Los Alderman, un matrimonio de clase media con dos hijos, Arthur y Robbie, residen en una pequeña ciudad de Indiana, donde llevan una vida confortable y monótona. Arthur, un joven estudiante de diecisiete años, ha dejado embarazada a su novia Maggie, que cuenta con unos padres comprensivos y decide abortar sin más alharacas. Sin embargo, el padre de Arthur, a raíz de la curación de su hijo menor Robbie, que estima milagrosa, se ha convertido a la secta religiosa de los cristianos renacidos y se opone rotundamente al aborto, con lo que se crea una situación insostenible. La atmósfera de creciente fanatismo religioso, la lenta invasión del hogar de los Alderman por una gente que llama a la puerta ofreciendo sus folletos para una vida mejor, los esfuerzos del padre para llevar a su familia por la senda del «bien», el triunfo de la hipocresía, la conversión del enigmático e introvertido Robbie: todos esos elementos segregan un clima ominoso y siniestro, donde se espera que algo horrible acabe por suceder.
With the savage humor of Evelyn Waugh and the macabre sensibility of Edgar Allan Poe, Patricia Highsmith brought a distinct twentieth-century acuteness to her prolific body of fiction. In her more than twenty novels, psychopaths lie in wait amid the milieu of the mundane, in the neighbor clipping the hedges or the spouse asleep next to you at night. Now, Norton continues the revival of this noir genius with another of her lost masterpieces: a later work from 1983, People Who Knock on the Door, is a tale about blind faith and the slippery notion of justice that lies beneath the peculiarly American veneer of righteousness.