Abrir el corazon en vez de romperse la cabeza

Abrir el corazon en vez de romperse la cabeza

by Safi Nidiaye
Abrir el corazon en vez de romperse la cabeza

Abrir el corazon en vez de romperse la cabeza

by Safi Nidiaye

Paperback(Spanish-language Edition)

$22.95 
  • SHIP THIS ITEM
    Qualifies for Free Shipping
  • PICK UP IN STORE
    Check Availability at Nearby Stores

Related collections and offers

Product Details

ISBN-13: 9788497779234
Publisher: Obelisco, Ediciones S.A.
Publication date: 05/30/2013
Edition description: Spanish-language Edition
Pages: 272
Product dimensions: 5.30(w) x 8.30(h) x 0.80(d)
Language: Spanish

Read an Excerpt

Abrir el corazón en vez de romperse la cabeza

El camino hacia la libertad, la felicidad y la paz


By Safi Nidiaye

EDICIONES OBELISCO

Copyright © 2013 Ediciones Obelisco, S. L.
All rights reserved.
ISBN: 978-84-9777-923-4



CHAPTER 1

Todo gira alrededor de los sentimientos


Si observamos con atención, en nuestra vida prácticamente todo gira alrededor de los sentimientos. Éstos se esconden tras los deseos y los problemas, tras las preferencias y las aversiones, tras los conflictos, las luchas por el poder y las guerras. Cuando deseamos algo, lo deseamos por los sentimientos que nos despertará. Soñamos con una relación con una persona determinada, con una casa en concreto o con un determinado tipo de vida, porque con ello conseguiremos una forma de sentimiento de felicidad. Ansiamos tener dinero porque creemos que así nos sentiremos felices, libres, ricos, independientes, seguros, poderosos o importantes. Nos enfadamos por un incidente porque nos ha provocado un sentimiento doloroso que no queremos sufrir. No queremos perder a una persona a ningún precio porque tememos que con ella desaparecerá también el sentimiento que ésta despierta en nosotros. Defendemos nuestro bienestar, nuestro estatus, nuestro modo de vida, porque tenemos miedo de la sensación que tendríamos si tuviéramos que prescindir de algo de esto. Luchamos por el éxito porque anhelamos sentirnos reconocidos o admirados. Naturalmente, también existen motivos desinteresados: por ejemplo cuando queremos una cosa por nuestras ansias de éxito o poder. Incluso el deseo más noble está unido siempre con el deseo personal de una determinada forma de vivir, un determinado sentimiento. Sin embargo, por lo general, ignoramos ese deseo en nuestro intento de ser una persona altruista. Pero muchos de nosotros también tenemos miedo del éxito, porque tememos que de alguna manera nos hará sentir mal, por ejemplo culpables, odiados, envidiados, o entregados. Por regla general, intentamos dirigir nuestra vida y nuestro mundo de tal manera que nos aseguremos lo sentimientos agradables y que los desagradables sean contenidos en nuestro cuerpo. Y de esta forma nos sometemos a la tiranía de nuestros sentimientos: actuamos de esta o de aquella manera porque deseamos ciertos sentimientos y queremos evitar otros. Este hecho es independiente de qué valor demos a los sentimientos o de si nos consideramos seres emocionales o no. Una persona que reprime sus sentimientos e intenta ser fría estará dominada en la misma medida por los sentimientos, que otra persona que tiende a tener crisis emocionales. Aquél que reprime sus sentimientos estará dominado por el miedo a determinados sentimientos, como por ejemplo el de sentirse ridículo, ser puesto en evidencia o ser rechazado. Una persona que se deja llevar por los arrebatos emocionales se verá dominada por sus sentimientos en la medida en que se deje abrumar por éstos.

