No tan r�pido: C�mo orientar a sus adolescentes acerca de los peligros de conducir
Most driving literature for parents focuses on how to teach a teen to drive, without explaining why teen driving is so dangerous in the first place or giving parents a plan to preempt the hazards teens face. By contrast, No tan rápido empowers and guides parents to understand the causes and situations that most often lead to teen crashes and to take specific, proactive steps—before and each time a teen driver gets behind the wheel—to counteract them. This authoritative guide tackles hot button issues such as texting and distracted driving, parenting attitudes (conscious and unconscious), and teen impairment and fatigue—and includes a combination of topics not found in other teen driving guides, such as:

  • How brain development affects driving
  • Why driver’s ed does not produce safe drivers
  • How and why to prepare a “flight plan” for each drive before handing over the keys
  • How and when to say no

Proceeds from the sale of this book support the Reid Samuel Hollister Memorial Fund, which subsidizes infant and toddler education in greater Hartford, Connecticut, and worthy traffic safety causes.

1138751791
No tan r�pido: C�mo orientar a sus adolescentes acerca de los peligros de conducir
Most driving literature for parents focuses on how to teach a teen to drive, without explaining why teen driving is so dangerous in the first place or giving parents a plan to preempt the hazards teens face. By contrast, No tan rápido empowers and guides parents to understand the causes and situations that most often lead to teen crashes and to take specific, proactive steps—before and each time a teen driver gets behind the wheel—to counteract them. This authoritative guide tackles hot button issues such as texting and distracted driving, parenting attitudes (conscious and unconscious), and teen impairment and fatigue—and includes a combination of topics not found in other teen driving guides, such as:

  • How brain development affects driving
  • Why driver’s ed does not produce safe drivers
  • How and why to prepare a “flight plan” for each drive before handing over the keys
  • How and when to say no

Proceeds from the sale of this book support the Reid Samuel Hollister Memorial Fund, which subsidizes infant and toddler education in greater Hartford, Connecticut, and worthy traffic safety causes.

12.95 In Stock
No tan r�pido: C�mo orientar a sus adolescentes acerca de los peligros de conducir

No tan r�pido: C�mo orientar a sus adolescentes acerca de los peligros de conducir

No tan r�pido: C�mo orientar a sus adolescentes acerca de los peligros de conducir

No tan r�pido: C�mo orientar a sus adolescentes acerca de los peligros de conducir

Paperback

$12.95 
  • SHIP THIS ITEM
    Qualifies for Free Shipping
  • PICK UP IN STORE
    Check Availability at Nearby Stores

Related collections and offers


Overview

Most driving literature for parents focuses on how to teach a teen to drive, without explaining why teen driving is so dangerous in the first place or giving parents a plan to preempt the hazards teens face. By contrast, No tan rápido empowers and guides parents to understand the causes and situations that most often lead to teen crashes and to take specific, proactive steps—before and each time a teen driver gets behind the wheel—to counteract them. This authoritative guide tackles hot button issues such as texting and distracted driving, parenting attitudes (conscious and unconscious), and teen impairment and fatigue—and includes a combination of topics not found in other teen driving guides, such as:

  • How brain development affects driving
  • Why driver’s ed does not produce safe drivers
  • How and why to prepare a “flight plan” for each drive before handing over the keys
  • How and when to say no

Proceeds from the sale of this book support the Reid Samuel Hollister Memorial Fund, which subsidizes infant and toddler education in greater Hartford, Connecticut, and worthy traffic safety causes.


