Al entrar al cielo

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by Max Lucado
Al entrar al cielo

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Overview

Pensar en el cielo puede ser inquietante. ¿Vida sin fin? ¿Espacio sin límites? ¿Se supone que deberíamos sentirnos bien al respecto?

Max Lucado, escritor de best sellers, nos asegura que sí. Hay muchas cosas sobre el cielo que todavía no entendemos. Y aunque hay pensamientos sobre nuestro destino final que pueden despertar interrogantes, no tienen por qué agitar nuestros temores.  

En Al entrar al cielo hacemos un recorrido con Max, descubriendo desde la certeza de nuestro destino hasta las magníficas promesas de Dios sobre la otra vida. Abre la puerta y echa un vistazo al gozo que te espera en el cielo y, al mismo tiempo, encuentra la esperanza para vivir hoy.


Product Details

ISBN-13: 9781602550315
Publisher: Grupo Nelson
Publication date: 06/04/2013
Sold by: HarperCollins Publishing
Format: eBook
Pages: 128
File size: 5 MB
Language: Spanish

About the Author

About The Author

Desde que entró en el ministerio en 1978, MAX LUCADO ha servido en iglesias de Miami, Florida; Río de Janeiro, Brasil; y San Antonio, Texas. Actualmente sirve como ministro de enseñanza de la Iglesia Oak Hills en San Antonio. Ha recibido el Premio Pinnacle 2021 de la ECPA por su destacada contribución a la industria editorial y la sociedad en general. Es el autor inspirador más vendido de Estados Unidos, con más de ciento cuarenta y cinco millones de productos impresos.

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Read an Excerpt

AL ENTRAR AL cielo


By Max Lucado, Graciela Lelli

Grupo Nelson

Copyright © 2013 Max Lucado
All rights reserved.
ISBN: 978-1-60255-031-5


Excerpt

CHAPTER 1

ADMISIÓN en la puerta

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos.

—MATEO 7.21


NO PRETENDO ser un buen golfista, pero sí tengo que confesar que soy un adicto al golf. Si conoces un programa de doce pasos para tratar el mal, me inscribo. "Hola. Soy Max, un golfadicto". Me encanta jugar golf, mirar jugar golf y, en las noches buenas, hasta sueño con golf.

Saber esto te ayudará a entender la tremenda alegría que sentí cuando me invitaron al Torneo de Maestros. Un boleto para el "Masters" es para el golfista como el Cáliz Sagrado. Son igual de escasos que las bolas que logro echar a los hoyos. De modo que estaba emocionado. La invitación vino vía el golfista profesional Scott Simpson. A cada jugador se le da cierta cantidad de boletos y Scott nos ofreció a mi esposa y a mí dos de los suyos. (Si alguna vez alguien hubiera dudado que Scott entraría al cielo, este gesto suyo eliminó cualquier duda.)

De modo que partimos para el club de golf "Augusta National " en Atlanta, Georgia. Allí los trofeos de golf son como el musgo que cuelga de los árboles. Está el campo donde Nicklaus dio el golpe. El borde donde se detuvo la bola de Mize. La pista donde Saranson golpeó su tiro de aproximación. Yo era como un niño en una confitería. Y, como un niño, no podía captar suficiente. No me bastaba con ver el campo de golf y caminar por el terreno. Quería ver el salón de los trofeos. Allí es donde están en exhibición los palos de Hoigan y Azinger. Allí es donde pasan el tiempo los jugadores.

Y allí era donde yo quería estar.


Pero no me lo permitieron.

Un guarda me cerró el paso. Le mostré mi boleto, pero él movió la cabeza. Le dije que conocía a Scott, pero tampoco sirvió. Le prometí que le ayudaría para que su hijo mayor entrara en la universidad. Nada. "Solo caddies y jugadores", me dijo. Claro. Él sabía que yo no era jugador. También sabía que yo no era un caddie. En los "Masters" los caddies deben usar ropa blanca y mi ropa me delataba. Así es que opté por retirarme, pensando que nunca lograría ver los palos y los trofeos. Había logrado llegar hasta la puerta pero me habían negado la entrada.

