Para abrir cauces sobre el atrevimiento de abordar a las organizaciones como sistemas complejos, es fundamental considerar que la complejidad implica superar la perspectiva usual para referirla a lo que se resiste a la comprensión y alude a dificultades de aprehensión, susceptibles de conllevar a unas respuestas confusas y ambiguas. Esto significa que la conceptualización de las organizaciones desde el prisma de la complejidad, tiende a revelar una convergencia no programática, pero inequívoca entre los subsistemas que conforman cualquier organización. En este sentido, la concepción de las organizaciones como sistemas complejos surge de la capacidad de la horda socio científica, de realizar un pliegue recursivo, es decir, de la capacidad de considerar que las organizaciones disponen del potencial de reinventarse permanentemente. En realidad, la complejidad de las organizaciones gira en torno a la no linealidad característica de las dinámicas funcionales de las unidades de análisis o subsistemas que dan vida y supervivencia a las organizaciones. Esta perspectiva ayuda a analizar y comprender los nexos de interconexión entre los componentes de las organizaciones. En este sentido, la noción de complejidad indica que, a pesar de la diversidad constitutiva de una organización (independientemente de su naturaleza), las partes que la componen, aun teniendo identidad propia, también tienen una identidad común porque están sujetas a todas las reglas organizacionales. Una orientación metodológica y epistemológica como lo plantea este libro, permite a la comunidad científica, por un lado, elaborar teorías más ajustadas y cercanas a la realidad organizacional y por el otro, diseñar y poner en prácticas modelos de intervención (social, sanitaria, educativa, política, económica, ambiental, cultural, etc.) más eficientes, eficaces v sustentables en atención a las necesidades individuales y colectivas de las organizaciones.