Product Details

ISBN-13: 9781613733929
Publisher: Chicago Review Press, Incorporated
Publication date: 09/01/2015
Pages: 160
Product dimensions: 5.40(w) x 8.40(h) x 0.40(d)
Language: Spanish

About the Author

Tim Hollister became a national authority and spokesperson for safer teen driving after losing his 17-year-old son Reid in a car crash in 2006. He served on a Connecticut state task force that overhauled his state’s teen driving laws; is the creator of From Reid’s Dad, a national blog for parents of teen drivers; and regularly makes appearances on television and radio. He was awarded the 2012 AAA Southern New England Traffic Safety Hero of the Year Award as well as the U.S. Department of Transportation National Public Service Award, the nation’s highest civilian award for traffic safety. Sandy Spavone is the executive director for National Organizations for Youth Safety, a coalition of national organizations that promote youth empowerment and leadership and work to build partnerships that save lives, prevent injuries, and enhance safe and healthy lifestyles among all youth.

Read an Excerpt

No tan Rápido

Cómo orientar a sus adolescentes acerca de los peligros de conducir


By Tim Hollister

Chicago Review Press Incorporated

Copyright © 2015 Tim Hollister
All rights reserved.
ISBN: 978-1-61373-392-9



CHAPTER 1

Mi historia


En el año 2006, yo era un padre normal y corriente de un conductor adolescente. Me preocupaba de vez en cuando por la seguridad de mi hijo, pero en general confiaba en que lo que yo le había enseñado (lo que requería la ley estatal y sugerían las publicaciones sobre el tema) era suficiente.

El 2 de diciembre del 2006 todo eso cambió. Mi hijo Reid, de diecisiete años, murió en un choque de un solo auto. Iba manejando por una carretera interestatal de tres carriles donde seguramente no había manejado antes. Era una noche oscura y hacía poco que había dejado de llover. Al parecer, superaba el límite de velocidad y se equivocó al tomar la curva. Después, intentó corregirse y el auto comenzó a dar vueltas. Debido al impulso, el auto podría haber seguido un montón de trayectorias diferentes, pero chocó contra la punta de una barandilla justo en medio de la puerta del lado del conductor y el resultado fue que le aplastó el lado izquierdo del pecho. De haber ocurrido el impacto solamente dieciocho centímetros más adelante o más atrás, habría sobrevivido. No había tomado alcohol ni drogas ni estaba usando el celular. Sus pasajeros eran legales y estaba dentro del toque de queda de su estado para conductores adolescentes. Murió por la velocidad, por viajar en una carretera desconocida y por la falta de experiencia en cómo manejar un auto que derrapa. Sus dos pasajeros sufrieron algunas lesiones y fueron hospitalizados durante un tiempo corto.

Después del choque de Reid, hubo varios choques horrendos más en Connecticut. En agosto del 2007, murieron cuatro adolescentes en un choque, y luego en octubre, un conductor de diecisiete años murió junto con su hermana de catorce y una amiga de esta, de quince.

Al leer las noticias acerca de estos otros choques, comencé a reflexionar más profundamente acerca de lo que yo había hecho — o no había hecho — para controlar la forma de conducir de Reid. Como resultado de estas tragedias yo y todo el estado de Connecticut nos hicimos más conscientes de los peligros de la conducción adolescente. A ratos defendía mi propia conducta, pero luego pensaba que, si había hecho todo lo que debía, ¿por qué había muerto Reid?

Al comparar los otros choques con el de Reid y las acciones de otros padres con las mías, me hice ilusiones de que me había comportado como un padre responsable. Habíamos permitido a Reid comprar un auto seguro y sensato, un Volvo, en lugar de un auto de carreras. Yo me había informado de las leyes que gobernaban los conductores adolescentes de Connecticut en ese momento y me había asegurado de que Reid las entendiera. Le había dado más de las veinte horas de prácticas requeridas por la ley y lo había inscrito en una escuela de manejo. Insistía en que siempre se pusiera el cinturón de seguridad y no le permitía usar el auto cuando rompía las reglas de nuestra casa. Incluso una vez lo había dejado sin auto durante una semana o más. Durante once meses había manejado sin chocar. Al revisar todo esto, no parecía que yo hubiera cometido ningún error espantoso y obvio. Entonces, ¿en qué me equivoqué? Si hubiera sido un padre más estricto, ¿estaría todavía vivo mi hijo?

