Con este libro, Robert Nozick se convirti� en el principal defensor te�rico del liberalismo en las c�tedras americanas, gracias a su posici�n en la Universidad de Harvard. Una obra pol�mica, pues criticaba posturas tanto de la corriente central del pensamiento en filosof�a pol�tica, b�sicamente intervencionista, como de las posturas m�s extremas del liberalismo, las del anarcocapitalismo. A pesar de su inter�s, ha sido poco le�do, entre otras cosas por su dificultad. Nozick es ese tipo de escritor que establece con claridad una idea y nos confunde cuando intenta explicarla, hasta el extremo de que algunos de sus argumentos se comprenden m�s f�cilmente leyendo a sus cr�ticos.
En la primera parte del libro, Nozick parte del estado de la naturaleza de Locke para mostrar como se formar�a un Estado m�nimo, que es aquel que s�lo se encarga de las tareas de seguridad y justicia, a partir de �l, por medio de un proceso de "mano invisible". Indica que si existiera un modo en que una forma m�nima del estado pudiera surgir sin coacci�n, todo Estado que tuviera esa forma estar�a justificado. No obstante, el proceso que ofrece parece contener varias lagunas, que han sido ampliamente criticadas por Rothbard y sus disc�pulos.
La segunda parte es una cr�tica a toda idea del estado m�s all� del m�nimo defendido previamente y es quiz� la m�s conocida fuera del �mbito libertario. Se consider� la respuesta a la Teor�a de la Justicia de John Rawls, la obra m�s importante de filosof�a pol�tica en ese momento. Esta parte es m�s brillante que la anterior y contiene argumentos muy valiosos. Explica, por ejemplo, hasta que punto el objetivo de mantener los ingresos de los ciudadanos bajo una pauta espec�fica obligar�a a violar continuamente los derechos de �stas. O cuan rid�cula queda la igualdad de oportunidades cuando se traslada a �mbitos distintos del econ�mico. O c�mo el velo de ignorancia propuesto por Rawls podr�a producir un principio de justicia retributivo o, incluso, uno de justicia distributiva inversa, del mismo modo y bajo los mismos supuestos que obligar�an a tomar la justicia distributiva o social.
Por �ltimo, la tercera explica que su idea de Estado m�nimo, al no entrometerse m�s que en los casos de violaci�n de los derechos individuales, podr�a considerarse como un marco de utop�as, en el que un grupo de ciudadanos no tendr�a impedimentos en unirse para formar peque�as sociedades bajo los principios religiosos o pol�ticos que consideren m�s convenientes. El marco podr� ser de mercado libre, pero las distintas comunidades podr�an escoger serlo o no. De hecho, podr�a darse que ninguna quisiera serlo, pero lo importante es que esa opci�n exista. Esta idea podr�a emplearse por otros modelos pol�ticos, como el anarcocapitalismo o la democracia celular de Foldvary.
En definitiva, lo mejor y m�s aprovechable del libro de Nozick es su cr�tica al socialismo, en la que se puede incluir su propuesta de marco de utop�as. Al fin y al cabo, un socialista honrado, que crea que su sistema es mejor, deber�a permitir libertad y competencia entre ellos. El que ning�n te�rico socialista desee ese marco es la mejor prueba contra sus teor�as.