Muchas personas temen que les pase lo mismo en el cielo. Temen que en la puerta les digan que no pueden entrar. Un temor lógico, ¿no te parece? Estamos hablando de un momento fundamental. Que no lo dejen entrar a uno para ver la historia del golf es una cosa, pero que le nieguen la entrada al cielo es otra muy diferente.

Esta es la razón por qué algunas personas no quieren hablar del regreso de Cristo. El tema las pone nerviosas. Puede que se trate de personas temerosas de Dios y asistentes a la iglesia, pero así y todo, el asunto las pone mal. ¿Hay una solución para este miedo? ¿Necesitas pasar el resto de tu vida preguntándote si te van a parar en la puerta?

Según la Biblia, es posible "saber más allá de toda duda que tienes vida eterna" (1 Jn 5.13). ¿Cómo? ¿Cómo podemos estar seguros?

Curiosamente, todo tiene que ver con la ropa que usamos.


UN ESTRICTO código de vestimenta

Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda?

—MATEO 22.12


JESÚS CONTÓ la historia de un rey que planeaba una fiesta de bodas para su hijo. Se entregaron las invitaciones, pero las personas "no quisieron venir" (Mt 22.3). El rey es paciente y extiende una segunda invitación. Esta vez los siervos del rey son maltratados y muertos. El rey se pone furioso. Los asesinos son castigados y la ciudad es destruida y la invitación se hace, ahora, a todo el mundo.

La aplicación de la parábola no es complicada. Dios invitó a los israelitas, sus escogidos, a ser sus hijos. Pero ellos rechazaron la invitación. Y no solo la rechazaron, sino que mataron a los siervos del Señor y le crucificaron a su Hijo. La consecuencia fue el juicio de Dios. Jerusalén fue incendiada y el pueblo esparcido.

Pero la parábola continúa, y el rey hace otra invitación. Esta vez se dio a todos el acceso a la fiesta de bodas: "buenos y malos" (Mt 22.10), o judíos y gentiles. Aquí es donde nosotros, los que no somos judíos, entramos en la parábola. Somos los beneficiarios de la invitación amplia. Y un día estaremos en la entrada del castillo del rey. Pero la historia no termina aquí. Estar a la puerta no es suficiente. Se requiere una ropa determinada. La parábola termina con un párrafo estremecedor.


Retomemos la historia en el final del versículo 10:

Y las bodas fueron llenas de convidados. Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. (Mt 22.10–13)


A Jesús le encantaban los finales sorpresivos y este sorprende ... y asusta. Aquí tenemos a un hombre que estaba en el lugar apropiado, rodeado por la gente apropiada, pero como vestía la ropa inadecuada, fue echado de la presencia del rey.

"¿Ropa inadecuada? Max, ¿me estás diciendo que Jesús se preocupa por la ropa que vestimos?".

Aparentemente, así es. Es más, la Biblia nos habla de la ropa exacta que Dios quiere que vistamos.

"Vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne" (Ro 13.14).

"Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos" (Gá 3.26–27).

Esta ropa no tiene nada que ver con pantalones o trajes. La preocupación de Dios es con nuestra ropa espiritual. Él ofrece una túnica celestial que solo el cielo puede ver y solo el cielo puede dar. Escucha las palabras de Isaías: "En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia" (Is 61.10).

¿Recuerdas las palabras del padre cuando el hijo pródigo volvió al hogar? Él quería que su hijo tuviera sandalias nuevas, un anillo nuevo, ¿y qué más? Ropa nueva. "Sacad el mejor vestido, y vestidle" (Lc 15.22). El padre quería que vistiera la mejor ropa.

Tu Padre celestial quiere lo mismo para ti.


ARREGLA TU vestimenta

Permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados.