De hecho, podemos intentar actuar sobre nuestros sentimientos para que sean de otra manera. Pero, en primer lugar, esto no cambia nada de los sentimientos en sí mismos, excepto que a los presentes se les añaden todos los provocados por esa lucha interna y, en segundo lugar, nos dominarán precisamente los sentimientos que reprimimos o ignoramos y, por ese motivo, porque los reprimimos o los ignoramos. También nos dominan los sentimientos que, aunque conscientes, intentamos abordar con buenos argumentos, ya que se trasladan a lo más profundo y, desde allí, pueden volverse activos inadvertidamente. Dado que dejamos de percibirlos, determinan nuestra razón y nuestras acciones sin que nos demos cuenta. Por otra parte, también nos dominan los sentimientos de los que somos conscientes mientras sólo sepamos de su existencia pero no los sintamos. Más adelante hablaremos más extensamente sobre esta diferencia.

En lugar de querer cambiar nuestros sentimientos, también podemos intentar cambiar las circunstancias de nuestra vida, para que nos regale sentimientos más agradables. Pero tampoco esto cambia nada de nuestros sentimientos, ya que los que son desagradables de los cuales intentamos huir están presentes en nosotros. Éste es también el motivo por el que tenemos ese miedo. Visto así, podemos agradecer a las circunstancias de la vida que nos hacen ser conscientes de estos sentimientos. La manera en la que sentimos y pensamos influye sobre nuestras circunstancias vitales y, así, no es fácil cambiarlas sin, como mínimo, ser consciente de los propios sentimientos y pensamientos.

Así pues, los sentimientos son nuestra realidad interna, es decir, la forma en que vivimos un determinado momento. Podemos o no aceptar esa forma de vivir, percibirla o no, conformarnos o no –tiene lugar de esta o de aquella manera–. Cuando nuestro corazón está abierto, esta vivencia interna es como una corriente continua de matices siempre cambiantes, a los cuales hemos puesto nombre. Alegría, fascinación, amor, rabia, ira, celos, odio, recelo, preocupación, miedo, pánico, inquietud, impaciencia, buen humor, paz, ternura, frialdad, desesperación, angustia: formas siempre distintas de enfrentarse a la vida. Así pues, un sentimiento no es «algo», sino un matiz de la corriente de la vida interior.

Cuando nuestro corazón está abierto y esa corriente puede fluir sin obstáculos, no existe ningún problema. Sin embargo, desgraciadamente hemos borrado de nuestra conciencia determinadas partes de esta corriente. Lo hemos hecho siempre que algo nos ha provocado un shock, cuando no fuimos capaces de comprender una situación, cuando algo de nuestro encorsetado ser emergió en nuestra existencia y no había nadie presente que compartiera y entendiera nuestro sentimiento y que señalara: «Es correcto sentir esto, no pasará nada, se puede sobrevivir». Por el contrario, cuando éramos pequeños (y ésa es la época de la que procede la mayoría de los shocks no resueltos), en estos casos los adultos nos decían con su comportamiento: «Éste es un sentimiento malo del que debes deshacerte tan pronto como sea posible». Nos apartaron o intentaron eliminar el sentimiento negativo con el consuelo. Por regla general, se nos prohibieron algunos sentimientos. A partir de este comportamiento, llegamos a la conclusión de que ese determinado sentimiento era tan malo que bajo ningún concepto deberíamos aceptarlo. Incluso sospechamos que podía acabar con nosotros. Sin embargo, el sentimiento estaba ahí y la única posibilidad de deshacerse de él consistía en actuar como si no estuviese ahí. Lo desterramos de nuestra conciencia. Al igual que en un «apagón», un desmayo o una anestesia, no estuvimos donde estuvo el sentimiento. Es decir, el sentimiento existió, pero no lo percibimos. De manera que ha esperado hasta ahora para que recuperemos lo perdido y ha creado con ahínco situaciones para ello.

Como no percibimos el sentimiento de aquel momento, lo que podría haber sido un estado pasajero de la corrientes de la vida interior se convirtió en un estado permanente. En lugar de seguir fluyendo, la energía de este sentimiento, por así decirlo, se congeló y quedó en nuestro cuerpo inalterada, en forma de energía «cristalizada». La podemos liberar de este estado de congelación si nos permitimos sentirlo. Esto se llama compasión. En lugar de dejar esa parte de nosotros «en el frío», dirigimos a ella nuestra atención y la ponemos al calor de nuestro corazón para que se descongele.