Solo una semana antes del primer aniversario del choque de Reid, yo iba al trabajo en auto. Escuchando las noticias de la mañana en la radio, oí que el gobernador de mi estado iba a formar una comisión especial para revisar las leyes para conductores adolescentes de Connecticut, con la esperanza de reducir las muertes en nuestras carreteras. Entre los invitados a participar en la comisión especial, estarían algunos padres que habían perdido a sus hijos. Cuando llegué a la oficina, llamé a mi senador, a mi representante, a un amigo que conocía al Comisionado de Vehículos Motorizados y a un colega que conocía al gobernador. Les pedí que me ayudaran a ser elegido y, una semana después, lo fui.

Nuestro trabajo fue revisar las leyes para conductores adolescentes del estado. Según avanzábamos, volví a recordar cómo había enseñado a Reid y cómo y cuándo había controlado su forma de conducir. Aprendí cosas nuevas sobre la conducción adolescente y descubrí que aunque supervisaba a mi hijo, como padre no había estado tan bien informado como yo creía.

A finales de la década de 1990, Connecticut se había sumado al número creciente de estados que estaban aprobando leyes de lo que se llama "licencia de conducir gradual" o leyes "GDL" por sus iniciales en inglés. Los conductores nuevos, generalmente entre los quince y dieciocho años de edad, debían seguir un currículum establecido y un requisito de cierto número de horas de conducir con un profesor, padre o guardián. Después de la fase del permiso de aprendizaje, las reglas GDL impiden que los conductores nuevos lleven pasajeros, normalmente durante varios meses, e imponen un toque de queda entre las horas de 9:00 PM y 1:00 AM. Al cumplir los 18 años, estos conductores se gradúan a las condiciones de una licencia de adulto sin restricciones. Sin embargo, más allá de estas condiciones básicas, las leyes varían mucho de un estado a otro.

Supe que Connecticut en los años 2005 y 2006 tenía una de las leyes menos estrictas de la nación, permitiendo a un adolescente obtener su licencia solo cuatro meses después de cumplir los dieciséis, con apenas veinte horas en la carretera y algunas horas de instrucción en el aula acerca del exceso de velocidad y conducir bajo la influencia del alcohol. Durante los primeros tres meses después de obtener su licencia, los adolescentes de Connecticut solo podían llevar como pasajeros a un conductor que los supervisara y a sus familias inmediatas, pero después de ese período, podrían llevar tantos amigos como quisieran en el auto. El toque de queda en todo el estado era medianoche.

Según me adentraba en la montaña de información que estaba disponible a los miembros de la comisión especial, recordé lo que había pensado cuando había permitido a Reid conducir. Mike, un amigo cercano a Reid, tenía algunos meses más que él y otro amigo, Tom, tenía un año más. A principios del 2006, los dos tenían licencias y autos. En enero, Reid había completado la instrucción de su permiso de aprendizaje y recibió su licencia. Igual que prácticamente todos los demás padres de nuestra ciudad suburbana, mi esposa Ellen y yo decidimos que permitiríamos a Reid comprar un auto usado.

Lo llevé a hacer prácticas por caminos de poco tránsito. Repasé la lista de destrezas y situaciones que deben aprender los conductores nuevos, y dedicamos un tiempo a cada uno. Practicamos maniobras evasivas en una playa de estacionamiento vacía los domingos por la mañana muy temprano. Mientras tomaba las clases de manejar, Reid demostró ser un conductor con buena coordinación que se mantenía alerta.

Me resultaba reconfortante que nuestro estado hubiera adoptado los requisitos de GDL. Di por supuesto que el gobierno, el Departamento de Vehículos Motorizados y la policía se habían puesto de acuerdo para formular reglas sensatas que, de ser seguidas, mantendrían seguro a Reid.