—1 JUAN 2.28


A LA MAYORÍA de nosotros nos podría venir bien una ayuda con nuestro vestuario, pero esto de la ropa no tiene nada que ver con lo que la tienda te puede ofrecer. Tiene que ver con lo que Dios te da cuando le entregas tu vida a él. Déjame explicarte.

Cuando alguien llega a ser un seguidor de Cristo, cuando confiesa sus pecados y acepta la gracia de Jesús, tiene lugar un maravilloso milagro. La persona ahora está "en" Cristo. El apóstol Pablo se describió como "un hombre en Cristo" (2 Co 12.2). Al referirse a sus compañeros, los llamó "mis colaboradores en Cristo Jesús" (Ro 16.3). La promesa más grandiosa no es para los más ricos o cultos, sino para quienes están "en Cristo". "Por lo tanto, no hay condenación para los que están en Cristo Jesús" (Ro 8.1, énfasis del autor). Juan nos anima a "permaneced en él, para que cuando se manifieste [Cristo] tengamos confianza ... no nos alejemos de él avergonzados" (1 Jn 2.28).

¿Qué quiere decir estar "en Cristo"? La ilustración de la ropa es apropiada. ¿Por qué o para qué usamos ropa? Hay partes de nuestro cuerpo que queremos ocultar.

Lo mismo puede ser verdad en cuanto a nuestras vidas espirituales. ¿Querríamos que Dios viera todo en nosotros? No. Si así fuese, tendríamos vergüenza y miedo. ¿Cómo podríamos esperar ir al cielo con todas nuestras faltas a la vista? Pablo escribió que la verdadera vida "está escondida con Cristo en Dios" (Col 3.3).


Demos un paso más hacia adelante.

Imaginémonos cómo se vería en el cielo una persona que no esté vestida de Cristo. Para bien del análisis, imagina a un ser humano decente. Lo llamaremos Danny el Decente. Desde nuestra perspectiva, Danny no tiene problemas. Paga sus impuestos, paga sus cuentas, atiende a su familia y respeta a sus jefes. Es una buena persona. En realidad, si tuviéramos que vestirlo, lo vestiríamos de blanco.

Pero el cielo ve a Danny en forma diferente. Dios ve lo que tú y yo no vemos. Porque cada vez que el Sr. Decente peca, aparece una mancha en su ropa. Por ejemplo, alteró la verdad cuando ayer habló con su jefe. Una mancha. Aunque levemente, adulteró su informe de gastos. Otra mancha. Sus compañeros estaban murmurando acerca del nuevo empleado y él, en lugar de alejarse, se unió al chismorreo. Otra mancha. Lo que Dios ve es a un hombre cubierto de faltas.

A menos que algo ocurra, Danny será el hombre de la parábola, aquel que no estaba vestido con la ropa adecuada. La ropa de boda, como vimos, es la justicia de Cristo. Y si Danny enfrenta a Cristo vistiendo su propia decencia en lugar de la bondad de Cristo, tendrá que oír lo que el hombre de la parábola oyó. "Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda?". Entonces el rey dirá a los que servían: "Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mt 22.12–13).

¿Qué pasa si Danny cambia sus ropas y acepta lo que dice Isaías que "todas nuestras justicias [son] como trapos de inmundicia " (Is 64.6)? Supongamos que va a Cristo y ora: "Señor sácame estos andrajos y vísteme con tu gracia", y que también confiesa la oración de este himno: "Desnudo, ven a él por vestido, indefenso, mira a él por gracia".

Si lo hace, mira lo que sucede. Jesús, en un acto visible solo a los ojos del cielo, quita la túnica manchada y la reemplaza con su túnica de justicia. Como resultado, Danny queda vestido en Cristo. Y, como resultado, Danny está vestido para la boda.

Para citar otro himno: "Sin mancha ante mi Jesús, lavado en sangre de su cruz".


¿Querríamos que Dios viera todo en nosotros?

No. Si así fuese, tendríamos vergüenza y miedo.