Mientras no salga de su estado de congelación, un sentimiento reprimido es una «parte» de nosotros, una especie de personalidad extra que lleva una vida propia y que nos domina de manera incontrolada. (Para controlarla debemos advertirla y reconocer su existencia). Cuando nuestro corazón está abierto y nuestra conciencia conectada y, cuando la corriente de nuestra vida interior puede fluir sin obstáculos, no estaremos dominados por cualquiera de estas «partes» reprimidas de nuestra personalidad, sino que actuaremos desde nuestro centro, a partir de nuestra verdad, de nuestro corazón. Entonces, desde un punto de vista estricto, tampoco se producirá una acumulación de «sentimientos» aislados en nuestro interior, sino sólo un sentir, el cual varía su cualidad a cada momento y cada momento tiene un gran número de matices. Cuando estamos llenos de felicidad, probablemente están presentes un poco de dolor y un poco de ternura o cuando estamos enfadados hay un poco de amor y un poco de tristeza.

Desgraciadamente, la mayor parte del tiempo nuestro corazón no está abierto, sino cerrado. Y nuestro pobre sentimiento se queda fuera y se congela. Le privamos del foco de luz de nuestra atención y lo separamos del calor de nuestro corazón. Ahora sólo queda un lugar en donde podamos percibirlo: nuestro cuerpo. Sentir es una experiencia emocional y física, en la que no pueden separarse estos dos aspectos de la vivencia, como si se tratara de las distintas capas de una tarta. Sentimos con todo lo que somos, con nuestro cuerpo y con nuestra mente. El lugar desde el que puede percibirse este sentir es el corazón, nuestro centro emocional. Así pues, cuando un determinado sentimiento ha sido desterrado de nuestro corazón y nuestra conciencia (es decir, que ni lo sentimos ni lo reconocemos), sólo percibiremos su aspecto físico y no nos daremos cuenta de que se trata de nuestro propio sentimiento. Entonces sentimos un dolor en nuestro cuerpo, una tirantez, un pinchazo, temblores, sudoración, escozor, sensación de plenitud, picor, contracción, entumecimiento, flacidez, adormecimiento, un «hueco en el estómago» o un «nudo en la garganta», una inflamación o una enfermedad. Se trata en ese caso del resto del sentimiento, la capa más profunda de la que todavía somos conscientes. Si a partir de aquí queremos volver a descubrir el sentimiento, debemos volver a vivir conscientemente y con atención esa sensación física.

Si queremos resolver las partes dolorosas de nuestra existencia, redescubriéndolas y acogiéndolas en nuestro corazón, debemos percibir lo que ocurre en nuestro cuerpo. Por este motivo, el camino hacia el corazón empieza en el cuerpo y ésta es la razón por la que mi «trabajo del corazón» se centra en el cuerpo.

CHAPTER 2

¿Qué significa «abrir el corazón»?


En este caso, la palabra «corazón» se refiere al corazón de tu ser. No al corazón de tu cuerpo (el órgano corazón), no al corazón de tu campo energético (el chakra corazón), sino al centro emocional de tu ser. Aquí se localiza tu verdad –lo que piensas «dentro de tu corazón», lo que deseas desde el corazón, lo que realmente sientes, lo que ansías–. Aquí se encuentra el centro de todo tu ser. Aquí es donde tiene lugar tu vida más interior. Aquí puedes sentirlo todo –lo que te mueve a ti y lo que mueve a los demás.

Las actividades alimentadas por la energía de tu corazón las realizas con amor y pasión. Estas actividades te aportan fuerza, sin importar cuánto esfuerzo sea necesario. Ocurre todo lo contrario con lo que realizas sin amor y pasión, lo que no es alimentado con la energía de tu corazón, esa fuente inagotable de fuerza, por lo que te agotas con mayor rapidez.