Finalmente, no puedo negar que, como cualquier padre ocupado, el hecho de que nuestro hijo condujera resultaba muy cómodo para Ellen y para mí, ya que vivimos en una comunidad suburbana donde normalmente no se puede ir a muchos lugares a pie. Que Reid tuviera su licencia de conducir significaba un servicio adicional de recogida y entrega.

Ellen y yo formulamos nuestras propias reglas, aparte de las requeridas por la ley estatal. Teníamos que saber adónde iba y dónde estaba Reid en cada momento. Como todos sus amigos, tenía un celular y lo obligábamos a informarnos de su paradero. Dejamos claro en repetidas ocasiones que conducir era un privilegio y no un derecho. Nuestras reglas podrían ser modificadas según las necesidades y las circunstancias, como por ejemplo, si pensábamos que no había dormido lo suficiente. Reid entendió que, al llegar a casa, yo lo estaría esperando para hacer mi propio interrogatorio y para asegurarme de que estaba coherente y sobrio. En las pocas ocasiones en que llegó más tarde de la hora asignada, le confisqué las llaves. Aunque no recuerdo haberlo hablado directamente con Reid, creo que también entendió que yo inspeccionaba regularmente cada rincón de su auto, igual que de su habitación, y que vigilaba su millaje.

Según le iba dando más libertad a Reid — tiempos más largos en el auto solo, distancias más largas, manejar de noche o en mal tiempo — volví a vivir mi propia experiencia como conductor y me pregunté si podría haber transmitido, sin querer, alguna mala costumbre a mi hijo. Para mi alivio, comprobé que continuaba manejando con calma y buena coordinación y que tenía un buen sentido de la posición del vehículo en la carretera. No tener noticias se convirtió en una buena noticia.

En abril, cuando Reid llevaba tres meses conduciendo, la policía lo detuvo por una infracción de tránsito: cruzar de un carril a otro sin señalar. Según Reid, la infracción era cuestionable. La multa fue de $204, que Reid pagó con sus propios ahorros.

Según avanzaba el verano, comencé a preocuparme de que Reid aceleraba demasiado el motor. Por lo visto era la única forma en que podía conseguir que su auto usado pareciera más atractivo. No estaba alarmado, pero sí me preocupaba que pudiera acelerar el motor mientras estaba en la carretera y acabar con otra multa cara. A finales de septiembre, recibió una citación por conducir a 42 mph en una zona de 25 mph. Ya que era su segunda infracción de tránsito antes de cumplir los dieciocho, no solo lo multaron sino que lo obligaron a asistir a una clase de perfeccionamiento en el Departamento de Vehículos Motorizados. Se inscribió para el último día posible: el 2 de diciembre.

Supongo que en mi subconsciente yo me daba cuenta de que a los conductores adolescentes les falta experiencia y madurez mental. Sin embargo, no conocía a ninguna familia que hubiera perdido a un conductor adolescente en un choque. Yo había sobrevivido mis años adolescentes. Además, conocía a mi hijo, yo lo había entrenado y di por supuesto que las leyes del estado garantizarían su seguridad.

Pero eso no fue lo que pasó. Reid murió seis horas antes de la hora en la que tenía que asistir a la clase de perfeccionamiento del Departamento de Vehículos Motorizados.

En los dos primeros meses en que serví en la comisión especial, repasé un montón de estadísticas, análisis e informes y me di cuenta de que conducir era mucho más peligroso para los adolescentes de lo que yo, como padre, había creído. También me di cuenta de que las leyes GDL de Connecticut eran bastante menos severas de lo que yo pensaba. Había permitido que Reid condujera en circunstancias que eran mucho más peligrosas de lo que yo imaginaba.