EL COLOR importa

Andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.

—APOCALIPSIS 3.4


DIOS HACE solo una exigencia para entrar al cielo: que estemos vestidos en Cristo.

Escucha cómo Jesús describe a los habitantes del cielo: "Andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles" (Ap 3.4–5).

Escucha la descripción de los ancianos: "Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas" (Ap 4.4).

¿Y cuál es la ropa de los ángeles? "Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos" (Ap 19.14).

Todos están vestidos de blanco. Los santos. Los ancianos. Los ejércitos. ¿Y cómo crees que es el vestido de Jesús? ¿También blanco?

Posiblemente. De todas las personas, la más digna de usar una túnica sin mancha, es Jesús. Pero según la Biblia, no es así.

Entonces vi los cielos abiertos, y ante mí un caballo blanco. El que monta el caballo es llamado el Fiel y Verdadero, y es justo cuando juzga y pelea. Sus ojos son como llama de fuego, y sobre su cabeza hay muchas coronas. Tiene un nombre escrito, el cual nadie sino él conoce. Está vestido de una túnica teñida en sangre, y su nombre es el Verbo de Dios. (Ap 19.11–13)

¿Por qué la túnica de Cristo no es blanca? ¿Por qué su ropa está teñida en sangre? Déjame contestarte recordando lo que Jesús hizo por ti y por mí. Pablo dijo sencillamente: "Él tomó el lugar de nosotros" (Gá 3.13).

Jesús hizo más que remover nuestra chaqueta; él se la puso. Y fue a la cruz vestido con nuestra chaqueta de pecado. Al morir, su sangre cubrió nuestros pecados. Y los limpió. Y gracias a esto, cuando Cristo venga, no tenemos que temer que nos rechacen en la puerta.

Hablando de ser rechazados en la puerta, no te he contado la parte final de la historia del Torneo de Maestros de Golf. No dudo que estarás muriéndote por saber si al fin pude entrar al salón de los trofeos. Créelo o no, sí logré entrar.

El día antes de la competencia, los golfistas juegan un partido de exhibición. Es costumbre que den la tarde libre a sus caddies e inviten a algún familiar o amigo para que ocupen su lugar. Bueno, Scott me invitó a mí para que fuera su ayudante. "Por supuesto —me dijo— tendrás que usar el overol blanco".

Desde luego que no me importó. Risitas disimuladas.

Esa tarde me dirigí a la sede del club. Y atravesé la misma puerta, enfrenté al mismo guardia e ingresé al lugar sagrado de los golfistas. ¿Qué ocasionó la diferencia?

Simplemente que yo usaba la ropa adecuada.


EL FLAMANTE

Pero esta resurrección tiene un orden: Cristo fue resucitado como el primero de la cosecha, luego todos los que pertenecen a Cristo serán resucitados cuando él regrese.

—1 CORINTIOS 15.23 NTV


SUPONGAMOS QUE un día vas pasando por mi granja y ves que yo estoy allí, llorando. Preocupado, te acercas y me preguntas qué me pasa.

—Se me parte el alma por estas semillas —expreso, levantando la mirada y extendiendo la palma llena de semillas en dirección a ti.

—¿Qué?

—Pondré estas semillas en el surco y las cubriré con tierra —explico entre sollozos—. Se morirán, y nunca más las volveremos a ver.

Mientras lloro, tú estás estupefacto. Miras a tu alrededor tratando de encontrar el camión volcado del cual estás seguro que yo acababa de salir ileso. Finalmente, me explicas un principio básico de agricultura: De la muerte de la semilla nace una nueva planta.

—¿No sabes que pronto vas a ser testigo de un tremendo milagro de Dios? —me recuerdas con amabilidad—. Con tiempo y cuidado, esta pequeña semilla saldrá de su prisión en la tierra y fl orecerá con hermosura inimaginable.