En las relaciones sostenidas por la energía de tu corazón inviertes amor, pasión y compromiso. Pueden ser difíciles y llevar consigo dolor y desengaño, es posible que requieran un sacrificio por tu parte, pero, a pesar de todo, estas relaciones siempre te darán fuerza. Porque la energía que nace en el corazón no fluye en un sentido único, sino que recibes por lo menos en la misma medida en que la das.

Tu corazón es una fuente inagotable de amor y energía o, mejor dicho, una estación de tránsito por donde fluye el amor y la energía de una parte de tu ser, los cuales salen a través de tu persona (un plano transpersonal). Imagina que todo el universo no es un conjunto de cosas y seres aislados, sino un campo interconectado, un organismo. Y el ser que se oculta en ese organismo y que al mismo tiempo se manifiesta, de la misma manera que tu ser se esconde en tu cuerpo al tiempo que se manifiesta, es lo que las religiones llaman Dios. Visto de esta manera, todos somos parte y expresión de un mismo y único ser. Y nuestro corazón es parte y expresión del corazón del universo o del corazón divino. Si esto es así, a través de nuestro propio corazón tenemos acceso al corazón de todos los seres con los que entramos en contacto o en los que pensamos. Realmente podemos sentir lo que otra persona siente, dentro de nosotros mismos, en nuestro propio corazón, siempre que esté abierto para ello. Eso se llama «empatía». Esta empatía no tiene nada que ver con la emoción «compasión», la cual es una reacción emocional propia frente al sentimiento del otro.

El ser del corazón es amor y mientras siente se encuentra en su elemento. Cuando estamos unidos a ese núcleo de nuestro ser y no lo cerramos, sentimos nuestro dolor y nuestra alegría, nuestro amor y nuestro anhelo y, sin embargo, no nos identificamos con estos sentimientos. Éstos no nos derrotarán, nos harán daño o nos anularán. Simplemente, tomamos conciencia de la corriente de nuestra vida interior y nos hacemos uno con ella; no existe ninguna división entre nosotros y nuestros sentimientos. Pero al mismo tiempo somos mucho más que nuestros sentimientos, por decirlo de algún modo, somos un recipiente de capacidad ilimitada. Al igual que nuestras propias emociones, sentimos la alegría, el amor, el anhelo y el dolor de los seres que nos acompañan, sin identificarnos con esos sentimientos. Sencillamente, podemos sentirlos dentro de nosotros mismos y nuestro corazón tiene la tendencia natural de regalar a los demás aquello que necesitan, sea atención, comprensión o compasión. El dar y tomar del corazón tiene lugar en el mundo de los sentimientos. Aquello que acogemos en nuestro corazón («a lo que abrimos nuestro corazón») son formas de sentimientos (dolor, alegría, amor, tristeza, ira, etc.) y aquello que nuestro corazón da también son sentimientos, pero más elevados, formas de sentimientos no relacionadas con uno mismo: compasión, comprensión, respeto.

Así pues, ¿cómo podemos abrir el corazón cuando está cerrado? En primer lugar, debemos darnos cuenta de que está cerrado. Esto no se nota sin más, ya que en nuestra sociedad es habitual que los corazones estén cerrados. Puedes reconocer que tu corazón está cerrado cuando sufres o cuando otros sufren por tu culpa. Cuando tu corazón está abierto no sufres. (Es posible que sientas dolor cuando piensas en personas que quieres y a las que no puedes ayudar; pero es algo diferente al sufrimiento que se produce cuando te identificas con tus propios sentimientos). Asimismo, las personas que tienen algo que ver contigo tampoco sufren por ti, ya que a tu alrededor creas una atmósfera en la que los demás se sienten bien, aceptados y respetados.

Así pues, en primer lugar, debes darte cuenta de que tu corazón está cerrado. En segundo lugar, debes tener el deseo de abrirlo. Y en tercer lugar, debes estar preparado para ello. De nuevo, ser es algo distinto a desear. Puedo desear que mi corazón se abra, pero no estar preparado para hacer lo que hay que hacer. Predisposición significa decir: «En este momento mi corazón está cerrado, no puedo abrirlo, pero estoy preparado para dejar que se produzca una apertura». Se trata de algo parecido a una oración por amor.