Además de la investigación, las reuniones de subcomités y las sesiones de la comisión, conocí a policías, psicólogos, doctores, enfermeros, fiscales, jueces, directores de escuelas, profesores de manejo, trabajadores sociales, oficiales de seguridad vial y otros padres que habían perdido a sus hijos, y mantuve conversaciones prolongadas con ellos. Según leía y escuchaba datos y propuestas para mejorar las leyes, una pregunta se me metió en la cabeza y se repetía semana tras semana, cada vez un poco más alta y más llena de incredulidad: ¿por qué no había sabido todo esto antes? Por un lado, pensaba: ¿por qué no me lo contó nadie? Y por otro, me preguntaba a mí mismo: ¿por qué no me informé mejor? ¿Por qué no había sido más conservador en las decisiones que tomé con respecto a Reid? ¿Era simplemente porque, como tantos otros padres, me había seducido la idea de tener otro conductor en casa?

Durante los seis primeros meses del 2008, la comisión se convirtió casi en una obsesión para mí. Viajamos a escuelas secundarias de todo el estado y salimos en la televisión estatal. Fui entrevistado por la emisora de radio WCBS acerca de mi reeducación.

En solo cuatro meses, con una rapidez excepcional en el mundo de la política pública, la comisión especial hizo sus recomendaciones, el gobernador las respaldó y el gobierno aprobó unas reglas más estrictas para los conductores de dieciséis y diecisiete años: dobló el número de horas requeridas durante la fase de permiso de aprendizaje; adelantó el toque de queda de medianoche a las 11:00 PM; prohibió que los adolescentes transportaran a personas que no fueran sus padres, guardianes y hermanos hasta que tuvieran la licencia un año entero; impuso suspensiones de licencia de un mínimo de 30 días por las infracciones de tránsito (en lugar de solo multas de dinero); ofreció procesos judiciales más rápidos y sesiones de perfeccionamiento para los conductores; requirió que un padre o guardián asistiera a una clase de dos horas sobre seguridad con cada adolescente mientras este aprendía a manejar; exigió que todos los pasajeros de los conductores adolescentes llevaran cinturones de seguridad; y permitió que las autoridades confiscaran la licencia y el auto de un adolescente durante 48 horas si la situación lo justificaba.

Una vez que el gobernador hubiera firmado la ley delante de un montón de cámaras de televisión y un grupo de legisladores en el patio soleado de una escuela secundaria, me puse a pensar en qué diferencia habrían supuesto estas nuevas leyes en la vida de mi hijo. Si la ley del 2008 hubiera estado en vigor en el 2006, Reid habría tenido el doble de horas de instrucción en la carretera; Ellen o yo habríamos asistido a una clase sobre seguridad mientras Reid tenía su permiso de aprendizaje; su primera infracción de tránsito (la del cambio de carril) le habría merecido una suspensión de licencia de 30 días; su segunda infracción le habría costado la suspensión de la licencia durante 60 días, además de una multa por la restitución de la licencia; habría tenido que tomar la clase de perfeccionamiento más pronto; y no se le habría permitido que llevara los pasajeros que llevaba cuando chocó. Las nuevas leyes habían llegado demasiado tarde para él, pero no dejaban de ser un avance importante.

Cuando pude procesar toda esta información, no me quedó la menor duda de que tenía que encontrar la forma de comunicar lo que había aprendido a otros padres. Era innegable que yo no había entendido completamente lo peligroso que es que los adolescentes conduzcan en las mejores circunstancias, ni cómo se multiplican los riesgos en una serie de situaciones previsibles y, por tanto, controlables. Después de leer todas las publicaciones disponibles y consultar las fuentes más conocidas, comencé a pensar que los padres necesitaban mejor información.

Y, así, en octubre del 2009, empecé a expresarme públicamente con el lanzamiento de "From Reid's Dad", mi blog nacional dirigido a los padres de conductores adolescentes. Dieciocho meses y cincuenta artículos más tarde, tenía la base para este libro.