El granjero que se ponga a llorar sobre las semillas enterradas debe recordar que el tiempo de plantar no es tiempo de sufrir. Cualquier persona que se angustie por tener que enterrar un cuerpo humano deberá recordar lo mismo. Tal vez debamos tener en cuenta lo que Pablo les dijo a los corintios: "Pero esta resurrección tiene un orden: Cristo fue resucitado como el primero de la cosecha, luego todos los que pertenecen a Cristo serán resucitados cuando él regrese" (1 Co 15.23 NTV).

Las Escrituras nos aseguran que, en el lapso comprendido entre la muerte del cuerpo de un cristiano y el regreso de nuestro Salvador, el alma estará viva aunque el cuerpo haya sido sepultado. Este es un período intermedio en el cual estamos "ausentes del cuerpo, y presentes al Señor" (2 Co 5.8).

Al momento de muerte física, nuestras almas se trasladan inmediatamente a la presencia de Dios mientras esperamos la resurrección de nuestros cuerpos. ¿Y cuándo tendrá lugar esta resurrección? Acertaste. Cuando Cristo venga. "Todos los que pertenecen a Cristo serán resucitados cuando él regrese. Después de eso, vendrá el fin" (1 Co 15.23–24 NTV).

¿A qué se refiere Pablo con "todos los que pertenecen a Cristo serán resucitados"? ¿Qué resucitará? ¿Mi cuerpo? Y si es así, ¿por qué este cuerpo? No me gusta mi cuerpo. ¿Por qué no comenzar con algo completamente nuevo?

Volvamos a la finca y busquemos allí algunas respuestas.

Si mi alegoría de la semilla te hizo pensar, la idea no es mía; se la robé al apóstol Pablo. El Capítulo 15 de su carta a los corintios es el relato definitivo de nuestra resurrección. Él escribió:

DIRÁ ALGUNO:

¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.

1 Corintios 15.35–38


En otras palabras: Tú no puedes tener un nuevo cuerpo sin que muera el viejo cuerpo. O, como dijo Pablo: "Lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes" (v. 36).

Una amiga me contó que el paralelismo que Pablo hace entre la siembra de la semilla y la sepultura de los cuerpos le trae a la memoria un comentario que le hizo su hijo menor. El niño estaba en primer grado y su clase estaba estudiando las plantas por el mismo tiempo que su familia tuvo que asistir al funeral de un ser querido. Tiempo después, cuando pasaban por fuera del cementerio, los dos hechos se unieron en una sola expresión: "Mami —dijo, apuntando hacia el camposanto—. Aquí es donde plantan a la gente".

Al apóstol Pablo le habría gustado oír eso. En verdad, a Pablo le gustaría cambiar nuestra manera de pensar acerca del proceso de sepultura. El servicio que se hace junto al hueco en la tierra no es porque se esté sepultando a alguien, sino porque se lo está plantando. La tumba no es meramente un hueco en la tierra, sino que es un surco fértil. El cementerio no es un lugar de descanso sino un lugar de transformación.
(Continues...)


Excerpted from AL ENTRAR AL cielo by Max Lucado. Copyright © 2013 by Max Lucado. Excerpted by permission of Grupo Nelson.
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Table of Contents

Contents

1 Admisión en la puerta....................     8     

2 Un estricto código de vestimenta....................     12     

3 Arregla tu vestimenta....................     18     

4 El color importa....................     24     

5 El flamante tú....................     28     

6 El triunfo final....................     36     

7 Gemidos en la habitación....................     40     

8 Como Jesús....................     50     

9 Un día de recompensas....................     58     

10 La corona de vida....................     62     

11 La corona de justicia....................     66     

12 La corona de gloria....................     76     

13 Un día de agradables sorpresas....................     80     

14 ¡Ah, día feliz!....................     86     

15 Sin lamentos....................     94     

16 Al ver a Jesús....................     98     

17 El admirable....................     102     

18 El sacerdote perfecto....................     108     

19 Quién es Jesús....................     112     

20 Mientras esperamos....................     122     

Notas....................     126     

Acerca del autor....................     128     

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