En algunos momentos, esta predisposición es muy difícil de conseguir. Cuando nos enfadamos con alguien porque pensamos que se portó injustamente con nosotros, preferimos aferrarnos a nuestro derecho y nuestra rabia que abrir nuestro corazón. Pero lo que necesita aquí un corazón abierto es nuestra ira y nuestro propio dolor por la injusticia sufrida. Abrir el corazón para ello es fácil, una vez se ha aprendido cómo funciona. Después podemos abrirnos a los sentimientos de la persona que ha cometido la injusticia con nosotros («abrirle el corazón»). Es fácil porque lo sentimos dentro de nosotros. Sólo es necesario que nuestro corazón, nuestro centro emocional, esté abierto. Para el corazón, la empatía no es una acrobacia imposible, sino algo completamente natural.

Desde el momento que abrimos nuestro corazón estamos preparados para sentir algo a lo que anteriormente (por miedo) nos habíamos cerrado. Esta apertura siempre se acompaña de comprensión, compasión, reconocimiento y respeto, los cuales aparecen automáticamente cuando se abre el corazón a un sentimiento. El corazón se ha «movido», en ocasiones se ha sacudido, sobre todo por aquello que le llega, y esto es algo muy bonito. En realidad no hay nada más bonito. Por eso, en La voz del corazón (Die Stimme des Herzens) se dice: «Aquel que, aunque sólo sea por un instante se sumerge en el verdadero ser del amor, sabe que sólo ha vivido en ese momento». Antes tenía miedo y podía resultar intolerable abrirse a ese dolor, pero cuando te has abierto es bonito. Es amor.


(Continues...)

Excerpted from Abrir el corazón en vez de romperse la cabeza by Safi Nidiaye. Copyright © 2013 Ediciones Obelisco, S. L.. Excerpted by permission of EDICIONES OBELISCO.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.

Table of Contents

Contents


Introducción, 7,

Todo gira alrededor de los sentimientos, 17,
¿Qué significa «abrir el corazón»?, 23,

Amor, 29,

Alegría de vivir, 33,
¿En contacto o no en contacto?, 39,

Antes de iniciar el camino, 43,

Problemas, 45,

El sol del amor, 49,

Luz y amor, 53,

Se hizo la luz, 57,

Consciente o inconsciente La diferencia decisiva, 61,

El primer paso: «Ah, interesante», 67,

El segundo paso: respirar, 77,

El tercer paso: sentir, 81,

La esfera del corazón, 89,

La llave mágica del corazón, 93,

Advertencia sobre falsas llaves del corazón, 97,

El ejercicio completo, 99,

De mi diario, 105,
¿Qué ocurre con los sentimientos cuando el corazón se abre a ellos?, 115,

Tras cada sentimiento negativo existe dolor, 123,

El atajo hacia la redención, 129,

El tesoro bajo el dolor, 133,
¿La espiritualidad como huida ante el dolor?, 137,

Un maravilloso viaje hacia uno mismo, 143,
¿Y los sentimientos positivos?, 147,

Por qué es bueno enfocar los problemas de esta manera, 159,

Proyecciones, 167,

El niño que llevamos dentro, 171,

Partes enfrentadas La guerra dentro de nosotros, 173,

El miedo y el miedo del miedo, 179,

Aprender a sentir, 187,

Los más listos son también los represores más listos, 191,

La lucha entre el corazón y la razón, 195,

Decisiones, 203,

Inflamaciones y conflictos, 207,

Agresor y víctima, 213,

Conflictos, polémicas y luchas, 221,

Sin salida, 225,

Incluso los recuerdos bonitos se vuelven rancios, 227,

La comunicación dentro de las relaciones, 233,

Problemas de peso y otros defectos estéticos, 241,

Renunciar a las valoraciones, 247,

Aspectos a los que debes prestar atención, 253,

Consejos prácticos, 261,

Bibliografía, 267,

From the B&N Reads Blog

Customer Reviews