CHAPTER 2

Por qué ningún adolescente conduce de forma segura


En el 2009, el Wall Street Journal empezó a publicar una serie de columnas de consejos personales escritos conjuntamente por su jefe de redacción en San Francisco, Steve Yoder, y su hijo adolescente, Isaac. En sus columnas, Steve ofrecía consejos a Isaac acerca de cómo tener éxito en la universidad, mientras que Isaac aconsejaba a su hermano menor para que le fuera bien en la escuela secundaria. En una carta, Isaac decía a su hermano: "Consigue tu licencia de conducir pronto y utilízala. Te ayudará a ampliar tus fronteras y te dará más libertad".

Es difícil refutar este consejo. Conseguir una licencia de conducir es un paso fundamental para pasar de la niñez al comienzo de la edad adulta. Permite a los adolescentes llegar solos a la escuela, a sus actividades extracurriculares, conseguir y mantener un trabajo, explorar lugares nuevos, ampliar los conocimientos de geografía y adquirir nuevas perspectivas acerca de dónde y cómo vive y trabaja la gente.

Aunque no puedo saberlo con seguridad, supongo que Isaac no tuvo contratiempos a la hora de obtener su licencia y que fue una fuente de orgullo para sus padres y probablemente una ayuda para una familia con un hijo menor que necesitaba transporte de manera habitual.

Pero, si es cierto que obtener la licencia de conducir tiene tantos atractivos y ventajas para un adolescente, ¿por qué me da escalofríos el consejo que Isaac dio a su hermano menor?

La respuesta es que, desgraciadamente, ningún adolescente es un conductor seguro. Aunque obtener la licencia "pronto" crea oportunidades educativas, laborales y de exploración, también aumenta el riesgo de un choque que pueda resultar en la invalidez o incluso la muerte.


(Continues...)

Excerpted from No tan Rápido by Tim Hollister. Copyright © 2015 Tim Hollister. Excerpted by permission of Chicago Review Press Incorporated.
All rights reserved. No part of this excerpt may be reproduced or reprinted without permission in writing from the publisher.
Excerpts are provided by Dial-A-Book Inc. solely for the personal use of visitors to this web site.

Table of Contents

Contents

Prólogo de Sandy Spavone, Directora ejecutiva de National Organizations for Youth Safety,
Nota del autor,
Introducción: "No tan rápido, señorito/señorita",
1 Mi historia,
2 Por qué ningún adolescente conduce de forma segura,
3 Peligros básicos y factores de riesgo más graves,
4 "¡Mi hijo/hija es muy responsable!",
5 Las cosas que no se enseñan en las clases de manejar,
6 Introducción a la Licencia de Conducir Gradual,
7 ¿Cuándo debe comenzar a manejar un adolescente?,
8 Aprenda a portarse como un controlador aéreo,
9 Cómo negociar y ejecutar un acuerdo de conductor adolescente,
10 La diferencia entre conducir en serio y conducir para divertirse,
11 Cómo conseguir que un adolescente reconozca los riesgos,
12 La ceremonia de las llaves,
13 El peligro de llevar pasajeros, hermanos incluidos,
14 Cómo establecer los horarios de llegada a casa,
15 La supervisión del nuevo conductor,
16 Las sanciones de tráfico pueden servir como herramientas de aprendizaje,
17 La compra del auto, el auto compartido y el ahorro de gasolina,
18 La distracción al volante: celulares, "autos conectados", GPS y auriculares,
19 Manejar bajo la influencia del alcohol o las drogas o en estado de fatiga,
20 ¿Qué pueden hacer las escuelas?,
21 Las zonas ciegas,
22 Adhesivos de identificación de vehículos,
23 Simuladores y escuelas de manejo de alto rendimiento,
24 Familias de habla no inglesa y hogares monoparentales,
25 ¿Debe supervisar a los adolescentes de otras personas?,
26 En resumen: consejos del papá de Reid, www.fromreidsdad.org,
Epílogo: un llamamiento a los padres,
Recursos sobre la conducción adolescente,
Modelo de acuerdo de conductor adolescente,
Reconocimientos,
Acerca del autor,

From the B&N Reads Blog

Customer Reviews