a decir que los cabellos de la Esposa son hermosísimos.

Lo último que me achacan está en el capítulo 6, verso 4, en aquellas palabras: Averte oculos tuos a me, quia ipsi me avalore fecerunt; donde dicen que digo que San Jerónimo trasladó lo que a él le pareció y no lo que halló en el hebreo. En lo cual, los que lo dicen muestran que aún no entienden romance. Porque las palabras formales que digo son éstas: «San Jerónimo y los Setenta trasladan que me hicieron volar; y otros, que ensoberbecieron; y los unos y los otros trasladan, no lo que hallan en la palabra hebrea, sino lo que parece a cada uno que quiere decir». En lo cual no digo que tradujeron mal, sino que tradujeron la palabra hebrea así como suena en su lengua, y no conforme al propósito a que se aplicaba, lo que cada uno entendió. Porque el sonido de la palabra es éste: hiciéronme sobrepujar; y así a unos pareció, como allí digo, que el sobrepujar era volar, y a otros que era ensoberbecerse; y a lo uno y a lo otro da ocasión la palabra original. Y yo lo declaro todo, y después muestro que aun así en el sonido que suena, sin discurrir ni filosofar más, hace sentido conveniente, si destrocamos las palabras y entendemos qué es decir sobrepujáronme.

Pues es claro y cierto que, si dice el Esposo que la Esposa con su vista le ensoberbece, esto es, le desvanece y saca de quicios, o le sobrepuja y hace fuerza, en todo ello y por cualquier manera de ello, dice y declara lo mismo, que es el poder que tenían en él los ojos de la Esposa, para, mirándole, hacerse señora de su corazón. No pueden decir que desecho la Vulgata, como dicen, sino que declaro, con lo que está sencillo en el original, la metáfora y figura de que usó la Vulgata. Ni menos tienen justicia en llamarme en esto atrevido, siendo lo que hago obra de hombre estudioso y diligente.

Pero es imposible que nadie contente a todos; harto es contentar a la mayor parte.

Y así, concluyendo toda esta razón, a Vms. suplico consideren de tanto número de hombres doctos y religiosos que, por espacio de diez años que anduvo en público este mi libro, le han visto y leído, cuántos más son los que le aprueban, pues los que le condenan son dos o tres solos. Y valga y pueda más en este juicio el sentido de tantos desapasionados que no el antojo de éstos, que, demás de ser pocos, son, como Vms. saben, enemigos míos. Los cuales, si hasta aquí engañosamente en el ministerio de Tribunal tan santo han vengado en mí sus pasiones, y, cuanto toca a lo particular de mi persona, me han destruido, ya de aquí adelante es tiempo que hable de la verdad y sea oída de Vmds.; y ya que yo no pueda ser reparado, que a lo menos ella lo sea. Porque su daño es mal común, y su reparo es honrar a Dios, que es Padre de la verdad y merecedor único de todo lo que de veras es honra y gloria.

En te phylace, 18 de diciembre de 1573.

Fray Luis de León.

CHAPTER 2

TRADUCCIÓN Y EXPLICACIÓN DEL SALMO 41

Quemadmodum desiderat cervus, etc.

1. Como la cierva brama a los arroyos de las aguas, ansí mi alma brama a ti, Señor.

2. Sed tuvo el alma mía del Señor, del Fuerte, del Viviente. ¿Cuándo vendré y aparesceré ante las faces del Señor?

3. Fue mi lloro a mí pan de día y noche, en decirme cada día: ¿Dó es el Señor tuyo?

4. Acordéme de esto, y derramé mi alma en mí, de que anduve en compañía; anduve paso ante paso con ellos hasta la casa del Señor, en voz de alarido y de alabanza, y en estruendo de danzas.

5. ¿Por qué te encoges, por qué bramas en mí, alma mía? Espera en el Señor, que aun le agradescerá las saludes de las sus faces.

6. ¡Dios mío! Mi alma se encoge en mí, en ansí membrarme de ti en tierra del Jordán, y de Hermonim en el monte Mitzehar.

7. Un piélago vocea a otro piélago con voz de tus canales: todas tus avenidas y tus olas sobre mí han pasado.

8. Dios [habrá que] mandará Dios su misericordia, y [agora] en [esta] noche su cantar conmigo: oración [haré] a Dios de mi vida.

9. Diré a Dios: «Fortaleza mía, ¿por qué me olvidas? ¿Por qué me trae vestido de duelo el perseguirme el enemigo?».

10. Matador [cuchillo] en mis huesos es haberme escarnecido los mis enemigos, diciéndome cada día: ¿Dó es el Dios tuyo?

11. ¿Por qué te encoges, alma mía, y por qué bramas en mí?

12. Espera en el Señor, que aun le bendeciré, diciendo: «Salud es de la mi cara, y mi Señor».


Explicación

1. Como la cierva brama a los arroyos de las aguas, ansí mi alma brama a ti, Señor.

Muchas veces en los profetas se despertaba el espíritu de lo que acaso les sucedía; como aconteció a Samuel cuando, tirándole Saúl del manto, se le rasgó, y vuelto a él de improviso, le dijo: De la misma manera apartará Dios tu reino de ti. Y ansí lleva camino, que los bramidos de los ciervos, que con sed buscaban el agua y le venían a los oídos a David en aquel desierto donde andaba, levantaron su pensamiento para que mirase más en la grandeza de su deseo; y comparando la sed de los ciervos con su fatiga, conociese y dijese que no era menor ansia la suya, por volver a la casa de Dios, que la de los ciervos por el agua.

Demás de que es natural, cuando el ánimo de alguno arde en afición, todo lo que ve y se le ofrece, traerlo a su propósito, declarando y encareciendo con ello lo que siente. El original hebreo dice en ambas partes bramará, de tiempo futuro, de que los hebreos usan algunas veces en lugar del presente.

Los arroyos. La palabra hebrea significa el agua que desciende de lo alto con ímpetu y sonido, cuales eran las que corrían por donde an daba David, que como lugares en riscados y montuosos, se despeñaban de las cumbres con estruendo, y corrían con gran ligereza.


(Continues...)

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Table of Contents

Contents

CRÉDITOS, 4,
PRESENTACIÓN, 7,
RESPUESTA DE FRAY LUIS DE LEÓN ESTANDO PRESO EN LA CÁRCEL, 9,
TRADUCCIÓN Y EXPLICACIÓN DEL SALMO 41, 15,
EXPLANACIÓN DEL SALMO 26 POR EL MAESTRO FRAY LUIS DE LEÓN, 25,
CARTA-DEDICATORIA A LAS MADRES PRIORA ANA DE JESÚS Y RELIGIOSAS CARMELITAS DESCALZAS DEL MONASTERIO DE MADRID EL M. FRAY LUIS DE LEÓN, SALUD EN JESUCRISTO, 28,
APOLOGÍA DEL PADRE M. FRAY LUIS DE LEÓN, 33,
A LA EMPERATRIZ NUESTRA SEÑORA, 39,
LIBROS A LA CARTA, 61,

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